jueves, 6 de junio de 2013

229 Retorno a casa Palamós-Irun

229 Retorno a casa. 19 de julio de 2009, domingo
Palamós-Barcelona-Irun.

Amanecer en Palamós
El guarda de noche de Vostra Llar me despierta a las 6:05 h y me dice que ya han abierto Sarfa, que es del grupo Sarbus. Me levanto, orino y hago un lavado de gato. En principio tengo intención de ir, sacar billete y volver por mis pertenencias, pero habida cuenta de lo que me cuestan los desplazamientos, prefiero irme con todo el equipaje. Agradezco al guarda y él se encarga de recoger las sábanas que yo ya he retirado y plegado de mala manera. Salgo por la puerta corredera y llego como puedo a la taquilla. La expendedora de billetes me ayuda para tomar la decisión de si me conviene más ir a Girona o a Barcelona. Yo, en principio, prefería ir en tren, pero visto lo que me cuesta desplazarme, la solución autobús es la mejor y para eso, me ofrece mayor abanico de posibilidades Barcelona. Así que el billete que saco será para la Ciudad Condal.

Autobús a Barcelona. Reconociendo algunos parajes de la ida
El autobús llega puntual a las 6:45 h y va haciendo paradas por todos los pueblos. Veo de refilón la plaza del mercado donde desayuné ayer en Sant Feliu y el Museo de Historia que con su torre fotografié un poco antes. También hemos pasado por el puerto de Platja d’Aro y el lugar en que cogí el camí de ronda. Hacia las 9:00 h llegamos a Barcelona, por zona próxima al Tibidabo (al menos, esa es mi percepción), quizás sea Montjuich. Al bajar, de nuevo empieza mi calvario de mochilas y muletas. Una de las muletas se ha salido del lugar y me la ajusta el conductor, que se muestra más manitas que yo. Ahora tengo que armarme de valor.

Bar de la Estación de Autobuses
El siguiente recorrido que hago, consiste en: cruzar el parque de autobuses, preguntar en información, ir al extremo opuesto para subir en ascensor a la entreplanta (o primer piso), caminar hacia la mitad de él, donde está la taquilla. El número que me dan es el cincuenta y pico, pero ya no tengo mucho donde elegir y contento de que he encontrado plaza y que el autobús llega hasta Irun. La taquillera me dice que luego puedo negociar cambio de asiento con alguno de los pasajeros. Pago en efectivo y la suma de los dos viajes Palamós-Barcelona y Barcelona-Irun, asciende a 43,69 €. De nuevo comienza el Calvario de descenso y llegar al bar para desayunar. El bar restaurante está en el extremo opuesto al del ascensor. Llego, y me siento en la primera mesa, pero hay mucha corriente y el camarero me recomienda otra que está junto a la sala de fumadores. Bebo zumo de naranja natural, descafeinado con leche de sobre y croissant, todo por 4,80 €. No me pueden enchufar el móvil por razones de seguridad y, además sólo tengo céntimos. Una vez desayunado, me pongo a pensar. Tengo suerte de tener, junto a la mesa de al lado, un teléfono público. Llamo a Luisa. Me sale el contestador y dejo mensaje. Llamo al teléfono que me dio de la casa de la señora a la que cuida, madre de una amiga, y hablo con ella. Le cuento mi aventura y el desenlace final. No nos podremos ver. Llamo a Vera. Hoy sale Mikel con Gari para Cambrils y ella saldrá en un par de días con su concuñado. Como está trabajando la jornada completa para poder dejar terminados los trabajos antes de irse, no me podrá ayudar. Si no consigo ayuda de algún vecino, me dice que le llame (las llamadas me cuestan 1,20 €). Me tendré que valer por mí mismo. Escribo diario en el bar y mi mayor problema es ir al retrete, por la distancia, pero como lo hago sin las mochilas, resulta menos penoso. Bebo una tónica,  1,30 €, mientras escribo. No me acuerdo lo que como, pero sí que pago 11,15 €.

Pido al camarero que me saque foto para recuerdo de la escayola. Queda algo oscura, pero sirve. Para entretenerme hago el último dibujo del viaje. La perspectiva es mi caballo de batalla y los pivotes con cinta elástica, que sólo tienen una franja negra, acaban teniendo tres, tras mi mal cálculo inicial, finalmente, serán cuatro. Lo digo para que no se entere nadie de mi fallo. Llega la hora de mi marcha. El autobús sale a las tres. Me despido del camarero y me voy hacia el andén











Barcelona-Irun. Guillermo
Tengo la buena fortuna de que el único pasajero que también va hasta Irun, lo tengo de compañero. Hablaré mucho con Guillermo de mi viaje y de mi peripecia final. Paramos en Zaragoza y voy al retrete y me tomo una tónica (1,60 €). Cuando subimos, me dice que su cuñado le va a ir a esperar a la estación de Irun y que me pueden acercar a casa. Se lo acepto y agradezco, pues llegaremos tarde y toda ayuda me vendrá bien. El viaje resulta pesado, pero llegaremos bien a Irun y el cuñado me deja en el portal de casa, como había prometido. No he vuelto a ver nunca más a Guillermo, ni al cuñado, creo que ya ni los reconocería si los viera.

Cuentas finales
Ya terminado el viaje, puedo hacer un balance de gastos del viaje:
En comer y beber…………………………………………….          1.441,86 €
Desayunos………………………………      131,50
Comidas…………………………………     908,45
Cenas…………………………………….    283,26
Varios……………………………………     118,65
En dormir……………………………………………………..             368,35 €
Transporte y otros…………………………………………….             139,59 €
Teléfono………………………………………………………               19,15 €
                                                                                                          _________
Total…………………………………………………………...       1.968,95 €

Qué bien, ya estoy en casita. El cuento continuará.

Etapa 51 (229) Platja del Senyor Ramón-Sant Antoni de Calonge

Etapa 51 (229) 18 de julio de 2009, sábado.
Platja del Senyor Ramón (Santa Cristina d’Aro)-Sant Feliu de Guíxols-Sant Pol-s’Agaró-Platja d’Aro-Cala Cristus ses Torretes-Roques Planes-Sant Antoni de Calonge- (Palamós).

Hoy se celebra la gran fiesta del Alzamiento Nacional contra la República elegida en las urnas. Lo celebraré, como veréis, de la forma más acorde, como se merece un golpe de estado contra la democracia. ¿Qué era lo mejor de aquella fecha? Era el día en que cobrábamos la paga extra, con la que nos podíamos ir de vacaciones. Era una más de las fórmulas que ofrecía el régimen franquista para acallar tan magno delito. Y todavía nadie ha pedido perdón. 

Amanecer en el Senyor Ramón
Me despierto a las seis y a las 6:15 h salgo del saco para orinar. Como desde donde estoy, me temo que no podré ver la salida del sol, me acerco a las rocas del Sur y es cuando descubro la magnífica playa del otro lado. De lejos parece de arena, que ya es iluminada por los rayos solares, pero muy bien pudiera ser Vallpregona, aunque en mi mapa, antes del Senyor Ramón, figura Canyeretes.

Yo creo que es un error del mapa, ya que más tarde llegaré a Canyet. En cualquier caso no tengo intención de caminar por tantas rocas, pues mi objetivo es llegar a Sant Feliu de Guísols a desayunar. Es una pena que no la descubriera ayer, aunque de haber ido allí, no habría conocido a los amigos de Ripoll. Será otro tema que, sin señas, no les podré contar. Habrá que volver algún día por aquí. El sol no llego a verlo ni por la zona donde veo barcas, aunque por sus reflejos dorados en el acantilado, sé que ha salido. Regreso a mi lugar y lo dejo todo recogido. Me doy el primer baño de la mañana y compruebo que el agua está a una temperatura deliciosa; aunque hace fresco, me seco al aire paseando por la orilla.

Hacia Sant Feliu de Guíxols
Monto las mochilas y sigo hacia las escaleras del Norte, hasta que doy con la verja. Salvo que sea la verja correspondiente a la casa de la pareja de ayer, pienso que ellos continuaron por algún lado y lo busco.




Al subir a la verja he visto otra desviación, así que retrocedo y continúo ese sendero imperfecto que me lleva a carretera con indicación de lugar; estoy en Rosamar. Saco varias fotos de Canyet, y su playa de embarcaciones, desde el sendero y desde la carretera.

Una vez superada la parte urbanizada de Canyet, me cuesta salir de nuevo a carretera que tiene infinidad de curvas y, como es sábado y con poca circulación, voy cogiendo tres curvas en línea recta, pasando del derecho al lado izquierdo del trazado, al derecho, al izquierdo y acabo en el derecho. Un motorista, en una curva, casi me lleva por delante. Creo que él también se ha llevado un susto al encontrarme repentinamente pero, pensando que no va a encontrar a nadie por la carretera se ha tirado a tumba abierta y a mucha velocidad.

Me pasan tres o cuatro motoristas más metiendo un ruido ensordecedor; seguro que todavía se les oye desde el restaurante de Miguel, que vuelvo a ver en la última de las fotos que saco alejándome del embarcadero de Canyet. El restaurante Mirador está en la de más arriba de las casas del fondo. Me cruzo también con chica y chico ciclistas que me pasan al volver. Paso por el letrero indicador de Parc Aventura, pero ahora, la aventura que me urge, es la de desayunar. Con el susto de la moto, estoy deseando salir de la carretera, veo anuncio de camí de costa y me animo a cogerlo, aunque voy con muchas dudas. Encuentro bifurcaciones sin señalar, que me siembran más dudas, pero creo finalmente que elijo acertadamente.
 
Sant Feliu de Guíxols.
Bar Mercat
Al pasar, veo anuncio de Museu de Plaques, con intercambio, y me acuerdo de mi amigo Mauri, el de Gironella, pues es coleccionistas de las chapas de cava. Me supongo que ya conocerá este museo. Fotografío un castillo al que no me acerco y, más tarde saco foto de una torre almenada que, desde otra posición, creo forma parte del mismo conjunto castellano. Creo que es el Museo de Historia. Desde donde vengo, esta torre da la impresión de tener planta ovalada.
Pregunto a una señora, que va muy cargada con bolsas, por un lugar para desayunar, le cojo una bolsa y me lleva hacia la plaça Mercat y me recomienda el bar del mismo nombre. Pido bocadillo de pantumaca amb jamón, un vaso grande de leche, al que echo un sobre de descafeinado y croissant, pago 5,55 € y me lo llevo a una mesa de la terraza. Paseo por la plaza mientras que como el bocata y luego me siento a escribir y estaré un buen rato con el diario. (Cuando escribo lo que sigue, estoy en mesita baja de recepción del Hostal Vostra Llar, de Palamós, con el viaje ya finalizado hace unas horas). Pido una tónica (2 €). Hablo con la camarera rumana, que me ha llevado a creer que fuera colombiana o ecuatoriana, por su gran parecido a Juana, la última ecuatoriana que cuidó a mi madre, antes de ser ingresada en la residencia de ancianos de Altsasu. Luego voy a información, donde me dan un plano que va hasta playa de Aro y otro que llega hasta l’Estartit, que me parece bien documentado y que me puede servir. (Este último quedará para el próximo verano). Voy hacia el puerto deportivo, pero no encuentro paso; después retrocedo, pero no encuentro señal. Menos mal que allí está José Luis, quien me confirma que ya estoy en el puerto.

Compañía hasta Sant Pol
Un poco más adelante encuentro a Ana y Juan, que van en la misma dirección que yo, aunque se quedarán un poco antes de llegar a Sant Pol; les cuento algo de mi viaje y me desean suerte. Poco después veo a un hombre desnudo que está con una mujer y me animo a bajar en dirección Norte, pero veo que allí el golpe de mar es muy fuerte, que voy a tener problemas para darme el baño, y ni siquiera me animo a desnudarme. Al otro lado, a lo lejos, se ve s’Agaró.

Continúo hacia Platja d’Aro
Por la estructura de la playa, ya desde lejos, veo que va a ser muy difícil encontrar un lugar discreto para baño en bolas pero, sin embargo, lo consigo en un lugar de rocas antes de la platja Gran. Veo que desde unas rocas viene una familia hacia el camino y, por donde ellos salen, yo entro. Las rocas van bajando hacia el mar, de tal forma que la parte más próxima al agua, queda oculta desde el camino; desde lejos me parece que puede ser un lugar discreto para mi baño, y hacia allí voy. En esa parte se forma una especie de canal, de tal manera que la parte de roca que queda más próxima al mar, frena la ola y el agua queda remansada. El sitio es ideal para baño y sólo, si se incorpora, me puede ver un chico que está relativamente cercano. Me doy un baño distendido, nado por el canal, a la roca de enfrente y retorno a mi sitio; hasta la roca lisa es cómoda para tomar el sol. Ya seco, me visto y salgo por donde he entrado. El sitio ha sido muy bonito y el paso del camí de ronda, entre playas, empieza a serlo también. Entro a paseo marítimo y enseguida me paro a comer en el Racó de Sant Pol de s’Agaró, donde pagaré con Visa 21,19 €. Hoy el menú es de festivo, como endivias al Roquefort, pies de cerdo al cava (yo habría puesto manos de cerdo) y, de postre, peras al vino. Me acuerdo de las que repetí en el Templo del Sol, pero allí era self service y aquí no. Como me apetece, repito el postre, aunque luego lo tenga que pagar aparte. Como en el menú no entraba el vino y sólo daba opción a agua o cerveza, bebo un botellín de cerveza; a lo mejor el hecho de repetir las peras, fuera por mi “mono” de vino. Esta mañana se me ha olvidado cargar el móvil y ahora me vuelve a pasar lo mismo. Cuando salgo me doy cuenta de que se me ha quedado sin batería. A ver si por la noche me acuerdo. La camarera alucina con mi viaje; cojo agua y me voy por el paseo marítimo.

Muchas playas y un camí de ronda precioso
Aunque obliga a pasar por túneles, bajadas, subidas y tramos de playa, que resulta un poco matacabras. Así será hasta llegar a Sant Antoni de Calonge. El problema añadido es el de tenerme que calzar y descalzar, si voy por la orilla. Pero no me voy a quejar, ya que pronto se va a acabar el viaje. En uno de los tramos coincido por el camí con un padre que va con dos hijos: Ferrán y Martín. A la ida Ferrán es el rey y a la vuelta lo será su hermano. En un momento de la ida, se cae Martín y le digo “se ha caído el príncipe, que luego será rey”. En una de las playas, me paro con Eva y Quique, que son amigos desde los cinco años; ambos han tenido sus parejas pero, ahora, están libres; otra chica está con ellos. Bromeo con la posibilidad de montar un trío y me dicen que no, “que en ese plan siempre hay alguien que acaba perdiendo y sufriendo”. Les dejo: que se quieran y que no se hagan daño. El padre de los niños me saluda, va a comprar agua para ellos, yo no me doy cuenta de quien es hasta que veo a los niños sentados en un escalón. Cuando llego donde ellos, me dicen: “ha ido a comprar agua y se llama papi”. Abandono esta playa que Eva me ha dicho que se llama la Bella Dona (creo que será la bella mujer y no la planta venenosa, belladona).


Calvario. Jesús con la cruz a cuestas
Sigo otro tramo de GR-92 de las mismas características de los anteriores pero, cuando voy a salir del túnel y voy a bajar a playa por rampa y escalinatas, encuentro a Cristo que lleva la cruz a cuestas. Le pido permiso para sacarle una foto y me lo da pero echándose los cabellos por delante de la cara; ya sabe que, además de clavarle en la cruz, lo pueden colgar (en Facebook, o en el blog de Javier). Al menos este Jesús de Nazaret no es un Jesús sufriente, no lleva corona de espinas y el sudario, al no ser blanco, disimula mejor las manchas de sangre. Vamos, que es un Jesús de verano, pero lo puedo entender como un preludio de mi propio calvario. ¿Será ésta la cala Cristus ses Torretes?

Roques Planes. ¡Vaya plan!
Según mi lista, no tengo ya playa nudista hasta después de pasada Palamós, y me da la sensación de que, por la hora que es, ya se me va a hacer tarde para dormir en la platja  El Castell. Avanzo un poco más por la siguiente playa y veo que el camino pasa junto a unas rocas y, cuando estoy pasando por encima de ellas, me doy cuenta de que allí hay gente desnuda y trato de llegar a ese lugar, aunque me resulta bastante complicado hacerlo desde la posición que traigo. Cuando llego a las rocas, Mª Ángeles está sacando fotos; se empeña en una gaviota y la quiere fotografiar en el momento en que una ola le obligue a levantar el vuelo de la roca en que está de pie. Yo estoy de pie casi en frente de ella y a unos dos metros. Estoy eligiendo el lugar para dejar las mochilas, desnudarme y darme un ansiado baño. Cuando ya he decidido el lugar, doy un paso sin mirar, meto el pie en una grieta y me rompo el peroné de la pierna izquierda (bueno, todavía no sé que me lo he roto). Me caigo de bruces a los pies de María de los Ángeles y ella trata de ayudarme. En este momento no necesito ayuda; bastante tengo con poder respirar y me doy tiempo, no quiero que nadie me toque, ni me ayude. Me he dado un golpe en el pecho y es lo que más me preocupa. Cuando ya estoy en condiciones de enderezarme, empiezo a verme las magulladuras que me he hecho en las rodillas y en las manos; la sangre es muy aparatosa y alguna herida está sin piel, pero me resiento del pie por encima del tobillo. Puede ser una distensión. Cuando me recupero, veo a Mª Ángeles dispuesta a ayudar. Yo una vez de recibido el susto, decido darme un chapuzón ya que estoy en zona nudista; me desnudo como puedo, pisando con mucho cuidado, y me meto al agua; mi sangre se extiende por el mar. Como el Cristo que he visto no sangraba, me toca sangrar a mí. Me viene: “Sangre del costado de Cristo, embriágame”.

Buscando Centro Sanitario
Me seco y me visto con dificultad. El tobillo izquierdo se empieza a hinchar. Mª Ángeles me ayuda a calzarme el pie dañado. A esta hora ya se han retirado todos los equipos de Cruz Roja de las playas y no parece que sea necesario que me venga a rescatar de las rocas un helicóptero. Los de protección civil o los de Cruz Roja lo habrían tenido complicado para llevarme por el camí en camilla. Puedo andar y Mª Ángeles se ofrece a acompañarme al primer dispensario de primeros auxilios de Sant Antoni de Calonge. Para salir de las rocas, me pide que me apoye en ella, pero me arreglo mejor yo sólo con mis limitaciones. Vamos caminando despacio y lo que ella creía que estaba cerca, la salida al paseo marítimo, se nos hará interminable. Por fin, salimos al paseo por Torre Valentina. Ha empezado a alucinar cuando le he contado que venía andando desde Murcia. Le cuento alguno de los tramos de mi viaje y todo lo que estoy haciendo para salvar al niño que llevo dentro. Por el paseo, nos encontramos con su madre y su hermana, que también pasan las vacaciones allí. Me las presenta, pero se van encontrando y parando con unos y con otros, de tal forma que no voy a llegar nunca al dispensario de primeros auxilios. Le hermana, con el móvil, intenta ayudar. Les dejamos y seguimos los dos hacia el centro de salud. Pasamos por protección civil y ya no queda ningún sanitario. Nos reciben en el centro de salud y Mª Ángeles pasa como si fuera mi pareja; la necesito por si me dicen de ir a algún sitio que no conozco. Me tocan la zona dañada, pero no se atreven a decirme nada, me hacen cura de las heridas más aparatosas pero superficiales y me vuelven a mirar la hinchazón. Su diagnóstico es “probable fisura”, por lo que recomiendan radiografía en Urgencias del Hospital Comarcal de Palamós. Cuando me dicen que van a pedir un taxi, Mª Ángeles, propone que me lleven en ambulancia, para que no me cueste, pero parece que las que me han atendido no lo consideran justificado. Me dicen que el taxi me costará unos 10 €. Luego serán 11,50 € y por eso, tampoco me voy a arruinar. Agradezco la atención sanitaria, la ayuda de María Ángeles y me da su correo electrónico. “Sabrás de mí”, le digo. Y cuando llega el taxi me despido de ella muy agradecido por su colaboración.

Hospital de Palamós, Helena Kovotova
No tardamos mucho en llegar al hospital, pago al taxista y me deja en Urgencias. Allí empieza el protocolo y las esperas. La doctora que me atiende es rusa, Helena Kovotova y lo primero que pide es una radiografía. Le cuento mi viaje y que el descuido ha podido ser consecuencia del cansancio del día, más que del acumulado de las 51 etapas que llevo. Me han puesto en silla de ruedas al llegar y los que me llevan y me hacen la radiografía son muy majos. No hay radiografía física pero, la doctora Kovotova, en su ordenador ve enseguida el resultado de la placa.

Diagnóstico: Rotura de peroné
Como ya sabe el diagnóstico y mi plan de viaje, me dice: “¿Qué hacemos?” y le respondo: “Tú eres la técnica, tú sabrás lo que me tienes que hacer”. “Escayolar”. En cuanto me lo dice, ya sé que el viaje se ha terminado. Me pongo triste, pero enseguida lo supero. ¡Qué le vamos a hacer! Desde la primera espera, en todas las intermedias coincido con Enrique y Natxo, padre e hijo. Es el hijo el que se ha accidentado en el metacarpo de una mano y justamente acababa de empezar a trabajar en hostelería. Hoy no podrá ir al trabajo y tendrán que buscar sustituto, pero todavía no han avisado. Lo harán al bajar del hospital. Cuando van a empezarme a escayolar, Enrique se ofrece a bajarme en su coche. Yo no puedo desaprovechar la oferta y pregunto cuánto tardarán en escayolarme. Lo va a hacer la propia doctora, así que dice “un cuarto de hora” y Enrique está dispuesto a esperar. Las gasas ya están impregnadas de escayola seca y lo que hay que hacer es humedecerlas en agua y aplicar como si estuviera haciendo un modelado. Me resulta hasta divertido ver trabajar en escultura a una doctora. Las auxiliares colaboran muy bien con ella. Durante unos días, para evitar trombos, me tengo que poner yo mismo una inyección en la tripa. Me ponen una y me enseñan cómo y dónde me la tengo que poner; es a la altura del ombligo, ni más arriba, ni más abajo. Se ve a un equipo atento y eficiente. Cuando termina la función, agradezco la atención y me voy con Enrique. Primero tengo que recoger las recetas y recuperar mis mochilas. Me han mirado horario de autobuses para Barcelona y hoy ya no tengo. Mañana el primero sale a las 6:45 h.

En el coche de Enrique, con Natxo
Nos metemos los tres en el coche, el hijo detrás, con la mano vendada. Bajamos a Palamós pero tenemos dificultad para encontrar aparcamiento, así que Enrique para el coche y lo deja como puede en un sitio que no impide el paso y nos deja al hijo y al nuevo amigo dentro. Al poco vuelve y me trae las muletas, pero no ha llevado mis recetas y tiene que volver a la farmacia. Cuando regresa, se niega en redondo a cobrarme las muletas: “Son un regalo”, dice. Creo que le habrán costado unos 15 €. Monta, de nuevo, y me deja a la puerta del Hostal Vostra Llar.

Hostal Vostra Llar
Enrique me ayuda a ensamblar las muletas y llego como puedo a recepción del Hostal. Es mi primera experiencia de andar con muletas, con el problema añadido de que voy con las mochilas. La ventaja de este hostal es que enfrente, atravesando la plaza, está la parada de los autobuses a Barcelona y Girona. La mala, que será buena, noticia que me dan, es que un holandés se ha hecho, hacia las siete de la tarde con la última habitación que había disponible, así que el Hostal está ocupado al completo. Se ofrecen a buscarme otro alojamiento, pero es que no quiero otro alojamiento, ya que no me quiero alejar de la parada de autobuses. Además, pienso, con esta escayola, será difícil que pueda dormir bien en ningún sitio. “Dormiré en un banco de la calle”, digo a la mujer de recepción y le pregunto, “¿hasta que hora mantenéis la puerta abierta del hotel?”, como diciendo, ¿hasta qué hora me podré quedar en esta sala de recepción? Me dicen que la una de la madrugada puede ser una referencia aproximada. Con este rato protegido asegurado, le pregunto si podría pedir un bocadillo. Ella me dice que no hay ningún problema, pero a ver si puedo esperar, puesto que ahora están dando las cenas y la cocina está a tope. Digo que esperaré. Tengo tiempo de contarle el camino que estaba haciendo y que, tan repentinamente ha finalizado. No recuerdo la hora, pero me preparan un plato de bimbo-tumaca con jamón, pero no lo puedo comer en recepción, sino que salgo a la terraza. Es para prevenir que no se llene de migas y para evitar dar una imagen de malos hosteleros. Me bebo también una caña y me abstengo de pedir la segunda cuando me informan que no me van a cobrar nada por la cena. Mi agradecimiento no termina allí, porque viene otra encargada, o parte en el negocio, y me dice que me van a dejar dormir en el sofá de la sala de la televisión, pues a estas horas deja de haber clientes. Me da dos sábanas, una para cubrir el sofá y la otra para cubrirme yo. Aunque ando muy mal con las muletas, me traslado allí, tras agradecer todos los regalos que me están dando en esta noche en que me encuentro más vulnerable y disgustado que nunca en mi viaje.

Sofá de la televisión; mi dormitorio
Una pareja que está en la mesa de al lado, me ayuda a trasladar las mochilas a recepción y se lo agradezco; en estas condiciones, cualquier ayuda es bien recibida. No sé si esta chica y este chico son clientes o empleados del hostal, pero me ayudan y eso es lo bueno para mí. La recepcionista me acompaña al salón, veo el sofá y preparo mi cama. El guardián de noche está viendo algún reportaje, alguna noticia, pero pronto la apaga y me deja solo. Me pregunta a que hora quiero que me llame y le pido que sea a las seis. Quiero tener margen para llegar sin agobios a Sarfa, la agencia de autobuses que se ve enfrente del hostal, y que me de tiempo a sacar billete. Salgo a orinar al retrete de recepción; un chico me ha esperado en la puerta para sujetarla y abrírmela al salir, ya que la puerta está muy dura o, más bien, con el muelle muy tenso, y me acuesto a pensar en el plan de mañana y a soñar con los angelitos. Ya tumbado, trato de buscar la forma de colocar la escayola de la forma menos molesta. Cuando estaba sentado, también he probado a tenerla en alto, sobre otra silla, o apoyada en el suelo sin cargar el peso sobre ella. Será cuestión de hacer ensayos y decidir por lo más práctico. La experiencia es un grado de la sabiduría. Lo importante ahora es que el proceso iniciado con la escayola no perjudique el soldaje del hueso. La rotura está muy próxima al maleolo, pero parece que no se ha astillado, sino que ha sido un corte limpio. “¿Cuánto tiempo tendré que llevar la escayola?”, me pregunto y, pienso, ya se me acabaron los baños de verano. Por otro lado, al haber adelgazado, el pantalón que se me cae y me lo podía sujetar o subir con las manos, al tenerlas ahora ocupadas con las muletas, me crea una dificultad añadida. Tenía que haber comprado una talla menor. Espero no dar un espectáculo y quedarme en la calle en calzoncillos. ¡Si, al menos, fueran Calvin Klein!, pero son N & G, comprados en Tejidos Jiménez de la calle Moraza, cercana al Topo, en Donostia-SnSn. Trato de que el apoyabrazos del sofá no me moleste en la cabeza. He conseguido apagar una luz, pero la otra no consigo ver de dónde la tengo que apagar. Cuando el guarda ha venido a hacer un poco de zapping en la televisión, me la apagará. Estoy tan cansado que la tele ni me molesta. Si hubiera llegado antes al hostal, la habitación me habría costado entre 70 y 80 €, según me ha dicho la recepcionista. Ésta ha sido la mejor solución, porque no he tenido que bajar ni subir, ni pulular por los pasillos. La mejor solución y la más económica. Gracias a Vostra Llar por todas vuestras atenciones. Para mí ha sido verdaderamente mi hogar acogedor. Con los inconvenientes de la escayola, duermo bastante bien.

Balance del último día de viaje
Con la llegada a Roques Planes y mi final de jornada en Vostra Llar, mi viaje ha dado un giro de 360 grados. A pesar de lo poco grato del acontecimiento, no tengo otra cosa que agradecer a cuantos me han ayudado: María Ángeles Girgas, la chica a la que caigo a sus pies (nos veremos el próximo año en Barcelona), los primeros auxilios en el centro de salud de Sant Antoni de Calonge; la doctora Helena Kovotova (no estaba de turno cuando pasé el verano siguiente) y todo el equipo de recepción en urgencias y auxiliares que tan grata me han hecho la estancia en el Hospital Comarcal de Palamós; Enrique que, dejando algo de lado a su hijo Natxo, me ha bajado en su coche, comprado las medicinas, regalado las muletas (cuando ya no las necesite, las regalo a mi farmacia) y dejado en la puerta del hostal. Y el colofón del Hostal Vostra Llar donde, además de cena, me dan cama gratuita. Muchas gracias a todos. Estos acontecimientos han eclipsado el bonito amanecer en la platja del Senyor Ramón, que me ha resucitado a mi tío y a la familia, el desayuno en la plaça del Mercat de Sant Feliu de Guíxols, y la comida en el Racó de Sant Pol de s’Agaró y, sobre todo, el precioso camí de ronda, que es el GR-92, con sus túneles, subidas y bajadas a playa que ha resultado un poco, bastante, rompepiernas. Con esto no quiero culpar al camino de mi rotura del peroné, ni a la visión del Calvario que he tenido en el último trecho. De Roques Planes, ya os hablaré el próximo verano de 2010, pues volveré para reanudar lo que me queda de camino hasta Collioure. Antonio Machado tendrá que esperar un año más para recibir mi visita.

Etapa 50 (228) Tossa de Mar-Platja del Senyor Ramón

 Etapa 50 (228) 17 de julio de 2009, viernes.
Tossa de Mar-Calas: Bona, Pola, Giverola, Futadera, Salionç-Platja del Senyor Ramón (Santa Cristina d’Aro).

Corriendo a ver el amanecer con Ava Gardner
Me despierto a las 6:25 h y, a todo correr, me levanto, me visto y llego a ver al sol saliendo del horizonte. Lo veo junto a Ava Gardner.

Lástima que no hubiera nadie por allí cerca para que me hubiera podido sacar una foto viendo el amanecer con Ava. Tanto la estrella como yo saludamos al astro rey. En la foto que saco, apenas se ve un reflejo de la escultura. Un hombre merodea en su coche y pasa del sol.

Baño en Es Codolar
Mientras el sol va ascendiendo, yo desciendo hacia la playa de Es Codolar, en la que sólo está el encargado de la limpieza. Son las 6:45 h cuando me desnudo, doy un baño y me seco al aire; no hace nada de frío, aunque a esta playa tardarán en llegar los rayos solares. Está escondida bajo un farallón de rocas y almenas. Una vez seco, me visto y me voy a la pensión, donde vuelvo a hacer una deposición ligera, pero no preocupante.





Dibujando la cuesta de la Vila Viella
Como es temprano y todavía no es hora de desayunar, cojo la mochilita Visa con los útiles de dibujo y me sitúo en las almenas, cerca de la torre del homenaje del museo. Decido lo que quiero dibujar y lo posiciono en sentido vertical, aunque me resulta difícil el encaje de una calle en cuesta y acertar con las dimensiones. Una chica que sube a la almena se interesa en ver cómo va el dibujo, será una privilegiada que puede verlo en proceso; el resto lo verá ya acabado. Me gusta cómo me ha quedado, casi tanto como el que hice en Salobreña. Comparativamente éste me resulta menos difícil que aquél. Cuando bajo de la almena, uno lo compara con las imágenes que tiene fotografiadas en su cámara digital.

Desayuno y despedida de Fonda Lluna
Van a dar las 8:30 h y voy hacia la fonda para desayunar. Me dan crep con tomate y York, dos tostadas con mantequilla y mermelada, croissant con mermelada y dos cafés con leche. Vuelvo a la habitación que está allí mismo, junto al comedor y ni me molesto en colocar la cortina de la ducha, que vuelve a estar caída, ni en volver a su sitio la colcha. Aligero la mochilita Visa, donde paso las pipas, guardo el jabón usado para aprovecharlo y retorno las perchas al armario, una vez se ha secado la ropa que lavé ayer. Enseño el dibujo a una italiana que no tiene ni idea de quién era Ava Gardner. También a la encargada del Este le gusta, tanto como el de Peñíscola. Al marcharme, no hay nadie en recepción, así que dejo la llave sobre el mostrador. Los señores que han bajado a desayunar cuando yo terminaba, van a ir a la playa y esperan que hoy haga mejor tiempo que ayer, pues pasaron frío. 
Adiós Tossa de Mar,
¿cuándo te volveré a ver?
Salgo de la ciudadela, en dirección al lugar donde ayer escribí esperando a que abrieran la oficina de Información. Ahora son las 10:45 h y todavía no ha aparecido nadie a desencadenar sillas y mesas, aunque algunos empleados ya están entrando al local. Como veo que la oficina de Turismo ya está abierta, hacia allí me dirijo, es una forma de alargar mi estancia en Tossa. Saludo a la encargada y agradezco el planito de calas que me sirvió ayer y me servirá hoy también. Me dice, “qué bonito ver el amanecer con Ava Gardner. ¡Escríbelo!”. Me orienta hacia un buzón, para poder echar las postales que he escrito a Sara y a Vera, yernos y nietos. Reencuentro a Chema, Luisa y Alba y les enseño el dibujo que he hecho. Con él felicitaré a algunos amigos las Navidades de 2013. Regreso a Información y Gemma me dice si no podré hacerle a ella algún dibujo. Mi respuesta no es positiva, ya que los que hago, me llevan tiempo y los plasmo en el Moleskine que no puedo destrozar y son de recuerdo del viaje. Agradezco su colaboración para que mi camino sea más placentero y me despido de Gemma.

Continúo por el paseo marítimo, que va por la platja Gran y empieza a ascender por la de Reig. Saco una foto de despedida de esta magnífica Tossa de Mar, recuperada y que no olvidaré. Llego a otra playa con un acceso de rocas y que llaman La Mar Menuda. Me asomo a las rocas para ver el panorama, con arrecife de pequeños islotes donde se entrenan unos alevines de submarinismo. Pregunto al del chiringuito y me remite a carretera. En la curva encuentro la señal del camí de ronda. Pregunto arriba al encargado de controlar el aparcamiento; es en vano.
Un coche sale de un camino, donde no aparece señal alguna, y pregunto al conductor; me responde que el GR-92 va por ese camino que, aunque es particular, su dueño respeta la servidumbre de paso. Veo dos señales rojas y blancas que, más que indicar camino, debieran ser señales de peligro. Nada más andar unos pasos por terreno que no da ninguna seguridad, el camino empieza a ascender casi en vertical y, definitivamente, me saca a la carretera, de la que voy queriendo escapar.

Felipe me hace foto
y María me da un melocotón
Camino un rato por ella y saco foto de Tossa, alejándome de ella y me encuentro con una pareja; ella come un melocotón jugoso con mucho deleite, y le pido a él que me saque foto con las murallas de Tossa de Mar y el mar, al fondo. Les digo que vengo andando desde Murcia y ella se va. Yo también, me despido de él y agradezco la foto, pero ella me llama desde el coche con el capó abierto. “Espera”, me dice; vuelve y me da un melocotón. Doblemente agradecido y me desean buen viaje. Me voy marchando a la vez que lo lavo con un poco de mi agua y lo empiezo a comer; está muy jugoso, pero le falta algo de la dulzura que a mí me sobra. María es Eslovaca; “conozco Praga, pero no Bratislava”, le digo, “cuando aún no os habíais separado”. Felipe conoció a María  en un baile, hubo flechazo, y se casaron. Ella había venido porque su hija se casaba en España, sólo para ayudarle a los preparativos y asistir a la boda pero, al conocer a Felipe, se quedó. 

Buscando Cala Bona
Sigo por la carretera y, al llegar a una curva, veo una flecha azul, de las que ya he visto antes alguna y, aunque no es la rojiblanca que me viene guiando, me anima a cogerla. Nada más meterme en ese camino, empieza a ser bonito; va descendente y entre pinos. Encuentro a matrimonio joven con dos niños; me parecen ingleses. Él saca su mapa y yo el mío. El suyo es más local y con mejor detalle y me dice que hay un camino muy bueno que me lleva hasta la preciosa Cala Bona.














Realmente lo son, disfruto del camino y de la cala. La Cala Bona es un estrecho entrante de mar, que voy viendo entre arbustos y pinos, por un camino que me lleva por detrás de un chiringuito que está en el fondo fondo.

Paso por su espacio y desciendo a rocas. Estoy suspirando por darme un baño pero, como ya hay algún adulto y algún chavalín, prefiero alejarme un poco. Hay algunos barquitos fondeados y otros que llegan; también moto náutica y turistas matinales que visitan la zona en barco de fondo de cristal, que les permite disfrutar del paisaje exterior y el de las profundidades marinas. Me desnudo, cuando los dos chavalillos se meten al agua y van por el lado de la derecha y yo me baño por la izquierda, el del lado Norte. El agua está deliciosa y, tras el baño, disfruto secándome en las rocas, al sol; me visto y reanudo el camino.
En busca de Cala Pola
El primer tramo, hasta que encuentro de nuevo el camino, es un poco farragoso. Es zona arenosa y me tengo que aferrar a ramas y raíces para no deslizarme. No llevo hoy las mejores sandalias, ya que éstas ya están perdiendo la huella. No siento peligro, pero me obligan a caminar con precaución. Sigo y encuentro a una pareja que me dice que ellos bajan de Cala Giverola; así que esa información me confirma que voy por buen camino. Este tramo no es tan bonito como el anterior pero, a ratos, también tiene su encanto. En un momento determinado, desde arriba del acantilado, veo cala Pola con bastante gente. Bajo, me doy un bañito y sigo adelante. El del chiringuito, al que pregunto, me dice: “para ir a cala Giverola, sigue por las escaleras”.

Cala Giverola. Perdido en ninguna parte
Llegado a lo alto de las escaleras, me encuentro con una urbanización que no me permite continuar. Retrocedo y hablo con una familia de Guetary que come en su terraza. La hija mayor da muestra del castellano que ha aprendido y me dice que en el hotel hay un funicular que sube y baja a la playa. Agradezco la información y sigo adelante. Al llegar a un bar, empleados del hotel me dicen que es buen momento y que aproveche ahora que no controlan, para ahorrarme los 2 € que cobran a los no clientes del hotel por bajar en el funicular.




Bajo con un grupo de niños del casal (colonias) de verano que van con dos monitoras y que están hospedados en el hotel o, sin estarlo, paguen una cuota para hacer uso de sus instalaciones. Esto es lo que luego me dice que hace uno que viene de Valladolid. Pensaba que iba a ser una cala pequeña; tanto me habían hablado de ella que, al verla con tanta gente y tan construida, me llevo una decepción. Una vez abajo, paso entre piscinas, tumbonas, terrazas y otras instalaciones y consigo llegar a la playa. Llego al buffet y pregunto precio por cubierto en self service. Me lo dicen, aunque todavía es pronto y no tengo pensamiento de comer. Un señor me dice que el GR-92 se acaba, que hay una cala preciosa al otro lado pero que, por este lado, no puedo seguir.




La información es buena. Bajo a la playa, paso un túnel, que me lleva a lado Norte de la playa Giverola, pero que no me gusta para bañarme, subo unas escaleras y llego a una verja verde que, como me había predicho el señor de antes, no me deja continuar. Hay una casa que parece una réplica, en cuanto a condiciones, de la del presidente de Kazajistán. La veré por la tarde desde el acantilado sobre cala Futadera. Regreso por el túnel y soslayando la urbanización, el hotel y las instalaciones, salgo a carretera y es cuando me encuentro con el de Valladolid, que me recomienda seguir por la carretera hasta llegar a la general. He conseguido escapar de este maremagnum y evitar tener que coger de nuevo el funicular que me iba a dejar perdido en ninguna parte.

Buscando comida en restaurante Mirador. Miguel
Será una terraza con vistas a Salionç. Pero todavía no he salido de Giverola. Desde donde estoy con el vallisoletano, veo todo el conglomerado de edificios que ha anulado lo que de bello pudiera tener aquel acantilado. Todas las laderas del monte han sido construidas y dan una imagen pésima de lo que pudo ser un entorno bonito.

Al llegar a la cima, en la curva, me encuentro dos columnas en la que se indica prohibición expresa a coches que no pertenezcan a la organización pero, al menos, no hay prohibición para los peatones. Con esta salida, recibo una mala impresión. Temo que esa carretera me va a volver a llevar de nuevo a Giverola y lo que yo quiero, es ir hacia Futadera; más, como se va acercando la hora de comer, pasa este tema a ser prioritario, así que sigo la carretera hacia el norte. Cuando estoy en esa tesitura, llegan 4 motos, saludan y se paran. Una chica me ofrece idioma: “¿inglés, francés, ruso?”, pero castellano no sabe. Me explico como puedo que la cala que ven, Futadora, es exclusiva y me despido, “spasiva”.

Cada vez que la miro, al pasar desde encima del acantilado esta playa, me parece más bonita, con arena, rocas escalonadas y me cabreo más con los que se adueñan de nuestras costas para hacer un uso privado de ella. Y me cabreo más con los que les dejan. Luego bajaré a Futadera y comprobaré que son muchas las escaleras para bajar, pero no hay exclusividad. Ahora llego a un túnel de carretera y, como el de la playa, lo paso. Estando al otro lado, pasan dos de las motos y me ven, pero cuando pasan las otras dos, ya estoy dentro del edificio del restaurante Mirador. Desde la carretera, se trata de un edificio de dos plantas, pero visto desde la cala Salionç, creo que es la novena o la décima del edificio que está más alto, de otra ladera construida en exceso. Miguel, el dueño, me dice que tiene un menú, y elijo mejillones al vapor y lubina pequeña de anzuelo (son dos), helado de limón y cortado descafeinado (14,55 €).

Anécdotas de la comida
Sólo tres o cuatro mejillones tienen filamentos de adhesión a la cuerda de la mejillonera. Miguel me dice que les dan un pequeño hervor, les quitan los hilillos o barbas y con el siguiente hervor ya se abren del todo. Cuando termino las lubinas y he almacenado un platillo lleno de espinas, le digo al camarero brasileiro que le diga al jefe que me descuente el platillo de la cuenta. Le hace gracia, se ríe y se lo dice a Miguel. Las lubinitas estaban muy ricas. Antes de traerme la cuenta, me dice Miguel: “Como dice Serrat, se hace camino al andar”. Me hace gracia que se lo aplique a su Serrat que, al decirle que catalán, él me dirá “universal”, y no aplique la frase a su verdadero autor, Antonio Machado. Miguel se sienta a hablar conmigo, le recito la poesía que voy memorizando para el día que la tenga que recitar en Collioure, me salen las lágrimas, y hablamos de cosas relacionadas que ya no recuerdo.

Me asomo a la terraza y se ve perfectamente la cala Salionç y, al fondo, el inicio de Sant Feliu de Guíxols. También me dice Miguel que la cala Futadera está considerada como una de las mejores de la zona, que es accesible por escaleras y que merece la pena que retroceda a verla, pues sólo son 15 minutos lo que se tarda en llegar. De Serrat, la canción que más le gusta, por su contenido, es Para la libertad. Me despido agradecido de Miguel, por su buena comida y por su atención y voy hacia donde me recomienda.

Retrocediendo a cala Futadera.
289 escalones. Marta y Rafa
Vuelvo a pasar el túnel de carretera. Llego hasta las columnas por las que he pasado antes y, sin darme cuenta, me paso del arranque de las escaleras. Retrocedo y las localizo. Es tan estrecho el paso, que pasan desapercibidas. En la playa hay una pareja y dos chicos y, a pesar de lo dificultoso para acceder, todos están con bañador. Me olvido de la playa y me acerco a las rocas del lado Sur por una plataforma y más escaleras. Dos jóvenes amigos (chica y chico) están jugando. Una pareja madurita toma el sol en roca. Me asomo al otro lado, sin llegar a ver la cala Giverola, y compruebo que el acceso al agua es malo, así que retrocedo a la plataforma de los jóvenes y les digo que me voy a bañar desnudo. “No nos importa”, me dicen. Bajo por roca fácil y me doy un buen baño. Me seco al sol. La pareja de amigos se tiran al agua con intención de ir nadando hasta la playa pero, tras dar unas pocas brazadas, se dan cuenta de que está demasiado lejos y retroceden. Oriento a Marta para salir del agua, por el lugar escalonado que considero está mejor. A ella le producen aversión las plantas acuáticas y lleva calzado adecuado para pisar roca y que no le perjudica para nadar. Rafa tampoco soporta el roce de las algas y sale del agua a pulso, como si lo hiciera de una piscina. Les cuento mi camino, les enseño mis dibujos y me despido de ellos. Además de los escalones que he subido y bajado en la zona de rocas, cuando inicio el ascenso, cuento 289 escalones, desde la playa hasta la carretera.

Hacia Cala Salionç
Al llegar arriba veo la moto de Rafa C7 289 BSX, con su bandera a franjas roja y gualda catalana. Lo que me sorprende es que, siendo de Tossa de Mar, en lugar de borriquito, lleve oveja latxa. Cuando estoy pasando los datos al blog, me sorprende el número 289, aplicado al de escaleras y al de matrícula. O fue un error de transcripción o una coincidencia. Voy cantando la canción que cantan Mowgli y Baloo en El libro de la selva: “Busca lo más vital no más, lo que has de precisar no más, y olvídate de la preocupación. Si buscas lo más esencial, para vivir sin trabajar, mamá naturaleza te lo da.” Salgo a carretera y llamo a Arantza. Le digo que ahora estoy disfrutando; que fue peor la tarde noche que salí de Barcelon. También hablo con Sara y Josu. Irán en agosto al camping La Laguna de Sant Pere Pescador. Yo pasé en Sant Pere unos días de camping en La Ballena alegre, en la rulote de mis amigos Teresa y Mauri. Al pasar por el Mirador, vuelvo a saludar a Miguel y le digo que me ha gustado mucho la cala Futadera. Mi preocupación ahora es cómo cojo camino para bajar a Salionç. El problema real será a la salida. Pregunto a un chico que no me entiende; me dice que es ucraniano, y le digo “capital Kiev” (suena Kif). El me responde con un nombre que no entiendo y no sé si me está diciendo su nombre o el nombre de su pueblo. Como no me voy a entender con él, le digo “spasiva”, que ya es la segunda vez en el día que lo digo.  

Dificultades para salir de Salionç
Desde la zona más baja de Salionç, sin llegar a acercarme a la playa, saco una foto de las construcciones en ladera, siendo la que está más arriba la casa en que está ubicado el restaurante Mirador, donde he comido. Visto desde la carretera era el segundo piso, pero desde aquí se aprecia la altura del edificio y explica la foto de Salionç que me ha propiciado. Más abajo, un hombre con manguera me orienta hacia unas casas pero, al llegar allí, debo escalar para poder salir a carretera. Cuando voy con esa intención, veo que en un balcón hay gente. Un hombre, desde el balcón, me insiste en que regrese por donde he venido y que coja el camino correcto y me da como referencia una barca. No cejo en mi empeño, le digo que vengo andando desde Murcia, como una fórmula para que se ablande y, finalmente, se apiada de mí y me dice que entre en la casa y suba las escaleras privadas del edificio y que saldré por el otro lado. “Yo te esperaré allí”, me dice.

Hago lo que me dice, y me encuentro con que allí mismo está la barca que él me había dicho. Agradezco su ayuda al hombre que estaba en el balcón y ahora está conmigo pero, me da a la vez rabia porque, siendo un paso tan sencillo, me quería obligar a dar una gran vuelta. A veces las personas se sienten más poderosas ejerciendo sus derechos de propietarios. En este caso, tras apiadarse, me ha hecho un gran favor.

Hacia Vallpregona, la última platja de Tossa de Mar
Tras dejar atrás Salionç por carretera, me asomo por una vaguada y veo una playa que, de lejos, me da la sensación de que sea Vallpregona (Vallpresona, aparece en mi lista). En el momento de llegar a zona más ancha de la carretera que tiene todo el aspecto de ser el aparcamiento para los que van a dicha playa, puesto que parece que no tiene acceso para llegar allí en vehículo, un chico sale de su coche con panes y más comida y le pregunto.







Me dice que es de piedras y que él va allí, precisamente porque no es de arena y que es una razón por la que va poca gente. Es lo mismo que me dijo el ciclista de Sant Pol, y es la razón que me parece suficiente para que yo no vaya. Prefiero dormir sobre arena que sobre piedras. El joven de los panes me dice que si quiero playa de arena, enseguida encontraré la de Sant Ramón, pienso que se refiere a la del Senyor Ramón; le agradezco la información y cada uno nos vamos a nuestra playa deseada.

Platja del Senyor Ramón
Tras dejar al informante y continuar unas pocas curvas más, llego al acceso anunciado, con los indicadores de espacio privado y aparcamiento de pago. Los que bajan en coche ya están avisados; yo, como no tengo ese problema, continúo descendiendo hacia la playa. Llegando al chiringuito, parece que el dueño se dedica a poner orden y hacer limpieza, planta alguna nueva y riega las plantas. Me dice que el regreso lo tengo que hacer por el mismo camino que he traído al venir. “¡Mañana veremos!”, pienso y veréis cómo no será cierto. Cuando llego a la playa, compruebo que la arena es gruesa, pero con ramalazos de arena fina por la parte de arriba. Ya queda poca gente en la playa y los que veo son textiles. Como figura en mi lista de playas nudistas, me desnudo y baño en bolas y, para secarme, recorro toda la playa hacia el Norte, con el fin de elegir el mejor lugar para dormir.

Un chico enculando a su chica
Paso unas rocas y me topo con una pareja desnuda; él la tiene enculada. No reacciono con ¡oh, que horror!, sino que hago como que no he visto nada. Hablo con la chica, quien me dice que esta es la zona menos visitada porque a la gente no le gusta la arena gruesa y bañarse entre rocas y piedras de la orilla. “Los textiles prefieren la arena fina, aunque con más suciedad”. Él no dice nada; bastante tiene con mantener su erección a buen recaudo. Tras esta conversación esotérica, continúo hasta el fondo de la playa. Por allí hay unas escaleras por las que asciendo, pero llevan a espacios privados, aunque también parece que ofrecen continuidad. Como el dueño del aparcamiento de la playa me ha dicho que es obligatorio volver por donde he llegado, al regreso de las escaleras, paso por la orilla, sin mirar a la pareja; ya les preguntaré cuando pasen por donde yo estoy. Todos se están yendo de la playa; algunos, antes de marchar, se asoman al extremo Sur, pero ya me he quedado solo en mi zona. La pareja del Norte continúa donde les he dejado. Parece que han finalizado la faena y se bañan; al menos se acercan a la orilla y vuelven a su lugar.

Un rato de charla con Jaume i Enric
Cuando ya creo que me he quedado solo, aparecen estos dos amigos de Ripoll. Enric estudia Ingeniería Técnica, con la especialidad de Electricidad y Jaume va para arquitecto. Son amigos y se han asomado a esta playa porque la han visto recomendada en Internet. Les hablo de Futadera y les explico mis razones. Hablamos de mi viaje, les digo que vivo en Irun y Jaume me saca el tema de los Sanmartziales. Una compañera de estudios es de Irun y este año ha sido cantinera. Como veréis, este dato será una clave importante para el futuro. Hablamos de la realidad política del País Vasco, de las dificultades para un acuerdo dialogado para el final de la violencia (demasiados intereses en contra de que acabe ETA), de los nacionalismos (“incluido el español”, se me adelanta Enric). Otro tema de conversación es Oteiza, que surge cuando ven mis dibujos (no trato de equipararlos con los del artista, sino que funcionan como desencadenante, porque en mi cuaderno hay un dibujo que hice en Arantzazu el 25 de agosto del pasado año, 2008. El 27 de agosto de este año, dentro de un mes y 10 días, dibujaré parte de los 14 apóstoles, con la pierna izquierda escayolada). Le cuento a Jaume mi opinión sobre Arantzazu, la maravilla del enclave, la nave central del santuario, que invita al recogimiento, el magnífico retablo, la pequeñez de la imagen de la virgen y su soledad en ausencia de más imágenes y le hablo de los apóstoles. Le cuento lo que me contaron: “Preguntado Oteiza por qué había colocado catorce apóstoles, su repuesta fue: “no me cabían más”. Jaume conocía otra versión menos entrañable. También hablamos de la rebeldía de su Piedad y sus preguntas a Dios: “¿por qué no bajaste tú?, ¿por qué mataste a mi hijo?" Jaume se ha alejado para orinar. Se va a la orilla para bañarse con bañador. Estando los tres solos, le animo a que se lo quite. Lo deja donde Enric, que no se baña, y nos bañamos a la vez. El agua está todavía apetecible, pero a la salida, el airecillo se ha levantado y Jaume se seca con la toalla y se la ata a la cintura. Seguimos charlando, me dicen que son de Ripoll y, tras alabar mis dibujos, se van a bañar los dos amigos en bolas. La salida será épica y vuelven corriendo para secarse. No pueden quedarse más tiempo, ya que les han dado un tiempo tope, tras el cual ya no les levantarán la barrera y su coche quedaría atrapado. Mientras ellos se secan, veo cómo la pareja del fondo Norte se va por las escaleras que he ascendido antes, lo que me hace pensar que por allí hay salida. Se quedan en el aire las preguntas que pensaba hacerles. A los amigos de Ripoll el margen dado era de hora y hora i mitxa (hora y media). Les doy envidia. A gusto se quedarían a dormir en la playa, pero no han traído material para dormir y, además, han quedado citados. Me animan a que escriba contando el viaje. Les acompaño hasta la salida y me despido hasta que la vida nos encuentre. Les deseo suerte y empeño en los estudios. Cuando ya se han ido, siento pena de no habernos dado ningún medio de contacto para el futuro. Pero eso se corregirá en Irun a partir de lo que hemos hablado.

Siguiendo la pista de la cantinera, llegué a Enric i Jaume
Como al día siguiente pasó lo que mañana os contaré, me surgió la necesidad de poderlo contar a Enric y Jaume. Al volver a Irun, empecé a indagar qué cantinera del último Alarde de San Martzial estudiaba Arquitectura en Girona. Por lo que pude sonsacar a Jaume, pensé que sería cantinera del Alarde Tradicional, en el que consideran a la cantinera lo más destacado de cada Compañía. Pero cayó a mis manos un periódico en el que figuraba la foto de las nueve cantineras del Alarde Mixto, con su nombre y el de la Compañía a la que representaban. En el periódico escribían: “Kantinerak. Guztira bederatzi kantinera izango dira Alarde Mixtoan aterako direnak, bat kompainia bakoitzeko.”  (Mi corrector sólo reconoce Alarde y bat y como no soy experto en euskera, os dejo con lo dicho: 9 cantineras de las 9 compañías que saldrán en el Alarde Mixto). Ahora tenía que indagar cuál de las nueve estudiaba arquitectura en Girona y, no recuerdo quién me lo dijo: Ane Movilla García de la compañía Bidasoa. Ya sólo me quedaba buscar teléfono en el listín; hablé con ella y me facilitó el teléfono de Jaume. Le llamé, me dio su e-mail, luego recibí el de Enric y, desde entonces, tenemos comunicaciones periódicas. Enric se marchó a estudiar a Alemania y, probablemente, visto desde la perspectiva de fuga de cerebros a ese país, fuera un acierto. En 2012 Jaume estaba ultimando el proyecto de fin de carrera y esperaba terminar en febrero. Los tiempos son malos para todos y, en especial para la construcción. En este momento, junio de 2013 tengo a mi yerno arquitecto también, prácticamente en paro. Se ayuda con algunas clases de profesor de Estructuras en la Universidad, pero ahora estamos en verano y sólo le queda por atender los exámenes de julio. Espero que Jaume tenga más suerte. En aquel correo me informaba también que acababa de fichar por el Noia Freixenet de hokey y que iban a jugar la Copa de Europa. Me decía de Enric que había vuelto de Berlín a Barcelona. Enric me lo confirmaba. Por lo que respecta a mi blog, me decía: “Estuve mirando tu blog ¡quedé asombrado! Muchísima información y muy interesante. Te felicito y celebro esta bonita iniciativa de compartir tus viajes y experiencias con todo el mundo.” Tras este paréntesis para contaros mi recuperación de los amigos que, si no, se me habrían perdido, continúo con la narración del día.

Solo en la playa. Mi tío Ramón
La platja del Senyor Ramón está en la costa correspondiente a Santa Cristina d’Aro, como veré mañana cuando cruce a Sant Feliu de Guíxols. Ya sólo, sin grandes cosas que observar, pienso en mi tío Ramón, que falleció pocos años antes que mi madre. Como ya os dije, los cuatro hermanos de mi madre fueron muriendo por orden de edad. Mi tío Pedro, el mayor, mi padrino, murió el primero; era el padre de mi prima Fany, que vive viuda en Vitoria-Gasteiz, de Blanca María (Sor Fátima) que se fue monja y la primera y única prima que murió, y de mi primo Santi del que ya os hablé hace unos días cuando me rescató en Vilanova i la Geltrú, me llevó a Igualada, Maribel, su mujer, restauró mi equipaje, me llevaron a conocer Montserrat y me volvieron a dejar en Vilanova; el 2º hermano, Javier, era un yuguero excelente y se ayudaba con la venta de yugos, lo que le proporcionaba la labranza y el bar familiar que compartía con mi tío Ramón y mi madre. Tenía dos hijos: José Luis que estudió viticultura y se quedó con el bar El Mareo, en Altsasu, y que hace años está cerrado y Gerardo, que fue ganador de varios campeonatos de Remonte y vive en Donostia-San Sebastián. Damián, el tercero, también se dedicaba a la labranza y a los yugos: tres hijos: Pili, Mari Cruz (también viuda desde hace años) y Jorge. Y mi tío Ramón, que trabajó en la Fundición de Alsasua, donde también trabajó mi padre hasta que fue despedido por participar en una huelga y significarse, hasta que se jubiló y ayudaba en El Mareo; las que más tiempo estaban en el bar eran su mujer, Elisa, y mi madre; el bar suponía una ayuda complementaria para las precarias economías familiares. El tío Ramón tenía también dos hijas y un hijo, aunque no en el orden de Pedro y Damián: la mayor, Ruper, religiosa (de la que os hablé a mi paso por Madrid), Felix, el mediano, bancario jubilado y viudo y, la pequeña, felizmente casada y maestra. El recuerdo de mi tío Ramón, al estar en esta playa, me sirve para dar un repaso a la familia. Todos los primos, salvo los hijos de Javier, aunque la ausencia de José Luis estaba justificada por una operación reciente, y mi hermana que vive en Londres, nos vimos recientemente, el 11 de mayo, con motivo de las bodas de oro de mis primos Santi y Maribel que celebramos en Altsasu. Al pensar en mi tío Ramón, recuerdo a mi madre cantando: “El señor Ramón, vende en El Mareo, claro superior, y un tinto muy bueno. El otro día fui, a echar un trago, tanto me gustó, que salí borracho. Ay, señor Ramón, Ay, señor Ramón, ¿qué vende usted en El Mareo? Detrás del mostrador.” Cogiendo la música de una canción que no puedo explicar a cual pertenece, la letra se la puso un primo de mi madre, José Lanz, panadero del que solíamos hablar como José de Casa Lanz, haciendo un paralelismo con San José de Calasanz, santo que nos proporcionaba un día de fiesta en la escuela. (Cierro otro paréntesis).

Nocturno en soledad
Me he quedado solo en la playa. Estreno la bolsa de pipas que compré en Lloret de Mar, pesadas sin luz. Siento buenas vibraciones (Good vibrations). Confío en que no llegue nadie más a la playa. Para las 21:30 h ya estoy dentro del saco, con la mochila como apoyo de la almohada y el cierre invertido. Espero a que den las diez de la noche para tumbarme del todo; ya, apenas se ve. Parecía que se acercaban nubes amenazantes, pero se van disipando y vienen nuevas aunque de las que no me hacen temer.

Una llamada intempestiva y noticia grata inesperada
Creo que para las 22:15 o 22:30 h ya estoy profundamente dormido, cuando recibo llamada en el móvil. Me sorprende que el móvil esté todavía vivo. Me parece que resuena por toda la playa. Y estas cosas me pasan a mí, que quiero pasar desapercibido y oculto. Es mi amigo Augusto que me llama desde Gran Canaria, la Aldea de San Nicolás de Tolentino, pues acaba de recibir carta confirmatoria de que nos ha correspondido en noviembre viaje del Imserso en Valencia, en el balneario de Verche. Esta noticia me sirve de grato colofón para terminar bien un día tan completo. ¡Estoy que me salgo! También ha recibido mi postal y me lo agradece. Mañana va a empezar a gestionar el vuelo. Conocí a Augusto el pasado año en el balneario de Fuentes del Trampal en un Cáceres que casi es Badajoz y donde nos emparejaron para compartir habitación. Para este año nos inscribimos ya como si fuéramos pareja de hecho. Compartimos y conversamos mucho por aquellas tierras extremeñas y los baños estuvieron bien, pero mejor las caminatas y la comunicación verbal; el tiempo acompañó y fue experiencia a repetir. Nos veremos en noviembre, aunque no podré caminar tanto por no llegar con mi pierna izquierda en las mejores condiciones. Serán 11 noches y llegaré a Valencia en tren. Previamente visitaré a mi amigo Arturo, que os presenté a mi paso por Castelló. También me dice Augusto que este verano estuvo con su amigo en Burgos y, en Cantabria, les hizo mal tiempo. Agradezco a Augusto su llamada y su buenas noticias y aprovecho para orinar sin salir del saco, procurando no mearlo y para darme masaje de Aloe-Vera en los pies. Ya con esta noticia, como colofón del día, duermo plácidamente, a pierna suelta. El cielo está muy estrellado, pero no puedo localizar mi Osa Mayor ¿por dónde andará escondida? Durante la noche hace un poco de frío, pero soportable. La luna está en cuarto menguante.

Reflexiones de un día muy completo
En cuanto a las playas del día, las que más me han gustado han sido Cala Bona, por lo recogida y coqueta, Cala Futadera, a la que he vuelto gracias a Miguel el que regenta el restaurante Mirador, lugar que recomiendo por la comida y por la visión de Cala Salionç que propicia; también ésta, la del Senyor Ramón, ha sido genial para finalizar el día. Precioso el camino desde la carretera hasta Cala Bona y, salvo el primer repecho, de Cala Bona a Cala Pola. Sorpresa ingrata la de Giverola que prácticamente ha quedado privatizada. Grato regalo de melocotón de María, la eslovaca, y la foto que me saca Felipe con Tossa de Mar al fondo. Buenas informaciones en el camino, bonita charla con Miguel en su Mirador y genial colofón final en Senyor Ramón, con el conocimiento de los dos amigos de Ripoll, que creo serán amigos para siempre. Comienza la noche con la buena noticia que me da Augusto. ¡Un día muy completo!