229.01 Retorno al fin.
En
junio terminaba de narrar mi viaje hasta que éste se interrumpió
bruscamente por la rotura del peroné de mi pierna izquierda en Sant Antoni de Calonge;
decía entonces: “el cuento continuará”. Este verano de 2013 he
continuado mi viaje hacia el Norte de Francia, viaje iniciado en el
verano de 2012 en Irún y que finalizó en Saint Brieuc (Bretaña
francesa), tras 66 días de caminar. Así que ese lugar fue el punto
de partida de este año, que ha sido algo más corto en el tiempo, 55
días, y que me permitió terminar de recorrer las costas bretonas,
Normandía, Somme (Côte Picarde), Pas-de-Calais, Nord, Bélgica y
Holanda (hasta la isla de Terschelling). No quise llegar a Alemania
porque me quedaban unas cinco jornadas de dique sin playas, llovía
al llegar a Harlingen y, como había disfrutado tanto en las islas de
Texel, Vlieland y Terschelling, durmiendo cuatro noches bajo las
estrellas, en sus magníficas dunas, decidí que el viaje ya había
cumplido su objetivo por este año. Al regreso, entre equilibrar las
más de 3.200 fotos que hice, darles el formato que a mí me ha parecido
mejor y poner título a cada una de ellas, se me ha echado encima
octubre. Por fin retomo mi narración interrumpida en junio de este
año, para volver al verano de 2010 y acabar mi viaje hasta
Collioure, ante la tumba de Antonio Machado, lugar que se había
convertido en objetivo tras mi visita a la Catedral del apóstol en
Santiago de Compostela, allá por 2006, viaje iniciático, que ahora
culminaré con este mi cuarto-quinto viaje que os cuento y que
completa mi vuelta a la Península Ibérica.
Respecto
a mi peroné fracturado, debo decir que no hubo secuelas. Tuve
escayolada la pierna hasta setiembre; no me dieron ninguna sesión de
rehabilitación para reavivar mis tendones entumecidos y lo pagué
caro; era la primera fractura de mi vida y me faltó experiencia para
exigirlo a Osakidetza. De los errores se aprende. Aprovechando que en Noviembre de 2009 me correspondió
balneario en Verche (Valencia), los fisioterapeutas me trataron la
zona dañada con gran pericia, que fue compensada con factura extra
y, después de llegar cojeando, acabé haciendo un recorrido a pie de
25 kilómetros por tierras de Villar del Arzobispo, Losa del Obispo y
Calles. Fui acompañado en mi paseo por mi amigo Augusto Hernández,
de Gran Canaria, con el que también había compartido habitación en
el balneario de Fuentes del Trampal (Cáceres, fronterizo con
Badajoz). Fruto de aquella relación, en invierno nos vimos en Caletillas (Tenerife) y en primavera del 2010, pasaría
tres semanas en su casa en La Aldea de San Nicolás de Tolentino
(Gran Canaria), invitado, junto a Rosa, otra de nuestras amistades de
aquel balneario. Desde entonces no nos hemos vuelto a ver.
Aunque
he dicho que mi rotura no tuvo secuelas, el pasado año de 2012,
llegando a Audierne en el Finisterre bretón, empecé a notar dolor e
hinchazón en la zona baja de la pierna derecha, junto al tobillo. Lo
fui dejando sin darle importancia pensando que había podido ser
debido a un exceso de kilómetros de aquella jornada pero, al llegar
a Douarnenez, acudí a urgencias al hospital. Coincidía que el día
que se me empezó a hinchar la pierna era el 18 de julio, exactamente
tres años después de mi rotura de peroné. Me decía para mis adentros: "mi pierna tiene memoria histórica". ¡18 de julio! Magno día de infausto
recuerdo que, a los que sufrimos el franquismo, nos será difícil
olvidar. Lo digo porque era el día en que cobrábamos la paga extra
del 18 de julio, una forma de comernos el coco en una época en que
parecía que no sabían de marketing. Bueno, y volviendo al Hospital
de Douarnenez, el resultado de la exploración de la doctora que me
atendió, su diagnóstico, fue que había tenido una infección en el pie, se me había
curado, pero toda la carga la había soportado la zona que ahora
respondía con la hinchazón. Hecho el diagnóstico, el remedio
serían 10 días de antibiótico. Menos mal que no me hicieron
radiografía del pie pues, al retornar a casa, lo primero que hice
fue mirar las fotos con la pierna escayolada y resultó que había
sido la izquierda, la del peroné roto, mientras que ahora, era la
derecha la de la infección. ¡A borrar lo de la memoria histórica de mi magín. Lo más importante de esta pequeña odisea, es que pude continuar caminando hasta lo más norte de Bretaña.
Bueno,
hechas estas salvedades, a modo de prólogo de este miniviaje que va
a durar 13 días y con el que completaré mi cuarto grupo de
narración diaria de la vuelta a la península, abordo de nuevo el
tema. Al ser tan pocos días, no tiene entidad como viaje;
prácticamente es en la segunda semana, tras el inicio de una caminada, cuando empiezo a desprenderme
del urbanita que soy, necesito ese tiempo para hacerme uno en
comunión con el paisaje, con la naturaleza.
Hechas
estas aclaraciones previas al viaje, tengo que decir que, en cuanto
terminé de narrar el viaje del verano de 2009 entre Murcia y Girona
(Palamós), escribí a todos los familiares y amigos, para
informarles y pedirles su visto bueno, puesto que a veces cometo
errores involuntarios que conviene corregir. Estando en Normandía,
recibí mensaje de mis primos de Igualada para que corrigiera sólo
una palabra, pues escribí bodas de plata en vez de sus bodas de oro,
que fueron las que habíamos celebrado este año de 2013 en Alsasua
(Altsasu, actualmente en euskera). También me escribió otra amistad
surgida en aquel viaje; me dice, releyendo el e-mail: “Hola Javier,
al fin he podido leer la etapa de tu viaje de la que formo parte, me
ha gustado, he recordado el día en que nos conocimos, ya hace unos
años, cómo pasa el tiempo.”, y me pedía que borrara dos líneas,
pues me decía: “fue una confidencia íntima”. He tenido problemas
para acceder a mi blog, por Google no lo conseguía, pero me
recomendaron que probara con Mozilla y así lo pude borrar. Otra
amistad, de Barcelona, me pedía que quitara tres líneas, donde yo daba
mi opinión sobre el momento crucial de su vida que, sin tener demasiada
información, me atrevía a exponer y me decía: “Entiendo que este
comentario me afecta a mí solamente y yo decido con quien
compartirlo, forma parte de mi privacidad.” Así que, estando de
acuerdo con ella y fiel al mensaje enviado por mí, también lo he
hecho desaparecer. A lo largo de toda mi vuelta a la Península
Ibérica, es la primera vez que alguien me dice que prefiere que no ponga algo y
que lo quite de mi blog cuando lo he puesto. Ha habido también una
amiga a la que no ha gustado que ponga cosas de su familia. No me
dice que quite nada concreto. Quizás le gustaría que desapareciera
todo lo relacionado con ellos. Yo le digo que lo que cuento de su
marido es algo que también me pertenece, que me parece ejemplar el
proceso por el que se ha ido haciendo a sí mismo a lo largo de su
historia vital, y que darlo a conocer, es un deseo mío que no puedo
reprimir y quiero compartir con mis lectores. Ellos serán o seréis
jueces y valoraréis en la medida en que el hecho se vaya conociendo.
Su marido, que es mi amigo, no me ha respondido nada a mi negativa a hacer desaparecer nada.
Tampoco sé si ha recibido el mensaje. Hechos estos comentarios,
pasemos al prólogo de los 13 días que faltan para llegar a
Collioure.
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