jueves, 5 de diciembre de 2013

Etapa 57 (235) Cala Montgó-Castelló d'Empúries

Etapa 57 (235) 9 de junio de 2010, miércoles.
(Cala Montgó a L’Escala, en coche) L'Escala-Sant Martí d’Empúries-Sant Pere Pescador-Parc dels Aiguamolls d’Empordà-Castelló d’Empúries.

Despertar en casa de los Ramisa
Como he dormido muy bien y es temprano, aprovecho para escribir en el diario todo lo que no pude contar ayer. Cago y escribo hasta que a las 8:15 h bajan los dueños de la casa. Desayunamos pan tostado con ajo. La segunda tostada que pensaba embadurnarla de mantequilla y mermelada, no me la hago, pues con la primera ya he quedado más que sobrado; completo el desayuno con un vaso de leche con Nescafé y un albaricoque. No estoy comiendo nada de fruta en este viaje. Cuando yo me vaya, ellos también subirán a Ripoll. Dicen subir pues, aunque sobre plano l’Escala y Ripoll están casi en el mismo paralelo, Ripoll ya queda muy próximo a los Pirineos Orientales. 

Lo quieren hacer pronto, para no dejar a su hija mucho tiempo sin coche. Ahora se quedarán unos días sin él hasta que no se resuelva el tema del seguro y la decisión de compra de otro. Parece que lo tienen asumido. Les hago una foto en la entrada de su casa con su gato, que es poco zalamero, más bien arisco; parece un gato montés. Me llevan hasta el Museo y nos despedimos, agradecido por su hospitalidad y prometiéndoles escribir cuando termine el viaje. Tampoco me importa haber hecho el recorrido desde Cala Montgó hasta aquí, en su coche, puesto que es tramo que, como explicaba ayer, ya hice andando por la costa.

Con Lourdes en el Museu de l’Antxova y de la Sal
Son las diez de la mañana y el museo está abierto, pero Lourdes, la directora encargada del mismo, y madre de Joan, aún no ha llegado. Los miércoles suele llegar más tarde, porque es el día en que tienen reunión previa en el Ayuntamiento, me dice la que me atiende. Me ponen el vídeo de presentación en castellano, visito la exposición y compro seis postales (2,40 €). Una de ellas será para mi amiga Teresa, que algo sabe de antxovas y sal. Me llama la atención una de las fotos en la que aparece Mª Ángeles Anglada, de primera comunión, en Donostia, donde estuvo refugiada durante la Guerra Civil. Parece ser que era una poetisa que falleció en 1999. En un panel, veo las salinas del Delta del Ebro, lugar de grato recuerdo, y me interesa ver cómo fue antaño l’Escala, que resulta bastante reconocible, al menos, en cuanto a la costa se refiere. También me intereso por el proceso de salazón de antxoas y sardinas. Llega Lourdes y primero tiene que dar órdenes, ir a otra reunión, le llaman al móvil, una situación poco propicia para sutilezas. Le enseño el dibujo que hice el año pasado en Cala del Áliga, después de que se marcharan Joan y Eugeni. Me dice que Joan está accidentado, con una pierna escayolada, ¡qué casualidad!, y de baja; a lo mejor le puedo saludar. Lourdes saca tres copias de mi dibujo. Se tiene que ir. Le acompaño hasta el coche y, cuando va a arrancar, me da el teléfono para que llame a Joan. “Le hará ilusión”, me dice. Escribo en el libro registro. Llamo a Joan desde teléfono del museo, pero me sale el contestador automático y dejo mensaje. Me voy del Museu de l’Antxova y de la Sal algo triste, pues no ha surtido el efecto deseado. La conversación imposible con una mujer muy ocupada y la casualidad de que Joan estuviera accidentado, en situación similar a la que me encontré yo el verano pasado, a cinco jornadas de cumplir la misión encomendada, que no ha propiciado el encuentro de hoy con él, no es como para lanzar cohetes.

Por la costa hacia Sant Pere Pescador
Salgo del museo hacia el paseo de ayer. Paso por la zona del chiringuito, que continúa sin la plataforma contratada y, a la altura de las ruinas romanas de Empúries, veo que un grupo está pasando ante la estatua de Esculapio, un adelantado de la medicina, y saliendo con paraguas del recinto. Ni hace sol, ni llueve, así que no veo sentido a los paraguas abiertos. Continúo el paseo y llego al puente que permite pasar a la playa de La Gola de Sant Pere Pescador. El tiempo está gris y no me apetece bañarme desnudo en esta playa nudista de la que ya disfruté cuando estuve invitado por los Viles en el camping de la Ballena Alegre. A pesar de que el tiempo no acompaña, ya se ve algún nudista merodeando por entre los juncos, cañas y tamarindos. Ya en la playa, los dos vestidos, hablo con Marc, le cuento algo de mi viaje y le enseño mis dibujos, aunque este año sólo llevo hechos dos. Continúo camino, descalzo por la orilla, paso el área de kite-surf, paso los diversos campings que hay a lo largo de esta costa de duna suave y así sigo por Can Comes, otra de las áreas de playa nudista, donde bloques de cemento se incrustan y hunden en la arena bañada por el mar, hasta que llego a la desembocadura del Fluviá. Ya se me ha hecho muy tarde para comer, y primero tengo que resolver este obstáculo que me resultará más difícil que cruzar el Ter.

Cruzando el Fluviá para pasar a Aiguamolls
Vuelvo a repetir el mismo esquema que el utilizado para pasar el Ter, pero aquí la cosa se complica porque, como este río se usa como navegable, al menos para traer productos al camping que está al otro lado, lo dragan periódicamente, para que las quillas de los barcos no peguen con el fondo marino, de tal forma que va a ser un hándicap para mi travesía. Dejo la mochila grande en la arena, pero hago un murete de arena delante, pues me da la impresión de que la marea está subiendo. Como no sé lo del dragado, inicio el paso desnudo, con la mochila pequeña y las sandalias. Voy tanteando el fondo y, el dragado, me va obligando a introducirme cada vez más en el mar. Cuando veo que la arena se normaliza y con el agua hasta el cuello, me voy acercando hasta la otra orilla. Un hombre con su perro, observa atento mi peripecia. Cuando deposito mi mochilita y las sandalias, en zona de arena seca, confío en que el hombre controle al perro para que no me haga un desaguisado. Retrocedo al lugar donde he dejado la mochila grande, pero ya no necesito dar todo el rodeo, puesto que no llevo nada de peso. Cuando regreso, compruebo que ha sido un acierto hacer el murete, si no, el agua me la habría mojado. Antes de coger la mochila más pesada, descanso, pues tengo que reservar todas mis fuerzas para soportar la mochila en lo alto cuando me vuelva a llegar el agua al cuello. Paso por muy cerca de las boyas amarillas con la mochila en la cabeza, pero el zarandeo de las olas me moja algo la mochila. Consigo llegar al otro lado y relajo mi tensión. El perro del extranjero es de los chatos, no sé si dogo o perro presa, parece que quiere jugar, pero no me da ninguna confianza, es grande y yo no las tengo todas conmigo. Veo en la orilla que hay una medusa grandísima. Para no mojar la ropa con la mochila mojada, las cojo sin vestirme, y continúo por la orilla que paso a la par del camping, sin que la gente que está cerca del chiringuito se percate o, al menos, sin que se moleste. Aunque me habría venido bien pararme allí un rato e intentar comer algo, decido seguir por la orilla hacia Roses. No avanzo mucho más, pues me encuentro un cartel que me prohíbe el paso hasta el 15 de junio. Estamos a 9 y no estoy dispuesto a esperar seis días aquí parado. La razón de la prohibición es que apuran el tiempo de anidación y empolle de los huevos de las aves que paran en esta reserva natural, aves estables y de paso. Se trata del Parc Natural dels Aiguamolls d’Empordà. No sé si está vigilado, así que no tengo otra solución que retroceder.

Camping Nautic Almata
Antes de regresar hacia el camping, me meto hacia el interior del parque natural y veo los carrizos y demás plantas propias de la marisma. También veo señal de GR-92, compruebo que hay senderos con diversos recorridos por el Aiguamolls, y decido retroceder al camping para intentar comer algo. Se trata del camping Nautic Almata, que ya pertenece a Castelló d’Empúries. Van a dar las dos cuando entro en el bar. Allí no hay ni menú ni carta, pero me ofrecen un plato combinado que me apetece: dos huevos fritos, una hamburguesa, patatas fritas y tomate asado a la plancha, que completo con menta poleo (10,55 €). Si ayer me vacié por arriba, hoy por abajo y no me entraba la segunda tostada del desayuno, a esta hora me comería un buey. Durante la comida charlo con el encargado de mantenimiento del camping, que se sorprende de que haya podido cruzar la desembocadura del Fluviá sin nadar, con las mochilas, y sin mojarlas. Dice: “eso quiere decir que está muy mal dragado y que habrá que volver a hacerlo”. Lo que más le preocupa a él es que alguna de las barcas que pasan con material puedan dañar sus hélices con el fondo. A mí me ha venido muy bien que no estuviera bien dragado. Pregunto por el tiempo que se espera para las próximas horas y me dicen que no está asegurado y puede llover. El barman, al que le toca estar en la barra de tarde, come un plato similar al mío, con poco apetito; ¡hay si estuviese haciendo una caminata como la mía!, otro gallo le cantaría. La encargada de la cocina, que ya ha terminado su tarea y se ha enterado de mi paseo, se despide de mí, deseándome buen viaje y que, algún día vuelva. Hacen el cambio de turno. Después de la comida hay poco movimiento en el bar, pero se está bien allí, con una música moderna variada y bien elegida. He pedido el periódico y leo que el Real Unión (el Unión para los de Irun, que somos poco o nada monárquicos) ganó al colíder y está más cerca de la salvación y le favoreció a la Real; pero todavía faltan dos partidos y puede pasar cualquier cosa. Me siento a escribir más cerca del ventanal que da a la playa. Cago más copiosamente que a la mañana y escribo las seis postales y otra que me quedaba: hijas, yernos y nietos, hermanas, Luisa, Teresa y Abdehrafiq. Recibo mensaje del hospital de Palamós: “Conseguido teléfono pero siempre apagado, no disponible. A tu disposición. Buen viaje.” Ya sé que nunca tendré el teléfono de Enric. Me despido y me voy del camping.


Parc Natural de Aiguamolls de l’Empordà
Este parque natural es como nuestro Plaiaundi, pero a lo bestia. Los caminos que lo recorren son magníficos y variados, pero muy intrincados y no me quiero perder. Me asomo a un observatorio de fauna de marisma, peces entre marinos y fluviales y, sobre todo, de aves estables o de paso; lo llaman Aguait del Bruel. 

Cuando me cruzo con un grupo de estudiantes de naturaleza extranjeros, me llaman de MoviStar, diciéndome que ha dejado de denominarse Telefónica, para hacerme una encuesta. Acepto y tardaré más de los diez minutos que me habían asegurado duraría. “Del uno al 10”, tal y cual… ¿cuál es mi estado de satisfacción? Creo que es la clásica encuesta que no sirve para nada, sobre todo, no sirve para mejorar el servicio. Digas lo que digas dará lo mismo. No se van a poner medidas para corregir los errores, que es lo más valioso de una encuesta bien construida y que tenga voluntad de mejora. Saco una foto a un gran pájaro, que pudiera ser un pelícano. 


Me cruzo con una pareja de holandeses en bicicleta, que volveré a encontrar entrando en Castelló d’Empúries. La salida ya está cerca y me encuentro con responsables del parque. Uno de ellos me dice que es muy visitado, que tiene mucha aceptación, no en vano es el parque natural que más aves de paso recibe y el de más extensión de la zona. También añade que he elegido el recorrido más bonito. Salgo del parque por carretera y me encuentro una señal, entre arbustos, del GR-92.

Dudando entre ir por Empuriabrava o por Castelló d’Empúries. El Idiota
En la cuneta, encuentro tirado Der idiot, de Dostoyevski, y lo recojo; está deformado en la contraportada, pero el texto en alemán está en perfecto estado; puedo leerlo todo aunque no me entere de nada. Aunque es un peso adicional, de cuyo contenido no me voy a beneficiar personalmente, lo recojo y me lo llevo. No en vano uno es amante de la cultura y un enamorado de Fiodor Mijailovich que, después de leer Crimen y castigo, no paré hasta leer su obra completa. Los tres tomos de Aguilar se los compré a Miguel Ángel Ayestarán, que me los revendió. Desde aquí mi homenaje al amigo fallecido. Por todo lo dicho, me es imposible dejarlo abandonado en la cuneta, aunque El idiota esté en alemán. Lugo lo entregaré en la Biblioteca de Castelló d’Empúries.


Hacia Castelló d’Empúries
El camino, con la señal roja y blanca, me está llevando al lado contrario de hacia donde quiero ir, pero persiste en esa dirección. Por fin, veo venir de frente un coche y, de lejos, le hago señal de que pare para preguntar. Como algunos piensan que quieres montar, señalo con los dedos mi boca para que comprendan que mi intención es sólo hacer una pregunta. Le pregunto, y tengo la suerte de que es alguien de la zona y que la conoce bien. En un principio me da toda clase de explicaciones para que pueda salir bien hacia Ampuriabrava, pues él lo suele hacer en bicicleta pero, al hablarle de la inseguridad del tiempo, me recomienda que vaya a Castelló, que está a cinco minutos. Será en coche, ya que andando me cuesta cerca de media hora. En el cruce me vuelvo a encontrar con los ciclistas holandeses que he visto en el parque natural. En ese momento pasa un coche de la Guardia Civil, que nos saluda. Dos prostitutas, muy bien vestidas, provocan a un negrazo que pasa por el otro lado de la calzada y él responde a sus insinuaciones: “yo no pago por follar”.

Alojamiento en Ca l’Antón
Una carretera va por debajo y yo cruzo al otro lado por un paso elevado y cuando estoy en ello, pregunto a una pareja que pasa por la carretera de abajo. Ella me dice: “vete al restaurante Pepe”. Sigo al negro, hasta que desaparece y llego a dos hostales, ninguno es Pepe. Pregunto a dos señores mayores, que lo desconocen. Pregunto a mujeres, un hombre, niños. Parece que el restaurante Pepe no existe más que en el imaginario de la joven que me lo ha dicho, así que retorno al hostal Serratosa, pero está completo. En el otro, en Ca l’Antón, que dicho rápido por catalanes que cambian "a" por "e", puede sonar algo así como “Calentón”, Antón me pide 30 € pero, al verme con mis mochilas, se conmisera y, finalmente, me lo deja en 25 €. Acepto y haré cena y desayuno, todo por 39 €, que pago con la tarjeta Visa. Antón me da la llave y toma mis datos. Me recomienda visitar la catedral y que pasee por el pueblo.

Biblioteca e Internet
Dejo mochila en la habitación y, al bajar, al chico le pregunto por la Biblioteca. Hablo con tres mujeres, con las que tengo una conversación sobre el alcantarillado y ellas son las que me orientan hacia la Biblioteca. Me reciben el libro que les entrego y me dicen que allí, como hay población extranjera, seguro que algún alemán lo pide para leer. Me dicen que puedo hacer uso de Internet, pero que cierran a las ocho. Para empezar, me ayuda la encargada, pero también tengo que pedir ayuda puntual a la vecina. Entro en mi correo y encuentro mensaje de Lili y le respondo: podremos vernos a mi regreso de Collioure en su casa de Sant Antoni Vilamajor. Leo y borro casi todo lo demás. Para las ocho ya he terminado, agradezco y me voy.

Paseo por el pueblo y la Catedral
Hay edificios bonitos, algunos han cambiado de uso y otros están siendo remodelados. Hay bastante actividad reconstructiva pero, algunas zonas de casas están muy muy deterioradas y parecen abandonadas. Queda mucho trabajo para realizar si quieren tener una ciudad bonita. La Escuela de Música es un antiguo convento. Intento sacar foto de la catedral sin coches, pero es misión imposible, ¡lástima!, y entro. Una mujer dirige, con un altavoz, un acto para 67 feligreses; su voz retumba por toda la nave, aunque el grupo y ella están en el crucero lateral izquierdo, cuyo altar lo preside un cristo de gran tamaño que, por su color, parece de madera. El mamotreto central es de mármol que, aunque tiene alguna filigrana, resulta tosco, pesado y con poca gracia. Sin más cosas que me llamen la atención, salgo de la Catedral. Destaca su portada principal de estilo gótico y su doble torre campanario.

Irene y Joan
Dándome otro paseo por el pueblo, antes de dirigirme de nuevo al hostal, me encuentro con una pareja joven, Irene y Joan, ambos son de Llançá, por donde pasaré dentro de unos días. Joan es el segundo cocinero de un restaurante que trabaja bien y ella, Irene, trabaja en la BBC (Bodas, Bautizos y Comuniones), una empresa que se dedica a organizar el catering de algunos acontecimientos, como los señalados en el desglose de la abreviatura. Me dan mucha información y nos despedimos con un “¿nos veremos en Llançá?”, cosa que no ocurrirá, y no por desinterés.

Cena y dormida en Ca l’Antón
Después de preguntar dos veces, pues vuelvo por lugar distinto al de la ida, recibo mensaje al móvil y, a brote pronto, no sé de quién puede ser. Cuando lo leo: “Acabo de coger la carta. Sigo una vez por semana con fisio y 42 €, demasiado gasto. Nos veremos en otra ocasión.” Ya en la habitación, veo que el mensaje es de Rosa, y lo que dice es que no acudirá a la invitación de Joan a su casa de Aldover, en el delta del Ebro. Ella, al menos, me ha respondido, y Mari Luz, ya me lo dijo de palabra, en la celebración del 103 cumpleaños de su madre Quintina, pero el resto no ha dicho esta boca es mía, ni Augusto, ni Isabel. Todavía cabe la posibilidad de que Ana me diga que sí, cuando la vea en Barcelona, al regreso. Finalmente, el único que acudió a la invitación fui yo, estuve con Joan casi una semana, nos lo pasamos divinamente y se reforzó nuestra amistad, aunque él sea muy religioso y yo no. Cuando termine esta vuelta a la Península intentaré hacer un resumen de mi estancia con Joan y del recorrido que hicimos por sus tierras tarraconenses. Pero volvamos al aquí y ahora. Bajo de la habitación al comedor y me dan la cena: calabacín relleno, pescaditos y requesón con miel. Todo riquísimo. Uno que es de la provincia de Alicante, pero que se siente valenciano y me da toda clase de explicaciones, cuando me dice que es de Gandía, le enseño el dibujo que hice, al pasar por allí, del ajuntament. Salgo para hablar por teléfono público con Vera. Me da dos veces comunicando y llamo a Sara, se pone Josu y le digo que estoy cerca del camping al que suelen venir con los niños. Todos están bien y este año hacen preparativos para venir también al mismo camping (0,60 €). Regreso al hostal y me voy a dormir. Duermo bien con una sola levantada para orinar. A última hora el sueño se convierte en pesadilla: Mi nieto Lander, se deja caer verticalmente por un agujero, una especie de fosa séptica. ¡Qué horror!

Resumen del día
Un tranquilo paseo por la playa, después del poco productivo encuentro con la ocupada madre de Joan. Pena por no haberme podido ver con él y no haber podido intercambiar experiencias de pierna rota. Al ser un día gris, no ha propiciado apenas baños y nudismo, salvo la obligada peripecia de cruzar el Fluviá. Agradable el paseo por el parque natural y, entre los encuentros, los intercambios en el bar del camping Almata, Marc en La Gola, Irene y Joan en las calles de Castelló de Empúries. Lo mejor, el desayuno y la despedida de Paquita y Lluis, amigos para siempre. También los artilugios modernos han servido para aclarar algo de mis días para después del viaje. Los dos mensajes recibidos tienen que ver con los dos últimos balnearios para mayores. El recibido por correo electrónico me ha servido para saber que, al final del viaje podré verme en su casa con los amigos que conocí, con Augusto, en Fuentes del Trampal, Cáceres. El recibido vía móvil, para saber que una amiga no acudirá a la invitación del amigo Joan, en el puente de su santo patrón. Triste por la respuesta del hospital de Palamós. Muy bien en Ca l'Antón.

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