jueves, 6 de junio de 2013

Etapa 51 (229) Platja del Senyor Ramón-Sant Antoni de Calonge

Etapa 51 (229) 18 de julio de 2009, sábado.
Platja del Senyor Ramón (Santa Cristina d’Aro)-Sant Feliu de Guíxols-Sant Pol-s’Agaró-Platja d’Aro-Cala Cristus ses Torretes-Roques Planes-Sant Antoni de Calonge- (Palamós).

Hoy se celebra la gran fiesta del Alzamiento Nacional contra la República elegida en las urnas. Lo celebraré, como veréis, de la forma más acorde, como se merece un golpe de estado contra la democracia. ¿Qué era lo mejor de aquella fecha? Era el día en que cobrábamos la paga extra, con la que nos podíamos ir de vacaciones. Era una más de las fórmulas que ofrecía el régimen franquista para acallar tan magno delito. Y todavía nadie ha pedido perdón. 

Amanecer en el Senyor Ramón
Me despierto a las seis y a las 6:15 h salgo del saco para orinar. Como desde donde estoy, me temo que no podré ver la salida del sol, me acerco a las rocas del Sur y es cuando descubro la magnífica playa del otro lado. De lejos parece de arena, que ya es iluminada por los rayos solares, pero muy bien pudiera ser Vallpregona, aunque en mi mapa, antes del Senyor Ramón, figura Canyeretes.

Yo creo que es un error del mapa, ya que más tarde llegaré a Canyet. En cualquier caso no tengo intención de caminar por tantas rocas, pues mi objetivo es llegar a Sant Feliu de Guísols a desayunar. Es una pena que no la descubriera ayer, aunque de haber ido allí, no habría conocido a los amigos de Ripoll. Será otro tema que, sin señas, no les podré contar. Habrá que volver algún día por aquí. El sol no llego a verlo ni por la zona donde veo barcas, aunque por sus reflejos dorados en el acantilado, sé que ha salido. Regreso a mi lugar y lo dejo todo recogido. Me doy el primer baño de la mañana y compruebo que el agua está a una temperatura deliciosa; aunque hace fresco, me seco al aire paseando por la orilla.

Hacia Sant Feliu de Guíxols
Monto las mochilas y sigo hacia las escaleras del Norte, hasta que doy con la verja. Salvo que sea la verja correspondiente a la casa de la pareja de ayer, pienso que ellos continuaron por algún lado y lo busco.




Al subir a la verja he visto otra desviación, así que retrocedo y continúo ese sendero imperfecto que me lleva a carretera con indicación de lugar; estoy en Rosamar. Saco varias fotos de Canyet, y su playa de embarcaciones, desde el sendero y desde la carretera.

Una vez superada la parte urbanizada de Canyet, me cuesta salir de nuevo a carretera que tiene infinidad de curvas y, como es sábado y con poca circulación, voy cogiendo tres curvas en línea recta, pasando del derecho al lado izquierdo del trazado, al derecho, al izquierdo y acabo en el derecho. Un motorista, en una curva, casi me lleva por delante. Creo que él también se ha llevado un susto al encontrarme repentinamente pero, pensando que no va a encontrar a nadie por la carretera se ha tirado a tumba abierta y a mucha velocidad.

Me pasan tres o cuatro motoristas más metiendo un ruido ensordecedor; seguro que todavía se les oye desde el restaurante de Miguel, que vuelvo a ver en la última de las fotos que saco alejándome del embarcadero de Canyet. El restaurante Mirador está en la de más arriba de las casas del fondo. Me cruzo también con chica y chico ciclistas que me pasan al volver. Paso por el letrero indicador de Parc Aventura, pero ahora, la aventura que me urge, es la de desayunar. Con el susto de la moto, estoy deseando salir de la carretera, veo anuncio de camí de costa y me animo a cogerlo, aunque voy con muchas dudas. Encuentro bifurcaciones sin señalar, que me siembran más dudas, pero creo finalmente que elijo acertadamente.
 
Sant Feliu de Guíxols.
Bar Mercat
Al pasar, veo anuncio de Museu de Plaques, con intercambio, y me acuerdo de mi amigo Mauri, el de Gironella, pues es coleccionistas de las chapas de cava. Me supongo que ya conocerá este museo. Fotografío un castillo al que no me acerco y, más tarde saco foto de una torre almenada que, desde otra posición, creo forma parte del mismo conjunto castellano. Creo que es el Museo de Historia. Desde donde vengo, esta torre da la impresión de tener planta ovalada.
Pregunto a una señora, que va muy cargada con bolsas, por un lugar para desayunar, le cojo una bolsa y me lleva hacia la plaça Mercat y me recomienda el bar del mismo nombre. Pido bocadillo de pantumaca amb jamón, un vaso grande de leche, al que echo un sobre de descafeinado y croissant, pago 5,55 € y me lo llevo a una mesa de la terraza. Paseo por la plaza mientras que como el bocata y luego me siento a escribir y estaré un buen rato con el diario. (Cuando escribo lo que sigue, estoy en mesita baja de recepción del Hostal Vostra Llar, de Palamós, con el viaje ya finalizado hace unas horas). Pido una tónica (2 €). Hablo con la camarera rumana, que me ha llevado a creer que fuera colombiana o ecuatoriana, por su gran parecido a Juana, la última ecuatoriana que cuidó a mi madre, antes de ser ingresada en la residencia de ancianos de Altsasu. Luego voy a información, donde me dan un plano que va hasta playa de Aro y otro que llega hasta l’Estartit, que me parece bien documentado y que me puede servir. (Este último quedará para el próximo verano). Voy hacia el puerto deportivo, pero no encuentro paso; después retrocedo, pero no encuentro señal. Menos mal que allí está José Luis, quien me confirma que ya estoy en el puerto.

Compañía hasta Sant Pol
Un poco más adelante encuentro a Ana y Juan, que van en la misma dirección que yo, aunque se quedarán un poco antes de llegar a Sant Pol; les cuento algo de mi viaje y me desean suerte. Poco después veo a un hombre desnudo que está con una mujer y me animo a bajar en dirección Norte, pero veo que allí el golpe de mar es muy fuerte, que voy a tener problemas para darme el baño, y ni siquiera me animo a desnudarme. Al otro lado, a lo lejos, se ve s’Agaró.

Continúo hacia Platja d’Aro
Por la estructura de la playa, ya desde lejos, veo que va a ser muy difícil encontrar un lugar discreto para baño en bolas pero, sin embargo, lo consigo en un lugar de rocas antes de la platja Gran. Veo que desde unas rocas viene una familia hacia el camino y, por donde ellos salen, yo entro. Las rocas van bajando hacia el mar, de tal forma que la parte más próxima al agua, queda oculta desde el camino; desde lejos me parece que puede ser un lugar discreto para mi baño, y hacia allí voy. En esa parte se forma una especie de canal, de tal manera que la parte de roca que queda más próxima al mar, frena la ola y el agua queda remansada. El sitio es ideal para baño y sólo, si se incorpora, me puede ver un chico que está relativamente cercano. Me doy un baño distendido, nado por el canal, a la roca de enfrente y retorno a mi sitio; hasta la roca lisa es cómoda para tomar el sol. Ya seco, me visto y salgo por donde he entrado. El sitio ha sido muy bonito y el paso del camí de ronda, entre playas, empieza a serlo también. Entro a paseo marítimo y enseguida me paro a comer en el Racó de Sant Pol de s’Agaró, donde pagaré con Visa 21,19 €. Hoy el menú es de festivo, como endivias al Roquefort, pies de cerdo al cava (yo habría puesto manos de cerdo) y, de postre, peras al vino. Me acuerdo de las que repetí en el Templo del Sol, pero allí era self service y aquí no. Como me apetece, repito el postre, aunque luego lo tenga que pagar aparte. Como en el menú no entraba el vino y sólo daba opción a agua o cerveza, bebo un botellín de cerveza; a lo mejor el hecho de repetir las peras, fuera por mi “mono” de vino. Esta mañana se me ha olvidado cargar el móvil y ahora me vuelve a pasar lo mismo. Cuando salgo me doy cuenta de que se me ha quedado sin batería. A ver si por la noche me acuerdo. La camarera alucina con mi viaje; cojo agua y me voy por el paseo marítimo.

Muchas playas y un camí de ronda precioso
Aunque obliga a pasar por túneles, bajadas, subidas y tramos de playa, que resulta un poco matacabras. Así será hasta llegar a Sant Antoni de Calonge. El problema añadido es el de tenerme que calzar y descalzar, si voy por la orilla. Pero no me voy a quejar, ya que pronto se va a acabar el viaje. En uno de los tramos coincido por el camí con un padre que va con dos hijos: Ferrán y Martín. A la ida Ferrán es el rey y a la vuelta lo será su hermano. En un momento de la ida, se cae Martín y le digo “se ha caído el príncipe, que luego será rey”. En una de las playas, me paro con Eva y Quique, que son amigos desde los cinco años; ambos han tenido sus parejas pero, ahora, están libres; otra chica está con ellos. Bromeo con la posibilidad de montar un trío y me dicen que no, “que en ese plan siempre hay alguien que acaba perdiendo y sufriendo”. Les dejo: que se quieran y que no se hagan daño. El padre de los niños me saluda, va a comprar agua para ellos, yo no me doy cuenta de quien es hasta que veo a los niños sentados en un escalón. Cuando llego donde ellos, me dicen: “ha ido a comprar agua y se llama papi”. Abandono esta playa que Eva me ha dicho que se llama la Bella Dona (creo que será la bella mujer y no la planta venenosa, belladona).


Calvario. Jesús con la cruz a cuestas
Sigo otro tramo de GR-92 de las mismas características de los anteriores pero, cuando voy a salir del túnel y voy a bajar a playa por rampa y escalinatas, encuentro a Cristo que lleva la cruz a cuestas. Le pido permiso para sacarle una foto y me lo da pero echándose los cabellos por delante de la cara; ya sabe que, además de clavarle en la cruz, lo pueden colgar (en Facebook, o en el blog de Javier). Al menos este Jesús de Nazaret no es un Jesús sufriente, no lleva corona de espinas y el sudario, al no ser blanco, disimula mejor las manchas de sangre. Vamos, que es un Jesús de verano, pero lo puedo entender como un preludio de mi propio calvario. ¿Será ésta la cala Cristus ses Torretes?

Roques Planes. ¡Vaya plan!
Según mi lista, no tengo ya playa nudista hasta después de pasada Palamós, y me da la sensación de que, por la hora que es, ya se me va a hacer tarde para dormir en la platja  El Castell. Avanzo un poco más por la siguiente playa y veo que el camino pasa junto a unas rocas y, cuando estoy pasando por encima de ellas, me doy cuenta de que allí hay gente desnuda y trato de llegar a ese lugar, aunque me resulta bastante complicado hacerlo desde la posición que traigo. Cuando llego a las rocas, Mª Ángeles está sacando fotos; se empeña en una gaviota y la quiere fotografiar en el momento en que una ola le obligue a levantar el vuelo de la roca en que está de pie. Yo estoy de pie casi en frente de ella y a unos dos metros. Estoy eligiendo el lugar para dejar las mochilas, desnudarme y darme un ansiado baño. Cuando ya he decidido el lugar, doy un paso sin mirar, meto el pie en una grieta y me rompo el peroné de la pierna izquierda (bueno, todavía no sé que me lo he roto). Me caigo de bruces a los pies de María de los Ángeles y ella trata de ayudarme. En este momento no necesito ayuda; bastante tengo con poder respirar y me doy tiempo, no quiero que nadie me toque, ni me ayude. Me he dado un golpe en el pecho y es lo que más me preocupa. Cuando ya estoy en condiciones de enderezarme, empiezo a verme las magulladuras que me he hecho en las rodillas y en las manos; la sangre es muy aparatosa y alguna herida está sin piel, pero me resiento del pie por encima del tobillo. Puede ser una distensión. Cuando me recupero, veo a Mª Ángeles dispuesta a ayudar. Yo una vez de recibido el susto, decido darme un chapuzón ya que estoy en zona nudista; me desnudo como puedo, pisando con mucho cuidado, y me meto al agua; mi sangre se extiende por el mar. Como el Cristo que he visto no sangraba, me toca sangrar a mí. Me viene: “Sangre del costado de Cristo, embriágame”.

Buscando Centro Sanitario
Me seco y me visto con dificultad. El tobillo izquierdo se empieza a hinchar. Mª Ángeles me ayuda a calzarme el pie dañado. A esta hora ya se han retirado todos los equipos de Cruz Roja de las playas y no parece que sea necesario que me venga a rescatar de las rocas un helicóptero. Los de protección civil o los de Cruz Roja lo habrían tenido complicado para llevarme por el camí en camilla. Puedo andar y Mª Ángeles se ofrece a acompañarme al primer dispensario de primeros auxilios de Sant Antoni de Calonge. Para salir de las rocas, me pide que me apoye en ella, pero me arreglo mejor yo sólo con mis limitaciones. Vamos caminando despacio y lo que ella creía que estaba cerca, la salida al paseo marítimo, se nos hará interminable. Por fin, salimos al paseo por Torre Valentina. Ha empezado a alucinar cuando le he contado que venía andando desde Murcia. Le cuento alguno de los tramos de mi viaje y todo lo que estoy haciendo para salvar al niño que llevo dentro. Por el paseo, nos encontramos con su madre y su hermana, que también pasan las vacaciones allí. Me las presenta, pero se van encontrando y parando con unos y con otros, de tal forma que no voy a llegar nunca al dispensario de primeros auxilios. Le hermana, con el móvil, intenta ayudar. Les dejamos y seguimos los dos hacia el centro de salud. Pasamos por protección civil y ya no queda ningún sanitario. Nos reciben en el centro de salud y Mª Ángeles pasa como si fuera mi pareja; la necesito por si me dicen de ir a algún sitio que no conozco. Me tocan la zona dañada, pero no se atreven a decirme nada, me hacen cura de las heridas más aparatosas pero superficiales y me vuelven a mirar la hinchazón. Su diagnóstico es “probable fisura”, por lo que recomiendan radiografía en Urgencias del Hospital Comarcal de Palamós. Cuando me dicen que van a pedir un taxi, Mª Ángeles, propone que me lleven en ambulancia, para que no me cueste, pero parece que las que me han atendido no lo consideran justificado. Me dicen que el taxi me costará unos 10 €. Luego serán 11,50 € y por eso, tampoco me voy a arruinar. Agradezco la atención sanitaria, la ayuda de María Ángeles y me da su correo electrónico. “Sabrás de mí”, le digo. Y cuando llega el taxi me despido de ella muy agradecido por su colaboración.

Hospital de Palamós, Helena Kovotova
No tardamos mucho en llegar al hospital, pago al taxista y me deja en Urgencias. Allí empieza el protocolo y las esperas. La doctora que me atiende es rusa, Helena Kovotova y lo primero que pide es una radiografía. Le cuento mi viaje y que el descuido ha podido ser consecuencia del cansancio del día, más que del acumulado de las 51 etapas que llevo. Me han puesto en silla de ruedas al llegar y los que me llevan y me hacen la radiografía son muy majos. No hay radiografía física pero, la doctora Kovotova, en su ordenador ve enseguida el resultado de la placa.

Diagnóstico: Rotura de peroné
Como ya sabe el diagnóstico y mi plan de viaje, me dice: “¿Qué hacemos?” y le respondo: “Tú eres la técnica, tú sabrás lo que me tienes que hacer”. “Escayolar”. En cuanto me lo dice, ya sé que el viaje se ha terminado. Me pongo triste, pero enseguida lo supero. ¡Qué le vamos a hacer! Desde la primera espera, en todas las intermedias coincido con Enrique y Natxo, padre e hijo. Es el hijo el que se ha accidentado en el metacarpo de una mano y justamente acababa de empezar a trabajar en hostelería. Hoy no podrá ir al trabajo y tendrán que buscar sustituto, pero todavía no han avisado. Lo harán al bajar del hospital. Cuando van a empezarme a escayolar, Enrique se ofrece a bajarme en su coche. Yo no puedo desaprovechar la oferta y pregunto cuánto tardarán en escayolarme. Lo va a hacer la propia doctora, así que dice “un cuarto de hora” y Enrique está dispuesto a esperar. Las gasas ya están impregnadas de escayola seca y lo que hay que hacer es humedecerlas en agua y aplicar como si estuviera haciendo un modelado. Me resulta hasta divertido ver trabajar en escultura a una doctora. Las auxiliares colaboran muy bien con ella. Durante unos días, para evitar trombos, me tengo que poner yo mismo una inyección en la tripa. Me ponen una y me enseñan cómo y dónde me la tengo que poner; es a la altura del ombligo, ni más arriba, ni más abajo. Se ve a un equipo atento y eficiente. Cuando termina la función, agradezco la atención y me voy con Enrique. Primero tengo que recoger las recetas y recuperar mis mochilas. Me han mirado horario de autobuses para Barcelona y hoy ya no tengo. Mañana el primero sale a las 6:45 h.

En el coche de Enrique, con Natxo
Nos metemos los tres en el coche, el hijo detrás, con la mano vendada. Bajamos a Palamós pero tenemos dificultad para encontrar aparcamiento, así que Enrique para el coche y lo deja como puede en un sitio que no impide el paso y nos deja al hijo y al nuevo amigo dentro. Al poco vuelve y me trae las muletas, pero no ha llevado mis recetas y tiene que volver a la farmacia. Cuando regresa, se niega en redondo a cobrarme las muletas: “Son un regalo”, dice. Creo que le habrán costado unos 15 €. Monta, de nuevo, y me deja a la puerta del Hostal Vostra Llar.

Hostal Vostra Llar
Enrique me ayuda a ensamblar las muletas y llego como puedo a recepción del Hostal. Es mi primera experiencia de andar con muletas, con el problema añadido de que voy con las mochilas. La ventaja de este hostal es que enfrente, atravesando la plaza, está la parada de los autobuses a Barcelona y Girona. La mala, que será buena, noticia que me dan, es que un holandés se ha hecho, hacia las siete de la tarde con la última habitación que había disponible, así que el Hostal está ocupado al completo. Se ofrecen a buscarme otro alojamiento, pero es que no quiero otro alojamiento, ya que no me quiero alejar de la parada de autobuses. Además, pienso, con esta escayola, será difícil que pueda dormir bien en ningún sitio. “Dormiré en un banco de la calle”, digo a la mujer de recepción y le pregunto, “¿hasta que hora mantenéis la puerta abierta del hotel?”, como diciendo, ¿hasta qué hora me podré quedar en esta sala de recepción? Me dicen que la una de la madrugada puede ser una referencia aproximada. Con este rato protegido asegurado, le pregunto si podría pedir un bocadillo. Ella me dice que no hay ningún problema, pero a ver si puedo esperar, puesto que ahora están dando las cenas y la cocina está a tope. Digo que esperaré. Tengo tiempo de contarle el camino que estaba haciendo y que, tan repentinamente ha finalizado. No recuerdo la hora, pero me preparan un plato de bimbo-tumaca con jamón, pero no lo puedo comer en recepción, sino que salgo a la terraza. Es para prevenir que no se llene de migas y para evitar dar una imagen de malos hosteleros. Me bebo también una caña y me abstengo de pedir la segunda cuando me informan que no me van a cobrar nada por la cena. Mi agradecimiento no termina allí, porque viene otra encargada, o parte en el negocio, y me dice que me van a dejar dormir en el sofá de la sala de la televisión, pues a estas horas deja de haber clientes. Me da dos sábanas, una para cubrir el sofá y la otra para cubrirme yo. Aunque ando muy mal con las muletas, me traslado allí, tras agradecer todos los regalos que me están dando en esta noche en que me encuentro más vulnerable y disgustado que nunca en mi viaje.

Sofá de la televisión; mi dormitorio
Una pareja que está en la mesa de al lado, me ayuda a trasladar las mochilas a recepción y se lo agradezco; en estas condiciones, cualquier ayuda es bien recibida. No sé si esta chica y este chico son clientes o empleados del hostal, pero me ayudan y eso es lo bueno para mí. La recepcionista me acompaña al salón, veo el sofá y preparo mi cama. El guardián de noche está viendo algún reportaje, alguna noticia, pero pronto la apaga y me deja solo. Me pregunta a que hora quiero que me llame y le pido que sea a las seis. Quiero tener margen para llegar sin agobios a Sarfa, la agencia de autobuses que se ve enfrente del hostal, y que me de tiempo a sacar billete. Salgo a orinar al retrete de recepción; un chico me ha esperado en la puerta para sujetarla y abrírmela al salir, ya que la puerta está muy dura o, más bien, con el muelle muy tenso, y me acuesto a pensar en el plan de mañana y a soñar con los angelitos. Ya tumbado, trato de buscar la forma de colocar la escayola de la forma menos molesta. Cuando estaba sentado, también he probado a tenerla en alto, sobre otra silla, o apoyada en el suelo sin cargar el peso sobre ella. Será cuestión de hacer ensayos y decidir por lo más práctico. La experiencia es un grado de la sabiduría. Lo importante ahora es que el proceso iniciado con la escayola no perjudique el soldaje del hueso. La rotura está muy próxima al maleolo, pero parece que no se ha astillado, sino que ha sido un corte limpio. “¿Cuánto tiempo tendré que llevar la escayola?”, me pregunto y, pienso, ya se me acabaron los baños de verano. Por otro lado, al haber adelgazado, el pantalón que se me cae y me lo podía sujetar o subir con las manos, al tenerlas ahora ocupadas con las muletas, me crea una dificultad añadida. Tenía que haber comprado una talla menor. Espero no dar un espectáculo y quedarme en la calle en calzoncillos. ¡Si, al menos, fueran Calvin Klein!, pero son N & G, comprados en Tejidos Jiménez de la calle Moraza, cercana al Topo, en Donostia-SnSn. Trato de que el apoyabrazos del sofá no me moleste en la cabeza. He conseguido apagar una luz, pero la otra no consigo ver de dónde la tengo que apagar. Cuando el guarda ha venido a hacer un poco de zapping en la televisión, me la apagará. Estoy tan cansado que la tele ni me molesta. Si hubiera llegado antes al hostal, la habitación me habría costado entre 70 y 80 €, según me ha dicho la recepcionista. Ésta ha sido la mejor solución, porque no he tenido que bajar ni subir, ni pulular por los pasillos. La mejor solución y la más económica. Gracias a Vostra Llar por todas vuestras atenciones. Para mí ha sido verdaderamente mi hogar acogedor. Con los inconvenientes de la escayola, duermo bastante bien.

Balance del último día de viaje
Con la llegada a Roques Planes y mi final de jornada en Vostra Llar, mi viaje ha dado un giro de 360 grados. A pesar de lo poco grato del acontecimiento, no tengo otra cosa que agradecer a cuantos me han ayudado: María Ángeles Girgas, la chica a la que caigo a sus pies (nos veremos el próximo año en Barcelona), los primeros auxilios en el centro de salud de Sant Antoni de Calonge; la doctora Helena Kovotova (no estaba de turno cuando pasé el verano siguiente) y todo el equipo de recepción en urgencias y auxiliares que tan grata me han hecho la estancia en el Hospital Comarcal de Palamós; Enrique que, dejando algo de lado a su hijo Natxo, me ha bajado en su coche, comprado las medicinas, regalado las muletas (cuando ya no las necesite, las regalo a mi farmacia) y dejado en la puerta del hostal. Y el colofón del Hostal Vostra Llar donde, además de cena, me dan cama gratuita. Muchas gracias a todos. Estos acontecimientos han eclipsado el bonito amanecer en la platja del Senyor Ramón, que me ha resucitado a mi tío y a la familia, el desayuno en la plaça del Mercat de Sant Feliu de Guíxols, y la comida en el Racó de Sant Pol de s’Agaró y, sobre todo, el precioso camí de ronda, que es el GR-92, con sus túneles, subidas y bajadas a playa que ha resultado un poco, bastante, rompepiernas. Con esto no quiero culpar al camino de mi rotura del peroné, ni a la visión del Calvario que he tenido en el último trecho. De Roques Planes, ya os hablaré el próximo verano de 2010, pues volveré para reanudar lo que me queda de camino hasta Collioure. Antonio Machado tendrá que esperar un año más para recibir mi visita.

No hay comentarios:

Publicar un comentario