Etapa 61
(239) 13 de junio de 2010, domingo.
Cala
Jutgadora-Faro del Cap de Creus-Playa Tavallera-el Port de la Selva-
Playa Tamariua.
Noche
para descansar poco
Ayer
Valentín, además de explicarme el porqué de llamar a la cala
Jutgadora, me dijo que la Sa Pedrosa que buscaba (como figura en mi
lista de playas nudistas), en realidad se llamaba Sa Fredosa, que
tiene que ver con frío, aunque yo no lo noté cuando me bañé y
creo que tampoco le pareció fría al ruso que se bañó conmigo.
De madrugada, cuando estaba totalmente metido en el saco, he notado que algo ha pasado por encima de mi cabeza; he empujado con mis brazos y lanzado a lo que pudiera ser lo más lejos posible de mí, pero cuando he mirado, no he visto absolutamente nada. ¿Alguna lagartija, o un lagarto? A lo mejor no era ningún animalejo, sino un conjunto de casualidades, algún tirón al tejido de mi propio movimiento involuntario, unido a un golpe de viento, ¡vaya usted a saber! He quedado sereno y tranquilo y durante la noche, salvo el problema postural, no se ha producido ningún otro incidente que destacar.
He aguantado sin levantarme a orinar todo lo que he podido, hasta que me ha sido imposible aguantar más. Cuando me despierto, está clareando. Son las 5:20 h y como quiero ver el amanecer desde el cabo Creus, me levanto, me visto, no me baño, y en poco rato ya estoy caminando de nuevo con las mochilas al pecho y la espalda. Ahora toca ascender, de nuevo, hasta el faro.
De madrugada, cuando estaba totalmente metido en el saco, he notado que algo ha pasado por encima de mi cabeza; he empujado con mis brazos y lanzado a lo que pudiera ser lo más lejos posible de mí, pero cuando he mirado, no he visto absolutamente nada. ¿Alguna lagartija, o un lagarto? A lo mejor no era ningún animalejo, sino un conjunto de casualidades, algún tirón al tejido de mi propio movimiento involuntario, unido a un golpe de viento, ¡vaya usted a saber! He quedado sereno y tranquilo y durante la noche, salvo el problema postural, no se ha producido ningún otro incidente que destacar.
He aguantado sin levantarme a orinar todo lo que he podido, hasta que me ha sido imposible aguantar más. Cuando me despierto, está clareando. Son las 5:20 h y como quiero ver el amanecer desde el cabo Creus, me levanto, me visto, no me baño, y en poco rato ya estoy caminando de nuevo con las mochilas al pecho y la espalda. Ahora toca ascender, de nuevo, hasta el faro.
Como
el resto del bocadillo que me sobró ayer noche y bebo un traguín de agua. Tengo que hacer
reserva del preciado líquido, por si no encuentro más en horas. La
subida es más suave que la bajada de ayer tarde, y pronto estoy en
la carretera, donde ya se empieza a ver movimiento de coches de gente
madrugadora que no se quiere perder el espectáculo gratuito. En el
aparcamiento, ya hay tres coches aparcados y están llegando más.
Sube un coche que para donde la cadena y hablo con el conductor; poco
más que el saludo matutino. Arriba, en la plataforma del faro, en el
bar Espai Cap de Creus, unos italianos de Barcelona duermen bajo la
carpa. Tres se levantan y otros rebullen dentro de sus sacos
haciéndose los remolones, pues se han acostado hace un par de horas
y, aunque el objetivo era ver el nacimiento del sol en ese lugar
privilegiado, más de uno se lo va a perder. Dos chicas y un chico,
escapan de los mosquitos y se van a dormir al coche. Antes de
marcharse me piden que les saque dos fotos con sus cámaras
digitales. Saco tres fotos del amanecer: antes, durante y después.
Con el
objetivo cumplido, arranco por carretera con el siguiente del
día: llegar a Cala Tavallera. En todo el tramo siguiente, no me
encontraré por carretera otro vehículo que el camión de las basuras del
Ayuntamiento de Cadaqués, que va hacia el Cap de Creus. Unos vienen
y otros van. Cuando abandono la carretera y entro a camino, veo un
conejo pequeño. Los mosquitos se han convertido en una plaga que me
persigue. Sólo me libro de ellos en alguna sombra profunda pero,
cuando me paro para orinar o, más tarde, al encontrarme con Vicente,
se quedan pegados a mi ropa y a la piel que queda al descubierto,
como un tizne negro, difícil de hacer desprender. Al menos no son de los mosquitos que pican. Menos mal que no
son muchas las paradas. En dos momentos diferenciados del día, he
visto grandes grupos de sapos recién nacidos, a los que en mi
pueblo, cuando éramos pequeños, llamábamos cuncunicos. Nos
resultaba grato verlos, aunque el cuncún adulto, el gran sapo, nos
producía mucha repulsión. El inicio del camino es confuso, pero
luego va ancho y llega a una casa que no tiene ningún sentido en un
espacio natural. Vicente me ha enseñado una zona, en la que alguien
construyó algo que fue parado a tiempo y ahora parece que lo van a
destruir. Llego a un cruce en el que indica dos direcciones: Cap de
Creus, de donde vengo, y Port de la Selva, hacia donde voy. Muy
pronto encuentro un poste que me habla de distancias largas: París,
Roma, Santiago, etc. al que no veo ningún sentido, porque no sirve
de ninguna ayuda y me consigue despistar pues, allí mismo, arranca
un camino, el que debiera haber cogido, pero que no logro ver.
Mirando hacia el cielo, he visto las grandes distancias pero, mirando
hacia abajo, hacia tierra, estaba el indicador que me habría llevado
derecho hacia el Port de la Selva. Me encuentro totalmente perdido y
voy en una dirección que no me inspira ninguna confianza. Veo de
lejos que viene Vicente y le espero. Él viene de Cadaqués, dando su
paseo matutino, y pronto iniciará su regreso. Es Vicente el que
confirma mis sospechas de que iba retrocediendo, de nuevo, hacia Cadaqués. Me
acompaña hasta la señalización despistante y es entonces cuando
veo la señal en el suelo, que no había visto antes.
Cuando voy a cogerla, Vicente me dice que si voy a Tavallera, para nada me conviene coger ese camino y me orienta hacia otro, que me obliga a retroceder. Me dice que el camino señalado me lleva por el interior hacia una casa y a la ermita de Sant Baldiri. Son las ocho cuando me despido de Vicente que, como lleva una hora andando, ya tiene que iniciar el regreso a Cadaqués. ¡Qué diferente es la percepción de las distancias! Ayer todo el día para hacer el recorrido Cadaqués-Cap de Creus y, ahora, estoy a sólo una hora de Cadaqués.
Cuando voy a cogerla, Vicente me dice que si voy a Tavallera, para nada me conviene coger ese camino y me orienta hacia otro, que me obliga a retroceder. Me dice que el camino señalado me lleva por el interior hacia una casa y a la ermita de Sant Baldiri. Son las ocho cuando me despido de Vicente que, como lleva una hora andando, ya tiene que iniciar el regreso a Cadaqués. ¡Qué diferente es la percepción de las distancias! Ayer todo el día para hacer el recorrido Cadaqués-Cap de Creus y, ahora, estoy a sólo una hora de Cadaqués.
Cala
Tavallera. Didí y otra gente de acampada
A
pesar de las indicaciones de Vicente, no logro coger bien el camino
y, tras varios avances y retrocesos, acabo volviendo al camino no
recomendado por el que, al menos, voy avanzando. Cuando llego al
espacio de la casa de interior, me salen tres perros al camino y me
obligan a retroceder. Estoy de nuevo en la señal. Retrocedo un poco
más. Cojo otro camino, pero me vuelve al mismo lugar. Me escondo
para que los perros no me vean. Paso la casa a las 8:30 h. Por fin,
tomo la determinación de volver a la señal que me ha despistado y
sigo a rajatabla el indicador de abajo, aunque me quede sin ver
Tavallera.
Veo a una pareja de lejos y les grito para que me esperen y me saquen del atolladero. Son de Toulouse y me llevan por camino descendente hacia Cala Tavallera. Como ellos van hacia el Port de la Selva, nos despedimos, sabiendo que, al regreso, ese será el sendero que deberé coger para continuar. Lo memorizo para mi vuelta de la playa. Me desean buen viaje. Por el camino que ahora voy, por el que pensaba que no habría circulación, viene un coche y, cuando llego al final, veo otros dos aparcados. Uno, el 5339 CCD, me supongo que es el de Didí; el otro pertenece al matrimonio que acaba de llegar. Se asoman al borde del acantilado, pero ella no se atreve a bajar por el problema que tiene en sus rodillas. Cuando me han pasado, al menos, han sido prudentes y no me han levantado polvo. Los otros, los de la furgoneta, son una pareja joven; están desayunando y les digo que, si les sobra, a ver si me pueden dar un poco de agua. Me la he ido dosificando y al decirme ellos que me dan más, echo el último traguito que me quedaba en el botellín. Me lo llenan y me dan el sobrante de la botella, pues ellos tienen más en la cantimplora y ya están casi a punto de regresar a casa. Les agradezco el agua y su orientación hacia el camino de la derecha, descendente por la torrentera. Él es del Baix Empordá y ella de La Selva (que nada tiene que ver con el Port). El regreso lo haré por otro camino que me parece mejor que el recomendado. Cuando llego a la zona de la playa, un grupo está en el bosque, es el de Didí. Están él, su mujer, una hija de su mujer, su hijo y tres amigos más. Otro grupo está en el refugio: tres chicos y una mujer. Probablemente uno sea pareja de la mujer. Todos van de marcha con sus mochilas, pero sólo a uno le he debido dar envidia y se baña en bolas.
Veo a una pareja de lejos y les grito para que me esperen y me saquen del atolladero. Son de Toulouse y me llevan por camino descendente hacia Cala Tavallera. Como ellos van hacia el Port de la Selva, nos despedimos, sabiendo que, al regreso, ese será el sendero que deberé coger para continuar. Lo memorizo para mi vuelta de la playa. Me desean buen viaje. Por el camino que ahora voy, por el que pensaba que no habría circulación, viene un coche y, cuando llego al final, veo otros dos aparcados. Uno, el 5339 CCD, me supongo que es el de Didí; el otro pertenece al matrimonio que acaba de llegar. Se asoman al borde del acantilado, pero ella no se atreve a bajar por el problema que tiene en sus rodillas. Cuando me han pasado, al menos, han sido prudentes y no me han levantado polvo. Los otros, los de la furgoneta, son una pareja joven; están desayunando y les digo que, si les sobra, a ver si me pueden dar un poco de agua. Me la he ido dosificando y al decirme ellos que me dan más, echo el último traguito que me quedaba en el botellín. Me lo llenan y me dan el sobrante de la botella, pues ellos tienen más en la cantimplora y ya están casi a punto de regresar a casa. Les agradezco el agua y su orientación hacia el camino de la derecha, descendente por la torrentera. Él es del Baix Empordá y ella de La Selva (que nada tiene que ver con el Port). El regreso lo haré por otro camino que me parece mejor que el recomendado. Cuando llego a la zona de la playa, un grupo está en el bosque, es el de Didí. Están él, su mujer, una hija de su mujer, su hijo y tres amigos más. Otro grupo está en el refugio: tres chicos y una mujer. Probablemente uno sea pareja de la mujer. Todos van de marcha con sus mochilas, pero sólo a uno le he debido dar envidia y se baña en bolas.
Las
medusas dan juego relacional
Bajan
por el camino dos ciclistas. ¡Si ya era difícil la bajada a pie,
con bici, mucho más! Han bajado por camino erróneo, pues debían
haberlo hecho por otro y ahora se dan cuenta. Se bañan con bañador
y sólo el más gordito se lo quitará para bañarse desnudo. Es
entonces cuando descubren una medusa. Luego me vuelvo a bañar y noto
como un picotazo en la espalda. Habrá sido pura sugestión pues,
cuando ellos me miran la espalda, me dicen que no tengo nada. ¿Me
habrá besado un pez, rozado un tentáculo de medusa, o un aglomerado de gelatina que
luego veo dispersa en la orilla? Los jóvenes que han estado allí de acampada,
suben bártulos al coche, mientras el padre, la madre y la hija van a
bañarse hacia la segunda playa, tras pasar unas rocas. Al cruzarnos
les digo que hay medusas y Didí me enseña la que sacaron ayer del
agua. Se van los ciclistas y llega una pareja y les digo que hay
medusas, después de haber sacado yo dos del agua. El chico me
responde: “no entiendo español” y yo le respondo: “aunque no
entiendas español, te pueden picar igual”. Mi respuesta viene
derivada de la actitud; decir no entiendo y no poner interés en lo
que alguien te quiera decir, considero una actitud nada positiva. Muy
distinto es decir: “no entiendo pero quiero saber lo que me quieres
decir” y, con este tipo de respuesta hay medios para hacernos
entender. Él se mete desnudo en el mar. A ella le explico lo de las
medusas, se las enseño, y le da el parte a su pareja que nada
tranquilo en el agua.
Vuelven los jóvenes; pasan junto a las medusas y el palo que me está sirviendo para sacarlas, y ni las ven. Ha llegado otra parejita. También tres adultos que, se han limitado a tocar el agua y se han ido hacia el Cap de Creus. Entonces veo el camino que era, probablemente, hacia el que me había orientado Vicente. El joven de la parejita se sienta, se desnuda y rápidamente se pone el bañador; al menos lo ha hecho sin taparse con la toalla. Estarán muy poco tiempo. Los otros también se visten y, cuando ya me voy a ir, se acerca Didí y me cuenta la relación familiar y amical de su grupo. La mujer y él son amigos (yo creo que más que amigos) y tanto él como ella, tienen un hijo cada uno de una anterior relación.
Vuelven los jóvenes; pasan junto a las medusas y el palo que me está sirviendo para sacarlas, y ni las ven. Ha llegado otra parejita. También tres adultos que, se han limitado a tocar el agua y se han ido hacia el Cap de Creus. Entonces veo el camino que era, probablemente, hacia el que me había orientado Vicente. El joven de la parejita se sienta, se desnuda y rápidamente se pone el bañador; al menos lo ha hecho sin taparse con la toalla. Estarán muy poco tiempo. Los otros también se visten y, cuando ya me voy a ir, se acerca Didí y me cuenta la relación familiar y amical de su grupo. La mujer y él son amigos (yo creo que más que amigos) y tanto él como ella, tienen un hijo cada uno de una anterior relación.
Subir de
la playa y bajar hacia el Port de la Selva. Capilla de Sant Baldiri
He
visto a algunos que subían por otro camino al que yo he traído, así
que de regreso cojo ese que me parece mejor. Está llegando una
cuadrilla a la playa. Vienen andando. Cuando llego arriba, ya sólo
queda el coche que supongo es el de Didí. A la cuadrilla me los
volveré a encontrar en Cala Tamariua; son franceses. Ya en el
camino, me encuentro a otra cuadrilla que me quiere hacer subir hasta
una señal. Se ve que no conocen el camino que antes han cogido los
de Toulouse.
Encuentro a cuatro mujeres que son la avanzadilla de cuatro hombres. A ellas les digo lo de las medusas y la conveniencia de que bajen por el camino de la izquierda, que es mejor que el de la derecha. Luego, por hablar con los hombres, me despisto y no cojo el sendero de los de Toulouse. Hacemos chistes machistas aprovechando la avanzadilla mujeril, me desean buen viaje y retrocedo para recuperar la senda perdida. Este sendero me lleva muy bien hacia Sant Baldiri que, en parte, han restaurado con alguna gracia.
Encuentro a dos mujeres tumbadas en un banco. Les saludo y pregunto: “¿llamo a la Cruz Roja?”. Se ríen. Luego me encuentro a una pareja y les indico la senda a seguir para llegar a Cala Tavallera. Sé que me han hecho caso, y corroborarán que es mejor mi sendero recomendado porque, al regreso, han cogido el otro, y puesto que, tras el baño de la tarde en Cala Tamariua, me los encontraré en una terraza del Port de la Selva. Ya estoy en carretera.
Coches que pasan rápido. Al último le hago gestos de contrariedad; a ver si se dan por aludidos y echan el freno. Unos sudamericanos quieren llegar a la cala. Les digo que yo vengo de allí por sendero, pero que, no sé por donde, hay coches que llegan hasta el acantilado. Siguen, pero no sé si lo encontrarán. Desde arriba, veo Cala Tamariua, que la puedo localizar fácilmente porque hay un mapa de carretera. Por un lado de la calzada caminan vacas. Las he visto de lejos, cuando sacaba foto de la vaguada y ahora paso al lado de ellas.
Encuentro a cuatro mujeres que son la avanzadilla de cuatro hombres. A ellas les digo lo de las medusas y la conveniencia de que bajen por el camino de la izquierda, que es mejor que el de la derecha. Luego, por hablar con los hombres, me despisto y no cojo el sendero de los de Toulouse. Hacemos chistes machistas aprovechando la avanzadilla mujeril, me desean buen viaje y retrocedo para recuperar la senda perdida. Este sendero me lleva muy bien hacia Sant Baldiri que, en parte, han restaurado con alguna gracia.
Encuentro a dos mujeres tumbadas en un banco. Les saludo y pregunto: “¿llamo a la Cruz Roja?”. Se ríen. Luego me encuentro a una pareja y les indico la senda a seguir para llegar a Cala Tavallera. Sé que me han hecho caso, y corroborarán que es mejor mi sendero recomendado porque, al regreso, han cogido el otro, y puesto que, tras el baño de la tarde en Cala Tamariua, me los encontraré en una terraza del Port de la Selva. Ya estoy en carretera.
Coches que pasan rápido. Al último le hago gestos de contrariedad; a ver si se dan por aludidos y echan el freno. Unos sudamericanos quieren llegar a la cala. Les digo que yo vengo de allí por sendero, pero que, no sé por donde, hay coches que llegan hasta el acantilado. Siguen, pero no sé si lo encontrarán. Desde arriba, veo Cala Tamariua, que la puedo localizar fácilmente porque hay un mapa de carretera. Por un lado de la calzada caminan vacas. Las he visto de lejos, cuando sacaba foto de la vaguada y ahora paso al lado de ellas.
Ya en
el pueblo, empiezo a buscar un lugar para comer. El restaurante
elegido será La Tina. Oigo música que proviene de un coche que
conduce un chico joven; suena el Cara al Sol. Bromeo para mí: “¿Será
una nueva versión para representar a España en Eurovisión?” Al
paso que vamos, y el retroceso hacia valores del franquismo, no sería
de extrañar. Alguien me dice que La Tina está detrás del BBVA y
tiene menú por 14 €. Como macarrones en cazuela, muy ricos, carne
guisada, que también, tarta de manzana y me invitan a la segunda
cerveza. Con el IVA pago 15,61 €. Detrás, a mi espalda, se celebra
una comida familiar y, delante, dos chicos que pudieran ser pareja,
quizás sólo amigos, y que luego veré en una pequeña calita en un
brazo de la Cala Tamariua. Les veré desde la roca.
Después de comer, como al llegar por arriba ya he localizado la playa, tengo clara la dirección que debo seguir, que supone retroceder, pero me compensa, pues quiero disfrutar tranquilo en playa nudista oficial. Las fotos que saco, hacia el Norte, ya me van mostrando el tramo final de la península y las primeras costas francesas.
Después de comer, como al llegar por arriba ya he localizado la playa, tengo clara la dirección que debo seguir, que supone retroceder, pero me compensa, pues quiero disfrutar tranquilo en playa nudista oficial. Las fotos que saco, hacia el Norte, ya me van mostrando el tramo final de la península y las primeras costas francesas.
Cala
Tamariua por la tarde
Al
inicio de la playa hay un familión de textiles y algunas parejas; no
será hasta la parte final cuando empiezo a ver los primeros
nudistas. Una pareja heterosexual está en pleno magreo. Una pareja
de chicos en que sólo se baña uno que, para cuando regreso de la
roca, ya se han ido. Y tres chicas catalanas de las que sólo se
desnuda una, aunque me dicen que otra ha estado desnuda antes. Hablo
con ellas cuando ya están vestidas y se van. Bajan dos adultos
franceses con dos perros y sólo se desnuda uno y se baña. Tengo una
eyaculación espontánea que, con la edad, se agradece, ya que es
algo que va ocurriendo con poca frecuencia. Todo ocurre con total
discreción. La tarde resulta productiva. Tras haber pasado una tarde placentera en la playa,
vuelvo al Port de la Selva.
Final de
la tarde en el Port de la Selva
Encuentro
en una terraza a la pareja francesa de esta mañana. Me meto en la
terraza de La Llevantina y tomo un gin tonic 5,50 €. Escribo el
diario, mientras oigo a Mateo que, en realidad, es Mathieu, al que le
gustaría morirse al cumplir los 65 años; lo está diciendo a su
pareja y me vuelvo, les cuento mi viaje y trato de transmitirle mis
ganas de vivir, aunque no falten riesgos y peligros. Silvia es muy
receptiva y asiente a cuanto le digo. Se van, nos despedimos y sigo
escribiendo. Voy a orinar, pues están limpiando para cerrar. Me
dicen que puedo seguir escribiendo en el de enfrente, Casa del Mar,
que también es suyo, pero que también lo van a cerrar pronto. Para
las ocho, ya se ha ido todo el mundo, pero me dejan quedarme
escribiendo en la terraza. Adeu a todo el mundo. Pregunto por algún
sitio en que pueda cenar. Hoy me apetece cenar caracoles y nadie sabe
dónde los puedo encontrar. De momento voy a coger agua y unos me
orientan hacia una fuente pública. Con mucha dificultad, consigo
llenar el botellín. Vuelvo a saludar a los de Toulouse.
Nocturno
en Cala Tamariua
Llegando
a la playa, sólo queda un coche. Una chica se esta vistiendo. Dos
submarinistas están saliendo del agua. Uno lleva un pez plano, del
tipo rodaballo o lenguado, y el otro, dos pulpos y algo más. Me voy
al extremo previsto, hago la cama y duermo bastante bien, aunque los
mosquitos son una constante durante toda la noche. Hablo con Josu,
pues Sara me ha mandado un SMS, “Jokin ha dado sus tres primeros
pasos” ¡Bien por Jokin! ¿Seguirá los pasos del aitona? (80
céntimos).
Balance
del día
Bonito
amanecer y complicaciones para llegar a Tavallera. Disfruto de las
dos playa nudistas, Tavallera y Tamariua; la noche ha sido poco favorable para el
descanso.
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