Etapa 53
(231) 5 de junio de 2010, sábado.
Cala
Estreta-Cala del Crit-Cap Roig-Calella de Palafrugell-Tamariú-Cala
Pedrosa-Aigua Xélida.
Amanecer
en cala Estreta
Me
despierto temprano pero, como el reloj lo tengo guardado dentro de la
mochila, no sé la hora exacta hasta que me levanto a las 6:30 h. Me
doy un baño y me seco al sol, que ya asoma por el horizonte.
En el momento de despertar, me veo contemplado por un perro grande, negro y barbudo que, sin saludarme, se va ascendiendo por el camino de la roca; y me pregunto: “¿habrá pasado antes su dueña o dueño?”. Al fondo veo a un pescador con la camisa bermetja. Una vez seco, recojo todo y, sin vestirme, voy camino de Calella de Palafrugell.
Por las fotos se ve que cala Estreta es realmente estrecha y que exige gran atención la elección del lugar para dormir, ya que, aunque la diferencia entre la subida y la bajada de la marea no es muy grande en estos lares, algo cambia, y no puedo correr el riesgo de que inunde mi equipaje.
En el momento de despertar, me veo contemplado por un perro grande, negro y barbudo que, sin saludarme, se va ascendiendo por el camino de la roca; y me pregunto: “¿habrá pasado antes su dueña o dueño?”. Al fondo veo a un pescador con la camisa bermetja. Una vez seco, recojo todo y, sin vestirme, voy camino de Calella de Palafrugell.
Por las fotos se ve que cala Estreta es realmente estrecha y que exige gran atención la elección del lugar para dormir, ya que, aunque la diferencia entre la subida y la bajada de la marea no es muy grande en estos lares, algo cambia, y no puedo correr el riesgo de que inunde mi equipaje.
Las
calas de Roca Bona y del Crit y el cap Roig.
Encuentro con Liria
Encuentro con Liria
Enseguida
llego a las calas anunciadas ayer de Roca Bona y el Crit, las
escaleras, la bajada y, desde arriba ya veo la ventana horadada en la
roca por la que no tengo otra alternativa mejor que pasar. Como se
suele decir, me toca pasar por el aro.
Atravieso la ventana y comienzo a ascender el cabo Roig. Prácticamente, todo el Cap Roig es un Museo Botánico. Esta información me la da un chico con el que me paro a hablar; no se sorprende de verme en bolas, parece ser que es algo habitual en la zona encontrarse con gente que camine desnuda. Me pongo el calzoncillo. También me dice que al cabo no se puede acceder por caminos. Tras pasar una valla, ya entro en zona urbana y me encuentro con una extranjera con tres perros. No me gusta la carretera por la que voy y decido descender hacia el mar; con gran acierto, porque enlazo con magnífico camino con señal roja y blanca. He enlazado con el GR sin premeditarlo. Ahora retrocedo hacia el Sur. El camino que he hecho por el interior, obligado por el Museo Botánico, ahora lo deshago por la costa y este precioso camino.
Paso por debajo de pasos que enlazan con casas construidas por encima del camino y por algún, arco y pequeño túnel, y acabo llegando a una aislada playa donde, según parece, el camino finaliza. Por estas razones, es una playa tranquila y solitaria, puesto que no coge de paso; lástima que sea de arena gruesa y piedrecilla, pero como está soleada y en un paraje precioso de rocas coronadas con pinos, me doy un baño a las ocho, solo y desnudo ¡El paraíso no sería muy distinto ni mejor!
Me seco al sol y me tumbo. Estando en decúbito supino, veo como se asoman dos o tres personas, que retroceden. Me doy el segundo baño y, sobre las 8:45 h aparece Liria y se sienta a disfrutar del paisaje y de la tranquilidad del lugar. Pero no es una mujer solitaria y, como no está sola, y yo tampoco lo soy, comenzamos a hablar. No le molesta que siga desnudo mientras conversamos. Tras un rato de cháchara y de contarle de qué va mi viaje, me visto y me voy. Liria me desea buen viaje. “Agur Liria”, “Adeu Javier”.
Atravieso la ventana y comienzo a ascender el cabo Roig. Prácticamente, todo el Cap Roig es un Museo Botánico. Esta información me la da un chico con el que me paro a hablar; no se sorprende de verme en bolas, parece ser que es algo habitual en la zona encontrarse con gente que camine desnuda. Me pongo el calzoncillo. También me dice que al cabo no se puede acceder por caminos. Tras pasar una valla, ya entro en zona urbana y me encuentro con una extranjera con tres perros. No me gusta la carretera por la que voy y decido descender hacia el mar; con gran acierto, porque enlazo con magnífico camino con señal roja y blanca. He enlazado con el GR sin premeditarlo. Ahora retrocedo hacia el Sur. El camino que he hecho por el interior, obligado por el Museo Botánico, ahora lo deshago por la costa y este precioso camino.
Paso por debajo de pasos que enlazan con casas construidas por encima del camino y por algún, arco y pequeño túnel, y acabo llegando a una aislada playa donde, según parece, el camino finaliza. Por estas razones, es una playa tranquila y solitaria, puesto que no coge de paso; lástima que sea de arena gruesa y piedrecilla, pero como está soleada y en un paraje precioso de rocas coronadas con pinos, me doy un baño a las ocho, solo y desnudo ¡El paraíso no sería muy distinto ni mejor!
Me seco al sol y me tumbo. Estando en decúbito supino, veo como se asoman dos o tres personas, que retroceden. Me doy el segundo baño y, sobre las 8:45 h aparece Liria y se sienta a disfrutar del paisaje y de la tranquilidad del lugar. Pero no es una mujer solitaria y, como no está sola, y yo tampoco lo soy, comenzamos a hablar. No le molesta que siga desnudo mientras conversamos. Tras un rato de cháchara y de contarle de qué va mi viaje, me visto y me voy. Liria me desea buen viaje. “Agur Liria”, “Adeu Javier”.
Calella
de Palafrugell.
Desayuno-comida en Vent de Mar
Desayuno-comida en Vent de Mar
Aunque
en realidad ya llevo una buena parte de la mañana en Calella, no
será hasta dentro de un rato cuando llegue al núcleo de población.
Retrocedo lo andado y continúo por paseo marítimo. Voy buscando
sitio para desayunar. Los lugares que me resultan más atractivos se
encuentran cerrados y acabo desayunando en Vent de Mar. Tanto escribir, acabará
convirtiéndose en comida (14,60 + 0,40), 15 €.
Vent de Mar no está cara al mar, sino algo más al interior. No veo el mar y tengo la suerte de que la televisión la tienen con nivel bajo de sonido. Me tomo una ración de pantumaca con jamón, dos cafés con leche y, cuando ya estoy escribiendo, pido un gin-tonic. Lleno de agua la botella y la vuelvo a llenar. A veces paro de escribir para hablar con los dos camareros. Uno de ellos tiene algún problema, que resuelve con varias llamadas por teléfono; es un tema que implica a su mujer y a la policía. El otro es Flo, que aporta a la conversación un humor socarrón. Es divertido y permite que vayamos añadiendo más tonterías a las que ya estamos diciendo. Empezamos por el “parará papá, parará Pachín”, los inventores de la música en la parada de autobús, y pasamos de la música al “pandero”, que anima al otro a decir “pan duro” y del pan duro nos vamos a Alhucemas, al cuartel que allané, con premeditación y alevosía entre Tarifa y Algeciras, y donde el militar jefe que me libró del perro me obsequió con agua fresca, un salchichón revenido y un chusco de pan tan duro que pude comer royéndolo con las paletas y los incisivos. Todo me supo riquísimo y, como se dice, “contra el hambre, no hay pan duro”. En el servicio no me puedo afeitar, porque no hay enchufe. El móvil no se ha cargado prácticamente nada, pero ha sido suficiente como para poder leer el mensaje de Sara: “Primer día de sol en la terraza”.
Vent de Mar no está cara al mar, sino algo más al interior. No veo el mar y tengo la suerte de que la televisión la tienen con nivel bajo de sonido. Me tomo una ración de pantumaca con jamón, dos cafés con leche y, cuando ya estoy escribiendo, pido un gin-tonic. Lleno de agua la botella y la vuelvo a llenar. A veces paro de escribir para hablar con los dos camareros. Uno de ellos tiene algún problema, que resuelve con varias llamadas por teléfono; es un tema que implica a su mujer y a la policía. El otro es Flo, que aporta a la conversación un humor socarrón. Es divertido y permite que vayamos añadiendo más tonterías a las que ya estamos diciendo. Empezamos por el “parará papá, parará Pachín”, los inventores de la música en la parada de autobús, y pasamos de la música al “pandero”, que anima al otro a decir “pan duro” y del pan duro nos vamos a Alhucemas, al cuartel que allané, con premeditación y alevosía entre Tarifa y Algeciras, y donde el militar jefe que me libró del perro me obsequió con agua fresca, un salchichón revenido y un chusco de pan tan duro que pude comer royéndolo con las paletas y los incisivos. Todo me supo riquísimo y, como se dice, “contra el hambre, no hay pan duro”. En el servicio no me puedo afeitar, porque no hay enchufe. El móvil no se ha cargado prácticamente nada, pero ha sido suficiente como para poder leer el mensaje de Sara: “Primer día de sol en la terraza”.
Hacia
Llafranc
Salgo
de Vent de Mar, donde he pasado un rato divertido, y me acerco a la
iglesia de Calella de Palafrugell, población que voy abandonando
bajando hacia el camí de ronda que, luego, a partir de Llafranc, me
irá obligando a abandonar la costa. Cuando estoy subiendo hacia al
mirador del Valle de Palafrugell, me encuentro con un irlandés que
vive en Carcasonne. Va con su perro canela, al que sólo le puede
llevar a cala de piedras y ahora está regresando de cala Pedrosa:
“sólo un vasco puede hacer lo que estás haciendo”, me dice.
Ermita de
San Sebastián
He
pasado la población de Llafranc, sin nada que destacar y voy
ascendiendo hacia la iglesia de San Sebastián. Por la carretera me
pasa una joven; se entrena corriendo y va sin nada de peso. Al llegar
a la cima, hablamos y ella me recomienda que no me pierda la cala
Pedrosa y que baje por el cauce seco y pedregoso. Agradezco la
información y nos despedimos.
En la ermita de San Sebastián hay boda y me sorprende ver al santo sin flechas. Luego me las iré encontrando por el camino, pero esas flechas que me encuentre, como las flechas del amor, más me confundirán que me orientarán. Sigo la indicación de la joven deportista y empiezo a descender hacia cala Pedrosa y, recién iniciado, pero todavía arriba, me encuentro con Sara y Ramón, que vienen precisamente de Cala Pedrosa. Nos hemos encontrado en una zona donde hay unos restos arqueológicos. Me dicen que siga las flechas blancas que acaban de ser pintadas en el suelo. Ellos han visto a un chico que las va haciendo a gran velocidad. Finalmente, en vez de a Cala Pedrosa, esas flechas me llevaran a Tamariú.
En la ermita de San Sebastián hay boda y me sorprende ver al santo sin flechas. Luego me las iré encontrando por el camino, pero esas flechas que me encuentre, como las flechas del amor, más me confundirán que me orientarán. Sigo la indicación de la joven deportista y empiezo a descender hacia cala Pedrosa y, recién iniciado, pero todavía arriba, me encuentro con Sara y Ramón, que vienen precisamente de Cala Pedrosa. Nos hemos encontrado en una zona donde hay unos restos arqueológicos. Me dicen que siga las flechas blancas que acaban de ser pintadas en el suelo. Ellos han visto a un chico que las va haciendo a gran velocidad. Finalmente, en vez de a Cala Pedrosa, esas flechas me llevaran a Tamariú.
Camino de
Tamariú
El
recuerdo que yo tengo de Tamariú se remonta a mi primera visita a la
Costa Brava, con la mayoría de edad recién estrenada, donde asistí a mi primera sesión de baile flamenco y
allí vi bailar a una joven Dolores Vargas, ”La Terremoto”; parecía que
se descoyuntaba en pleno movimiento sísmico. Bajo de la ermita de
San Sebastián y sigo las flechas blancas marcadas en el suelo.
Durante mucho tiempo, dejo de ver el mar. Primero bajo entre pinares
que luego, llaneando, me llevan a un campo abierto. Hay un momento en
que las flechas se acaban y dudo. Me encuentro con un grupo que viene
de Tamariú y que me dice que el camino hasta allí está bien. Se acaban las flechas que me llevarían a Tamariú y me
encuentro una señal de no seguir por allí, pero la transgredo
porque, ya perdido el que quería que me llevara a Pedrosa, es el camino que considero más idóneo. Como los tiempos y el
momento ya no me coinciden, me olvido de Cala Pedrosa. Ya en la
carretera, en Tamariú, llegando a la playa, pregunto y me informan
que puedo llegar a Cala Pedrosa, siguiendo por un camino a
continuación del final de la playa, por su parte derecha.
Cala
Pedrosa.
El
lugar por el que voy me parece discreto, apenas hay gente, y decido
darme otro baño, pero al acercarme a la orilla veo que hay muchas
medusas y se convierten en algo disuasorio. Va a ser éste el primer
año de mi vida en que una medusa me acaricie con sus tentáculos
urticantes. Será en otra cala Pedrosa del Macizo de Montgrí. Sigo
el camino y, al llegar a un cobertizo, pregunto a unos sudamericanos,
los cuales me dicen que siga una flecha. No consigo verla pero,
finalmente, doy con ella; es una señal roja y blanca pero que está
en un árbol tumbado. Todo el recorrido hasta la cala es de
configuración rocosa. Unas grandes rocas donde, al regreso, me
bañaré con Ramón y Sara, a los que, como ya os voy a contar,
encontraré de nuevo y me acompañarán hasta Aigua Xélida. También
el acceso a la cala es complicado y, al llegar, ni me acerco al bar. Termino de beber el
agua que me queda, y luego me asomaré para conseguir más. Como es
lógico, Cala Pedrosa es de piedras poco cómodas y, de momento, ya
hay dos parejas hacia la mitad. Voy hacia la derecha que está en
zona sombría, pero vuelvo a ver unas cuantas medusas. Sin bañarme,
retrocedo al otro extremo, más Norte, y en un declive de la playa,
fuera de la vista de las dos parejas, del bar y de los barcos que han
echado el ancla en la bahía, aunque la Ley de Costas obliga a que
amarren fuera de la rada, para que esta pueda ser disfrutada por los
bañistas sin peligro alguno, organizo mi tumbona. Al haber piedras,
saco mi esterilla y la hincho y pongo delante mis mochilas para que
no me vean desnudo desde el mar. Así estoy un rato tomando el sol y,
cuando cojo calor, me baño. No lo había hecho desde la mañana con
Liria. Para este baño, ya se ha ido la pareja más cercana y lo hago
con menos pudor si cabe. La otra pareja está distraída recibiendo a
un amigo que viene de pescar en el mar con fusil submarino. Cuando me
seco, me visto y voy hacia el bar por agua. En ese momento, acaban de llegar Ramón y
Sara y están pidiendo una clara.
Con Sara
y Ramón
Pido
yo otra clara y les pido permiso para sentarme con ellos. Me
admiten, y me siento con cierto derecho, ya que ésta, con el
primer encuentro en la ermita de San Sebastián, es la segunda vez
que nos vemos en lo que va de día. Luego tomamos otra e invitaré
yo. Son claras que cuestan como yemas (y la yema del otro), ¡vamos!,
que cuestan un huevo: 6 x 3 =18 €. Luego ellos, en Tamariú,
corresponderán. Sara está buscando trabajo y Ramón es mileurista
de correos. Viven como pueden, sin lujos, y tienen casa de cuarenta y
tantos m2. Les enrabieta tantas diferencias sociales, pero se
aguantan y tratan de vivir lo más felices que pueden. La mujer que
nos atiende en el bar es una Belzunze, hermana de la mujer de
Chillida, y cobra la cerveza a precio de escultura del que fuera su
cuñado. En su descargo debo decir que, hay que tener en cuenta que
todos los productos deben llegar al bar por mar, pues me da la
impresión de que no hay acceso por carretera, pero esto último no
lo puedo asegurar. Terminada la cerveza con gaseosa, nos volvemos por
la costa hacia Tamariú y paramos a darnos un baño en las grandes
rocas por las que antes he pasado. Entran al agua con precaución,
pues temen pincharse con las púas de los erizos de mar y la
urticaria que le producen a Sara los tomates, creo que se refieren a
las anémonas, cuando tienen sus filamentos recogidos. Yo toco las
anémonas porque sé que a mí no me producen urticaria y para que lo
vean, pero cada persona es un mundo en sí misma y lo que a uno le
asusta a otro le puede agradar. A Ramón le gusta mirar con gafas los
fondos marinos y disfruta en esta zona rocosa. En esta lugar, con mar
más abierto, no hay medusas y salimos del agua ilesos y
refrigerados. Me invitan a merendar con ellos, pan con chorizo y
salchichón y yo como la mitad de la ensaladilla que les ha sobrado
de la comida. Está muy rica y lleva encurtidos. La otra mitad se la
come Sara.
El sol ya se ha metido tras la montaña y nos vestimos. Al llegar a la playa de Tamariú, vemos las medusas, ya comentadas, fuera del agua. Parece ser que antes se las comían las tortugas pero, con los depredadores, animales y humanos, y la cantidad de ellas que van muriendo por ingerir bolsas de plástico, la población de tortugas está disminuyendo considerablemente. Parece ser que las tortugas confunden las bolsas de plástico flotantes en la superficie marina, con las medusas. Tendremos que inventar los humanos alguna otra forma para que desaparezcan, un pez al que le gusten o que los japoneses se inventen una receta de medusa exquisita y todas se vayan para el país del sol naciente. Antaño sólo aparecían en mares muy cálidos, o avanzado el verano, pero ahora proliferan en aguas frías y en cualquier época del año. Nos vestimos y nos vamos de las rocas después de haber llenado el estómago y, para el recuerdo, les saco una foto con los últimos rayos solares de la tarde reflectándose en el puerto de Tamariú. El contraste de luz es tan fuerte que sus cuerpos y caras han quedado en penumbra. Supongo que Ramón, más experto que yo en fotografía, este contraste lo habría evitado. Pero esta foto, al menos sirve para el recuerdo, ya que, el correo que me dieron para mantener el contacto nunca funcionó. Yo buscaba luz porque mi rollo es Sensia-50 y Ramón me dice que es todo lo contrario y me da toda clase de explicaciones que yo, con mi raquítica base en conocimientos de física, no acabo de asimilar y ahora menos, pues estoy en vacaciones para desconectar. Tomamos una clara más y la camarera nos enseña fotos de Aigua Xélida. Se nos está haciendo tarde y vamos hacia donde tienen aparcada la furgoneta y subimos hasta el indicador de la cala.
El sol ya se ha metido tras la montaña y nos vestimos. Al llegar a la playa de Tamariú, vemos las medusas, ya comentadas, fuera del agua. Parece ser que antes se las comían las tortugas pero, con los depredadores, animales y humanos, y la cantidad de ellas que van muriendo por ingerir bolsas de plástico, la población de tortugas está disminuyendo considerablemente. Parece ser que las tortugas confunden las bolsas de plástico flotantes en la superficie marina, con las medusas. Tendremos que inventar los humanos alguna otra forma para que desaparezcan, un pez al que le gusten o que los japoneses se inventen una receta de medusa exquisita y todas se vayan para el país del sol naciente. Antaño sólo aparecían en mares muy cálidos, o avanzado el verano, pero ahora proliferan en aguas frías y en cualquier época del año. Nos vestimos y nos vamos de las rocas después de haber llenado el estómago y, para el recuerdo, les saco una foto con los últimos rayos solares de la tarde reflectándose en el puerto de Tamariú. El contraste de luz es tan fuerte que sus cuerpos y caras han quedado en penumbra. Supongo que Ramón, más experto que yo en fotografía, este contraste lo habría evitado. Pero esta foto, al menos sirve para el recuerdo, ya que, el correo que me dieron para mantener el contacto nunca funcionó. Yo buscaba luz porque mi rollo es Sensia-50 y Ramón me dice que es todo lo contrario y me da toda clase de explicaciones que yo, con mi raquítica base en conocimientos de física, no acabo de asimilar y ahora menos, pues estoy en vacaciones para desconectar. Tomamos una clara más y la camarera nos enseña fotos de Aigua Xélida. Se nos está haciendo tarde y vamos hacia donde tienen aparcada la furgoneta y subimos hasta el indicador de la cala.
Noche
incómoda en Aigua Xélida
Bajamos
los tres, y Ramón y yo pasamos por un tramo algo difícil. Él me
ayuda a decidir el lugar más adecuado para dormir. En este otro lado
encontramos una fuente que ha sido instalada y puesta en condiciones
por la Agrupación de Excursionistas de Palafrugell. ¡Muchas
gracias! Me despido de Sara y Ramón, con sus correos para seguir en
contacto, les agradezco la merienda-cena, ellos se van hacia la
furgoneta y yo me quedo en esta preciosa cala, que disfrutaré más
mañana. Tendrán noticias mías. Hasta otra ocasión. El espacio que
he habilitado para cama es algo corto y estrecho, pues no me he dado
cuenta de que a los pies hay un pedrusco que me molestará para
estirarme; si quiero hacerlo, tiene que ser de forma lateral. Como
los mosquitos ya empiezan a picar, me he alejado de la zona húmeda de la
fuente. Se enciende alguna luz en la casa de enfrente, pero no
molesta. El lugar es tranquilo y será muy improbable que alguien
acceda hasta este rincón; de llegar alguien creo que, a lo sumo, lo
hará a la primera parte de la playa. Se carcajean las gaviotas
reidoras y se posan en las rocas. El paraje es bonito, pero es una
lástima que la playa tenga tan poca arena. Tardaré en dormirme.
Después de tumbarme he tenido que deshinchar un poco la colchoneta,
pues el bollo que le sale desde el día que entró en la secadora, va
despegando sus paredes y es un ruido que no deja dormir y que parece va a durar toda la noche. Una luz da directa a los árboles de
arriba, la montaña de acceso a la playa, pero tampoco molesta. Las
gaviotas ya han dejado de reír y los murciélagos revolotean a sus
anchas. Por la tarde he oído al cuco y es la primera vez que lo oigo
este año. Me ha pillado con casi 300 €. Suelen decir, una creencia
de mi pueblo, que es buena señal. Será la primera vez que lo oigo
llevando tanto dinero en los bolsillos. En este caso, respetando las
creencias, la Visa no cuenta.
Resumen
de la jornada
Lo más
destacado del día quizás ha sido el amanecer en cala Estreta, con
el baño matutino. También el paseo por el acantilado, cuando he
encontrado a Liria, y el segundo bañito de la mañana. Me he
divertido en el desayuno-almuerzo de Vent de Mar y he acabado
bonitamente el día con la pareja Sara-Ramón y agradecido por su
merienda-cena, el baño que nos hemos dado en las rocas, cerca de
Cala Pedrosa, y lo que hemos charlado con las cervezas que nos han
soltado la lengua. Quizás lo peor de este año ya ha empezado a
aparecer, las medusas, que actúan como disuasorias para baños
apetecibles en algunos momentos puntuales. Las flechas no mataron a
San Sebastián, pero a mí tampoco me han servido de mucho como guías.
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