lunes, 3 de junio de 2013

Etapa 49 (227) Tossa de Mar-Tossa de Mar

Etapa 49 (227) 16 de julio de 2009, jueves.
Tossa de Mar-Cala Llevadó-Cala d’en Carlos-Platja de Llorell-Tossa de Mar.

Hoy no ha habido avance y sí retroceso. Llego a cala Llorell que está a kilómetro y medio de cala Morisca, donde estuve ayer. Dos noches seguidas durmiendo en el mismo sitio, pero retrocediendo sin coger vehículo alguno, todo el recorrido de las calas lo hago a pie.

Amanecer en Tossa de Mar
Meo a las 7:30 h, me afeito, cago y la cortina de la ducha se sigue cayendo; salgo a desayunar a las 8:30 h. Loncha de mortadela, huevo duro, tostada con tomate y aceite, tostada con mantequilla y mermelada, croissant y dos cafés con leche. La habitación costaba 20 € y el suplemento por el desayuno eran 2 € más. Por ese precio, el desayuno es barato. Cubro la cama con la sábana y meto toalla y pareo en la mochila y salgo hacia la oficina de Turismo.
Esperando a que abran oficina de Turismo
Un munipa me dice que está al final de la calle pero, como hay una riera seca, pregunto a criada de señores de casona enrejada, quien me remite al otro lado. Al llegar, veo que no abren hasta las 10:30 h, así que me siento en mesa de terraza de local no abierto y con sillas encadenadas para que no se las lleven, me siento en una y escribo mi diario. A las 10:30 h me echan, porque tienen que barrer. La apertura de la oficina se retrasa y estoy el primero; la segunda es una mujer extranjera que da de beber a su perro en botella de agua con dosificador, metiendo la boquilla en el ángulo que se forma entre los belfos y las mandíbulas caninas. Cuando termina el agua, hace un rebujo con la botella y produce el vacío al ponerle el tapón, para que le ocupe menos espacio en su faltriquera. Todo hace pensar que refresca a su perro con agua mineral. La chica encargada de Información, me da un plano con las playas y calas de Tossa que abarca desde Cala Morisca, que está a 5 km al Sur y la Platja de Vallpregona a 11 km al Norte. Mañana llegaré a la siguiente, platja del Senyor Ramón, que pertenece a Santa Cristina d’Aro. En el mapita se ve también d’en Carlos, Llevadó y Llorell. Es el mejor plano para lo que yo quiero: conocer y disfrutar de las calas de Tossa de Mar. Con el plano y la mochila, subo hacia la Vila Vella.

En busca de Cala d’en Carlos
Paso por el lugar donde ayer noche cené, el restaurante Can Sisó y saco foto desde fuera, sin entrar en el patio, donde se aprecia la disposición de las mesas, para recuerdo. Llego al Museu que visité ayer y me asomo a la playa de Es Codolar, ahora vacía y que veo desde arriba. Hoy no tengo que pasar por el agujero. Sigo el camino conocido, por el que ayer entré en Tossa y, en el lugar en que ayer fotografié la pita colgada en el acantilado, hoy encuentro a Javier, que tuvo que dejar de hacer nudismo, porque es muy pecoso y le tuvieron que quitar algo malo de la piel. Lleva diez años sin bajar a la playa. Si yo le contara que a mí también me extirparon un basalioma de la cara, que me prohibieron el sol o que lo tomara con protección total y que haciendo caso omiso, soy el nudista más feliz del mundo, ¿qué diría?; si un día me muero por un cáncer de piel, al menos me llevo el disfrute de estos años de mi vida. A lo mejor mi tocayo no se muere por el sol, sino porque le cae una teja en la cabeza. Hay veces en que, el exceso de prevención, mata. Me orienta para cómo llegar a d’en Carlos y me informa de la importancia que tuvo Ava Gardner para Tossa. Es muy querida porque, tras rodar aquí una película, Ariadna o el holandés errante, empezó a promocionarse Tossa como destino turístico. Tiene un monumento yendo hacia el faro, que fotografiaré al regreso. Cuando empezó a tontear (probablemente algo más) con Mario Cabré, vino a rescatarla Frank Sinatra. Sigo hacia d’en Carlos y me pierdo por vericuetos que me van llevados a acantilados en tierra de nadie.

Retrocedo a tiempo y me encuentro con una mujer francesa, cuyo marido se ha adelantado y va con dos jóvenes y dos jóvenas, a los que les va transmitiendo el viaje que les estoy contando. Alucinan. Les enseño mis dibujos, y alucinan aún más y me desean buena continuación de viaje. Dos chicos de Pamplona, salen de un camino y me recomiendan que coja el que va por abajo, pero creo que bajo demasiado pronto y luego me toca subir; menos mal que encuentro las flechitas blancas, aunque vienen en sentido inverso. Nada más oírle la voz, le digo: “tú eres de mi tierra” y me responde que no. Le digo, “soy de Altsasu” y me dice, “entonces sí”. Pasa una pareja y ella habla por el móvil. Digo al chico: “vais tres”; él responde, “no, dos” y yo continúo, “¿y el móvil?”. A mí, cuando me dicen que el móvil es un útil para la comunicación, yo siempre lo pongo en duda. En este caso concreto y en este momento, está sirviendo para incomunicar. El móvil interfiere la comunicación y, el que está ausente, se entremete en medio de la pareja. Por fin llego a la cala Llevadó y a d’en Carlos, aunque nadie se pone de acuerdo en sus nombres, ni en cual es una y cual es la otra.  

Cala d’en Carlos.
Teresa y Josep. También Ester
Ya estoy en la playa nudista, lo malo es que es de piedrecitas. Aquí están Teresa y Josep, que hablan un catalán cerrado, pero se esfuerzan para que nos entendamos. Compartimos mucho en cuanto a las ventajas que tiene mi viaje, respecto a otras formas de viajar. Él me da pautas para hacer fotos en continuo. Me cuenta cómo hizo un viaje cultural con el Imserso, inicialmente eran tres días, pero añadieron dos más y presentó a concurso un reportaje que había hecho. Ganó un premio que recogió en Benalmádena y el premio se complementaba con siete días en Tenerife. Disfrutaron mucho. Teresa se baña con bañador, que se pone por miedo a las medusas, que ya le picaron hace un mes con agua más fría. Me presentan a Ester, que hace nudismo ella sola y que también le gusta caminar. A ellos les entusiasma esta playa, pero yo les digo que a mí me gustan más las de arena. Ellos la prefieren precisamente por las piedras y que así no se llevan nada de arena a casa en los pies. El matrimonio se va y yo, tras otro baño y secarme apoyado en roca vertical, roca que tiene cara de perro, me voy enseguida. Al decir a Ester que me voy y despedirme de ella, me dice que no me quede en Llevadó y me recomienda Llorell, que tiene un restaurante con menú.

Platja de Llorell. Comida en Beach Club
Paso la pequeña playa de Llevadó y continúo hacia la de Llorell. Llego al restaurante Beach Club, donde no hay menú, pero negocio precio con el camarero, que es uruguayo. Como un rico tomate con mozzarella y merluza a la plancha, que está jugosa, con verdura frita en tempura y salsa de perejil. Cuando escribo, suena Chambao, que me emociona por la cantidad de veces que lo oí en mi viaje por Andalucía del pasado verano de 2008. “Déjate llevar… por las sensaciones…” También llega Tomás, que caminó por el Francés y la Vía de la Plata, que tiene mucho que contarme y yo a él, mucho que podemos intercambiar pero, en este momento, yo le doy prioridad al diario. He tomado una doble menta-poleo y estoy muy bien. Pago la cuenta que asciende a 18,25 €. La música empieza a subir de volumen y me incomoda, así que a las 16:50 h, ya puesto al día, recojo todo y retorno hacia d’en Carlos. Voy por paso elevado y ni piso la playa Llorell, más que lo estrictamente necesario.

Regreso a d’en Carlos,
que dudo si no es  Figuera
Cuando llego a la escalinata de descenso, veo que hay una indicación de playas con dos nombres: Figuera y d’en Carlos. Cuando llego a la que he estado antes, veo que pone Cala Figuera, así que llego a la conclusión de que, como el nombre de Figuera no figura en el mapa de playas que llevo, d’en Carlos y Figuera es lo mismo. Si estoy equivocado y alguien me lo puede aclarar, que me lo diga, para que subsane el error. Creo que Ester le ha llamado antes Figuera también. Ya no está ninguno de los de la mañana, y la playa está mucho más concurrida. En roca a la derecha, están un chico desnudo y su chica en bikini. Cuando yo me tiro al agua desde la roca, se refugian en arenita y sombra, entre rocas. Al lado contrario, al fondo, dos chicos y una chica están en bañador. El resto estamos desnudos, como es lo propio del lugar. Después, en una roca cómoda, tras mirar bien la profundidad, me zambullo sin peligro de descalabrarme y me voy secando al aire por la orilla. Me siento en mi sitio, y llega un hombre con cara de malas pulgas, y se tumba en las toallas que están delante. Sus hijas llevan ya un rato en el agua y, cuando una se acerca, cariñosa, él le rechaza con brusquedad. Todo su interés se centra en leer una revista. En otras toallas hay dos libros gordotes abiertos, ¿uno será el de la mujer? Ésta llega más tarde pero el malhumorado no cambia de cara. Cuando vuelvo otra vez del agua, una mujer ha plantado su sombrilla en su sitio, pero haciendo sombra en mi entorno. Me viene bien esa sombra para colocar ahí el agua fresquita que me ha dado una camarera del Beach Club. Sigue llegando gente y va siendo hora de marchar, así que me visto y me voy hacia la escalera.

Regresando a Tossa
La señal me va llevando a mirador, pero no veo bajada. Como no quiero volver por la agreste senda que he traído al venir, voy por carretera hacia la general, que tardará en aparecer. Salgo a ella, y enseguida llego al camino que cogí ayer. Como ya me lo conozco y controlo lo que dejo por detrás y lo que veo por delante, me quito pantalón y calzoncillo y me voy aireando lo que las buenas costumbres me obligaron siempre a ocultar. El no llevar la mochila grande me permite disfrutar de este placer adicional.  Me los pongo cuando, al cabo de un rato, veo venir de lejos a un francés que está buscando la ruta a Llorell, para hacerla mañana andando. Le explico las dificultades que he tenido, y me supongo que, por el camino inverso, la ruta será más fácil. Le recomiendo que para regresar a Tossa de Mar lo haga por donde voy yo, que la entrada a la ciudad por allí es mucho más bonita, con torres, murallas y mar al fondo, pero no me hace caso y prefiere bajar a Tossa directamente por la carretera interior.

El bueno, el mediano y el mal estudiante
¿Quién de los tres creéis que está liando un porro? Ya llegando a un mirador que está junto al borde del acantilado, encuentro a tres chicos jóvenes. Según me dicen, uno es el buen estudiante (lo veré por la noche, y me saludará en la playa), otro ni bueno ni malo y el que está liando el canuto es el mal estudiante que, prácticamente, ha perdido el curso. Los tres están en la ESO y con una edad aproximada de unos quince años. El que lo va a fumar, lo oculta cuando me ve. Me parece un gesto de inseguridad, algo que no suele ocurrir con muchos otros jóvenes que lo muestran con cierto orgullo prepotente. Está en la edad en que todavía, fumar un porro, les produce risas; esa risa floja y sin fundamento propia de la química de la desinhibición que produce. Les digo que la juventud tiene que ser rebelde, peleona con lo establecido sin argumentos incuestionables, pero que la sociedad de consumo les pone muchos cebos para que no se rebelen. Todo lo que en principio es rompedor, la sociedad lo corrompe comercializándolo. Enseñar el Calvin Klein, pudo parecer una rebeldía, pero es pura imitación de Brad Pitt o de cualquier otro héroe de la gran pantalla. Volviendo al porro le digo: “la libertad que ejerces ahora fumándote este porro, te esclavizará mañana”. Y le explico el proceso lógico de cómo se va acostumbrando el cuerpo a recibir su dosis y, cuando no le das, te lo demanda; y cuando te deje de hacer risas, irás a buscar otra droga más potente que cubra esa necesidad. Les digo que estudien para tener una profesión que les permita tener un oficio que les guste y que, por ello, además, les paguen. Si siempre estáis pendientes del dinero que os den vuestros padres, nunca os vais a independizar y ejercer vuestra libertad. El ideal es hacer un trabajo vocacional. No entra en su esquema que alguien, un adulto, pueda venir andando desde Murcia y se interese por lo que están haciendo unos chavales en Tossa de Mar. Están sorprendidos sólo por que les estoy teniendo en cuenta. Esta ventaja, me permite decirles que no es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita, siempre y cuando con lo que tiene estén cubiertas sus necesidades básicas. Normalmente los adultos pasamos de ellos, porque siempre pueden reaccionar con algo que nos salpique; más si el adulto va en plan de sermoncito. Cuando ya llevo un rato con ellos y voy a continuar hacia la ciudadela, el chaval que estaba liando el porro me dice: “nunca olvidaré esta conversación”. Bueno, no soy tan optimista como para creer que mañana mismo se ponga a estudiar para aprobar todo en setiembre, pero me da la sensación de que algo ha calado en él, que mi conversación no ha caído en saco roto y eso me estimula y me completa el día. 

De nuevo en Tossa entrando por donde entré ayer
Me despido de los tres jóvenes y vuelvo a Tossa por el lado más bello. Hoy el mar está más calmo, y el acantilado de la pita ya no ofrece la ruptura de ola potente de ayer. Dudo si bajar directo a la pensión, pero me animo a hacer un recorrido; primero hacia el faro. La encargada del centro de interpretación de faros, donde no me apetece nada entrar, me dice que la estatua de Ava Gardner está en la bajada, a mitad de camino. Paso por una ermita de la que queda el ábside y una pared, el resto está derruido y veo la escultura de la diva, en plan Condesa descalza, que está muy cerca del bar Vila Vella, donde pasé un rato de la tarde de ayer. Vila Vella no significa otra cosa que Ciudad Vieja, es la zona vieja que está dentro del recinto amurallado, la ciudadela; también dentro de este recinto está mi hostal Lluna.

Ayer pasé varias veces por la estatua y, o no la vi, o no le di ninguna importancia. Siendo un tipo de escultura que no me gusta, si el personaje tiene algún interés para mí, como es el caso de Ava, o como ocurrió en Conil de la Frontera con la de Saramago, el asunto adquiere otra dimensión. Si Javier no me lo dice esta mañana, no habría preguntado por ella, y me habría ido de Tossa de Mar sin verla. Volveré mañana a ver el amanecer con Ava; se la veía encantada de estar conmigo y que el sol nos iluminara al unísono. Es verídico, sentí cómo me lo decía, con su especial sonrisa. Ahora, al atardecer, le saco una foto lateral con la playa al fondo y el reflejo de los rayos del último sol del día, en sus hombros y espalda desnudos. La estatua es metálica, yo diría que de bronce negruzco (aunque no lo puedo asegurar), realista y de tamaño natural. Descalza como está es algo más baja que yo.

Segundo paseo por la ciudad
Titubeo y decido visitar a la encargada del Museo Municipal y charlar un poco con ella. He comprobado al pasar que la torre del homenaje no comunica con las almenas. Es algo de lo que me vuelvo a cerciorar mirando desde el interior. Le pido permiso para ver el mosaico que no vi ayer. Me deja y es magnífico. Estaba muy completo o está demasiado bien restaurado. Allí aparece el nombre de Turissa y le pregunto si no ha habido algún grupo de presión que haya tratado de recuperar para la ciudad su nombre romano.


Me dice que no, que allí los del pueblo están encantados con el nombre que tiene la ciudad y por el atractivo que tiene para el turismo a raíz de la película de Ava Gardner. Al despedirme me anima a que vaya a ver la Vila Romana y me dibuja un itinerario en un mapa. Salgo de la ciudadela y me alejo demasiado por paseo marítimo.






Una chica que está en la puerta de su tienda, me reconduce hacia el final de la calle y llego todo recto hasta las ruinas romanas.

La Vila Romana
Está poco reconstruida y lo que hay lo enseñan bastante bien por artilugios de escaleras metálicas y plataformas de rejilla. No soy un experto y no me causan gran impacto, pero los mosaicos son hermosos y los han restaurado sin reconstruir ni reinventar.

Lo que se encontró, aquí está. Veo con gusto el solar. Cuando me estoy marchando, llega una pareja de jóvenes (chica y chico).

Ayer mariscada, hoy cena frugal, pero…
Sobre las 20:30 h me voy a comer algo y en el paseo pido un bocata de jamón, untado con tomate y una caña, por 8,10 €.

Con luz de atardecer, saco foto de las torres y el recinto amurallado de la ciudadela, que da la sensación de calidez a la ciudad. Una vez comido, subo a pensión para aligerar mi mochila de las cosas de la playa y me dirijo al Vila Vella. Empiezo la tarta de manzana que, por desgracia es de Golden cuando, siendo de Reineta, habría sido  una tarta mucho más rica, y pido una jarra pequeña de sangría de cava. La sangría tiene trozos de distintas frutas: piña, naranja, guindas, fresas y alguna otra más.

Está rica, fresquita y entra muy bien. Aunque mañana haga una deposición ligera no lo achacaré a la sangría de cava. A Julio Iglesias ni le oigo, sé que suena, pero no le presto atención; sí, en cambio, al camarero sudamericano; cómo habla con los ingleses sin saber ni papa de su idioma y él les cuenta cosas en castellano que ellos dan muestras de entender pero que, a mí me parece, no entienden nada. Se lo pasan bien los ingleses con él. Mi pareja vecina parece que no tiene niñas; están enfrascadas en los juegos que tienen instalados en sus móviles. La de rojo gesticula mucho y parece el alevín de un futuro clown. Hay mucho movimiento en la terraza, las mesas se desocupan y vuelven a ocupar. Unos comen pizzas, otros postre, otros sólo bebidas. Yo postre y bebida. La jarrita de cava se oferta para dos y los hombres sirven con mimo la bebida y la fruta a sus mujeres. Escribo postal a mi amigo Guillermo y me emociono. Luego la depositaré en un buzón. Cuando termino, pago con tarjeta 11,50 € y me voy a echar la postal.

Últimas horas nocturnas en Tossa
Me voy al paseo marítimo y me doy una vuelta por donde ayer vi a los tres chicos que acabaron siendo cinco y me asomo al mar hasta el fin de la pasarela de madera. Al regresar, me encuentro con uno de los tres estudiantes de ESO de esta tarde, no sé seguro si el buen estudiante o el mediano. Le digo que trasmita a sus dos amigos la idea de poner interés en los estudios, que es fundamental para su futuro. Ahora está con mucha cuadrilla y, por lo que observo, ya les ha contado quien soy, de qué puede ir nuestra conversación y de quienes estamos hablando. Inglesas e ingleses terminan su partido de voleibol. Algunas se estaban bañando vestidas. Una monitora dominante llama insistentemente a un joven que se ha pasado a la otra acera: “¡Lui, Lui, Lui!”.  Me parece una horrenda señorita Rotenmeyer. Ellos parece que pasan, pero se muestran sumisos. Un poco más adelante, donde finaliza la primera playa,  me pongo a hablar con Chema, Luisa y su hija Alba, que son de León. Me preguntan si no tengo miedo cuando duermo en la playa. Les cuento el hurto del monedero, un robo bonito, les digo, y me recomiendan prudencia. Les explico las razones por las que me pareció bonito, relacionando el poco daño causado con el que pudo haber sido. Como ellos están cerca de su hotel, me despido y me voy para mi fonda. Al regresar por paseo, vuelvo a asomarme por la pasarela, en el momento en que llega un grupo de negras y blancas de habla inglesa, con una cuadrilla de negros; uno se baja el pantalón y muestra su calzoncillo, pero ellas, todas, se han ido a la orilla descalzas, aunque no sé si animadas al baño o no. Ellos se van por arena seca hacia otro grupo de conocidos que platican en la arena. Olvido a negros y blancas y me voy hacia mi Lluna, a dormir en la Luna. De noche, al igual que ayer, me despertaré con mi propio ronquido. La cortina que había dejado aparentemente bien sujeta a la pared, se ha vuelto a caer. A pesar de la sangría, no me he levantado a orinar en toda la noche. ¡Milagro! ¡Qué bien que, por fin, he conseguido hablar con Lilí, Teresa y Mauri! (1,65 €). Quedo con ellos para tratar de vernos al regreso.

Balance de un día de no mucho caminar
Al retroceder hoy hacia las calas Llevadó, d’en Carlos y platja Llorell, me ha permitido llegar casi a donde abandoné la costa ayer, la cala Morisca; así que mirando todas las del Sur, puedo comprobar que he estado en todas las calas y playas de la costa a excepción de la Platja de Porto Pi. Al leer este nombre me viene a la memoria La dama de Porto Pim, de Antonio Tabucchi, un estudioso de Pessoa y del que leí la mayoría de lo publicado en Anagrama. Recuerdo que en El juego del revés, en su “Carta desde Casablanca”, me emocionó y me hizo  llorar. La obra de él que se hizo más famosa fue Sostiene Pereira. Cuando escribo este blog, tanto él como Saramago, también otro enamorado de Pessoa, y que escribió El año de la muerte de Ricardo Reis, entre otras, ambos ya dejaron de existir. Desde aquí mi pequeño homenaje a Saramago y a Tabucchi. Nuevo día para recordar a mi amigo Guillermo saboreando una sangría de cava en el lugar en que nos bebimos en grata cháchara de tema teatral una botella del líquido catalán por excelencia. Pero quizás, lo más bonito del día de hoy, haya sido el encuentro con los tres estudiantes de la Eso y la respuesta que me ha dado el que hacía su porrito.

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