jueves, 5 de diciembre de 2013

Etapa 61 (239) Cala Jutgadora-Playa Tamariua

Etapa 61 (239) 13 de junio de 2010, domingo.
Cala Jutgadora-Faro del Cap de Creus-Playa Tavallera-el Port de la Selva- Playa Tamariua.

Noche para descansar poco
Ayer Valentín, además de explicarme el porqué de llamar a la cala Jutgadora, me dijo que la Sa Pedrosa que buscaba (como figura en mi lista de playas nudistas), en realidad se llamaba Sa Fredosa, que tiene que ver con frío, aunque yo no lo noté cuando me bañé y creo que tampoco le pareció fría al ruso que se bañó conmigo. 


De madrugada, cuando estaba totalmente metido en el saco, he notado que algo ha pasado por encima de mi cabeza; he empujado con mis brazos y lanzado a lo que pudiera ser lo más lejos posible de mí, pero cuando he mirado, no he visto absolutamente nada. ¿Alguna lagartija, o un lagarto? A lo mejor no era ningún animalejo, sino un conjunto de casualidades, algún tirón al tejido de mi propio movimiento involuntario, unido a un golpe de viento, ¡vaya usted a saber! He quedado sereno y tranquilo y durante la noche, salvo el problema postural, no se ha producido ningún otro incidente que destacar. 
 

He aguantado sin levantarme a orinar todo lo que he podido, hasta que me ha sido imposible aguantar más. Cuando me despierto, está clareando. Son las 5:20 h y como quiero ver el amanecer desde el cabo Creus, me levanto, me visto, no me baño, y en poco rato ya estoy caminando de nuevo con las mochilas al pecho y la espalda. Ahora toca ascender, de nuevo, hasta el faro.



Amanecer en el Cap de Creus
Como el resto del bocadillo que me sobró ayer noche y bebo un traguín de agua. Tengo que hacer reserva del preciado líquido, por si no encuentro más en horas. La subida es más suave que la bajada de ayer tarde, y pronto estoy en la carretera, donde ya se empieza a ver movimiento de coches de gente madrugadora que no se quiere perder el espectáculo gratuito. En el aparcamiento, ya hay tres coches aparcados y están llegando más. Sube un coche que para donde la cadena y hablo con el conductor; poco más que el saludo matutino. Arriba, en la plataforma del faro, en el bar Espai Cap de Creus, unos italianos de Barcelona duermen bajo la carpa. Tres se levantan y otros rebullen dentro de sus sacos haciéndose los remolones, pues se han acostado hace un par de horas y, aunque el objetivo era ver el nacimiento del sol en ese lugar privilegiado, más de uno se lo va a perder. Dos chicas y un chico, escapan de los mosquitos y se van a dormir al coche. Antes de marcharse me piden que les saque dos fotos con sus cámaras digitales. Saco tres fotos del amanecer: antes, durante y después. 


Me costará encontrar camino a Cala Tavallera. Vicente
Con el objetivo cumplido, arranco por carretera con el siguiente del día: llegar a Cala Tavallera. En todo el tramo siguiente, no me encontraré por carretera otro vehículo que el camión de las basuras del Ayuntamiento de Cadaqués, que va hacia el Cap de Creus. Unos vienen y otros van. Cuando abandono la carretera y entro a camino, veo un conejo pequeño. Los mosquitos se han convertido en una plaga que me persigue. Sólo me libro de ellos en alguna sombra profunda pero, cuando me paro para orinar o, más tarde, al encontrarme con Vicente, se quedan pegados a mi ropa y a la piel que queda al descubierto, como un tizne negro, difícil de hacer desprender. Al menos no son de los mosquitos que pican. Menos mal que no son muchas las paradas. En dos momentos diferenciados del día, he visto grandes grupos de sapos recién nacidos, a los que en mi pueblo, cuando éramos pequeños, llamábamos cuncunicos. Nos resultaba grato verlos, aunque el cuncún adulto, el gran sapo, nos producía mucha repulsión. El inicio del camino es confuso, pero luego va ancho y llega a una casa que no tiene ningún sentido en un espacio natural. Vicente me ha enseñado una zona, en la que alguien construyó algo que fue parado a tiempo y ahora parece que lo van a destruir. Llego a un cruce en el que indica dos direcciones: Cap de Creus, de donde vengo, y Port de la Selva, hacia donde voy. Muy pronto encuentro un poste que me habla de distancias largas: París, Roma, Santiago, etc. al que no veo ningún sentido, porque no sirve de ninguna ayuda y me consigue despistar pues, allí mismo, arranca un camino, el que debiera haber cogido, pero que no logro ver. Mirando hacia el cielo, he visto las grandes distancias pero, mirando hacia abajo, hacia tierra, estaba el indicador que me habría llevado derecho hacia el Port de la Selva. Me encuentro totalmente perdido y voy en una dirección que no me inspira ninguna confianza. Veo de lejos que viene Vicente y le espero. Él viene de Cadaqués, dando su paseo matutino, y pronto iniciará su regreso. Es Vicente el que confirma mis sospechas de que iba retrocediendo, de nuevo, hacia Cadaqués. Me acompaña hasta la señalización despistante y es entonces cuando veo la señal en el suelo, que no había visto antes. 


Cuando voy a cogerla, Vicente me dice que si voy a Tavallera, para nada me conviene coger ese camino y me orienta hacia otro, que me obliga a retroceder. Me dice que el camino señalado me lleva por el interior hacia una casa y a la ermita de Sant Baldiri. Son las ocho cuando me despido de Vicente que, como lleva una hora andando, ya tiene que iniciar el regreso a Cadaqués. ¡Qué diferente es la percepción de las distancias! Ayer todo el día para hacer el recorrido Cadaqués-Cap de Creus y, ahora, estoy a sólo una hora de Cadaqués.

Cala Tavallera. Didí y otra gente de acampada
A pesar de las indicaciones de Vicente, no logro coger bien el camino y, tras varios avances y retrocesos, acabo volviendo al camino no recomendado por el que, al menos, voy avanzando. Cuando llego al espacio de la casa de interior, me salen tres perros al camino y me obligan a retroceder. Estoy de nuevo en la señal. Retrocedo un poco más. Cojo otro camino, pero me vuelve al mismo lugar. Me escondo para que los perros no me vean. Paso la casa a las 8:30 h. Por fin, tomo la determinación de volver a la señal que me ha despistado y sigo a rajatabla el indicador de abajo, aunque me quede sin ver Tavallera. 
 

Veo a una pareja de lejos y les grito para que me esperen y me saquen del atolladero. Son de Toulouse y me llevan por camino descendente hacia Cala Tavallera. Como ellos van hacia el Port de la Selva, nos despedimos, sabiendo que, al regreso, ese será el sendero que deberé coger para continuar. Lo memorizo para mi vuelta de la playa. Me desean buen viaje. Por el camino que ahora voy, por el que pensaba que no habría circulación, viene un coche y, cuando llego al final, veo otros dos aparcados. Uno, el 5339 CCD, me supongo que es el de Didí; el otro pertenece al matrimonio que acaba de llegar. Se asoman al borde del acantilado, pero ella no se atreve a bajar por el problema que tiene en sus rodillas. Cuando me han pasado, al menos, han sido prudentes y no me han levantado polvo. Los otros, los de la furgoneta, son una pareja joven; están desayunando y les digo que, si les sobra, a ver si me pueden dar un poco de agua. Me la he ido dosificando y al decirme ellos que me dan más, echo el último traguito que me quedaba en el botellín. Me lo llenan y me dan el sobrante de la botella, pues ellos tienen más en la cantimplora y ya están casi a punto de regresar a casa. Les agradezco el agua y su orientación hacia el camino de la derecha, descendente por la torrentera. Él es del Baix Empordá y ella de La Selva (que nada tiene que ver con el Port). El regreso lo haré por otro camino que me parece mejor que el recomendado. Cuando llego a la zona de la playa, un grupo está en el bosque, es el de Didí. Están él, su mujer, una hija de su mujer, su hijo y tres amigos más. Otro grupo está en el refugio: tres chicos y una mujer. Probablemente uno sea pareja de la mujer. Todos van de marcha con sus mochilas, pero sólo a uno le he debido dar envidia y se baña en bolas.

Las medusas dan juego relacional
Bajan por el camino dos ciclistas. ¡Si ya era difícil la bajada a pie, con bici, mucho más! Han bajado por camino erróneo, pues debían haberlo hecho por otro y ahora se dan cuenta. Se bañan con bañador y sólo el más gordito se lo quitará para bañarse desnudo. Es entonces cuando descubren una medusa. Luego me vuelvo a bañar y noto como un picotazo en la espalda. Habrá sido pura sugestión pues, cuando ellos me miran la espalda, me dicen que no tengo nada. ¿Me habrá besado un pez, rozado un tentáculo de medusa, o un aglomerado de gelatina que luego veo dispersa en la orilla? Los jóvenes que han estado allí de acampada, suben bártulos al coche, mientras el padre, la madre y la hija van a bañarse hacia la segunda playa, tras pasar unas rocas. Al cruzarnos les digo que hay medusas y Didí me enseña la que sacaron ayer del agua. Se van los ciclistas y llega una pareja y les digo que hay medusas, después de haber sacado yo dos del agua. El chico me responde: “no entiendo español” y yo le respondo: “aunque no entiendas español, te pueden picar igual”. Mi respuesta viene derivada de la actitud; decir no entiendo y no poner interés en lo que alguien te quiera decir, considero una actitud nada positiva. Muy distinto es decir: “no entiendo pero quiero saber lo que me quieres decir” y, con este tipo de respuesta hay medios para hacernos entender. Él se mete desnudo en el mar. A ella le explico lo de las medusas, se las enseño, y le da el parte a su pareja que nada tranquilo en el agua.  

Vuelven los jóvenes; pasan junto a las medusas y el palo que me está sirviendo para sacarlas, y ni las ven. Ha llegado otra parejita. También tres adultos que, se han limitado a tocar el agua y se han ido hacia el Cap de Creus. Entonces veo el camino que era, probablemente, hacia el que me había orientado Vicente. El joven de la parejita se sienta, se desnuda y rápidamente se pone el bañador; al menos lo ha hecho sin taparse con la toalla. Estarán muy poco tiempo. Los otros también se visten y, cuando ya me voy a ir, se acerca Didí y me cuenta la relación familiar y amical de su grupo. La mujer y él son amigos (yo creo que más que amigos) y tanto él como ella, tienen un hijo cada uno de una anterior relación.

Subir de la playa y bajar hacia el Port de la Selva. Capilla de Sant Baldiri
He visto a algunos que subían por otro camino al que yo he traído, así que de regreso cojo ese que me parece mejor. Está llegando una cuadrilla a la playa. Vienen andando. Cuando llego arriba, ya sólo queda el coche que supongo es el de Didí. A la cuadrilla me los volveré a encontrar en Cala Tamariua; son franceses. Ya en el camino, me encuentro a otra cuadrilla que me quiere hacer subir hasta una señal. Se ve que no conocen el camino que antes han cogido los de Toulouse. 

Encuentro a cuatro mujeres que son la avanzadilla de cuatro hombres. A ellas les digo lo de las medusas y la conveniencia de que bajen por el camino de la izquierda, que es mejor que el de la derecha. Luego, por hablar con los hombres, me despisto y no cojo el sendero de los de Toulouse. Hacemos chistes machistas aprovechando la avanzadilla mujeril, me desean buen viaje y retrocedo para recuperar la senda perdida. Este sendero me lleva muy bien hacia Sant Baldiri que, en parte, han restaurado con alguna gracia. 
 

Encuentro a dos mujeres tumbadas en un banco. Les saludo y pregunto: “¿llamo a la Cruz Roja?”. Se ríen. Luego me encuentro a una pareja y les indico la senda a seguir para llegar a Cala Tavallera. Sé que me han hecho caso, y corroborarán que es mejor mi sendero recomendado porque, al regreso, han cogido el otro, y puesto que, tras el baño de la tarde en Cala Tamariua, me los encontraré en una terraza del Port de la Selva. Ya estoy en carretera. 



Coches que pasan rápido. Al último le hago gestos de contrariedad; a ver si se dan por aludidos y echan el freno. Unos sudamericanos quieren llegar a la cala. Les digo que yo vengo de allí por sendero, pero que, no sé por donde, hay coches que llegan hasta el acantilado. Siguen, pero no sé si lo encontrarán. Desde arriba, veo Cala Tamariua, que la puedo localizar fácilmente porque hay un mapa de carretera. Por un lado de la calzada caminan vacas. Las he visto de lejos, cuando sacaba foto de la vaguada y ahora paso al lado de ellas.


El Port de la Selva. Comida en La Tina
Ya en el pueblo, empiezo a buscar un lugar para comer. El restaurante elegido será La Tina. Oigo música que proviene de un coche que conduce un chico joven; suena el Cara al Sol. Bromeo para mí: “¿Será una nueva versión para representar a España en Eurovisión?” Al paso que vamos, y el retroceso hacia valores del franquismo, no sería de extrañar. Alguien me dice que La Tina está detrás del BBVA y tiene menú por 14 €. Como macarrones en cazuela, muy ricos, carne guisada, que también, tarta de manzana y me invitan a la segunda cerveza. Con el IVA pago 15,61 €. Detrás, a mi espalda, se celebra una comida familiar y, delante, dos chicos que pudieran ser pareja, quizás sólo amigos, y que luego veré en una pequeña calita en un brazo de la Cala Tamariua. Les veré desde la roca. 
 


Después de comer, como al llegar por arriba ya he localizado la playa, tengo clara la dirección que debo seguir, que supone retroceder, pero me compensa, pues quiero disfrutar tranquilo en playa nudista oficial. Las fotos que saco, hacia el Norte, ya me van mostrando el tramo final de la península y las primeras costas francesas.



Cala Tamariua por la tarde
Al inicio de la playa hay un familión de textiles y algunas parejas; no será hasta la parte final cuando empiezo a ver los primeros nudistas. Una pareja heterosexual está en pleno magreo. Una pareja de chicos en que sólo se baña uno que, para cuando regreso de la roca, ya se han ido. Y tres chicas catalanas de las que sólo se desnuda una, aunque me dicen que otra ha estado desnuda antes. Hablo con ellas cuando ya están vestidas y se van. Bajan dos adultos franceses con dos perros y sólo se desnuda uno y se baña. Tengo una eyaculación espontánea que, con la edad, se agradece, ya que es algo que va ocurriendo con poca frecuencia. Todo ocurre con total discreción. La tarde resulta productiva. Tras haber pasado una tarde placentera en la playa, vuelvo al Port de la Selva. 

Final de la tarde en el Port de la Selva
Encuentro en una terraza a la pareja francesa de esta mañana. Me meto en la terraza de La Llevantina y tomo un gin tonic 5,50 €. Escribo el diario, mientras oigo a Mateo que, en realidad, es Mathieu, al que le gustaría morirse al cumplir los 65 años; lo está diciendo a su pareja y me vuelvo, les cuento mi viaje y trato de transmitirle mis ganas de vivir, aunque no falten riesgos y peligros. Silvia es muy receptiva y asiente a cuanto le digo. Se van, nos despedimos y sigo escribiendo. Voy a orinar, pues están limpiando para cerrar. Me dicen que puedo seguir escribiendo en el de enfrente, Casa del Mar, que también es suyo, pero que también lo van a cerrar pronto. Para las ocho, ya se ha ido todo el mundo, pero me dejan quedarme escribiendo en la terraza. Adeu a todo el mundo. Pregunto por algún sitio en que pueda cenar. Hoy me apetece cenar caracoles y nadie sabe dónde los puedo encontrar. De momento voy a coger agua y unos me orientan hacia una fuente pública. Con mucha dificultad, consigo llenar el botellín. Vuelvo a saludar a los de Toulouse.

Nocturno en Cala Tamariua
Llegando a la playa, sólo queda un coche. Una chica se esta vistiendo. Dos submarinistas están saliendo del agua. Uno lleva un pez plano, del tipo rodaballo o lenguado, y el otro, dos pulpos y algo más. Me voy al extremo previsto, hago la cama y duermo bastante bien, aunque los mosquitos son una constante durante toda la noche. Hablo con Josu, pues Sara me ha mandado un SMS, “Jokin ha dado sus tres primeros pasos” ¡Bien por Jokin! ¿Seguirá los pasos del aitona? (80 céntimos).

Balance del día
Bonito amanecer y complicaciones para llegar a Tavallera. Disfruto de las dos playa nudistas, Tavallera y Tamariua; la noche ha sido poco favorable para el descanso.

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