Etapa 57
(235) 9 de junio de 2010, miércoles.
(Cala
Montgó a L’Escala, en coche) L'Escala-Sant Martí d’Empúries-Sant Pere
Pescador-Parc dels Aiguamolls d’Empordà-Castelló d’Empúries.
Despertar
en casa de los Ramisa
Como
he dormido muy bien y es temprano, aprovecho para escribir en el
diario todo lo que no pude contar ayer. Cago y escribo hasta que a
las 8:15 h bajan los dueños de la casa. Desayunamos pan tostado con
ajo. La segunda tostada que pensaba embadurnarla de mantequilla y
mermelada, no me la hago, pues con la primera ya he quedado más que
sobrado; completo el desayuno con un vaso de leche con Nescafé y un
albaricoque. No estoy comiendo nada de fruta en este viaje. Cuando yo
me vaya, ellos también subirán a Ripoll. Dicen subir pues, aunque
sobre plano l’Escala y Ripoll están casi en el mismo paralelo,
Ripoll ya queda muy próximo a los Pirineos Orientales.
Lo quieren hacer pronto, para no dejar a su hija mucho tiempo sin coche. Ahora se quedarán unos días sin él hasta que no se resuelva el tema del seguro y la decisión de compra de otro. Parece que lo tienen asumido. Les hago una foto en la entrada de su casa con su gato, que es poco zalamero, más bien arisco; parece un gato montés. Me llevan hasta el Museo y nos despedimos, agradecido por su hospitalidad y prometiéndoles escribir cuando termine el viaje. Tampoco me importa haber hecho el recorrido desde Cala Montgó hasta aquí, en su coche, puesto que es tramo que, como explicaba ayer, ya hice andando por la costa.
Lo quieren hacer pronto, para no dejar a su hija mucho tiempo sin coche. Ahora se quedarán unos días sin él hasta que no se resuelva el tema del seguro y la decisión de compra de otro. Parece que lo tienen asumido. Les hago una foto en la entrada de su casa con su gato, que es poco zalamero, más bien arisco; parece un gato montés. Me llevan hasta el Museo y nos despedimos, agradecido por su hospitalidad y prometiéndoles escribir cuando termine el viaje. Tampoco me importa haber hecho el recorrido desde Cala Montgó hasta aquí, en su coche, puesto que es tramo que, como explicaba ayer, ya hice andando por la costa.
Con
Lourdes en el Museu de l’Antxova y de la Sal
Son
las diez de la mañana y el museo está abierto, pero Lourdes, la
directora encargada del mismo, y madre de Joan, aún no ha llegado.
Los miércoles suele llegar más tarde, porque es el día en que
tienen reunión previa en el Ayuntamiento, me dice la que me atiende.
Me ponen el vídeo de presentación en castellano, visito la
exposición y compro seis postales (2,40 €). Una de ellas será
para mi amiga Teresa, que algo sabe de antxovas y sal. Me llama la
atención una de las fotos en la que aparece Mª Ángeles Anglada, de
primera comunión, en Donostia, donde estuvo refugiada durante la
Guerra Civil. Parece ser que era una poetisa que falleció en 1999.
En un panel, veo las salinas del Delta del Ebro, lugar de grato
recuerdo, y me interesa ver cómo fue antaño l’Escala, que resulta
bastante reconocible, al menos, en cuanto a la costa se refiere.
También me intereso por el proceso de salazón de antxoas y
sardinas. Llega Lourdes y primero tiene que dar órdenes, ir a otra
reunión, le llaman al móvil, una situación poco propicia para
sutilezas. Le enseño el dibujo que hice el año pasado en Cala del
Áliga, después de que se marcharan Joan y Eugeni. Me dice que Joan
está accidentado, con una pierna escayolada, ¡qué casualidad!, y
de baja; a lo mejor le puedo saludar. Lourdes saca tres copias de mi
dibujo. Se tiene que ir. Le acompaño hasta el coche y, cuando va a
arrancar, me da el teléfono para que llame a Joan. “Le hará
ilusión”, me dice. Escribo en el libro registro. Llamo a Joan
desde teléfono del museo, pero me sale el contestador automático y
dejo mensaje. Me voy del Museu de l’Antxova y de la Sal algo
triste, pues no ha surtido el efecto deseado. La conversación
imposible con una mujer muy ocupada y la casualidad de que Joan
estuviera accidentado, en situación similar a la que me encontré yo
el verano pasado, a cinco jornadas de cumplir la misión encomendada,
que no ha propiciado el encuentro de hoy con él, no es como para
lanzar cohetes.
Por la
costa hacia Sant Pere Pescador
Salgo
del museo hacia el paseo de ayer. Paso por la zona del chiringuito,
que continúa sin la plataforma contratada y, a la altura de las
ruinas romanas de Empúries, veo que un grupo está pasando ante la
estatua de Esculapio, un adelantado de la medicina, y saliendo con
paraguas del recinto. Ni hace sol, ni llueve, así que no veo sentido
a los paraguas abiertos. Continúo el paseo y llego al puente que
permite pasar a la playa de La Gola de Sant Pere Pescador. El tiempo
está gris y no me apetece bañarme desnudo en esta playa nudista de
la que ya disfruté cuando estuve invitado por los Viles en el
camping de la Ballena Alegre. A pesar de que el tiempo no acompaña,
ya se ve algún nudista merodeando por entre los juncos, cañas y
tamarindos. Ya en la playa, los dos vestidos, hablo con Marc, le
cuento algo de mi viaje y le enseño mis dibujos, aunque este año
sólo llevo hechos dos. Continúo camino, descalzo por la orilla,
paso el área de kite-surf, paso los diversos campings que hay a lo
largo de esta costa de duna suave y así sigo por Can Comes, otra de
las áreas de playa nudista, donde bloques de cemento se incrustan y
hunden en la arena bañada por el mar, hasta que llego a la
desembocadura del Fluviá. Ya se me ha hecho muy tarde para comer, y
primero tengo que resolver este obstáculo que me resultará más
difícil que cruzar el Ter.
Cruzando
el Fluviá para pasar a Aiguamolls
Vuelvo
a repetir el mismo esquema que el utilizado para pasar el Ter, pero
aquí la cosa se complica porque, como este río se usa como
navegable, al menos para traer productos al camping que está al otro
lado, lo dragan periódicamente, para que las quillas de los barcos
no peguen con el fondo marino, de tal forma que va a ser un hándicap
para mi travesía. Dejo la mochila grande en la arena, pero hago un
murete de arena delante, pues me da la impresión de que la marea
está subiendo. Como no sé lo del dragado, inicio el paso desnudo,
con la mochila pequeña y las sandalias. Voy tanteando el fondo y, el
dragado, me va obligando a introducirme cada vez más en el mar.
Cuando veo que la arena se normaliza y con el agua hasta el cuello,
me voy acercando hasta la otra orilla. Un hombre con su perro, observa atento mi peripecia. Cuando deposito mi mochilita y las sandalias, en
zona de arena seca, confío en que el hombre controle al perro para
que no me haga un desaguisado. Retrocedo al lugar donde he dejado la
mochila grande, pero ya no necesito dar todo el rodeo, puesto que no
llevo nada de peso. Cuando regreso, compruebo que ha sido un acierto
hacer el murete, si no, el agua me la habría mojado. Antes de coger
la mochila más pesada, descanso, pues tengo que reservar todas mis
fuerzas para soportar la mochila en lo alto cuando me vuelva a llegar
el agua al cuello. Paso por muy cerca de las boyas amarillas con la
mochila en la cabeza, pero el zarandeo de las olas me moja algo la
mochila. Consigo llegar al otro lado y relajo mi tensión. El perro
del extranjero es de los chatos, no sé si dogo o perro presa, parece
que quiere jugar, pero no me da ninguna confianza, es grande y yo no
las tengo todas conmigo. Veo en la orilla que hay una medusa
grandísima. Para no mojar la ropa con la mochila mojada, las cojo
sin vestirme, y continúo por la orilla que paso a la par del
camping, sin que la gente que está cerca del chiringuito se percate
o, al menos, sin que se moleste. Aunque me habría venido bien
pararme allí un rato e intentar comer algo, decido seguir por la
orilla hacia Roses. No avanzo mucho más, pues me encuentro un
cartel que me prohíbe el paso hasta el 15 de junio. Estamos a 9 y no
estoy dispuesto a esperar seis días aquí parado. La razón de la
prohibición es que apuran el tiempo de anidación y empolle de los
huevos de las aves que paran en esta reserva natural, aves estables y
de paso. Se trata del Parc Natural dels Aiguamolls d’Empordà. No
sé si está vigilado, así que no tengo otra solución que
retroceder.
Camping
Nautic Almata
Antes
de regresar hacia el camping, me meto hacia el interior del parque
natural y veo los carrizos y demás plantas propias de la marisma.
También veo señal de GR-92, compruebo que hay senderos con diversos
recorridos por el Aiguamolls, y decido retroceder al camping para
intentar comer algo. Se trata del camping Nautic Almata, que ya
pertenece a Castelló d’Empúries. Van a dar las dos cuando entro
en el bar. Allí no hay ni menú ni carta, pero me ofrecen un plato
combinado que me apetece: dos huevos fritos, una hamburguesa, patatas
fritas y tomate asado a la plancha, que completo con menta poleo
(10,55 €). Si ayer me vacié por arriba, hoy por abajo y no me
entraba la segunda tostada del desayuno, a esta hora me comería un
buey. Durante la comida charlo con el encargado de mantenimiento del
camping, que se sorprende de que haya podido cruzar la desembocadura
del Fluviá sin nadar, con las mochilas, y sin mojarlas. Dice: “eso
quiere decir que está muy mal dragado y que habrá que volver a
hacerlo”. Lo que más le preocupa a él es que alguna de las barcas
que pasan con material puedan dañar sus hélices con el fondo. A mí
me ha venido muy bien que no estuviera bien dragado. Pregunto por el
tiempo que se espera para las próximas horas y me dicen que no está
asegurado y puede llover. El barman, al que le toca estar en la barra
de tarde, come un plato similar al mío, con poco apetito; ¡hay si
estuviese haciendo una caminata como la mía!, otro gallo le
cantaría. La encargada de la cocina, que ya ha terminado su tarea y
se ha enterado de mi paseo, se despide de mí, deseándome buen viaje
y que, algún día vuelva. Hacen el cambio de turno. Después de la
comida hay poco movimiento en el bar, pero se está bien allí, con
una música moderna variada y bien elegida. He pedido el periódico y
leo que el Real Unión (el Unión para los de Irun, que somos poco o
nada monárquicos) ganó al colíder y está más cerca de la
salvación y le favoreció a la Real; pero todavía faltan dos
partidos y puede pasar cualquier cosa. Me siento a escribir más
cerca del ventanal que da a la playa. Cago más copiosamente que a la
mañana y escribo las seis postales y otra que me quedaba: hijas,
yernos y nietos, hermanas, Luisa, Teresa y Abdehrafiq. Recibo mensaje
del hospital de Palamós: “Conseguido teléfono pero siempre
apagado, no disponible. A tu disposición. Buen viaje.” Ya sé que
nunca tendré el teléfono de Enric. Me despido y me voy del camping.
Parc Natural de Aiguamolls de l’Empordà
Este
parque natural es como nuestro Plaiaundi, pero a lo bestia. Los
caminos que lo recorren son magníficos y variados, pero muy
intrincados y no me quiero perder. Me asomo a un observatorio de
fauna de marisma, peces entre marinos y fluviales y, sobre todo, de
aves estables o de paso; lo llaman Aguait del Bruel.
Cuando me cruzo con un grupo de estudiantes de naturaleza extranjeros, me llaman de MoviStar, diciéndome que ha dejado de denominarse Telefónica, para hacerme una encuesta. Acepto y tardaré más de los diez minutos que me habían asegurado duraría. “Del uno al 10”, tal y cual… ¿cuál es mi estado de satisfacción? Creo que es la clásica encuesta que no sirve para nada, sobre todo, no sirve para mejorar el servicio. Digas lo que digas dará lo mismo. No se van a poner medidas para corregir los errores, que es lo más valioso de una encuesta bien construida y que tenga voluntad de mejora. Saco una foto a un gran pájaro, que pudiera ser un pelícano.
Me cruzo con una pareja de holandeses en bicicleta, que volveré a encontrar entrando en Castelló d’Empúries. La salida ya está cerca y me encuentro con responsables del parque. Uno de ellos me dice que es muy visitado, que tiene mucha aceptación, no en vano es el parque natural que más aves de paso recibe y el de más extensión de la zona. También añade que he elegido el recorrido más bonito. Salgo del parque por carretera y me encuentro una señal, entre arbustos, del GR-92.
Cuando me cruzo con un grupo de estudiantes de naturaleza extranjeros, me llaman de MoviStar, diciéndome que ha dejado de denominarse Telefónica, para hacerme una encuesta. Acepto y tardaré más de los diez minutos que me habían asegurado duraría. “Del uno al 10”, tal y cual… ¿cuál es mi estado de satisfacción? Creo que es la clásica encuesta que no sirve para nada, sobre todo, no sirve para mejorar el servicio. Digas lo que digas dará lo mismo. No se van a poner medidas para corregir los errores, que es lo más valioso de una encuesta bien construida y que tenga voluntad de mejora. Saco una foto a un gran pájaro, que pudiera ser un pelícano.
Me cruzo con una pareja de holandeses en bicicleta, que volveré a encontrar entrando en Castelló d’Empúries. La salida ya está cerca y me encuentro con responsables del parque. Uno de ellos me dice que es muy visitado, que tiene mucha aceptación, no en vano es el parque natural que más aves de paso recibe y el de más extensión de la zona. También añade que he elegido el recorrido más bonito. Salgo del parque por carretera y me encuentro una señal, entre arbustos, del GR-92.
Dudando
entre ir por Empuriabrava o por Castelló d’Empúries. El Idiota
En la
cuneta, encuentro tirado Der idiot, de Dostoyevski, y lo recojo; está
deformado en la contraportada, pero el texto en alemán está en
perfecto estado; puedo leerlo todo aunque no me entere de nada.
Aunque es un peso adicional, de cuyo contenido no me voy a beneficiar
personalmente, lo recojo y me lo llevo. No en vano uno es amante de
la cultura y un enamorado de Fiodor Mijailovich que, después de leer
Crimen y castigo, no paré hasta leer su obra completa. Los tres
tomos de Aguilar se los compré a Miguel Ángel Ayestarán, que me los revendió. Desde
aquí mi homenaje al amigo fallecido. Por todo lo dicho, me es
imposible dejarlo abandonado en la cuneta, aunque El idiota esté en
alemán. Lugo lo entregaré en la Biblioteca de Castelló d’Empúries.
Hacia
Castelló d’Empúries
El
camino, con la señal roja y blanca, me está llevando al lado
contrario de hacia donde quiero ir, pero persiste en esa dirección.
Por fin, veo venir de frente un coche y, de lejos, le hago señal de que
pare para preguntar. Como algunos piensan que quieres montar, señalo
con los dedos mi boca para que comprendan que mi intención es sólo
hacer una pregunta. Le pregunto, y tengo la suerte de que es alguien
de la zona y que la conoce bien. En un principio me da toda clase de
explicaciones para que pueda salir bien hacia Ampuriabrava, pues él
lo suele hacer en bicicleta pero, al hablarle de la inseguridad del
tiempo, me recomienda que vaya a Castelló, que está a cinco
minutos. Será en coche, ya que andando me cuesta cerca de media
hora. En el cruce me vuelvo a encontrar con los ciclistas holandeses
que he visto en el parque natural. En ese momento pasa un coche de la
Guardia Civil, que nos saluda. Dos prostitutas, muy bien vestidas,
provocan a un negrazo que pasa por el otro lado de la calzada y él responde a sus insinuaciones: “yo no pago por follar”.
Alojamiento
en Ca l’Antón
Una
carretera va por debajo y yo cruzo al otro lado por un paso elevado y
cuando estoy en ello, pregunto a una pareja que pasa por la carretera
de abajo. Ella me dice: “vete al restaurante Pepe”. Sigo al
negro, hasta que desaparece y llego a dos hostales, ninguno es Pepe.
Pregunto a dos señores mayores, que lo desconocen. Pregunto a
mujeres, un hombre, niños. Parece que el restaurante Pepe no existe
más que en el imaginario de la joven que me lo ha dicho, así que retorno
al hostal Serratosa, pero está completo. En el otro, en Ca l’Antón,
que dicho rápido por catalanes que cambian "a" por "e", puede
sonar algo así como “Calentón”, Antón me pide 30 € pero, al verme con
mis mochilas, se conmisera y, finalmente, me lo deja en 25 €.
Acepto y haré cena y desayuno, todo por 39 €, que pago con la
tarjeta Visa. Antón me da la llave y toma mis datos. Me recomienda
visitar la catedral y que pasee por el pueblo.
Biblioteca
e Internet
Dejo
mochila en la habitación y, al bajar, al chico le pregunto por la Biblioteca.
Hablo con tres mujeres, con las que tengo una conversación sobre el
alcantarillado y ellas son las que me orientan hacia la Biblioteca.
Me reciben el libro que les entrego y me dicen que allí, como hay
población extranjera, seguro que algún alemán lo pide para leer.
Me dicen que puedo hacer uso de Internet, pero que cierran a las
ocho. Para empezar, me ayuda la encargada, pero también tengo que
pedir ayuda puntual a la vecina. Entro en mi correo y encuentro
mensaje de Lili y le respondo: podremos vernos a mi regreso de
Collioure en su casa de Sant Antoni Vilamajor. Leo y borro casi todo
lo demás. Para las ocho ya he terminado, agradezco y me voy.
Paseo por
el pueblo y la Catedral
Hay
edificios bonitos, algunos han cambiado de uso y otros están siendo
remodelados. Hay bastante actividad reconstructiva pero, algunas
zonas de casas están muy muy deterioradas y parecen abandonadas. Queda
mucho trabajo para realizar si quieren tener una ciudad bonita. La
Escuela de Música es un antiguo convento. Intento sacar
foto de la catedral sin coches, pero es misión imposible, ¡lástima!,
y entro. Una mujer dirige, con un altavoz, un acto para 67
feligreses; su voz retumba por toda la nave, aunque el grupo y ella
están en el crucero lateral izquierdo, cuyo altar lo preside un
cristo de gran tamaño que, por su color, parece de madera. El
mamotreto central es de mármol que, aunque tiene alguna filigrana,
resulta tosco, pesado y con poca gracia. Sin más cosas que me llamen
la atención, salgo de la Catedral. Destaca su portada principal de estilo gótico y su doble torre campanario.
Irene y
Joan
Dándome
otro paseo por el pueblo, antes de dirigirme de nuevo al hostal, me
encuentro con una pareja joven, Irene y Joan, ambos son de Llançá,
por donde pasaré dentro de unos días. Joan es el segundo cocinero
de un restaurante que trabaja bien y ella, Irene, trabaja en la BBC
(Bodas, Bautizos y Comuniones), una empresa que se dedica a organizar
el catering de algunos acontecimientos, como los señalados en el
desglose de la abreviatura. Me dan mucha información y nos
despedimos con un “¿nos veremos en Llançá?”, cosa que no
ocurrirá, y no por desinterés.
Cena y
dormida en Ca l’Antón
Después
de preguntar dos veces, pues vuelvo por lugar distinto al de la ida,
recibo mensaje al móvil y, a brote pronto, no sé de quién puede
ser. Cuando lo leo: “Acabo de coger la carta. Sigo una vez por
semana con fisio y 42 €, demasiado gasto. Nos veremos en otra
ocasión.” Ya en la habitación, veo que el mensaje es de Rosa, y
lo que dice es que no acudirá a la invitación de Joan a su casa de
Aldover, en el delta del Ebro. Ella, al menos, me ha respondido, y
Mari Luz, ya me lo dijo de palabra, en la celebración del 103
cumpleaños de su madre Quintina, pero el resto no ha dicho esta boca
es mía, ni Augusto, ni Isabel. Todavía cabe la posibilidad de que
Ana me diga que sí, cuando la vea en Barcelona, al regreso.
Finalmente, el único que acudió a la invitación fui yo, estuve con
Joan casi una semana, nos lo pasamos divinamente y se reforzó
nuestra amistad, aunque él sea muy religioso y yo no. Cuando termine
esta vuelta a la Península intentaré hacer un resumen de mi
estancia con Joan y del recorrido que hicimos por sus tierras
tarraconenses. Pero volvamos al aquí y ahora. Bajo de la habitación
al comedor y me dan la cena: calabacín relleno, pescaditos y
requesón con miel. Todo riquísimo. Uno que es de la provincia de
Alicante, pero que se siente valenciano y me da toda clase de
explicaciones, cuando me dice que es de Gandía, le enseño el dibujo
que hice, al pasar por allí, del ajuntament. Salgo para hablar por
teléfono público con Vera. Me da dos veces comunicando y llamo a
Sara, se pone Josu y le digo que estoy cerca del camping al que
suelen venir con los niños. Todos están bien y este año hacen
preparativos para venir también al mismo camping (0,60 €). Regreso
al hostal y me voy a dormir. Duermo bien con una sola levantada para
orinar. A última hora el sueño se convierte en pesadilla: Mi nieto
Lander, se deja caer verticalmente por un agujero, una especie de
fosa séptica. ¡Qué horror!
Resumen
del día
Un
tranquilo paseo por la playa, después del poco productivo encuentro
con la ocupada madre de Joan. Pena por no haberme podido ver con él
y no haber podido intercambiar experiencias de pierna rota. Al ser un
día gris, no ha propiciado apenas baños y nudismo, salvo la
obligada peripecia de cruzar el Fluviá. Agradable el paseo por el
parque natural y, entre los encuentros, los intercambios en el bar
del camping Almata, Marc en La Gola, Irene y Joan en las calles de
Castelló de Empúries. Lo mejor, el desayuno y la despedida de
Paquita y Lluis, amigos para siempre. También los artilugios
modernos han servido para aclarar algo de mis días para después del
viaje. Los dos mensajes recibidos tienen que ver con los dos últimos
balnearios para mayores. El recibido por correo electrónico me ha
servido para saber que, al final del viaje podré verme en su casa
con los amigos que conocí, con Augusto, en Fuentes del Trampal,
Cáceres. El recibido vía móvil, para saber que una amiga no
acudirá a la invitación del amigo Joan, en el puente de su santo
patrón. Triste por la respuesta del hospital de Palamós. Muy bien en Ca l'Antón.
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