jueves, 6 de junio de 2013

Etapa 50 (228) Tossa de Mar-Platja del Senyor Ramón

 Etapa 50 (228) 17 de julio de 2009, viernes.
Tossa de Mar-Calas: Bona, Pola, Giverola, Futadera, Salionç-Platja del Senyor Ramón (Santa Cristina d’Aro).

Corriendo a ver el amanecer con Ava Gardner
Me despierto a las 6:25 h y, a todo correr, me levanto, me visto y llego a ver al sol saliendo del horizonte. Lo veo junto a Ava Gardner.

Lástima que no hubiera nadie por allí cerca para que me hubiera podido sacar una foto viendo el amanecer con Ava. Tanto la estrella como yo saludamos al astro rey. En la foto que saco, apenas se ve un reflejo de la escultura. Un hombre merodea en su coche y pasa del sol.

Baño en Es Codolar
Mientras el sol va ascendiendo, yo desciendo hacia la playa de Es Codolar, en la que sólo está el encargado de la limpieza. Son las 6:45 h cuando me desnudo, doy un baño y me seco al aire; no hace nada de frío, aunque a esta playa tardarán en llegar los rayos solares. Está escondida bajo un farallón de rocas y almenas. Una vez seco, me visto y me voy a la pensión, donde vuelvo a hacer una deposición ligera, pero no preocupante.





Dibujando la cuesta de la Vila Viella
Como es temprano y todavía no es hora de desayunar, cojo la mochilita Visa con los útiles de dibujo y me sitúo en las almenas, cerca de la torre del homenaje del museo. Decido lo que quiero dibujar y lo posiciono en sentido vertical, aunque me resulta difícil el encaje de una calle en cuesta y acertar con las dimensiones. Una chica que sube a la almena se interesa en ver cómo va el dibujo, será una privilegiada que puede verlo en proceso; el resto lo verá ya acabado. Me gusta cómo me ha quedado, casi tanto como el que hice en Salobreña. Comparativamente éste me resulta menos difícil que aquél. Cuando bajo de la almena, uno lo compara con las imágenes que tiene fotografiadas en su cámara digital.

Desayuno y despedida de Fonda Lluna
Van a dar las 8:30 h y voy hacia la fonda para desayunar. Me dan crep con tomate y York, dos tostadas con mantequilla y mermelada, croissant con mermelada y dos cafés con leche. Vuelvo a la habitación que está allí mismo, junto al comedor y ni me molesto en colocar la cortina de la ducha, que vuelve a estar caída, ni en volver a su sitio la colcha. Aligero la mochilita Visa, donde paso las pipas, guardo el jabón usado para aprovecharlo y retorno las perchas al armario, una vez se ha secado la ropa que lavé ayer. Enseño el dibujo a una italiana que no tiene ni idea de quién era Ava Gardner. También a la encargada del Este le gusta, tanto como el de Peñíscola. Al marcharme, no hay nadie en recepción, así que dejo la llave sobre el mostrador. Los señores que han bajado a desayunar cuando yo terminaba, van a ir a la playa y esperan que hoy haga mejor tiempo que ayer, pues pasaron frío. 
Adiós Tossa de Mar,
¿cuándo te volveré a ver?
Salgo de la ciudadela, en dirección al lugar donde ayer escribí esperando a que abrieran la oficina de Información. Ahora son las 10:45 h y todavía no ha aparecido nadie a desencadenar sillas y mesas, aunque algunos empleados ya están entrando al local. Como veo que la oficina de Turismo ya está abierta, hacia allí me dirijo, es una forma de alargar mi estancia en Tossa. Saludo a la encargada y agradezco el planito de calas que me sirvió ayer y me servirá hoy también. Me dice, “qué bonito ver el amanecer con Ava Gardner. ¡Escríbelo!”. Me orienta hacia un buzón, para poder echar las postales que he escrito a Sara y a Vera, yernos y nietos. Reencuentro a Chema, Luisa y Alba y les enseño el dibujo que he hecho. Con él felicitaré a algunos amigos las Navidades de 2013. Regreso a Información y Gemma me dice si no podré hacerle a ella algún dibujo. Mi respuesta no es positiva, ya que los que hago, me llevan tiempo y los plasmo en el Moleskine que no puedo destrozar y son de recuerdo del viaje. Agradezco su colaboración para que mi camino sea más placentero y me despido de Gemma.

Continúo por el paseo marítimo, que va por la platja Gran y empieza a ascender por la de Reig. Saco una foto de despedida de esta magnífica Tossa de Mar, recuperada y que no olvidaré. Llego a otra playa con un acceso de rocas y que llaman La Mar Menuda. Me asomo a las rocas para ver el panorama, con arrecife de pequeños islotes donde se entrenan unos alevines de submarinismo. Pregunto al del chiringuito y me remite a carretera. En la curva encuentro la señal del camí de ronda. Pregunto arriba al encargado de controlar el aparcamiento; es en vano.
Un coche sale de un camino, donde no aparece señal alguna, y pregunto al conductor; me responde que el GR-92 va por ese camino que, aunque es particular, su dueño respeta la servidumbre de paso. Veo dos señales rojas y blancas que, más que indicar camino, debieran ser señales de peligro. Nada más andar unos pasos por terreno que no da ninguna seguridad, el camino empieza a ascender casi en vertical y, definitivamente, me saca a la carretera, de la que voy queriendo escapar.

Felipe me hace foto
y María me da un melocotón
Camino un rato por ella y saco foto de Tossa, alejándome de ella y me encuentro con una pareja; ella come un melocotón jugoso con mucho deleite, y le pido a él que me saque foto con las murallas de Tossa de Mar y el mar, al fondo. Les digo que vengo andando desde Murcia y ella se va. Yo también, me despido de él y agradezco la foto, pero ella me llama desde el coche con el capó abierto. “Espera”, me dice; vuelve y me da un melocotón. Doblemente agradecido y me desean buen viaje. Me voy marchando a la vez que lo lavo con un poco de mi agua y lo empiezo a comer; está muy jugoso, pero le falta algo de la dulzura que a mí me sobra. María es Eslovaca; “conozco Praga, pero no Bratislava”, le digo, “cuando aún no os habíais separado”. Felipe conoció a María  en un baile, hubo flechazo, y se casaron. Ella había venido porque su hija se casaba en España, sólo para ayudarle a los preparativos y asistir a la boda pero, al conocer a Felipe, se quedó. 

Buscando Cala Bona
Sigo por la carretera y, al llegar a una curva, veo una flecha azul, de las que ya he visto antes alguna y, aunque no es la rojiblanca que me viene guiando, me anima a cogerla. Nada más meterme en ese camino, empieza a ser bonito; va descendente y entre pinos. Encuentro a matrimonio joven con dos niños; me parecen ingleses. Él saca su mapa y yo el mío. El suyo es más local y con mejor detalle y me dice que hay un camino muy bueno que me lleva hasta la preciosa Cala Bona.














Realmente lo son, disfruto del camino y de la cala. La Cala Bona es un estrecho entrante de mar, que voy viendo entre arbustos y pinos, por un camino que me lleva por detrás de un chiringuito que está en el fondo fondo.

Paso por su espacio y desciendo a rocas. Estoy suspirando por darme un baño pero, como ya hay algún adulto y algún chavalín, prefiero alejarme un poco. Hay algunos barquitos fondeados y otros que llegan; también moto náutica y turistas matinales que visitan la zona en barco de fondo de cristal, que les permite disfrutar del paisaje exterior y el de las profundidades marinas. Me desnudo, cuando los dos chavalillos se meten al agua y van por el lado de la derecha y yo me baño por la izquierda, el del lado Norte. El agua está deliciosa y, tras el baño, disfruto secándome en las rocas, al sol; me visto y reanudo el camino.
En busca de Cala Pola
El primer tramo, hasta que encuentro de nuevo el camino, es un poco farragoso. Es zona arenosa y me tengo que aferrar a ramas y raíces para no deslizarme. No llevo hoy las mejores sandalias, ya que éstas ya están perdiendo la huella. No siento peligro, pero me obligan a caminar con precaución. Sigo y encuentro a una pareja que me dice que ellos bajan de Cala Giverola; así que esa información me confirma que voy por buen camino. Este tramo no es tan bonito como el anterior pero, a ratos, también tiene su encanto. En un momento determinado, desde arriba del acantilado, veo cala Pola con bastante gente. Bajo, me doy un bañito y sigo adelante. El del chiringuito, al que pregunto, me dice: “para ir a cala Giverola, sigue por las escaleras”.

Cala Giverola. Perdido en ninguna parte
Llegado a lo alto de las escaleras, me encuentro con una urbanización que no me permite continuar. Retrocedo y hablo con una familia de Guetary que come en su terraza. La hija mayor da muestra del castellano que ha aprendido y me dice que en el hotel hay un funicular que sube y baja a la playa. Agradezco la información y sigo adelante. Al llegar a un bar, empleados del hotel me dicen que es buen momento y que aproveche ahora que no controlan, para ahorrarme los 2 € que cobran a los no clientes del hotel por bajar en el funicular.




Bajo con un grupo de niños del casal (colonias) de verano que van con dos monitoras y que están hospedados en el hotel o, sin estarlo, paguen una cuota para hacer uso de sus instalaciones. Esto es lo que luego me dice que hace uno que viene de Valladolid. Pensaba que iba a ser una cala pequeña; tanto me habían hablado de ella que, al verla con tanta gente y tan construida, me llevo una decepción. Una vez abajo, paso entre piscinas, tumbonas, terrazas y otras instalaciones y consigo llegar a la playa. Llego al buffet y pregunto precio por cubierto en self service. Me lo dicen, aunque todavía es pronto y no tengo pensamiento de comer. Un señor me dice que el GR-92 se acaba, que hay una cala preciosa al otro lado pero que, por este lado, no puedo seguir.




La información es buena. Bajo a la playa, paso un túnel, que me lleva a lado Norte de la playa Giverola, pero que no me gusta para bañarme, subo unas escaleras y llego a una verja verde que, como me había predicho el señor de antes, no me deja continuar. Hay una casa que parece una réplica, en cuanto a condiciones, de la del presidente de Kazajistán. La veré por la tarde desde el acantilado sobre cala Futadera. Regreso por el túnel y soslayando la urbanización, el hotel y las instalaciones, salgo a carretera y es cuando me encuentro con el de Valladolid, que me recomienda seguir por la carretera hasta llegar a la general. He conseguido escapar de este maremagnum y evitar tener que coger de nuevo el funicular que me iba a dejar perdido en ninguna parte.

Buscando comida en restaurante Mirador. Miguel
Será una terraza con vistas a Salionç. Pero todavía no he salido de Giverola. Desde donde estoy con el vallisoletano, veo todo el conglomerado de edificios que ha anulado lo que de bello pudiera tener aquel acantilado. Todas las laderas del monte han sido construidas y dan una imagen pésima de lo que pudo ser un entorno bonito.

Al llegar a la cima, en la curva, me encuentro dos columnas en la que se indica prohibición expresa a coches que no pertenezcan a la organización pero, al menos, no hay prohibición para los peatones. Con esta salida, recibo una mala impresión. Temo que esa carretera me va a volver a llevar de nuevo a Giverola y lo que yo quiero, es ir hacia Futadera; más, como se va acercando la hora de comer, pasa este tema a ser prioritario, así que sigo la carretera hacia el norte. Cuando estoy en esa tesitura, llegan 4 motos, saludan y se paran. Una chica me ofrece idioma: “¿inglés, francés, ruso?”, pero castellano no sabe. Me explico como puedo que la cala que ven, Futadora, es exclusiva y me despido, “spasiva”.

Cada vez que la miro, al pasar desde encima del acantilado esta playa, me parece más bonita, con arena, rocas escalonadas y me cabreo más con los que se adueñan de nuestras costas para hacer un uso privado de ella. Y me cabreo más con los que les dejan. Luego bajaré a Futadera y comprobaré que son muchas las escaleras para bajar, pero no hay exclusividad. Ahora llego a un túnel de carretera y, como el de la playa, lo paso. Estando al otro lado, pasan dos de las motos y me ven, pero cuando pasan las otras dos, ya estoy dentro del edificio del restaurante Mirador. Desde la carretera, se trata de un edificio de dos plantas, pero visto desde la cala Salionç, creo que es la novena o la décima del edificio que está más alto, de otra ladera construida en exceso. Miguel, el dueño, me dice que tiene un menú, y elijo mejillones al vapor y lubina pequeña de anzuelo (son dos), helado de limón y cortado descafeinado (14,55 €).

Anécdotas de la comida
Sólo tres o cuatro mejillones tienen filamentos de adhesión a la cuerda de la mejillonera. Miguel me dice que les dan un pequeño hervor, les quitan los hilillos o barbas y con el siguiente hervor ya se abren del todo. Cuando termino las lubinas y he almacenado un platillo lleno de espinas, le digo al camarero brasileiro que le diga al jefe que me descuente el platillo de la cuenta. Le hace gracia, se ríe y se lo dice a Miguel. Las lubinitas estaban muy ricas. Antes de traerme la cuenta, me dice Miguel: “Como dice Serrat, se hace camino al andar”. Me hace gracia que se lo aplique a su Serrat que, al decirle que catalán, él me dirá “universal”, y no aplique la frase a su verdadero autor, Antonio Machado. Miguel se sienta a hablar conmigo, le recito la poesía que voy memorizando para el día que la tenga que recitar en Collioure, me salen las lágrimas, y hablamos de cosas relacionadas que ya no recuerdo.

Me asomo a la terraza y se ve perfectamente la cala Salionç y, al fondo, el inicio de Sant Feliu de Guíxols. También me dice Miguel que la cala Futadera está considerada como una de las mejores de la zona, que es accesible por escaleras y que merece la pena que retroceda a verla, pues sólo son 15 minutos lo que se tarda en llegar. De Serrat, la canción que más le gusta, por su contenido, es Para la libertad. Me despido agradecido de Miguel, por su buena comida y por su atención y voy hacia donde me recomienda.

Retrocediendo a cala Futadera.
289 escalones. Marta y Rafa
Vuelvo a pasar el túnel de carretera. Llego hasta las columnas por las que he pasado antes y, sin darme cuenta, me paso del arranque de las escaleras. Retrocedo y las localizo. Es tan estrecho el paso, que pasan desapercibidas. En la playa hay una pareja y dos chicos y, a pesar de lo dificultoso para acceder, todos están con bañador. Me olvido de la playa y me acerco a las rocas del lado Sur por una plataforma y más escaleras. Dos jóvenes amigos (chica y chico) están jugando. Una pareja madurita toma el sol en roca. Me asomo al otro lado, sin llegar a ver la cala Giverola, y compruebo que el acceso al agua es malo, así que retrocedo a la plataforma de los jóvenes y les digo que me voy a bañar desnudo. “No nos importa”, me dicen. Bajo por roca fácil y me doy un buen baño. Me seco al sol. La pareja de amigos se tiran al agua con intención de ir nadando hasta la playa pero, tras dar unas pocas brazadas, se dan cuenta de que está demasiado lejos y retroceden. Oriento a Marta para salir del agua, por el lugar escalonado que considero está mejor. A ella le producen aversión las plantas acuáticas y lleva calzado adecuado para pisar roca y que no le perjudica para nadar. Rafa tampoco soporta el roce de las algas y sale del agua a pulso, como si lo hiciera de una piscina. Les cuento mi camino, les enseño mis dibujos y me despido de ellos. Además de los escalones que he subido y bajado en la zona de rocas, cuando inicio el ascenso, cuento 289 escalones, desde la playa hasta la carretera.

Hacia Cala Salionç
Al llegar arriba veo la moto de Rafa C7 289 BSX, con su bandera a franjas roja y gualda catalana. Lo que me sorprende es que, siendo de Tossa de Mar, en lugar de borriquito, lleve oveja latxa. Cuando estoy pasando los datos al blog, me sorprende el número 289, aplicado al de escaleras y al de matrícula. O fue un error de transcripción o una coincidencia. Voy cantando la canción que cantan Mowgli y Baloo en El libro de la selva: “Busca lo más vital no más, lo que has de precisar no más, y olvídate de la preocupación. Si buscas lo más esencial, para vivir sin trabajar, mamá naturaleza te lo da.” Salgo a carretera y llamo a Arantza. Le digo que ahora estoy disfrutando; que fue peor la tarde noche que salí de Barcelon. También hablo con Sara y Josu. Irán en agosto al camping La Laguna de Sant Pere Pescador. Yo pasé en Sant Pere unos días de camping en La Ballena alegre, en la rulote de mis amigos Teresa y Mauri. Al pasar por el Mirador, vuelvo a saludar a Miguel y le digo que me ha gustado mucho la cala Futadera. Mi preocupación ahora es cómo cojo camino para bajar a Salionç. El problema real será a la salida. Pregunto a un chico que no me entiende; me dice que es ucraniano, y le digo “capital Kiev” (suena Kif). El me responde con un nombre que no entiendo y no sé si me está diciendo su nombre o el nombre de su pueblo. Como no me voy a entender con él, le digo “spasiva”, que ya es la segunda vez en el día que lo digo.  

Dificultades para salir de Salionç
Desde la zona más baja de Salionç, sin llegar a acercarme a la playa, saco una foto de las construcciones en ladera, siendo la que está más arriba la casa en que está ubicado el restaurante Mirador, donde he comido. Visto desde la carretera era el segundo piso, pero desde aquí se aprecia la altura del edificio y explica la foto de Salionç que me ha propiciado. Más abajo, un hombre con manguera me orienta hacia unas casas pero, al llegar allí, debo escalar para poder salir a carretera. Cuando voy con esa intención, veo que en un balcón hay gente. Un hombre, desde el balcón, me insiste en que regrese por donde he venido y que coja el camino correcto y me da como referencia una barca. No cejo en mi empeño, le digo que vengo andando desde Murcia, como una fórmula para que se ablande y, finalmente, se apiada de mí y me dice que entre en la casa y suba las escaleras privadas del edificio y que saldré por el otro lado. “Yo te esperaré allí”, me dice.

Hago lo que me dice, y me encuentro con que allí mismo está la barca que él me había dicho. Agradezco su ayuda al hombre que estaba en el balcón y ahora está conmigo pero, me da a la vez rabia porque, siendo un paso tan sencillo, me quería obligar a dar una gran vuelta. A veces las personas se sienten más poderosas ejerciendo sus derechos de propietarios. En este caso, tras apiadarse, me ha hecho un gran favor.

Hacia Vallpregona, la última platja de Tossa de Mar
Tras dejar atrás Salionç por carretera, me asomo por una vaguada y veo una playa que, de lejos, me da la sensación de que sea Vallpregona (Vallpresona, aparece en mi lista). En el momento de llegar a zona más ancha de la carretera que tiene todo el aspecto de ser el aparcamiento para los que van a dicha playa, puesto que parece que no tiene acceso para llegar allí en vehículo, un chico sale de su coche con panes y más comida y le pregunto.







Me dice que es de piedras y que él va allí, precisamente porque no es de arena y que es una razón por la que va poca gente. Es lo mismo que me dijo el ciclista de Sant Pol, y es la razón que me parece suficiente para que yo no vaya. Prefiero dormir sobre arena que sobre piedras. El joven de los panes me dice que si quiero playa de arena, enseguida encontraré la de Sant Ramón, pienso que se refiere a la del Senyor Ramón; le agradezco la información y cada uno nos vamos a nuestra playa deseada.

Platja del Senyor Ramón
Tras dejar al informante y continuar unas pocas curvas más, llego al acceso anunciado, con los indicadores de espacio privado y aparcamiento de pago. Los que bajan en coche ya están avisados; yo, como no tengo ese problema, continúo descendiendo hacia la playa. Llegando al chiringuito, parece que el dueño se dedica a poner orden y hacer limpieza, planta alguna nueva y riega las plantas. Me dice que el regreso lo tengo que hacer por el mismo camino que he traído al venir. “¡Mañana veremos!”, pienso y veréis cómo no será cierto. Cuando llego a la playa, compruebo que la arena es gruesa, pero con ramalazos de arena fina por la parte de arriba. Ya queda poca gente en la playa y los que veo son textiles. Como figura en mi lista de playas nudistas, me desnudo y baño en bolas y, para secarme, recorro toda la playa hacia el Norte, con el fin de elegir el mejor lugar para dormir.

Un chico enculando a su chica
Paso unas rocas y me topo con una pareja desnuda; él la tiene enculada. No reacciono con ¡oh, que horror!, sino que hago como que no he visto nada. Hablo con la chica, quien me dice que esta es la zona menos visitada porque a la gente no le gusta la arena gruesa y bañarse entre rocas y piedras de la orilla. “Los textiles prefieren la arena fina, aunque con más suciedad”. Él no dice nada; bastante tiene con mantener su erección a buen recaudo. Tras esta conversación esotérica, continúo hasta el fondo de la playa. Por allí hay unas escaleras por las que asciendo, pero llevan a espacios privados, aunque también parece que ofrecen continuidad. Como el dueño del aparcamiento de la playa me ha dicho que es obligatorio volver por donde he llegado, al regreso de las escaleras, paso por la orilla, sin mirar a la pareja; ya les preguntaré cuando pasen por donde yo estoy. Todos se están yendo de la playa; algunos, antes de marchar, se asoman al extremo Sur, pero ya me he quedado solo en mi zona. La pareja del Norte continúa donde les he dejado. Parece que han finalizado la faena y se bañan; al menos se acercan a la orilla y vuelven a su lugar.

Un rato de charla con Jaume i Enric
Cuando ya creo que me he quedado solo, aparecen estos dos amigos de Ripoll. Enric estudia Ingeniería Técnica, con la especialidad de Electricidad y Jaume va para arquitecto. Son amigos y se han asomado a esta playa porque la han visto recomendada en Internet. Les hablo de Futadera y les explico mis razones. Hablamos de mi viaje, les digo que vivo en Irun y Jaume me saca el tema de los Sanmartziales. Una compañera de estudios es de Irun y este año ha sido cantinera. Como veréis, este dato será una clave importante para el futuro. Hablamos de la realidad política del País Vasco, de las dificultades para un acuerdo dialogado para el final de la violencia (demasiados intereses en contra de que acabe ETA), de los nacionalismos (“incluido el español”, se me adelanta Enric). Otro tema de conversación es Oteiza, que surge cuando ven mis dibujos (no trato de equipararlos con los del artista, sino que funcionan como desencadenante, porque en mi cuaderno hay un dibujo que hice en Arantzazu el 25 de agosto del pasado año, 2008. El 27 de agosto de este año, dentro de un mes y 10 días, dibujaré parte de los 14 apóstoles, con la pierna izquierda escayolada). Le cuento a Jaume mi opinión sobre Arantzazu, la maravilla del enclave, la nave central del santuario, que invita al recogimiento, el magnífico retablo, la pequeñez de la imagen de la virgen y su soledad en ausencia de más imágenes y le hablo de los apóstoles. Le cuento lo que me contaron: “Preguntado Oteiza por qué había colocado catorce apóstoles, su repuesta fue: “no me cabían más”. Jaume conocía otra versión menos entrañable. También hablamos de la rebeldía de su Piedad y sus preguntas a Dios: “¿por qué no bajaste tú?, ¿por qué mataste a mi hijo?" Jaume se ha alejado para orinar. Se va a la orilla para bañarse con bañador. Estando los tres solos, le animo a que se lo quite. Lo deja donde Enric, que no se baña, y nos bañamos a la vez. El agua está todavía apetecible, pero a la salida, el airecillo se ha levantado y Jaume se seca con la toalla y se la ata a la cintura. Seguimos charlando, me dicen que son de Ripoll y, tras alabar mis dibujos, se van a bañar los dos amigos en bolas. La salida será épica y vuelven corriendo para secarse. No pueden quedarse más tiempo, ya que les han dado un tiempo tope, tras el cual ya no les levantarán la barrera y su coche quedaría atrapado. Mientras ellos se secan, veo cómo la pareja del fondo Norte se va por las escaleras que he ascendido antes, lo que me hace pensar que por allí hay salida. Se quedan en el aire las preguntas que pensaba hacerles. A los amigos de Ripoll el margen dado era de hora y hora i mitxa (hora y media). Les doy envidia. A gusto se quedarían a dormir en la playa, pero no han traído material para dormir y, además, han quedado citados. Me animan a que escriba contando el viaje. Les acompaño hasta la salida y me despido hasta que la vida nos encuentre. Les deseo suerte y empeño en los estudios. Cuando ya se han ido, siento pena de no habernos dado ningún medio de contacto para el futuro. Pero eso se corregirá en Irun a partir de lo que hemos hablado.

Siguiendo la pista de la cantinera, llegué a Enric i Jaume
Como al día siguiente pasó lo que mañana os contaré, me surgió la necesidad de poderlo contar a Enric y Jaume. Al volver a Irun, empecé a indagar qué cantinera del último Alarde de San Martzial estudiaba Arquitectura en Girona. Por lo que pude sonsacar a Jaume, pensé que sería cantinera del Alarde Tradicional, en el que consideran a la cantinera lo más destacado de cada Compañía. Pero cayó a mis manos un periódico en el que figuraba la foto de las nueve cantineras del Alarde Mixto, con su nombre y el de la Compañía a la que representaban. En el periódico escribían: “Kantinerak. Guztira bederatzi kantinera izango dira Alarde Mixtoan aterako direnak, bat kompainia bakoitzeko.”  (Mi corrector sólo reconoce Alarde y bat y como no soy experto en euskera, os dejo con lo dicho: 9 cantineras de las 9 compañías que saldrán en el Alarde Mixto). Ahora tenía que indagar cuál de las nueve estudiaba arquitectura en Girona y, no recuerdo quién me lo dijo: Ane Movilla García de la compañía Bidasoa. Ya sólo me quedaba buscar teléfono en el listín; hablé con ella y me facilitó el teléfono de Jaume. Le llamé, me dio su e-mail, luego recibí el de Enric y, desde entonces, tenemos comunicaciones periódicas. Enric se marchó a estudiar a Alemania y, probablemente, visto desde la perspectiva de fuga de cerebros a ese país, fuera un acierto. En 2012 Jaume estaba ultimando el proyecto de fin de carrera y esperaba terminar en febrero. Los tiempos son malos para todos y, en especial para la construcción. En este momento, junio de 2013 tengo a mi yerno arquitecto también, prácticamente en paro. Se ayuda con algunas clases de profesor de Estructuras en la Universidad, pero ahora estamos en verano y sólo le queda por atender los exámenes de julio. Espero que Jaume tenga más suerte. En aquel correo me informaba también que acababa de fichar por el Noia Freixenet de hokey y que iban a jugar la Copa de Europa. Me decía de Enric que había vuelto de Berlín a Barcelona. Enric me lo confirmaba. Por lo que respecta a mi blog, me decía: “Estuve mirando tu blog ¡quedé asombrado! Muchísima información y muy interesante. Te felicito y celebro esta bonita iniciativa de compartir tus viajes y experiencias con todo el mundo.” Tras este paréntesis para contaros mi recuperación de los amigos que, si no, se me habrían perdido, continúo con la narración del día.

Solo en la playa. Mi tío Ramón
La platja del Senyor Ramón está en la costa correspondiente a Santa Cristina d’Aro, como veré mañana cuando cruce a Sant Feliu de Guíxols. Ya sólo, sin grandes cosas que observar, pienso en mi tío Ramón, que falleció pocos años antes que mi madre. Como ya os dije, los cuatro hermanos de mi madre fueron muriendo por orden de edad. Mi tío Pedro, el mayor, mi padrino, murió el primero; era el padre de mi prima Fany, que vive viuda en Vitoria-Gasteiz, de Blanca María (Sor Fátima) que se fue monja y la primera y única prima que murió, y de mi primo Santi del que ya os hablé hace unos días cuando me rescató en Vilanova i la Geltrú, me llevó a Igualada, Maribel, su mujer, restauró mi equipaje, me llevaron a conocer Montserrat y me volvieron a dejar en Vilanova; el 2º hermano, Javier, era un yuguero excelente y se ayudaba con la venta de yugos, lo que le proporcionaba la labranza y el bar familiar que compartía con mi tío Ramón y mi madre. Tenía dos hijos: José Luis que estudió viticultura y se quedó con el bar El Mareo, en Altsasu, y que hace años está cerrado y Gerardo, que fue ganador de varios campeonatos de Remonte y vive en Donostia-San Sebastián. Damián, el tercero, también se dedicaba a la labranza y a los yugos: tres hijos: Pili, Mari Cruz (también viuda desde hace años) y Jorge. Y mi tío Ramón, que trabajó en la Fundición de Alsasua, donde también trabajó mi padre hasta que fue despedido por participar en una huelga y significarse, hasta que se jubiló y ayudaba en El Mareo; las que más tiempo estaban en el bar eran su mujer, Elisa, y mi madre; el bar suponía una ayuda complementaria para las precarias economías familiares. El tío Ramón tenía también dos hijas y un hijo, aunque no en el orden de Pedro y Damián: la mayor, Ruper, religiosa (de la que os hablé a mi paso por Madrid), Felix, el mediano, bancario jubilado y viudo y, la pequeña, felizmente casada y maestra. El recuerdo de mi tío Ramón, al estar en esta playa, me sirve para dar un repaso a la familia. Todos los primos, salvo los hijos de Javier, aunque la ausencia de José Luis estaba justificada por una operación reciente, y mi hermana que vive en Londres, nos vimos recientemente, el 11 de mayo, con motivo de las bodas de oro de mis primos Santi y Maribel que celebramos en Altsasu. Al pensar en mi tío Ramón, recuerdo a mi madre cantando: “El señor Ramón, vende en El Mareo, claro superior, y un tinto muy bueno. El otro día fui, a echar un trago, tanto me gustó, que salí borracho. Ay, señor Ramón, Ay, señor Ramón, ¿qué vende usted en El Mareo? Detrás del mostrador.” Cogiendo la música de una canción que no puedo explicar a cual pertenece, la letra se la puso un primo de mi madre, José Lanz, panadero del que solíamos hablar como José de Casa Lanz, haciendo un paralelismo con San José de Calasanz, santo que nos proporcionaba un día de fiesta en la escuela. (Cierro otro paréntesis).

Nocturno en soledad
Me he quedado solo en la playa. Estreno la bolsa de pipas que compré en Lloret de Mar, pesadas sin luz. Siento buenas vibraciones (Good vibrations). Confío en que no llegue nadie más a la playa. Para las 21:30 h ya estoy dentro del saco, con la mochila como apoyo de la almohada y el cierre invertido. Espero a que den las diez de la noche para tumbarme del todo; ya, apenas se ve. Parecía que se acercaban nubes amenazantes, pero se van disipando y vienen nuevas aunque de las que no me hacen temer.

Una llamada intempestiva y noticia grata inesperada
Creo que para las 22:15 o 22:30 h ya estoy profundamente dormido, cuando recibo llamada en el móvil. Me sorprende que el móvil esté todavía vivo. Me parece que resuena por toda la playa. Y estas cosas me pasan a mí, que quiero pasar desapercibido y oculto. Es mi amigo Augusto que me llama desde Gran Canaria, la Aldea de San Nicolás de Tolentino, pues acaba de recibir carta confirmatoria de que nos ha correspondido en noviembre viaje del Imserso en Valencia, en el balneario de Verche. Esta noticia me sirve de grato colofón para terminar bien un día tan completo. ¡Estoy que me salgo! También ha recibido mi postal y me lo agradece. Mañana va a empezar a gestionar el vuelo. Conocí a Augusto el pasado año en el balneario de Fuentes del Trampal en un Cáceres que casi es Badajoz y donde nos emparejaron para compartir habitación. Para este año nos inscribimos ya como si fuéramos pareja de hecho. Compartimos y conversamos mucho por aquellas tierras extremeñas y los baños estuvieron bien, pero mejor las caminatas y la comunicación verbal; el tiempo acompañó y fue experiencia a repetir. Nos veremos en noviembre, aunque no podré caminar tanto por no llegar con mi pierna izquierda en las mejores condiciones. Serán 11 noches y llegaré a Valencia en tren. Previamente visitaré a mi amigo Arturo, que os presenté a mi paso por Castelló. También me dice Augusto que este verano estuvo con su amigo en Burgos y, en Cantabria, les hizo mal tiempo. Agradezco a Augusto su llamada y su buenas noticias y aprovecho para orinar sin salir del saco, procurando no mearlo y para darme masaje de Aloe-Vera en los pies. Ya con esta noticia, como colofón del día, duermo plácidamente, a pierna suelta. El cielo está muy estrellado, pero no puedo localizar mi Osa Mayor ¿por dónde andará escondida? Durante la noche hace un poco de frío, pero soportable. La luna está en cuarto menguante.

Reflexiones de un día muy completo
En cuanto a las playas del día, las que más me han gustado han sido Cala Bona, por lo recogida y coqueta, Cala Futadera, a la que he vuelto gracias a Miguel el que regenta el restaurante Mirador, lugar que recomiendo por la comida y por la visión de Cala Salionç que propicia; también ésta, la del Senyor Ramón, ha sido genial para finalizar el día. Precioso el camino desde la carretera hasta Cala Bona y, salvo el primer repecho, de Cala Bona a Cala Pola. Sorpresa ingrata la de Giverola que prácticamente ha quedado privatizada. Grato regalo de melocotón de María, la eslovaca, y la foto que me saca Felipe con Tossa de Mar al fondo. Buenas informaciones en el camino, bonita charla con Miguel en su Mirador y genial colofón final en Senyor Ramón, con el conocimiento de los dos amigos de Ripoll, que creo serán amigos para siempre. Comienza la noche con la buena noticia que me da Augusto. ¡Un día muy completo!

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