viernes, 31 de mayo de 2013

Etapa 48 (226) Cala Boadella-Tossa de Mar

Etapa 48 (226) 15 de julio de 2009, miércoles. Cumpleaños de mi madre.
Cala Boadella-Lloret de Mar-Tossa de Mar.

Amanecer en cala Boadella
Hoy comienzo la cuarta libreta-diario. No veo salir al sol del mar pues, la montañita que dibujé ayer, no me lo permite. El lado Sur se empieza a iluminar hacia las siete. Hoy mi madre habría cumplido 93 años, si no se nos hubiera ido con 89.

Llega un chico de mediana edad que suele bañarse todos los días y acostumbra a ir nadando de boya a boya… y me sorprende que hoy no se anime, ¡un hombre tan avezado!, pues le asusta la fuerza del golpe de la ola al romper contra la arena. Supongo que aquí, esto debe ocurrir a menudo. Entra a trabajar para las ocho y se va. Llega otro con bañador y se baña en zona textil. También me sorprende el bañador, en esta hora en que no hay nadie en la playa. Por el golpe de la ola, se le llena el bañador de piedrecillas y se las irá quitando pudorosamente en la ducha. Me resulta hasta divertido.

Ha venido un hombre para hacer tareas de limpieza y quita los restos más llamativos de la playa y después la furgonetita de ayer, para limpiar la zona de rampa y escalera. No podré quejarme de falta de limpieza. A pesar de todo, se deja ver un exceso de colillas y, en la segunda foto que he sacado subido en la roca, se puede ver que la marea alta nocturna ha subido más que lo que había pensado. Una de las olas, al menos, ha superado la cresta y enfilado hacia mi posición, donde dormía. Sin embargo, todavía tenía distancia de seguridad, aunque en llano. Mi margen era alto. Ya ha quedado mi equipaje todo recogido. Me baño en bolas con el textil y, dentro del mar, fuera de la zona en que rompe la ola, el vaivén es grande y procuro que no me arrime a las rocas. Cojo bien la ola para salir y me seco paseando por la orilla. Subo a la roca para sacar foto del paisaje que ayer, al atardecer, no tenía garantías de que saliera bien. Me visto y me voy. Ya no queda más que cumplir la sugerencia de Fernando; visitar el Jardín Botánico de Santa Clotilde.

Dirección Lloret de Mar
Salgo de la cala de Boadella, con la sensación de haber elegido bien esta bonita playa. Me ha gustado por la buena relación entre textiles y nudistas, porque es bonita y porque me ha permitido dormir en lugar aislado. Quizás contribuyó a ello el amago de lluvia, que a mí no me asustó, ni perjudicó.

Habría preferido un día con oleaje menos potente. Enfilo por carretera y, cuando llego al Jardín Botánico de Santa Clotilde, me doy cuenta de que está cerrado por verja y que no abren hasta las diez de la mañana. Me olvido de él. Saco foto de la verja de entrada con un largo pasillo y me sirve para saber que, quien ideó estos jardines tenía gusto por lo clásico, siguiendo pautas del renacimiento italiano. Supongo en el diseñador a alguien caprichoso. De la botánica no puedo hablar, pero el lugar en que está enclavado y que luego veré de abajo, también es un capricho. Sigo el GR-92 y el camino entre pinos es precioso. Me asomo a los acantilados. Un oriental joven hace sus ejercicios gimnásticos en lugar estratégico. Me dice que aprovecha las mañanas tranquilas para hacerlo. Cuando vuelvo de dar un vistazo por la zona, él ya se ha ido y le veo por dónde baja. Sigo su camino hasta llegar al paseo marítimo.

Tres mujeres llegan al tope del paseo; hablan con un hombre y les acompaño, me acompañan, nos acompañamos, y de boquilla, me dicen que les gustaría hacer algo similar a lo que estoy haciendo. Me voy con casi la certeza de que nunca lo harán. Nos despedimos y me desean buen viaje. Sigo por una ruta que no es la que una de ellas me decía, ya que el camino finaliza allí.

Como el paseo que retrocede al Sur tiene un aspecto magnífico, ya que estoy aquí, decido ir por él y ya deayunaré más tarde. Paso por debajo de pasos elevados y túneles que me van bajando del acantilado hacia la proximidad del agua. Llego a un lugar en que la ola rompe en pequeños arrecifes, el paisaje es precioso y, por fin, llego a una playita en la que, como estoy solo, me desnudo y me doy un baño.

Cuando me estoy secando, llega una mujer y hablo con ella. Ya no recuerdo el tema de conversación, pero a ella no le preocupa mi desnudez y yo me encuentro cómodo hablando con ella. Es un paseo que ella suele hacer casi todas las mañanas y, cuando me voy, ella se queda allí. Retrocedo el camino hasta el lugar en que me he encontrado con las tres mujeres y continúo por el magnífico paseo. Me meto por urbanización, pero enseguida encuentro la señal roja y blanca y llego a un pinar. Allí duermen dos y bajo a una zona que me lleva a estatua de mujer de bronce. No me gusta y ni siquiera la fotografío. Ya hay extranjeros que pasean por allí.

Desayuno en Bella Dolores II
Salgo a otro paseo marítimo y pregunto por pastelería y me remiten a zona de interior. Las casas que dan al paseo marítimo tienen sello de impersonalidad; no las observo con interés y quizás alguna se salve. Empieza a hacer calor, y busco algo menos soleado, algo hacia el interior que esté en sombra, y encuentro la terraza del hotel Bella Dolores donde me sirven un bocadillo de jamón serrano, untado en tomate, que me sabe riquísimo; hay que tener en cuenta que ayer fue un día sin cena. Pido también un gran vaso de leche caliente con sobre de descafeinado y un croissant. El bocata me lo he comido con un vaso de zumo de naranja natural. Todo buenísimo (7,50 €). Parece un desayuno especial para un día que parece va a ser también especial, pero habrá problema kazajo. Tras poner al día el diario, con lo acontecido ayer, intento afeitarme, pero no hay enchufe en los lavabos. Cago, me despido y me voy.  

Paseando por Lloret de Mar
Me orientan hacia librería, ya que quiero comprar la cuarta libreta. La compro y me la dejo allí, 2 € tirados, pero algún significado tendrá. Probablemente que no me gustaba mucho. Veo un curioso edificio que me recuerda algo al azulejado del parque Güell y que aquí, sin desbaratar mi opinión, llaman modernismo catalán. Compro pipas de calabaza al peso, en el momento en que se va la luz y no me las pueden pesar en la balanza eléctrica. El encargado baja una balanza, ¿a pilas?, y me pesa 200 gramos y pago (1,50 €). Me meto entre calles y veo al fondo de una un hotel con escaleras ascendentes, hall y nuevas escaleras, que me hace recordar a uno en que disfrutamos dos semanas de vacaciones con Ovac. El encargado me asegura que nunca perteneció el hotel a dicha organización pero, perteneciera o no, mi sensación es que allí pasamos nuestras vacaciones. Cuanto más adelante sigo, más me estoy alejando de la costa. Un hombre de Jaén, que vino a trabajar a Cataluña, pero le fue mal para su salud, por la artrosis, está de nuevo viviendo aquí, en casa de su hijo, aunque reconoce que el clima que mejor le va es el de su tierra.

Saliendo de Lloret hacia Canyelles
Bajo charlando con el de Jaén hacia el paseo marítimo. Como él se queda allí, pues se encuentra fatigado,  cambio al jienense  por una rusa que es de un pueblo intermedio entre Moscú y San Petersburgo. Me da la sensación que me quiere dejar por una razón que no alcanzo a comprender y la ocasión para abandonarme se le presenta enseguida. Me paro a preguntar, a un miembro que no sé si es de la policía local o de protección civil, por el GR-92, quien me dice que, como mucho, podré llegar hasta platja Canyelles.

Nada más dejarle, veo un indicador de GR-92 a Tossa de Mar, con distancia, no en kilómetros, sino en tiempo. Pone 2 h 30’. Es algo que me cabrea. ¿Qué sabe el que ha puesto la señal, los kilómetros que yo hago a la hora? Si estuviera ajustado a mi paso, habría unos 14 kilómetros ¿será eso cierto? Enseguida comprobaré que no es verdad. Consigo alcanzar a la rusa y vamos por el camino que le lleva a su lugar preferido y pronto levanta el brazo en señal de saludo y le responde una chica que está en las rocas. Pienso que el malestar de la rusa podía venir de la posibilidad de que me quisiera quedar allí con ella y con su amiga. Pero son conjeturas infundadas que no podré dirimir ni aclarar.

También aquí, al GR-92 le llaman Camí de Ronda y sigue siendo fantástico; en esta zona además, muy recio. La visión que ofrece del acantilado es sobrecogedora. Veo que viene corriendo otro oriental, distinto del de la mañana, y hago hueco y mi cuerpo muestra ostensiblemente el espacio que le dejo y, al pasar, dice: “muchas glacias”. Más adelante me encuentro con un joven que tiene roto un dedo y lleva la mano vendada. Le digo: “se te ha jodido el verano”, me responde, “lo que se me ha jodido es el dedo pero, pronto, me lo quitan”. “¿El dedo?” y nos reímos. Cree que tardaré unas cuatro horas en llegar a Tossa de Mar. Y me desea suerte. Él, en su cálculo, tampoco sabe que hago casi 6 k/h. La primera parte del camino que he venido con la rusa y esta segunda parte en que me encuentro con el oriental y con el del dedo roto, es un camino magnífico y de construcción muy recia pero, por las características del acantilado, a continuación no queda más remedio que ascender y ascender escaleras. Una vez arriba, enseguida llego a una urbanización y las señales continúan, por lo que no será complicado llegar a la cima sobre la cala Canyelles.

Cala Canyelles
Ya, desde arriba, veo que es una playa muy familiar, con pocas posibilidades de hacer nudismo. El inicio, que no veo desde donde estoy, parece que es de puerto y, al fondo, veo zona de rocas con más posibilidades para mi baño. Pregunto a un socorrista por el inicio del camino hacia Tossa de Mar; “no tengo ni idea”, me responde. Es normal que no lo sepa; es argentino. Lo mismo pasaría con uno de Lloret si le preguntara en la pampa: “¿por dónde se va al cabo de Hornos?”. Ya se que los socorristas están para salvar vidas humanas y resolver algunos problemas sencillos de salud y primeros auxilios, no para cubrir tareas de la oficina de información pero, para preguntas puntuales, tampoco estaría mal que fueran autóctonos o supieran algo más de la zona en que prestan servicio. A lo largo de la geografía costera de la península, he constatado cantidad de casos como éste. No saben ni siquiera cómo debe ser su actuación más correcta en el caso de que alguien haga nudismo en una playa no declarada nudista oficialmente. El socorrista argentino me manda donde la chica del chiringuito; pero ésta tiene tanta idea como él. “Aunque soy de aquí, jamás fui”, me dice. El de protección civil, ya me da mejor información, aunque, de primeras, me dice que no me puedo bañar desnudo allí. En cuanto al camino a Tossa, me informa que el presidente de Kazajistán se compró una casa, y el terreno colindante, en la montañita que viene a continuación, y se apropió del camino que tenía servidumbre de paso. Ahora no se puede pasar y hay que rodearlo.

Bañito en las piedras de Canyelles
Dicen que es la mejor playa de la zona, pero será para los textiles. Los que nos queremos bañar desnudos sufrimos las consecuencias. Voy hacia la zona de piedras y paso unas rocas; al otro lado pesca un hombre que está con dos jóvenes. Me desnudo y me doy un baño en bolas. El acceso al agua no es bueno pero, una vez dentro del agua, se puede nadar y hacer la plancha. Salgo de nuevo mal por entre las piedras y me seco al aire. Cuando me visto y paso por donde el pescador aprovecho para preguntarles sobre el GR; no tienen ni idea de qué es semejante cosa; ni saben que por el monte se pueda ir a Tossa de Mar. Vuelvo a cruzarme con el de protección civil y le digo que me he bañado en bolas. Me enerva cuando pone como escusa los niños, cuando en realidad es intransigencia de los padres y mala educación en valores a los hijos. A los niños les parecerá mal el nudismo, cuando se lo inculcan como malo desde casa. Y cuando tengan oportunidad de decidir libremente, llevan demasiada mentira y miedos a sus espaldas. Me enfado. “No te enfades; yo también hago nudismo”, me dice; pero me enfado. “Suerte con el Kazajo”, se despide.

La casa del presidente de Kazajistán
Salgo de la playa, voy por camino y salgo a carretera. Veo la señal que suele acompañar a la flechita blanca. En un momento dado de la cuesta arriba, que va hacia la urbanización Urcasa, la flechita me orienta hacia el camino ancho de la derecha y, pronto, a senda entre pinos. Y me encuentro con una verja verde, tras de la cual, continúa el sendero. Un cartel dice: “camí tancat temporalment por obres” (tancat = cerrado) y que se vaya por la urbanización que acabo de abandonar. No tengo oportunidad de preguntar a nadie de dentro del entorno acotado, ya que ningún policía kazajo anda por allí. Tampoco sé en qué idioma nos habríamos podido entender. El único merodeante furioso y peligroso del que se protege el presidente, soy yo. Tampoco hay que exagerar, porque alguien, aunque sea extranjero, me quite parte de mi libertad, por no dejarme pasar por un camino que desde tiempo inmemorial ha sido de uso público, no voy a hacer un drama; pero es bien cierto que me cabrea. También me hace pensar mal de las autoridades locales que han permitido que se apropiara de una servidumbre de paso y no persigan la apropiación de un bien público. Me confirman que este terreno pertenece al municipio de Lloret de Mar. No me queda más remedio que retroceder. Veo a un repartidor de Correos y acelero para pillarle antes de que arranque. Éste, que por su profesión, es más urbanita que yo, me asegura que el único acceso a Tossa de Mar es por la carretera. Seguro que no se ha informado ni que existe el GR-92; total, para qué, si no se puede ir en coche. Yo le quito su razón y le digo lo que pone en el cartél, pero él insiste, ¡es tozudo! Pues si él es tozudo, yo soy más. Incluso cuando José, que está encima de una terraza, me dice que él sabe por donde debo coger el camino, el de Correos sigue insistiendo en que no hay camino.

Otra cala Morisca. José arriba, Víctor abajo
El hombre de la terraza me dice que siga la calle de la urbanización hacia arriba y que luego, haga derecha, derecha, y que allí él me espera. A José le cuesta menos hacer el camino, pues está en el terreno ajardinado que rodea su casa y yo me tengo que dar toda la vuelta. Hago lo que me ha dicho y encuentro a José esperándome. Es José quien me dice que el kazajo que no me deja pasar por el GR-92 es nada más y nada menos que el presidente de Kazajistán, que es su vecino, aunque nunca le ha visto; a los únicos que ve es a sus guardaespaldas. Me acompaña hasta el camino que me vuelve a llevar a la valla verde, por donde vuelve a aparecer el camino interceptado, pero por el otro lado. Así que he llegado antes al camino de entrada del GR a la finca y ahora estoy en el de salida. Sin pasar por la finca he hecho este tramo del GR-92 de manera virtual. Vamos, echándole imaginación, como si ya hubiera pasado por Kazajistán. Veo cartel señalizador de Cala Morisca y mi duda es si el camino que baja a cala Morisca, continuará luego hacia Tossa o tendré que volver a subir hasta allí de nuevo. Cala Morisca, no me atrae especialmente, ya que no figura entre las playas nudistas, pero por el lugar en que está, parece que tiene que ser un lugar bastante salvaje, poco concurrido, y no me resisto a indagar. José no sabe responder a mis dudas. A pesar de tenerla allí cerca de su casa, no baja a ella, puesto que era una cala preciosa, hasta que los temporales de enero se llevaron toda la arena. Sólo han quedado rocas que hacen difícil y peligrosa la entrada al agua. Como no veo mejores alternativas, me despido de José, le agradezco su información y su compañía y me despido. Me ha dicho: “coge el primer camino a la izquierda, que es el que te lleva hacia abajo”. No tiene pérdida, es imposible equivocarse con el otro que parece va rodeando la finca del kazajo. Nada más despedirme de José, veo señales contradictorias. Un poste me dice que puedo seguir y que no siga y es como si me hicieran un nudo en el cerebro por un enigma que no puedo descifrar. Como ya estoy informado, a pesar de la señal contradictoria, bajo hacia la cala por un camino que, a veces, se vuelve complejo. Llego a la cala Morisca que está como José me la ha descrito, sin arena y sin visos de que parta de allí algún camino que me lleve hacia Tossa de Mar. Así que no me va a quedar otro remedio que volver a subir cuando descanse. Lo primero que veo al llegar es una sombrilla que protege a matrimonio alemán que juega una partida con cartas de póker. Saludo. Están desnudos. El ver a los alemanes desnudos, me ha confirmado en mi intuición de posible nudismo. Dos mujeres y dos hombres están en la orilla, uno de ellos, con quien no hablaré, está entre las rocas dentro del agua; también muy poco con las dos mujeres. Es normal, son de la República Checa, aunque la que está sentada al lado de Víctor, es su mujer. Es con Víctor con quien hablo, aunque me refresco en el agua, bien aferrado a la roca, para que el mar no me arrebate del continente y mientras me seco desnudo. Le interesa, le gusta mi viaje y me hace muchas preguntas. Me dice que se ha llevado una gran decepción al bajar a su cala favorita y encontrársela como la ha encontrado. Me explica todos los espacios en que había arena y ahora no ha quedado ni muestra. Víctor, que conoce bien la cala, me dice que no tengo más posibilidades para continuar que seguir por arriba y retroceder todo el camino ascendente y las escaleras hacia allí. Me despido del grupo y Víctor se acerca a estrecharme la mano y desearme buena continuación de viaje. ¿Habrá intuido que me queda poco? 

Buscando lugar para comer
Cuando llego a la cima, respirando aceleradamente, encuentro al otro lado a un policía kazajo, que hace funciones de vigía, para que nadie entre a la mansión de su presidente. Pareciera que tiene algo en brazos. Sentado fuera de su garita, pareciera que mece a un niño entre sus brazos; pero no lo puedo asegurar ¿Estará aquí de guardés con su familia? Sigo hasta la señal de Cala Morisca y, más adelante, veo otra señal que indica bien la verdadera dirección del camino. Y me pregunto ¿si no me hubiera dirigido José, la habría visto? Ahora resulta evidente que la otra señal con la que he dudado, me disuadía claramente de continuar hacia la playa. La nueva señal me lleva hacia Llorel. Si la información de José me ha perjudicado o no, es algo que no me planteo, ya que en el caso peor él lo ha hecho con toda su buena voluntad. Víctor me ha dicho que cogiera la carretera, con cuidado y con arcén a la izquierda, pero este camino me gusta y a él me aferro. Mientras voy por este camino, que va próximo a la carretera, por él continúo pero, pasada otra urbanización, el camino se va por interior escorándose a la derecha y probablemente hacia el mar y la carretera hacia la izquierda. Dudo, pero sigo por el GR-92. De nuevo oigo la carretera bastante cercana, pero, el propio camino, me acaba metiendo en la carretera. 13:30 h, se está acercando la hora de comer y pienso que por el monte no voy a encontrar nada, así que ahora sigo por la ruta con la esperanza de encontrar algún restaurante de ruta. ¿Debiera haber seguido el camino, que indicaba playa de Santa María del Llorell? Pronto veo señal de camping y otra entrada a urbanización. Pregunto al controlador de la barrera de entrada y me dice que, si busco un sitio para comer, antes del camping, encontraré supermercado y restaurante.

Santa María del Llorell
En la puerta ofrecen menú por 10 €, todo incluido, y como gazpacho, revuelto de ensaladillas (que me costará terminar) y jamón cocido o asado en lonchas finas, con salsa de Oporto, (que me será imposible terminar), melón y café, todo incluido en el precio. Pago 10 €. El encargado, o dueño, habla con su mujer y una de sus hijas de cómo organizar el servicio y los turnos de sus empleados extranjeros. Se ve que tiene quejas de alguno, y que no va bien el negocio, ¡en fin!, que no se les ve muy contentos. Un camarero muestra interés por mi viaje, pero tiene que trabajar. Llega el hijo menor con un amigo y dice que van a bajar a la playa. “¿Andando?”, pregunto. “No, en coche”, será la respuesta, como diciendo, “¿cómo vamos a ir andando hasta allí, tan lejos, teniendo el coche?”. Les parece demasiado esfuerzo y, ¡claro!, alucinan con mi viaje. Yo lo había preguntado para, si iban a pie, ir con ellos. No ha lugar. Quien les llevará a la playa será el padre de las criaturas, dos chicas y dos chicos, que luego regresará a comer al restaurante. Me despido también de él y al saber que voy hacia Tossa de Mar, me da la clave para hacer el mejor camino. Me dice: “sales ahora por carretera, anda un rato y cuando tras una recta llegues a una curva, coge el camino que sale a la derecha”. Esta información será clave para entrar a Tossa de Mar de la forma más emotiva y bonita  posible y que me sirve para rememorar mi primera borrachera y a mis amigos Guillermo y Josean, el que luego sería mi cuñado y que falleció el año anterior a mi separación matrimonial. Este tramo del camino lo haré entre congojo y llanto sonoro; como estoy solo, es un sentimiento que me puedo permitir exteriorizar. Nuestra Señora del Llorell ha hecho el milagro.

Entrando a Tossa de Mar
¿Por dónde hay que entrar a Tossa del Mar? pues, por el mar y, ¿si se llega andando?, por el borde del mar, por los acantilados. El camino me lleva hacia el mar, y llego a un acantilado increíble, con fuerte rotura de la ola del mar y pitas colgadas en lugares inverosímiles. Me encuentro con una chica que también admira el espectáculo gratuito. Llego a una red metálica, donde no veo la dirección en que tengo que seguir para continuar el GR-92. Tengo la intuición, y elijo el correcto. (Ahora que lo escribo, después de comer al día siguiente en la playa del Llorell, me vuelve a entrar la llorera).

Me alegro de haber entrado a Tossa por aquí; es la forma idónea de recibirme, por el castillo, y la mejor para recibirla yo a ella. Hasta ahora, siempre había llegado a Tossa de Mar por carretera; hacerlo a pie la hace más significativa. Incrementa los buenos recuerdos. Luego vislumbro la ciudad interior y la zona de la playa, entre los pinos.

Entrando de aquí, es grato recibir de repente: las torres, la del homenaje, las murallas y todo el conjunto monumental de defensa y con el mar y la playa como fondo del paisaje. Aquella playa que, después de la borrachera que me duró tres días, me ofrecía un agua cálida que no me refrescaba, ni me calmaba.

Si hubiera vomitado me habría quedado como nuevo, pero no fue así, y me pasé tres días pésimos de mis vacaciones.  Ahora, con la distancia, me digo: “¡Bendita borrachera!”. Fue una magnífica lección. No comprendo cuando algún joven dice que está deseando que llegue el fin de semana para emborracharse.

Entonces no teníamos ese deseo, esa necesidad; acaso bebíamos lo suficiente para alegrarnos un poco y lo hacíamos con medida. Teníamos Guillermo y yo tanto que compartir, nos gustaba el teatro y esa afición nos llevaba a comentarios sin descanso. Estábamos de camping en Tossa de Mar; mi cuñado había ligado con una alemana y se había quedado bailando con ella.

Subimos al castillo de Tossa Guillermo y yo y nos tomamos en una terraza una botella de cava. Pasábamos de Ibsen a Priestley, con gran facilidad, de lo que conocíamos, lo que habíamos representado y hasta de lo desconocido que ansiábamos  por conocer. Este era nuestro segundo viaje juntos; habíamos hecho otro por Asturias y Galicia con Ignacio Latierro (Látimer, como decíamos) quien, con más compromiso político y otro nivel cultural, había veces que me exasperaba. El contraste era enorme; yo todavía sin definir, viviendo en una familia franquista y falangista y educados por los claretianos y Latierro, con su ideología comunista. Pero fue una bonita experiencia. En Cee vimos una obra de teatro, El médico a palos, de Moliére; más tarde colaboraría con mi amigo Juan Luis Aguirre en un cuadro plástico con que arrancaba en el Teatro Principal de Donostia-San Sebastián, una versión de su Tartufo. Pero volvamos a Tossa, bebiendo nuestra botella de cava. Allí estuvimos de cháchara hasta que cerraron el bar y nos echaron de aquella terraza con vistas magníficas. Volviendo al campamento, se nos ocurrió tomar otra copa de despedida de la jornada pero, en vez de cava, no se nos ocurrió mejor cosa que pedir un coctel y no sé qué le echaron, algo rosáceo, que aquello parecía trilita. Llegamos bien al bar y salimos borrachos. Fue una borrachera instantánea, duró lo que me duró, y no me voy a repetir. Como veis esta entrada a Tossa de Mar tiene mucho significado para mí.

Dormiré en cama. Pensió Lluna
Tras las dos camas amigas en Barcelona, ya llevo cuatro noches durmiendo en la playa. Hoy en la ciudad y con playas muy urbanas, prefiero buscar cama para dormir. Con qué placer la voy a coger. Tras esta remembranza de Tossa que me hace llorar porque pude superar aquella zozobra de juventud, con humor, con todo el humor que supe y pude echar a la vida y que hoy, en este mi viaje iniciático, me siento feliz. He aprendido de la experiencia y, aunque me quejo de lo malo, todo ha servido para configurar mi personalidad, lo bueno y lo malo. Lo recuerdo, me lo apropio y lo acepto. ¡Qué felicidad!

Continúo mi viaje. Sigo por arriba, por la muralla, veo abajo Es Codolar, la pequeña playa del lado Sur. Atravieso el agujero y me meto en el Museo Municipal. Digo a la recepcionista que en lugar de pagar 3, pago 2 €. Me dice que pagan igual jubilados que pensionistas (soy pensionista, pero aún no he cumplido los 65 años).

Veo los cuadros de personas de Tossa que fueron significativas y de otros foráneos que amaron Tossa. Me encanta ver la evolución de un retratista, pero no recuerdo su nombre. Hay un cuadrito de Chagall que me gusta mucho y, sobre todo, el contenido de un escrito al alcalde de Tossa de Mar en carta en que relaciona a Cervantes con  Goya.

En mi regreso a la torre del homenaje, veo un abrazo, pero me gusta más la besarkada de Chillida en su Homenaje a Ruiz Balerdi, al que me abracé y presenté en la 5ª etapa, Irun-Orio, a mi paso por Donostia-San Sebastián. Una mujer pinta con el mismo estilo que Russó. Mis opiniones las comento con la encargada del museo y le digo que uno de los cuadros de una sala está mal iluminado, algo que no ocurre con el resto de los cuadros. Y eso que tiene dos focos. Le pregunto por una pensión y me orienta hacia Fonda Lluna o Codolar. Encuentro en la primera por 22 € con desayuno incluido, y contrato por dos noches.

Fonda Lluna
Hoy me doy ese premio. Son 44 € los que pago con Visa. La intención es la de recorrer la costa de la que me he privado hoy, por la hora de la comida. El desayuno es de 8 ½ a 12 ½ horas. Me dan llave, que me permitirá volver cuando quiera. Me ducho, organizo mochilita Visa y salgo como nuevo.

De compras por Tossa de Mar
Como he perdido la libreta que he comprado (2 € tirados) en Lloret, encuentro en Todo a 100 una recia y de pastas azules, por 1 €. Miro Aloe-Vera para sustituir al que se me está acabando, pero el que me ofrecen pesa mucho y lo dejo, ¡tendré que apurar lo que queda! Compro tres postales (0,60 €). Paseo entre calles y asciendo hacia la terraza en que tomé el cava con Guillermo. Encontrar el bar donde tomamos el coctail explosivo es misión imposible. Como unos pastelillos (1,90 €).

El Vila Vella
En la terraza del Vila Vella tomo un gin-tonic, que me cuesta 6 €. Una botella de cava habría sido demasiado para uno solo, pero mañana casi lo hago. No tengo suerte porque, en su evolución, el dueño se ha enamorado de Julio Iglesias y, con el gin-tonic, me trago también un monográfico interminable del blandengue Julito. Como estoy solo en la terraza, pido al camarero que me ponga otra música más relajante y acorde con el lugar, pero no hay. El dueño ha optado por Iglesias (no Carlos, que es mi ídolo particular); según me dice el camarero, el dueño piensa que Julio le trae clientes. Con todo, y a pesar de no gustarme la música, es muy probable que mañana suba a beber una jarra de sangría de cava, de ½ litro, que estoy viendo ofrecen y la toma alguna pareja. ¡Mañana se verá! Hay varias fotos del bar y la terraza y comentamos su evolución a lo largo del tiempo. El dueño lleva muchos años aquí, me dice, es probable que estuviera ya en los años sesenta (¿1964-1965?). Se va haciendo tarde y no he podido acabar de poner al día el diario que acabo de estrenar.

Can Sisó
Para que el premio que me doy hoy sea completo, voy a Can Sisó a comer una mariscada. La pena es que las velas encendidas que ponen debajo de la bandeja son insuficientes para mantener el marisco caliente. Para colmo, con mi sistema de comer primero lo que menos me gusta, cuando paso al bogavante, ya se me ha enfriado. Debía de habérmelo comido lo primero. Las navajas, por primera vez, están sin tierra (arena), almejas pequeñas, berberechos, mejillones, langostinos, están buenos, y las cigalas lo más flojo. Para postre tomo sorbete de limón con vodka, muy rico pero caro. Pago con tarjeta Visa 49.50 €. En el cómputo del día hoy ha sido el que más he gastado 126 €, teniendo en cuenta que ya está incluida la cama de mañana. Hablo con el camarero joven, que quizás sea el hijo del dueño, y que está a captar clientes o a lo que haga falta. Un matrimonio francés, con sus dos hijos varones, come al lado y se ríen con el comentario que hago al camarero que me sirve: “a lo mejor me como las cáscaras”. No me ha gustado el comentario que ha hecho a unos clientes (no recuerdo si en francés o en inglés), “esto no es España”, aunque lo piense y sienta un deseo separatista, no me ha parecido muy comercial. Se lo hago saber, aún a riesgo de no ser bien entendido. Luego, le observo en su trato con otros clientes y, por el humor que esgrime, no observo ese nacionalismo empequeñecedor que pareciera indicar el comentario anterior. Me responde que es apolitico y, acabada la cena, se acercará para darme explicaciones. Me gusta el gesto; se ve que le ha importado lo que le he dicho y no “pasa” de mí. Lo que ha conseguido es que pida el sorbete de limón que me ha ofrecido, a pesar del precio. Le digo que está muy rico. Me despido de él y de los franceses, que me dicen: “bon continuation”.

Paseo nocturno por Tossa de Mar
Salgo a pasear para bajar la cena. Me encuentro en la playa con Gregorio y David, cuando llega tambaleante Juanjo; van haciendo comentarios sobre alguien que les cae mal. Juanjo se tropieza en la bajada del paseo a un altibajo que hace la arena y se cae mal. Yo voy por la pasarela próxima y cuando llego a su altura en la playa, les digo: “porque te caía mal, te has caído mal”. Ese comentario hace que venga Juanjo a estrecharme la mano y abrazarme. Los jóvenes no están muy acostumbrados a que los mayores les tengamos en cuenta, si no es para llamarles la atención por algo que consideramos han hecho mal; muy pocas veces para hablar “de tu a tu”. ¡Lástima que el alcohol no les haga estar en perfectas condiciones! A pesar de ello, les cuento alguna anécdota de mi viaje y el encuentro con Salvador y el abrazo en Cabo de Gata, a raíz del abrazo de Juanjo, al que llaman insistentemente al móvil. Luego llegan dos más. Todos alucinan con mi viaje y lo que comento; a los dos últimos apenas les da tiempo a enterarse de qué va mi historia. Encuentro a tres pamplonicas, una, la fotógrafa, cobrará el reportaje fotográfico en especie. Se hace tarde y retorno a la fonda. A pesar de lo bebido, duermo bastante bien. Pongo el móvil a cargar, pero no se cargará. Conseguiré que se cargue algo, cambiando de enchufe, mientras desayuno. La ropa mojada sigue húmeda. Acabada la otra libreta con los gastos de hoy, puedo hacer las cuentas. Gastadas con Visa 1.022,92 + 788 en efectivo, hacen un gasto total de 1,810,92 €.

Resumen de la jornada
Han sido preciosos varios tramos del GR-92. Me ha dado pena dejar la cala Boadella, una de las más bonitas de los últimos días. El paso junto a territorio kazajistaní, me ha llevado a bajar a Cala Morisca que, en el mapa que me den mañana, está a 5 km de Tossa de Mar. La entrada en esta bella ciudad ha sido preciosa y me ha traído muchos y buenos recuerdos de mi amigo Guillermo y mi cuñado Josean. La mariscada, con que me he premiado, habría estado mejor más caliente.

jueves, 30 de mayo de 2013

Etapa 47 (225) Malgrat de Mar-Cala de Boadella

Etapa 47 (225) 14 de julio de 2009, martes.
Malgrat de Mar-GERONA-Blanes-Platja de Boadella

Amanecer en la playa de Malgrat
Orino una vez sin salir del saco. Entre las dos y las cuatro de la madrugada, el tractor alisador me trae por la calle de la amargura. No puedo calcular si va a llegar o no hasta mí. Veo que todavía hay margen, pero no me puedo fiar ni un pelo. Por otra parte, el conductor, siempre que pasa cerca de mí, mira hacia el lado contrario. No puedo saber si me ha visto o no. Sobre las 2:30 h, se traslada hacia el Sur y ya puedo dormir tranquilo. Vuelve a pasar hacia las 4:30 h para hacer el cribado en el lado Norte. Hasta que no veo que se queda allí, no puedo volverme a dormir. Duermo de puro cansancio. Hacia las seis aparece una pareja que perderé de vista en la rambla. Un chico se acerca sospechosamente y al decirle “bon día”, se aleja hacia el paseo. Me da el apretón y justo me da tiempo a salir corriendo del saco y hacer un agujero cerca de la orilla pero, una ola más fuerte que las anteriores, me rapta mis desperdicios sin que me dé tiempo a enterrarlos. “Que os aproveche”, digo a los peces aunque, si hago caso a lo que me dicen los pescadores, por aquí, no hay peces. No me baño. Seco mis piernas mojadas por las olas y me visto. Con todo recogido, me pongo en marcha para las 6:30 h.

Salgo y continúo el paseo marítimo.  Compruebo que estoy más cerca de Malgrat de Mar que de Santa Susana. No muy lejos veo la estación de tren. Los campings que me decía ayer el camarero del Regata, los veo después y tienen tan poca protección del mar como los que vi ayer. La diferencia es que a los de aquí les han puesto vallas de obra sujetas por bloques de cemento agujereados. Hay un trozo en que filtra el mar o que quizás la ola haya pasado la cresta de arena y forma una especie de lago, o río, a mi izquierda. Creo que los campings primeros están en terreno de Malgrat de Mar pero, sin saber en qué momento, empiezan los de Blanes. Por tanto no sé cuándo cambio de Provincia. Se acabó Barcelona sin poder visitar a Lilí y Josep María, los amigos de Sant Antoni de Vilamajor.

Entrando en Girona
Al doblar Punta Tordera tengo dificultares para continuar porque el pretil de rocas está pegado al camping. Pregunto a un fotógrafo y me dice que me conviene ir por interior.  Pensando en que ya estoy en el centro o muy cerca de Blanes, pregunto a una mujer por algún sitio para desayunar. Es una mujer que limpia Cancún, pero me dice que ellos no abren hasta las ocho. Sigo por paseo marítimo y tres mujeres me orientan a Bacchio y, por el ticket veo que estoy en Blanes. Ya estoy en Girona, en la Costa Brava.

Blanes. Bacchio para desayunar
Desayuno un almendrado con crema, recién salido del horno (la crema quema) y descafeinado con leche (3,35 €). Me siento en la terraza donde, tras desayunar, escribo. De vez en cuando me estiro para desentumecer los músculos y porque estoy cansado. Espero descansar mejor esta noche. Escribo. Son las diez cuando guardo los mapas y lista de playas nudistas de Barcelona y pongo en uso las de Girona y el nuevo mapa. Solo lo voy a usar cinco días más, pero eso es algo que todavía no lo sé. ¡A ver cómo se me da la última provincia de mi viaje! Cláxones que suenan en la distancia. Detrás tengo un bonito tucán con un loro muy chillón.

Información y Biblioteca de Blanes. Comida en Damajuana
En Información, consigo un mapa mejor que el que recorté hace unos días, aunque alguna de las playas nudistas no aparecen. Voy a comprar 15 postales (4,90 €) y las voy a escribir a la Biblioteca. Me quedan dos postales por escribir, y cierran a la una. Salgo tranquilo y entro antes de las 13:30 h a comer en Damajuana. ¡Será un acierto! Una mujer entra justo antes que yo y me quita la mesa que estaba preparada. Me preparan otra similar. Me sirven un menú muy cuidado, que es una de las razones claves para que tengan clientela fija y estable. Como una lasaña que está exquisita y un churrasco, que he pedido me lo hagan poco y está en su punto de asado, jugoso por dentro y dorado, o churrascado, por su exterior. “Es nuestra especialidad”, me dice la camarera. Botellita pequeña de tinto, mejor que el que me suelen sacar en otros sitios y que me la bebo toda con el churrasco. De postre, tarta de manzana. El menú cuesta 9,90 y pago 10 €. La mejor calidad-precio de todo el viaje, aunque en algún sitio comí bien y más barato, pero sin tanto mimo en la preparación de los platos. Damajuana es un restaurante, sin duda, recomendable. Sigue entrando gente, aunque la mesa redonda para ocho comensales, sigue vacía. Damajuana es una vasija grande de boca ancha para transporte de líquidos. Son las 14:30 h cuando me voy. 

Paseíto antes de abandonar Blanes.
Fuente, Saladrigas, Puerto y Chencho
El primer monumento que veo al salir de Damajuana y que me llama la atención, es una fuente gótica con varios caños. Voy por el paseo y pregunto a Chencho si hay camino por el acantilado. Me confirma que sí y me dice por dónde debo cogerlo para llegar a cala Boadella.






Al preguntar por la sala de exposiciones, me dice que me la he dejado atrás. Como no estoy lejos, retrocedo. No puedo visitar la exposición, pues la abren más tarde, pero sí sacar una foto del edificio. Aquí tenemos foto de la Sala Saladrigas.

Chencho, durante estos meses de verano, está encargado de las barcas, después se quedará sin trabajo y tiene intención de subsistir con lo que pesque y venda. “Es lo que hay”, me dice. Al volver de Saladrigas, veo el puerto de Blanes e inicio la subida por las escaleras que me ha indicado. ¡Que tengas suerte Chencho!

De Blanes a Lloret de Mar hay varias calas
Serán muchas las escaleras pero, al llegar a la cima, no queda más remedio que salir a carretera. Llego a una rotonda y una bifurcación que me hace dudar en qué dirección seguir. Desde arriba veo la playa de Sant Francesc que, según dicen, es la mejor playa de la zona.

Me parece ver a un nudista, pero no puedo asegurarlo. Como esta playa no es objetivo del día, sigo por la carretera y me dicen que, al llegar a un hotel pequeño, que me meta por el camino. Llego a Jardí Botánic Mar i Murtra, empiezo a ver señales del GR-92 y voy por un magnífico camino. Finalmente encuentro la cala que busco.

Cala Boadella
El camino hace un claro entre los arbustos y veo, abajo del acantilado, una playa que se divide en dos por un cabo central roqueño. En la zona más al Sur se ven muchos nudistas y será la primera que se quedará en sombra al caer la tarde.

La zona Norte es textil y la más soleada, aunque hay oleajes hay bañistas. Hay una zona media de confluencia inevitable y conveniente, un lugar donde se pueden hacer ejercicios de respeto a las dos opciones. Para acceder a la cala por el camino por el que llego, me veo obligado a hacer un descenso casi vertical.

Me sitúo en la zona Sur, que es la que me corresponde, para no herir susceptibilidades. Ya tendré ocasión, al atardecer, de patearla, puesto que me voy a quedar a dormir aquí. Lo mismo ocurrirá por la mañana, cuando me levante. El mar está bravo, para hacer honor a la costa que se nombra con ese calificativo. Hay que tener el arte que tengo para entrar en el momento oportuno, sin que la ola te arrastre, o te clave en la arena del fondo. Descargo las mochilas y me desnudo, donde veo un hueco y, tras el primer baño, me voy hacia el extremo más Sur, donde el socorrista ha puesto la bandera roja. Allí hablo con un chico que está solo. Le hablo de mi viaje, pero no me quedo con él porque su zona ya está en sombra y mojado, siento frío. Me doy otro baño y cuando me seco, me pongo a dibujar una parte de la cala, la Norte.

Dibujando Cala Boadella
Hago un dibujo sencillo y me centro en los pinos de la izquierda y, como tengo delante un toldo grande, me levanto para dibujar la gran roca central, la que separa las dos zonas: textil y nudista. La roca me queda más baja de lo que, en realidad es. Cuando lo termino se lo voy a enseñar al chico que estaba cerca de la bandera roja, pero le encuentro muy entusiasmado entre olas y con dos chicas en bikini. Estará gran rato con ellas, pero desconozco si había relación previa entre ellos. Cuando sale le digo que luego le enseñaré el dibujo y asiente, pero ya no le volveré a ver el pelo. Quizás haya ligado. Suerte para él.

Atardecer en cala Boadella. Fernando
Veo llegar a Fernando. Se coloca próximo al lugar donde pienso dormir pero, con la llegada de la sombra, se traslada a la espalda de la roca que yo he elegido como apoyo. No empezamos a hablar hasta que la playa se quede medio vacía. Cuando he terminado el dibujo, pregunto si la playa pertenece a Blanes o a Lloret de Mar. Me confirman que a esta última y que es la población más próxima. La confirmación será más evidente cuando venga una furgonetita para llevarse la basura, con el anagrama del ayuntamiento y su conductor también me lo diga. Un niño pone piedras en medio de la playa y cuando la familia se prepara para marchar no las devuelve a su lugar de origen; sus padres tampoco lo hacen. Como son de arenisca y del mismo color que la arena, las retiro para que nadie se haga daño. Apuro los últimos rayos del sol, subido a la cima de la alta roca central. La roca del fondo Norte, aún seguirá un rato iluminada, con bonito color de atardecer. Si me siento, se me clava la roca en el culo. Otro chico, más previsor, también sube a la roca, pero con toalla a la cintura, y así se puede sentar. Me doy otro baño y, al salir, inicio la charla con Fernando. Es comercial, y trabajan dos personas más con él, en la venta de un producto alemán; se trata de aire acondicionado para instalar en vehículos. De vez en cuando, le toca ir a Alemania. Estudió alemán, pero no le gusta y no lo habla bien, ni tampoco tiene intención de perfeccionarlo. Le gustan más el inglés y el francés. Se queja de que le piden resultados en base a presupuestos y, si éstos se desvían de lo previsto, amañan los números para dar a los accionistas los datos más optimistas. Esta conversación me retrotrae a mi época de contable. Parece que en todas partes cuecen habas. Por todo lo que me está diciendo, veo que no le gusta mucho su trabajo. No lleva mucho tiempo, pero allí se quedará mientras no encuentre o le ofrezcan algo mejor. Llega otra pareja que se desnuda, aunque vienen con otra chica que no lo hará, ni se bañará. Veo que la chica desnuda se aproxima al agua con mucha inconsciencia y le advierto sobre la fuerza con que rompe la ola. Le viene muy bien para hacerse la remilgada y, cada vez que llega una ola, subirse encima de su chico, trepando por su cuerpo varonil. Forman una figura muy bonita, los dos desnudos y ella encaramada a su árbol de salvación. ¡Lástima de foto! (porque no tengo la cámara a mano y por lo tardío del momento). Hablo con ella cuando ya estoy de charla con Fernando; resulta que son navarros y ella es una Marauri nacida en Alsasua. Otra casualidad, como me ocurrió en playa Conil, previa a Benidorm. Empiezan a llegar un montón de jóvenes que se bañan en bañador y, alguno, hace la gran proeza de quedarse en calzoncillos. La llegada de este grupo me empieza a preocupar, ¿se quedarán aquí a pasar la noche? Como están con monitores, me supongo que se irán. En el fondo Sur, unos que están en el agua lanzan llamaradas por la boca, como los tragadores de fuego, y se fotografían. Si no lo plasman es como si no lo hicieran. Hay que dejar constancia gráfica de todo lo fantástico que uno hace. Si no tienes fotos que puedas descargar en la red, no existes. Creo que son los mismos que luego acabarán desnudos en las olas. Una chica que ha quedado en la orilla, será la encargada de recopilar las prendas. Luego pasan desnudos a la ducha, aunque con poca naturalidad pero, al menos, se han desnudado.

Anochecer en Boadella
Está ya oscuro, los navarros y la tercera ya se han ido. A Fernando le he contado lo que me pasó en Tarifa-Algeciras el año anterior y la experiencia del Delta del Ebro de este año. Comparte mi experiencia y mi tranquilidad en los momentos de riesgo extremo. Me da pautas para próximas playas y me hace alguna recomendación para que visite algo del interior; me temo que no le haré caso. Nos despedimos y se va, no sin antes haberme dado su agua sobrante, que me vendrá muy bien para mañana. Una parejita que se magreaba a la vista de todos, se retira hacia las rocas de interior y otra pareja sigue sus pasos, y la imita. ¡Con su pan se lo coman! Un chico que lee y no para de toqueteársela, se va cuando yo ya estoy en la piltra. Termino de comer las pipas de calabaza que me quedaban. Coloco la mochila del revés, y se me humedecerá con la lluvia, que no logra amedrentarme. En la playa txirimiri; el fuerte de la tormenta se encuentra en alta mar, con gran aparato eléctrico. Confío y acierto. Para lo que me ha servido la lluvia, lo principal, es para que me haya quedado totalmente solo en la playa. Como hay mosquitos, me he dado repelente. Sólo me levanto una vez a orinar durante la noche. Duermo de tirón hasta las seis de la mañana.

Un bravo día en la Costa Brava
Poco que contar en la mañana de la costa barcelonesa. En Blanes ya he desayunado y, sobre todo, comido genial en Damajuana. Bien orientado por Chencho, que lo mismo es barquero que pescador, he llegado a la preciosa playa de Cala Boadella donde conviven textiles y nudistas. Conozco a una alsasuarra y charlo a gusto con Fernando, con experiencias de empresa a compartir. Buen arranque en la Costa Brava. Con la narración del día de hoy se acaba la tercera libreta-diario.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Etapa 46 (224) Caldes d'Estrac-Malgrat de Mar

Etapa 46 (224) 13 de julio de 2009, lunes.
Caldes d’Estrac-Arenys de Mar-Playa La Musclera-Playa La Murtra-Calella-Playa de la Cabra-Santa Susana-Malgrat de Mar.

Amanecer en Caldas
Duermo muy bien hasta las 6:25 h, con la confianza recobrada. Me levanto, salgo desnudo del saco y paso por las rocas a La Musclera. El paso es sencillísimo de día, pero ayer, con la oscuridad de la noche, no me atreví a pasar. La parte de rocas es muy bonita. Ya saliendo hacia la playa abierta, veo que hay un mirador desde la carretera, con camino lateral peatonal, como comprobaré más tarde, ya que pasaré por allí camino de Arenys de Mar. El tren pasa por todo el fondo de la playa.
Me doy en esta playa de La Musclera el primer baño de la mañana, procurando no acercarme demasiado a las rocas, y vuelvo a mi primera playa, en la que he dormido, para secarme. Saco foto de la roca separadora de las dos playas que, luego, dudo si no son ambas La Musclera. Una ola salta al chocar contra la roca. Me seco, me visto y me voy por la parte de atrás, donde busco la carretera.

A desayunar a Arenys de Mar
Salgo a carretera, con algunas dudas, tras cruzar las vías por un murete roto. La carretera va ascendiendo y paso de nuevo por encima de las vías y el túnel. Arriba hay un espacio desde el que se ven las dos partes que separan las rocas, la playa del Sur, que pertenece a Caldes d’Estrac, y la del Norte, que pertenece al municipio de Arenys de Mar.











Como luego veré que en los dos lados se practica nudismo, pienso que ambos lados pueden ser La Musclera. Las rocas pueden considerarse el punto de confluencia o de separación. Tendré que preguntar a Carmen e Ignasi, que la conocen bien.

Ca la Manela
Paso por zona industrial y, por acera, ya entro en Arenys de Mar. Entre las dos opciones que me da un hombre, una es la de desayunar en la estación, elijo la de panadería, a pesar de ser un camino menos fácil. No dispone de retrete, así que pido agua de grifo mientras escribo. Pido uno de cabello de ángel y descafeinado con leche por 2,35 €. Las empleadas alucinan con mi viaje. A un cliente le han tocado 100 € en la primitiva, acertando 4 números; está contento pero pesaroso porque, con uno más, le habrían tocado 4.000. ¡Somos insaciables! Son las 9:15 h y todavía continúo escribiendo. Hay movimiento en la panadería. Llega un repartidor de bollería prefabricada que, cuando apareció por primera vez, les pareció feo; lo comparaban con el anterior que era guapo, pero un chulo; ahora están encantados con el actual que, siendo menos guapo, les gusta más. Salgo a la carretera principal que va paralela a las vías del tren, por donde he venido y pregunto a una chica por el Ayuntamiento y la Biblioteca.

Internet en Calisay
Cojo dirección a Biblioteca, pero no abren hasta las diez. Saco foto de un torreón que pudo ser torre vigía. Ayudo a una mujer llevándole una bolsa y me acompaña hasta una librería, pero no tienen postales; en otra, próxima, compro 15 y pago 3,75 €. Serán insuficientes para todo lo que quiero escribir, pero, al menos, sirven para las primeras. Hoy no escribo a los recién casados catalanes, pero lo haré. En vista de que la Biblioteca está cerrada, me acerco al Ayuntamiento y me informan que en edificio Calisay (la fábrica donde se fabricaba el famoso licor), tengo posibilidad de hacer uso de Internet gratuito. Tiene gracia. ¿Encontraré también Karpy y Benedictine? La encargada es una chica con minusvalía física muy eficaz, tanto al teléfono como para ponerme en marcha el ordenador, me atiende correctamente. Le pido que me posicione el equipo en Google. Así lo hace y me dice: “tienes una hora” Las otras nueve pantallas están vacías. Me faltan tres minutos para consumir la hora, cuando doy por finalizada mi revisión de correo y llega un amplio grupo de niños que, siguiendo instrucciones de su monitor, trabajarán en el ordenador, mientras yo escribo postales en mesa. Me quedan muchas antes de llegar a Collioure, donde me vendrá bien estar un par de días para acordarme de todos. Ya estoy próximo a entrar en Girona. Será mañana cuando lo haga. Son las 12:30 h, me despido de la encargada y me voy.
Platja de La Musclera
Cuando salgo de Calisay, me encuentro con dos chicas, una lleva la mochila y otra la tienda y la bolsa con verduras que cocinarán en casa. Van a coger el próximo tren hasta Barcelona y nos acompañamos mutuamente hasta la estación del ferrocarril. He decidido que regreso a La Musclera para darme un baño. Quedamos en que musclera es mejillonera (moules- suena mul-, serán en Francia). Pasada la estación, penetro en la playa por la parte de Arenys de Mar. Al inicio es toda textil, pero según voy más cerca de las rocas, ya se empieza a ver gente desnuda. El primer baño me lo doy en zona con agua limpia, pero luego irá entrando una espumilla que me parece acumulación de suciedad que retiene las rocas.

Me pongo a dibujar la zona de rocas y, cuando termino y me voy a dar el segundo baño, el agua me parece ya muy sucia y decido dármelo en el otro sitio, donde he dormido, en la playa del lado de Caldes d’Estrac. Así que, dejando todo mi equipaje donde está, pero al cuidado de almas caritativas, me voy hacia las rocas, donde hay más nudistas, las atravieso, y me baño en el lado en que no me he bañado esta mañana. En las rocas, se forma una mínima playa intermedia, donde una oriental, da masaje a un hombre desnudo. Me viene el recuerdo del oriental que me dio uno en la playa de Ostia, próxima a Roma. (Que no es lo mismo que el oriental que me dio una hostia en la playa de Roma). Parece que lo que da esta mujer es sólo masaje, a juzgar por lo poco íntimo que es este lugar de paso; aunque nunca se sabe. En esta segunda zona, hay más gente desnuda que en el lado de Arenys. Me alejo un poco, porque en la primera parte de las rocas también se empieza a ensuciar el agua. Tras el baño, regreso a mis mochilas, agradezco a los guardeses y me despido de ellos y de otra pareja con la que también he estado hablando. Me voy a comer a Arenys de Mar.

Comida en Portofino. Cantando a Grieg
Para atravesar la estación, he observado un sitio al ir y, ahora trato de coger camino por allí. Hacerlo por donde he ido, supone trepar una pared que ha sido fácil de saltar a la ida, pero difícil de trepar, con mochilas, al regreso. No hay resquicio que no tengas que observar, para elegir lo que más conviene; quizás este aspecto de observación sea otro de los aspectos que caracteriza mi viaje. La idea que llevo es la de introducirme por la zona más interior del pueblo, pero nada más coger la arteria principal, veo la oferta de Portofino y me parece suficientemente atractiva en calidad y en precio. Pongo móvil a cargar. Como fabada asturiana, que me resulta muy potente para este día de calor y galtas al horno (son carrilleras de cerdo).¡Qué curioso: "galtas"! De postre como rodajas de naranja rociadas de algún licor quemado. Todo rico. No tomo café y pago lo estipulado, 8,50 €. Muy bien. Una camarera alucina con mi viaje. Escribo hasta las 15:45 h, cojo móvil y agua para salir hacia Canet de Mar. Se sientan unos noruegos y, recordando a Ibsen, cantamos una parte del Peer Gynt, de Grieg. ¡Qué bonito! Ellos recuperan algo de su país y yo algo que fue significativo para mí, en el suyo.

Hacia Canet de Mar.
Pánico por un tiburón
Salgo por carretera. Nuevas dificultades para salir al mar. Hay que dar con el paso subterráneo adecuado para pasar las vías del tren. Saco foto desde la carretera de un conjunto de edificios que están al otro lado de las vías. Después del puerto de Arenys de Mar, donde he visto la fábrica de gel de Pescanova, salgo a playa y voy por la orilla que, como sigue siendo de arena gruesa, no es muy adecuada para caminar, pues los pies se hunden demasiado y, con el peso de las mochilas, aún más, y es grande el esfuerzo. Como la ola hoy también es fuerte, al romper me vuelve a mojar el pantalón. Un socorrista, que viene andando por la orilla, me señala con el dedo los siguientes pueblos: Canet y Sant Pol de Mar. Un padre dice a sus hijos que no se alejen tanto, pero es la propia corriente la que les va empujando hacia el Sur, y ellos se van sin querer, alejándolos del lugar donde han entrado a bañarse. En ese momento el padre de las criaturas se ha fijado en una gran sombra en el agua y teme que pueda ser el tiburón que, hace unos días, puso en alarma a toda la playa. Falsa alarma.

En cala Murtra con Jose, un ciclista
Cuando el paseo se acerca a la orilla, subo por rocas a él y descanso los pies del hundimiento en la arena. ¡Qué camino tan fatigoso he hecho! Sigo por paseo marítimo, calzado con sandalias y luego por camino paralelo a la vía del tren. En la siguiente playa se ve a alguno desnudo, pero la mayoría son textiles. Al pasar por rocas intermedias que separan las dos playas, entre las rocas, hay una pareja heterosexual que se hace carantoñas. Tienen algunos espectadores dispuestos a disfrutar del espectáculo gratuito. Hay unos más atentos que otros. Bajo a la playa, me baño y me seco paseando. En el lado elegido hay chicos solos, parejas y parejas homosexuales. Un ciclista, sin toalla, se tumba al sol directamente sobre la arena. Es Jose. Cuando regresa de darse el baño, me pongo a hablar con él. Es de la zona y me hará algunas recomendaciones para las playas nudistas de Girona, provincia última a la que mañana entraré. Me dice que en Tossa no me pierda la cala Giberola. También me habla de una tal Cristina, en Blanes. Ya se verá. Me pregunta qué es lo que más me ha gustado y le hablo de Tarragona, el Delta del Ebro y las playas del Torn y Waikiki. Le gusta la filosofía de mi viaje. Él también se define como austero pero, haciendo deporte, me dice, “a veces tengo que comprarme algún artículo caro, como el maillot que llevo”, también los trajes de neopreno, para los que hacen deportes marinos, o los esquís para los deportistas de la nieve, lo son. “Este maillot es necesario para no acabar con las ingles escocidas tras un largo recorrido”, me añade. Trabaja en un periódico para la agencia Zeta, donde ya lleva más de 20 años. Jose está soltero, pero convive con una mujer que tiene un hijo de una relación anterior y con el que puede desarrollar sus dotes de educador. No siente necesidad de un hijo biológico. Él, de momento, todos los recorridos que hace los realiza en bicicleta, pero mi viaje ya le tienta. Tras el baño, Jose se ha vestido, pero continuamos de charla; aunque el sol casca, no acaba de irse hasta que, por fin, se va.

Sant Pol de Mar. Cala Cabra
Aún me doy otro baño y me quedo un poco más pero, pronto arranco por la siguiente playa, hasta que vuelvo a coger el camino junto a la vía del tren. Por ese camino llego a la estación de Sant Pol de Mar, que finaliza en túnel. Saco una foto urbana con tinglado eléctrico y vías del tren, hacia el túnel. Bordeo por paseo marítimo. Un pescador me dice que lo mejor que puedo hacer es subir por escalera. Nada más llegar a la cima, veo a un hombre que viene por camino y pasadizo elevado de madera; le pregunto y me recomienda que ese es el mejor camino para continuar hacia Calella. Le voy a hacer caso cuando, desde arriba, veo la cala Cabra y bajo a darme otro baño. Dos chicos y una chica están desnudos al inicio de la playa y tienen los bártulos en un rincón; probablemente se queden a dormir aquí. Se lo pregunto a uno de los chicos y me responde que aún no lo tienen decidido. Si no hubiera sido tan temprano, las 19:30 h, a lo mejor yo también me habría quedado a dormir allí. Me doy un par de baños y no vuelvo a hablar con nadie más. Un negrito con bañador blanco anda por entre las rocas, en la zona alta. Paseantes van de una a otra playa pasando entre rocas y arena; vienen, vuelven y viceversa. Pocos se quedan. Me visto y subo las escaleras. En uno de los tramos, junto a un escalón, pero en la hierba, encuentro dos monedas para la hucha de mis nietos (1 € y 20 céntimos), que guardo junto a las que encontré anteriormente.

Hacia Calella y Pineda de Mar
Voy por el pasadizo y sigo por camino bueno de tierra; por aquí voy mejor que por carretera, pero al llegar a una señal kilométrica, me doy cuenta de que la distancia a Calella ya es mucho mayor, y retorno a la carretera. Me olvido del faro y entro en paseo marítimo de Calella. Nada que comentar de este pueblo, ni de Pineda de Mar, que será por donde continúo.

Santa Susana. Regata
Tampoco tiene nada de interesante este pueblo que se ha volcado al mar para ser una referencia turística pero, cuando llego es el momento de decidir si ceno o no ceno. Si me hubiera quedado a dormir en La Cabra (La Roca Grossa), seguro que no habría cenado, pero estando aquí a esta hora y sin definir mi lugar de pernoctar, me decido a entrar en Regata a cenar. Pido una ensalada de tomate, cebolla, aceitunas rellenas y rajadas y medio litro de cerveza. Pago 9 €. Las playas, que ya habían pasado a ser urbanas, ahora lo son más con las grandes moles de hoteles y urbanizaciones. El camarero que me ha atendido, me recomienda que me acerque a los campings de Malgrat. Espero que no sea como el último que he pasado que, sin ninguna valla protectora, porque las que tenían se las llevó el mar, salen las tiendas hasta la playa. No me ha gustado ese camping porque, al igual que los campistas pueden salir directamente de su tienda a la playa, cualquier foráneo puede entrar en ellos sin pasar por recepción. Como medida de protección, han echado rocas en el mar para hacer diques y evitar que se lleve alguna más el mar. Dos sudamericanas tienen dificultades para pasar por las rocas. Al poco de salir del Regata, veo un local cerrado, al que no me atrevo a entrar en su terraza por un espacio angosto; probablemente allí habría dormido bien, pero pierdo la oportunidad, aunque, estando en zona tan urbana y con tanta contaminación lumínica, no lo puedo asegurar.

Malgrat de Mar. Un arcón sombrío
Salgo de Santa Susana y, nada más empezar Malgrat, paso una riera seca, donde unas chicas esperan sentadas en una escalinata. Compruebo que la zona está en penumbra y que llega poco haz de luz de las inmediaciones y veo una construcción que me parece metálica (mañana comprobaré que es el puesto de vigía). Más al centro de la playa, veo dos pilas de hamacas recogidas y un gran arcón. Decido que, tumbado hacia el lado del mar, ese arcón será el protector de mi cama. Me ocultará tras la sombra. Cuando me estoy instalando, llegan diez o doce chicas con intención de bañarse. Como se colocan muy cerca de donde estoy yo, hago para que me vean. Una comenta algo como “hay un borracho” y las demás le hacen callar. Consigo que me oigan: “no soy borracho y lo que quiero es dormir” y se levantan y se trasladan unos 20-30 metros hacia el Norte. Bueno, primer tema resuelto. Les agradezco y me responden “de nada”. Luego pasan dos chicas y dos chicos y una se pega el gran susto cuando ve que algo se mueve en la sombra. Parecieran inglesas asustadizas. Más tarde llega un grupo francés que se coloca hacia el mar, a una distancia similar a la de las chicas del primer grupo. Alguna de las chicas, de este último grupo, se baña. Sólo se enteran de que estoy aquí, cuando una de las chicas corre en mi dirección perseguida por un chico. La luna está en menguante. Ha salido de color rosa, pero a lo largo de la noche iluminará demasiado.

Resumen de la jornada
Lo mejor la charla en La Murtra con Jose, el ciclista y lo que he disfrutado en La Musclera, en los dos lados, junto al dibujo realizado. No me habría importado quedarme en La Cabra y dormir allí. Buena comida en Portofino y aprovechamiento en Calisay de la hora de Internet. He cenado muy a gusto la ensalada en Regata. La noche me ha recordado a la de Castelldefels. Estoy a dos pasos de Girona que, también, es para celebrar.