miércoles, 3 de abril de 2013

178.2 Prolegómenos. Puente Tocinos-Santiago de la Ribera

178.2 28 de mayo de 2009, jueves.
Puente Tocinos-Murcia-Santiago de la Ribera.
En el coche de Geli y en autobús. Pequeños paseos por los alrededores de Murcia capital y para ir al autobús. Luego el autobús me dejará arriba y bajaré de San Javier a Santiago de la Ribera a pie.

Con Ainhoa al colegio
Me despierto a las 6:30 h y me levanto a orinar. Me vuelvo a meter en la cama, pero ya he dormido lo suficiente y me conviene más levantarme; me visto, lavo, cago, afeito, lavo y, con todo ordenado y la encimera recogida, bajo a escribir a la cocina. No se oye nada y Geli no se levanta hasta las 7:30 h. Aparece con la ropa de cama de Ainhoa que, de vez en cuando, "olvida" controlar esfínteres. Luego organiza el desayuno de Ainhoa, que está semidormida y deja un culín de Cola-cao; como se negaba a meter nada sólido, Geli ha claudicado y conseguido que, al menos, lleve en su interior el cacao y la leche. Lleva un pequeño bocadillo que se lo come hacia las once y que, como Jose se lo ha puesto grande, volverá la mitad de regreso a casa.

Despertamos a Carmen y ambas estrenan vestido. A Ainhoa, el rosa, le queda un poco estrecho y, al ponérselo, se oye un pequeño crujido cuando se mete mangas y cuerpo; “le va a valer sólo para una o dos puestas”, comenta Geli. Tienen una gran guardarropía; se ve que la pareja y las niñas tienen un buen apoyo familiar y casi todo es heredado. Ainhoa está en un percentil por debajo de su edad en altura; están tratando de conseguir que no baje más. De momento, se le va viendo que es una niña alegre y ha recibido contenta su situación actual. Maneja y toquetea demasiado a su hermana. ¡Son tan distintas en lo físico! Ainhoa tan morena y Carmen tan rubia… Con la mayor vestida y desyunada y la pequeña con un vestido verde floreado (el primero que le ha probado le caía demasiado grande), se montan en las sillitas de atrás del coche rojo de Geli. El grande se lo lleva Jose Martin y lo aprovechan para ir cuatro a trabajar y, si él está cansado, siempre hay alguno de los otros tres dispuesto a conducir.

Al salir, ahora de día, veo la bandera del Barça que regalaron a Jose Martin en su último cumpleaños y que ondea amarrada a la antena de la televisión. Hoy, él ha ido con la camiseta celeste puesta, aunque en el trabajo se pasará toda la jornada de verde. Un amigo de quirófano ha salido a abrazarlo por el 2-0 de ayer aunque, con el atuendo hospitalario, no está permitido el contacto físico (ni químico). Me lo dirá cuando regrese por la tarde.

El patio de mi cole es particular
Llegamos al colegio de las verjas amarillas; “Nosecuantos Gaya”, pone, con diez minutos de adelanto que, “según un estudio, es el rato previo conveniente para el primer contacto del día con los compañeros y que se ha demostrado beneficia al rendimiento escolar”, me dice Geli. Ella trata de cumplirlo, pero no siempre puede. Hoy hemos podido. Para entrar en el colegio, el grupo de Ainhoa forma fila, pero todavía no está más que el primero; un negrito subsahariano, que no abandonará su primer puesto hasta que unos amigos llegan y se va con ellos a jugar pero, en seguida, vuelve y recupera su primer puesto cuando la fila ya se está formando.

Ainhoa y Carmen juegan por libre y la mayor no se incorporará a la fila hasta última hora. Lleva poco tiempo y, de momento, no se relaciona con compañeros. ¡Habrá que darle tiempo! Hacia las 9:05 h aparece la “seño” e irán entrando al edificio subiendo las escaleras, según les va indicando la profesora, una mujer ya madura. Damos un beso a Ainhoa y nos vamos

De regreso al carril de la Filomena
Aparcamos el coche en el espacio de paso de la vecina, que también es pariente, y que les está haciendo la vida imposible desde hace unos años; ahora se encuentra de vacaciones en Alemania. Al otro lado del porche hay un almacén, en el que el único hermano varón de Geli guarda tomate y, fuera de época, pepino y alguna cosa más, que luego vende y es de lo que vive. “El tomate Raf, en su época, y ahora, el Rambo”, me dirá luego el padre de Geli.


Geli prepara la leche con pan remojado que Carmen toma relativamente bien, aunque le gusta enredar y tira bastante al suelo; algo guarreta, como tantos niños. Luego desayunamos los mayores. Yo tomo leche con Cola-cao, tortitas y un poco de bizcocho, del que sobró ayer en casa de Paco; con las tortitas recupero el sabor de las tortas sevillanas. Mientras Geli tiende la ropa a secar, yo me quedo con Carmen, que se ha hecho caca y hay que cambiarle el pañal.

La Fuensanta con Carmen. Charla y aperitivo
Luego nos iremos en coche a La Fuensanta, que es la patrona de Murcia y su iglesia, y el Convento de las Benedictinas, están en las afueras. Allí todo su afán será subir escaleras y a las alturas. La iglesia está cerrada y damos un paseo y un señor, que apenas ve, nos quiere endosar un gatito rubio. Geli lo coge y se apiada, pero le mira a los ojos y opina que pronto se va a morir. El minino nos sigue y, como no lo queremos atropellar, lo cojo y lo dejo lejos del coche, tras un gran macetero. Cuando pasamos cerca con el coche, vemos cómo el gatito continúa donde lo he dejado.
Nos vamos hacia un merendero, que no está demasiado alejado de La Fuensanta y allí, muy pendientes de Carmen, que no quiere terminar su potito Hero (lo ha dejado por la mitad), nos tomamos un aperitivo; ella una naranjada y yo un vermouth de barril con un chorrito de ginebra y dos marineras, que consisten en un pincho de ensaladilla rusa con una anchoa gruesa y larga troceada y colocada por encima y con un pan crujiente tipo flauta. ¡Qué rico! Con un paquete de pipas de girasol de 1 euro (10,30 €). Charlamos lo que Carmen nos deja. Geli, que ahora ya no lo puede hacer, siente envidia de un cuarentón que llega, se sienta junto a una mesa y lee plácidamente, con su perro a los pies. Ella lleva años sin leer casi nada.
Me ilustra historias de otra época relacionadas con el lugar. Dice que por allí había una fuente, pero no recuerda exactamente el lugar. Dice que, de joven (todavía lo es) solía venir, con miles de murcianos, el día de la romería. No se podía hacer ni un pis, ni había espacio para tanta gente. Ya hace años que no viene y se alegra de ello; prefiere venir aquí fuera de época y dar paseos tranquilos por los alrededores. Ahora, con la llegada de las niñas, eso también se acabó. A veces, cuando algo no sale bien, se siente deprimida y cree que debe cambiar, preocuparse menos de lo material y jugar más con ellas. Todavía está empezando. Todo se irá ajustando. Le recomiendo La vergüenza. No se la quiero contar y le doy la clave de lo que quiere decir y que es un caso particular que hay que ver con la distancia necesaria. Parece que Jose Martin se implica menos con las niñas de lo que fuera conveniente, pero quizás sea su horario laboral el que funciona como circunstancia adversa. A Geli le gustaría que consiguiera plaza en Murcia, lo cual cree que no es un imposible.

Geli me cuenta cómo se conocieron hace tres o cuatro años. Ella es separada y tenía otra pareja. A Jose le conoció en el hospital, mientras él se trataba de una dolencia en la muñeca. Un día, el médico no apareció y hubo que anular las visitas, pero Jose, que tenía a primera hora, fue atendido por ella; hubo una segunda atención y empezaron a tontear. Jose puso en juego mucha habilidad para invitarla. No es muy profesional que un profesional se enrolle con un paciente, así que esperaron a que le dieran el alta médica para poder comunicar y celebrarlo con sus compañeros.
Tienen una casita en Moratalla y otra en San Pedro del Pinatar, pero no sé si se refiere a casas propias o de sus padres. Geli dice que la casa del carril de la Filomena precisa remozar la fachada, pero están muy hipotecados. Es la casa en que vivían sus padres y, cuando se separó, fue su refugio, y allí se quedó cuando sus padres se fueron a un piso más pequeño que, luego, conoceré, pues estoy invitado a comer allí con ellos. Comeremos allí porque Geli tiene entrevista con el psicólogo a las cuatro.

De vuelta a Puente Tocinos. Los padres de Geli
Carmen se ha dormido en el coche al volver de La Fuensanta y, al llegar, la metemos en la cuna en casa de la Filomena. Después de coger mis mochilas y meterlas en el coche, volvemos a meter a la dormida en el coche, junto con la botella de vino que llevo para el coronel y El cocinero loco, que es el regalo que todavía no les he dado a las niñas. En el coche, vamos a buscar a Ainhoa a la salida del colegio y llegamos con 5 minutos de retraso. No seremos los únicos en llegar tarde pues, tres maestras están con dos o tres niños más. Ainhoa sale contenta y con ganas de contar. No ha tirado el resto del bocadillo que no ha comido y lo ha guardado.
Llegamos a casa de los abuelos que, de repente, han pasado de cuatro nietos a seis. El padre está preparando hojaldres de cabello de ángel (de los que, luego, daré cuenta  y están buenísimos) y horchata de almendra. Conozco también a la madre, que ha preparado guisote de cordero con patatas y pruebo los tomates Rambo; muy ricos, también. Les cuento mi teoría (y práctica) sobre la preparación de tomates quitándoles la piel y comiéndola aparte (para no despediciar su vitamina).
Pero antes de comer y mientras esperamos a la penúltima hija, empezamos a jugar al Cocinero loco. Primero hemos hecho el dado (con mis nietos no recuerdo que lo hiciéramos y con Pablo y Jorge, en Almería, tampoco) y jugamos bastante bien, aunque Carmen es muy pequeña, pero, como Jorge, las dos se ríen cuando el cocinero se cae. No obstante, conseguimos hacer una puesta completa con todos los elementos en las dos bandejas.
Después de comer con tinto de Jumilla, muy rico, con los pasteles, sacan una copita de mistela, que me hace recordar los ricos panellets de Teresa, mi amiga de Gironella. Ya muy tarde, hacia las cuatro y media, llega Jose Martin, sin ganas de comer, pero comiendo a la fuerza, porque se tiene que alimentar. Ainhoa me reclama más juegos y Carmen también y, como ya me va a quedar poco tiempo con ellas, me prodigo y reparto para las dos. Espero que no se me resienta la salud antes de comenzar a caminar.
Geli propone a sus padres que se queden un rato con las nietas más recientes y ellos acceden encantados; esta vez yo soy la escusa. Nos dicen adiós desde el balcón del primero y montamos en el coche.
Visita rápida a Murcia capital
Es la primera vez que la visito. Aparcamos el coche en un subterráneo. Vemos el edificio del Cardenal Belluga, antiguo Palacio Episcopal. En la plaza de la Catedral, pido a una chica que nos saque una foto a los tres y, como estamos en sombra y la catedral está muy iluminada por un potente sol, salimos muy oscuros, casi a contraluz. La culpa la tengo yo, por haberle dado demasiadas instrucciones. Agradezco a la chica. Luego Geli nos saca a los dos varones y más de lo mismo. Nos vamos a una terraza; tomamos, ella un té enorme, él un café especial y yo una caña. No me dejan pagar. Se está bien a la sombra. Volvemos al aparcamiento (Boli regalo AGA) y Geli no baja, porque se ahoga con el calor. Nos cuesta aparcar frente a la estación de autobuses y hay que dar varios rodeos para conseguirlo. Jose se ha dejado la cartera de Geli en el salpicadero y retrocede para recuperarla. Geli se sienta a comer pipas, las que he comprado esta mañana, junto a La Fuensanta, y yo voy al WC. Cuando salgo, ya han puesto el autobús en el andén número 8. Nos despedimos, les agradezco la estancia, les doy ánimos y fuerza para abordar la educación de las niñas y nos deseamos lo mejor para todos. Se van y me pongo a la cola. Al subir, el conductor me dice que me conviene bajar en la gasolinera de San Javier. Como no sé dónde está, me dice que le avise en una hora. Pago 3,50 €.

En autobús hacia Santiago de la Ribera
Hay unas plantaciones, cubiertas con finas redes blanquecinas, que veo al pasar; “pepinos” me dice el compañero de asiento. Como él baja un poco antes que yo, no me podrá indicar la parada de la gasolinera. Cuando entramos en San Javier, aunque no paso por donde anduve el año pasado, se me hace algo familiar, y reconozco el ancho paseo de bajada hacia Santiago de la Ribera. El conductor para y dos extranjeros le preguntan. Él les responde que, otra vez, pidan el billete hasta Lo Pagán. No sé si lo entienden o se hacen los despistados por propia conveniencia. Justo en ese momento se cumple la hora y pregunto al conductor y, justamente es esa la parada en que me debo bajar ¿y si tardo un poco más en preguntar? Como ya había arrancado, me para al llegar al cruce; me abre la puerta y me indica dos formas para llegar a la A.G.A. Me sitúo bien y elijo la mejor. Antes de llegar veo a dos caballeros cadetes con bolsas para echar a la basura. Me dicen que ellos tratan al coronel de Usía, pero que yo podré tratarlo de usted. Les hablo de que mañana entraré a la Academia y les cuento mi paseo proyectado hasta Francia. Me desean suerte. Luego les vuelvo a ver y, mientras charlo con ellos, me cerrarán el gallego. Pero me estoy adelantando.
Llego al hostal K-Hito. Saludo al dueño y me da la 107. Ahora, fuera de temporada, son 18 € + 2 € por el desayuno. Subo, me ducho y salgo a cenar. Lo hago en el D.Quijote. Berenjena con pimiento y carne picada, dos trozos de patata asada con alioli y choricitos con pimiento verde y rojo. Las patatas no están ricas y las dejo. Con dos tubos, suman 12 € con la propina. Llamo por teléfono y hablo con Josu (0,95 €).
Regreso al K-Hito; el desayuno a las 9:00 h. Pongo a cargar el móvil y no me pongo a escribir el diario porque estoy cansado. Duermo bien y a las tres me levanto a orinar.

Lo más destacado del día
Aunque todavía no estoy en marcha, el día ha sido grato, primero con las niñas y Geli, luego en casa de sus padres, obsequiado con una rica comida y el ratito que he estado con Jose Martin, que ha llegado cansado del trabajo. Llegar a K-Hito y tener sitio, ha sido tranquilizador, en parte, por ser territorio conocido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario