lunes, 8 de abril de 2013

Etapa 06 (184) Playa Montíboli-Benidorm

Etapa 06 (184) 03 de junio de 2009, miércoles.
Playa Montíboli/Esparrelló-La Vila Joiosa-Playa La Mallaeta-La Vila Joiosa-Playa Torre Conill-Benidorm.

Me espera día familiar. Hoy veré a mis primos en Benidorm, donde estoy invitado a pensión completa en hotel. Les tengo que contar lo acaecido en la Academia General del Aire y, en especial, comunicárselo a Jesús Mari, el minero que quiso volar.

Valor, de nuevo, para el desayuno
Me levanto a las 6:30 h a orinar y me vuelvo a meter al saco. Como ayer no pude ver la puesta de sol, hoy me coloco de forma que pueda ver la salida. Espero para sacar la foto y me doy un paseo con sandalias. He sangrado, por la noche, del talón del pie izquierdo. Soslayando roca, me doy un baño y hago la plancha. Salgo del agua, me seco al aire, recojo todo, me visto y, antes de las 7:15 h, ya estoy saliendo de la playa, sin que haya aparecido ni un alma por allí. Sólo empiezo a ver gente al llegar arriba. Trabajadores, un extranjero con perro, y voy bajando por la carretera por la que vine ayer. La foto que he sacado no ha podido ser con sol de amanecer, pero sí se ve la punta Sur iluminada por él. Se puede ver la señal de peligro por probables desprendimientos y la roca caída que os comentaba ayer. La zona del Hotel Montíboli, que aparece en la cima, es la que más se aproxima al mar. ¿Alguien sería capaz de calcular, en el proceso de desmoronamiento de la montaña los años, o los siglos, que pasarán para que el hotel desaparezca?

También saco otra foto del lado norte que, al estar a contraluz, no se aprecia bien, pero que tiene una construcción encalada muy bonita. Es probable que esta construcción sea más reciente y que esté infringiendo también la Ley de Costas. La carretera no tiene acera y yo voy por el arcén derecho, el más próximo al mar. Dos mujeres que pasan me dicen que voy mal y que debo ir por el otro arcén, y no les falta razón. Al inicio de la conversación, no se creen el viaje que les cuento, paro acabarán convenciéndose de que es cierto. Las dos tienen muy buen aspecto para la edad que me dicen: 74 años una y la otra 80. Sigo la carretera, sin cambiar de arcén, que me propicia encuentros y pregunto a otra mujer el nombre de una montaña caprichosa que estoy viendo hacia el interior: “Puig Campana”, me dice. Luego lo fotografiaré, ya estando en La Vila Joiosa. Pregunto por churrería Valor, y me responde: “siguiendo, en el centro del pueblo”.

Estoy en el barrio de La Mallaeta por tanto, abajo, la playa que hay por allí, es la nudista que busco para luego. Cuando estoy saliendo de La Mallaeta, leo un cartelón con un texto escrito que me parece de argot extraterrestre: “Sistema de Alta Seguridad en Memoria de Calidades”. Me deja perplejo, ¿cuál será su significado? Llego a Valor y, aunque más caro, elijo mejor que ayer en El Campello. Tienen el mismo problema con el precio de los churros y me ofrecen otra fórmula que consiste en 4 churros y café con leche, a lo que añado tostadas con tomate, y que me costará 4,85 €. Tras el desayuno, me afeito, lavo, cago y comunico que no hay papel higiénico. Si ayer fueron cuatro chocolatinas, hoy me regalan un rico bombón. Pido agua y olvido cargar el móvil; ¡qué poco duró la carga de ayer! A ver si me acuerdo de cargarlo a la hora de comer.


Retrocedo hacia La Mallaeta
Son las 10:20 h cuando me pongo en marcha. Dudo si avanzar, pero retrocedo hacia La Mallaeta. Aunque vengo de allí, quiero evitarme la carretera e ir por camino más directo a la playa. Miro en mapa de costa local, pero no me aclaro, y pregunto a una señora, que me dice que pase la riera casi seca, que fue barranco, y que baje hacia la playa del Moro. Esta playa es de piedras, peor que la de ayer de Montívoli y más sucia. Un señor, que está allí con un chaval, me confirma que es la del Moro y que para llegar a La Mallaeta debo ascender la montaña, aunque él suele ir bordeando el mar, con caña y cubo. Si él lo hace costeando, pienso, yo también lo podría hacer, pero vuelve a recomendarme que lo haga por arriba.

En la Mallaeta con Antonio y Jose y los de Ponferrada. Poblado ibero
Al llegar a la cima, con la playa ya a la vista, veo en ella a dos personas con bañador y saco una foto con la torre que, esta mañana, al venir, he sacado a contraluz. También hay un cotolengo o viejo asilo de ancianos, obsoleto. Bajo a la playa, me baño y hablo con los dos que he visto desde arriba. Antonio está jubilado por incapacidad y recibe algo más de quinientos euros al mes. Por esa razón, cuando le pregunto si no viaja con el Imserso, me dice que, con ese dinero, pocos viajes puede hacer. Tiene algunos ahorros, porque vendió el piso donde vivía y, con ese remanente, puede vivir en una pensión económica. De todas formas, se va a enterar de si hay en el Imserso algún viaje barato. Yo lo único que hago es animarle, contándole mis experiencias y, si le gusta viajar, orientarle hacia un modo barato de conocer España. Estas experiencias son las que animan a Antonio. El joven que está con él es Jose. Antonio no se desnuda por respeto a Jose, que no es nudista. Charlamos un rato y me dan datos para llegar a la playa Torre Conill. Se trata de ir por el casino y coger un caminito; Conill está a 3 km antes de Benidorm. Me doy el cuarto baño del día y observo, desde el agua, el camino por el que ellos ascienden hacia el viejo asilo.

Cerca del castillo, me han dicho que han encontrado un yacimiento romano, pero cuando suba, me enteraré de que no es romano, sino ibero. Arriba veo, desde la playa, a dos operarios que descansan a la sombra. Estarán un rato sin trabajar. Llega una pareja de Ponferrada; él es muy reidor y muestra un  aspecto orondo y feliz. Se desnuda, pero ella mantiene la braga. Se produce el acercamiento y charlamos un rato. Cuando me vaya, se pasarán a mi sitio, donde hay dos piedras grandes que permitían mejor acomodo. Están de vacaciones, pero es la primera vez que vienen a La Mallaeta. Cuando llegue a la torre, les veré desde allí. Saco foto de la playa, pero con especial atención al yacimiento de restos iberos de La Vila, con los de Ponferrada trasladándose al sitio que yo ocupaba. Regreso por el antiguo asilo y saco foto con el Puig Campana, al fondo.

Recomendable Tasca Llimones
Después de la gran rotonda, salgo a la carretera y entro en un establecimiento de apuestas para hacer la quiniela (1 €). A la salida, una mujer que ha pedido millones (me supongo que apostar a Euromillones), me orienta para llegar a la calle Llimones, donde hay un restaurante que me han recomendado Antonio y Jose, donde la cocinera es marroquí; "¿pediré un tajín de carne?", me voy relamiendo de pensarlo. Veo a un marroquí y le pregunto, pero el no lo conoce. Me sorprende, porque lo encuentro enseguida; casi allí mismo. El que está en la barra es de Melilla y la socia, que está en la cocina, es la marroquí. Al principio él se enfada porque ella no me explica bien lo que hay de menú. Me siembran dudas, porque me ofrecen carne con patata y verdura y también lentejas; el problema es que los dos platos me apetecen. El coste es de 7 €. Como una ensalada con lechuga, tomate, cebolla, huevo duro y aceitunas rajadas. Está riquísima y rebaño el plato con el pan. Las lentejas también están muy buenas, con acompañamiento de cebolla, zanahoria y chorizo, plato que acabo dejando limpio, también; cuando me retira los dos platos rebañados, le digo que no estaba nada bueno. Entiende mi humor. Cuando ya estoy pensando en el postre, llega con 6 u 8 aros de calamar rebozados, con mahonesa y dos huevos con patatas fritas, que ya no puedo terminar. Un hombre que está en la barra, se interesa por mi conversación con los dueños, y me dice que él es de La Vila, pero que su mujer es de Ondarroa y que, en unos días, estarán de vacaciones allí. Se ofrece para llevar un mensaje a Ipar del Basati, el que, a mi paso por allí, me invitó a pizza en su restaurante y a dormir en su faro, donde vive de “ocupa”. Una tarde-noche memorable. Se me ha olvidado poner a cargar el móvil y lo pongo tarde. Necesito algo de carga, para llamar a los Usandizaga desde la playa Torre Conill. Espero encontrarla. Recojo el móvil semicargado y pago los 7 € de la abundante, nutritiva y rica comida, bebida incluida. Dejo un choricito en el retrete y a las 14:30 h me despido de la Tasca Llimones, totalmente recomendable.

Buscando la playa Torre Conill. Laura y Nacho.
Una tacita de sidra
Bajo hacia el paseo de playa por la antigua muralla romana de Levante que, ahora, tiene torre de iglesia con reloj. Por mi posición, no puedo saber si forma parte del mismo edificio o son diferenciables, pero a mi me parece que todo está imbricado. Por ese paseo sigo hasta lo que me permite el puerto deportivo y cojo carretera nacional, en busca del casino, que Jose y Antonio me han indicado. Un hombre me confirma que el camino hacia la playa Torre Conill lo debo coger por este lado del casino. Veo indicación Valencia y sigo por carretera, hasta que una hermosa mujer, con bolsas de compra, me indica que puedo seguir por camino. Pareciera que iba a ser una forma de acortar, pero el camino se acaba y decido bajar a una playa de una pequeña urbanización con buen paseo marítimo. En algún lugar daré con la playa que busco. Voy caminando bastante bien por las rocas, aunque no son la maravilla del cabo de Las Huertas.

Tras un rato por las rocas, encuentro a Laura y Nacho, él con fusil submarino, “que traigo por traer”, me dice. Nacho nunca había practicado nudismo pero aquí, en este lugar solitario, lo hace y se siente libre y feliz. Comparto con ellos un rato de mi viaje, cuento algo, pero me demandan más y, a pesar de que quieren saber y me hacen más preguntas, en la última les digo que me tengo que marchar, porque me demoraría demasiado y me esperan en Benidorm. Me dicen que Torre Conill está después de la playa, cogiendo un camino que asciende a un monte y pasando dos ensenadas. Gracias y adiós. Se acaban las rocas y llego a la playa de piedras. Dos matrimonios me dan más pistas y un tacita de sidra El Gaitero, fresquita y que me entra muy bien. Me desean buen viaje y paso al interior de la playa porque se camina mejor, el piso es más firme. Desde la orilla, una mujer grita, llamando la atención de dos hombres jóvenes, con una criatura, que se acercan a ella. Yo creía que había visto un cangrejo o algo similar pero, uno de ellos, coge una bolsa, se mete en el agua y vuelve con un hermoso pez. Parece que está muerto y me hacen varias preguntas; yo no me acerco y, dese la roca, les digo que miren las agallas y, si están rojas y los ojos brillantes, que se lo pueden comer. “¿De qué clase es?”, les pregunto, y me responden que tiene la cabeza morada. No tengo ni idea. “Si tiene el cuerpo algo amarillento, podría ser un mújol”, les digo y continúo mi camino. Si fuera experto en fauna marina me habría acercado pero, como no lo soy, no voy a resolver nada.

Llego por la orilla al camino ascendente. Hay demasiados caminos, para saber cuál es el bueno; dejando y volviendo al principal y asomándome más o menos al acantilado, me voy orientando muy bien, pero se me hace más lejos de lo esperado. Los que me han dado la sidra, me han alertado del peligro de la playa Torre Conill y uno de los hombres me ha acompañado unos metros y me ha dicho que de Torre Conill a Benidorm hay un buen camino señalizado con pintura verde. Cuando llegue el momento, lo olvidaré. Aunque parece imposible, un hombre llega en coche y lo aparca por donde acabo de pasar. Baja hacia las rocas y, parece desde lejos, se desnuda, pero no lo puedo asegurar. Más adelante veo otro camino que baja a rocas del acantilado; veo una moto y en una roca grande un hombre lee un libro. De allí paso a otro espacio abierto y, en un pino, veo algo colgando de una rama, podría ser un cuerpo. Sin temor a encontrarme a un colgado, me acerco y veo que es un hombre que, para mayor comodidad, se apoya en una rama con los dos brazos, para dar más estabilidad a sus binoculares y poder disfrutar mejor del paisaje; probablemente el paisaje del que disfruta es el conjunto de cuerpos desnudos de la playa Torre Conill y sus aledaños.

Está tan ensimismado en la visión, que ni oye mis pasos, así que no le molesto y me voy ¡que lo disfrute y se masturbe a su salud! Pero al abandonar el pinar y salir a la explanada, avisto algo que podría ser la playa buscada, y le pregunto a ver si es Conill y el de los binoculares me responde afirmativamente. Una vez vista la playa, es todo más fácil, ya basta con seguir el camino descendente. Hay algunas zonas más escarpadas y otras deslizantes, con una mezcla de arena y cascajo, por las que resbalan mis sandalias pero, sin ningún percance, llego al lugar. Me da mala impresión ver a tanta gente que ha llegado allí en su coche, cuando yo he accedido a la playa Torre Conill por un acceso semisalvaje, que la convierte en una playa muy atractiva para mí. Es el plus que recibe el caminante.

Playa Torre Conill. Dos franceses, una inglesa y un alsasuarra
Desde arriba he visto cómo la playa tiene dos espacios separados por una gran roca. La pequeñita del Norte es de arena, pero el agua está muy sucia. En el centro hay un mirador de acceso y la playa más grande es de piedras. En el aparcamiento hay una treintena de coches aparcados. Oteo desde el mirador el panorama y decido dónde ponerme. La entrada la he hecho por el pasillo que da al balcón-mirador y es cuando veo la suciedad flotante de la playa de la izquierda, así que bajo las escaleras hacia la de la derecha, la playa Sur. Dejo mi equipaje en la sombra, hacia las rocas del fondo y, sin descalzarme, camino hacia el centro, que tiene acumuladas piedras cuadradas y de mayor tamaño; una mujer utiliza una para pisar la toalla. Dejo en otra las sandalias y me meto en el agua; como hay profundidad, será la primera vez en muchos días que me estoy un rato largo dentro del agua. Estando en el agua, entran dos chicos en bañador, uno de ellos es de Saint Jean de Luz (Donibane Loizu) o que suele ir allí a bañarse; yo le digo que suelo ir a Ondarraitz a Hendaye, a la zona nudista de Las Gemelas. Se sorprenden con mi viaje de Francia a Francia a pie y me hacen muchas preguntas. Ya fuera del agua, me siguen preguntando y acabo trayendo mi equipaje y enseñándoles el material con el que viajo y mi cuaderno de dibujos. Les digo que les voy a enseñar mi GPS y, cuando saco el mínimo mapa de Alicante que me está sirviendo de apoyo, se ríen. Se sorprenden con el poco material de mis mochilas y también se ríen con mi pareo agujereado. Me vuelvo al agua y en seguida se van. Aunque queda mucha gente, ya solo, apoyo mi espalda en la mochila grande que, a su vez, he apoyado en un pilón y estoy sentado bastante cómodamente. A mi izquierda hay dos chicos, que yo calificaría de homosexuales, a juzgar por la manera en que se echan agüita al entrar al mar. Y a mi derecha, una pareja, quizás matrimonio, que se filman desnudos, uno a otra y viceversa. Cerca hay un chico con hamaca y piercing en el pitilín. Hoy es la segunda vez que se me ha saltado la cremallera del pantalón gris. Vuelvo a bañarme, pero esta vez lo haré entrando al agua por el trampolín. Al pasar por la roca, están allí los que he calificado de gays y le veo a uno que se pone y se quita el bañador; otro que está desnudo con él, le mira con atención el culo y él le dice: “no me andes en mi hucha, que sólo admite billetes de 500”. Sería ingenioso si no fuera tan guarro y caro. Van a dar las seis y me dispongo a llamar a Mertxe, ya que es la única que tiene móvil, pero como no tengo cobertura en mi sitio, me subo a la roca. Hablo con ella e Itziar y decidimos vernos a las 20:45 h en recepción del Hotel Monpar (luego comprobaré que es Mont Park). Todavía me quedan 3,50 € de saldo. Hablo con una inglesa a la que le interesa aprender español y prefiere que hablemos en mi idioma. Cuando me voy a vestir para marcharme, paso junto a un chico que habla con una mujer, mientras su mujer y su niñ@ pasean cerca de un grupo guiri que escucha “plaing guitar”. Al pasar por delante de los dos que hablan, la chica se queja de la crisis y se apena por las personas que se han metido en compra de pisos, para especular y, con la crisis, les han cortado los créditos y ahora los tienen que malvender o buscar quien se los avale. Me meto en la conversación y le digo que, si había sido sólo para especular, les está bien empleado. Ella me dice que nunca ha tenido nada, pero si hubiera tenido algo, también le hubiera gustado especular. “Me habría encantado que ha ti también te hubieran pillado en el negocio”, le digo. ¡Gente insufrible! Les digo la caminata que estoy dando y él alucina. Me pregunta de dónde soy y le digo que de Irun, “¿y tú?”; “de Alsasua”, me responde. Voy a mi sitio por el carnet de identidad y le enseño: “harrituta nago”, me dice, en Euskara. Su mujer es de Olazti. Conoce a gente de mi familia. Al llegar le había dicho “¿qué hace aquí un guarro desnudo?” y luego había seguido la conversación sobre la especulación y la explosión de la burbuja inmobiliaria y, ahora, me da pena tenerme que ir. Pero el tal Morán, parece que está bien charlando con aquella mujer y no hace mucho caso de la propia que, es más, ni me la presenta. Le digo que me tengo que ir, porque tengo cita en Benidorm, y desaparezco.

Hacia Benidorm. Uno de Zumárraga
Salgo al aparcamiento con intención de continuar por la carretera, pues será el camino más seguro si quiero llegar puntual a la cita. Me cuesta trabajo llegar a la cima y empiezo a caminar por la carretera. En ese momento aparece Jesús, de Zumárraga, que trabajó en el taller mecánico de Esteban Orbegozo; le digo que mi padre trabajó muchos años en esa misma empresa, en el turno de noche, y que sus aficiones eran las mismas que las suyas, cazar, pescar y coger setas. Él me añade: “esquiar”. Se brinda a orientarme por camino, ya que así ahorro tiempo y me acompaña un rato hasta dejarme en el bueno. Ha sido un buen encuentro y un acierto, ya que lo he conocido en el lugar y momento oportuno. Paso por una especie de castillo que Jesús me ha dicho que no es tal, sino un montón de piedras un poco ordenado, pero yo le saco foto; pienso que puede ser la torre que da nombre a Torre Conill. Voy bajando hacia Benidorm y sigo preguntando.




Llego a la cala de Finestrat. Me cabreo con la propaganda que está haciendo en PP, que veo en un grupo con una furgoneta, utlizando la crisis a su favor, una crisis del capitalismo, a nivel mundial. “Parece que nunca habéis estado en el gobierno”, le digo a uno de los del grupo. Nos metieron en la guerra de Iraq, no repartieron sus arcas bien repletas elevando las pensiones más bajas, gestionaron fatal la crisis del Prestige y, ahora, se presentan como los únicos que nos pueden salvar de la crisis. ¡Es increíble su capacidad de olvido! Después de sacar una foto desde la playa con la isla al fondo, sigo preguntando y, por fin, llego a la playa de Poniente, a las 19:30 h. A las 20:05 h llegaré al final. Están reformando la playa y en el paseo están haciendo un laberinto que simula olas, permiten una visión entrecortada y me obliga a hacer curvas y dar vueltas innecesarias. Habrá que ver el resultado final. Probablemente habría ahorrado tiempo yendo por la orilla del mar, pero ya no me merece la pena ni lamentar. Da la impresión de que no van a poner ningún elemento protector, tipo barandilla de La Concha, sino que el propio peralte que propicia el simulacro de ola, va a ser lo suficientemente disuasorio como para que nadie se asome al precipicio. ¡Ya se verá! A mí, así, me parece algo etéreo y me resulta bonito pero, a la vez, que será peligroso para los niños. ¿Ganará el criterio de seguridad al estético? Esta nueva construcción, me obliga a pasar al otro lado, que es más cómodo y los edificios dan sombra al caminante.

Cuando se acaban las obras y puedo volver a paseo para llegar a la playa intermedia, un señor me dice que es mejor que siga por el interior, para que no tenga que dar tanta vuelta, y así lo hago, por donde él me dice. El problema es que la gente pasea sin prisa, Benidorm es lugar para jubilados y para la calma de los veraneantes y yo, con el espacio que ocupan mis mochilas, tengo muy poco margen de maniobra para avanzar a paso rápido. Voy driblando como puedo y, ¡por fin, salgo a la playa de Levante! Ahora, veo que el recorrido de esta playa es menor y, además, tengo la suerte de preguntar al hombre adecuado. Me dice que el Rincón de Loix empieza al final del paseo y el Mont Park está subiendo una cuesta y girando a la izquierda.

Una jornada con Mertxe, Itziar y Jesús Mari en el Mont Park
Cuando estoy llegando al final del paseo, veo arriba, a la izquierda, el luminoso anunciador del hotel, así que, abandonando el paseo, me dirijo hacia aquella referencia. Apenas subo cuesta, puesto que la entrada está hacia la mitad de la calle, entro en recepción y veo a mis tres primos jugando a las cartas y sin hacer caso a los toros, que están poniendo en la tele. Nos damos un beso y Mertxe se acerca a recepción para confirmar mi estancia. Pregunto el plan y me animo a aceptarles una pensión completa: alojamiento, cena, desayuno y comida y no me dejan pagar. Ellos son clientes habituales del hotel, ya llevan años de experiencia, y yo soy el invitado. No insisto. Este año, teniendo tarjeta Visa, lo habría podido pagar. El año pasado, sin ella, habría sido diferente. Jesus habla de su hermano pequeño; me doy cuenta de que se refiere a mí. No me sorprende, aunque siempre nos hemos tratado de primos, pero ya sabéis bastante de aquel hermanamiento. Me dan la llave, corro, me ducho, y para las 20:45 h ya estoy bajando con ellos al comedor. Tenemos mucha verdura fresca, que mezclo con ensaladilla, luego una lámina de carne, en salsa, un pescado rebozado, sandía y arroz con leche. Todo muy rico. En el bar tomo una menta-poleo y Jesus una copa de Mago “¿y el Carlos III?”, le pregunto y le digo, tengo una botella en casa, sin abrir, esperando a que vaya. A Mertxe le había visto hacía poco en Donostia y está casi igial, pero a Jesus y a Itziar les encuentro muy delgados; fuman algo los dos. Antes he subido a mi habitación para coger el mapa, el diario y los dibujos que, ahora les enseño. He subido andando, porque la espera al ascensor se me hace insufrible. He olvidado coger la fotocopia de la carta del coronel y la del libro en que se recoge el accidente (Ahora, con el gin-tonic, cuando lo escribo al día siguiente, mientras mis primos se han ido a echar la siesta, tras despedirnos, lloro emocionado). Hemos quedado citados para mañana, en el comedor, a las nueve. Jesus suele bajar antes, pues luego le viene el apretón, y Mertxe acostumbra a ser la última.

Resumen del día
El objetivo de venir a Benidorm y estar con mis primos, ya se ha cumplido. Ninguna de las playas nudistas ha sido para echar cohetes, ni la del Montbolí, en la que he despertado, ni la de La Mallaeta, aunque la han salvado los encuentros con Antonio y Jose y el riente ponferradino; no he apreciado el pueblo Ibero; habrá que esperar a que lo restauren. Los encuentros con Laura y Nacho y la tacita de sidra, camino de Torre Conill, han sido casi mejores que la estancia en esa playa. El rato que he hablado con los franceses lapurditanos, con la inglesa, y lo que he oído decir al guarrete gay, ha sido tan interesante como la sorpresa que le he causado a mi paisano de Altsasu. Ya camino de Benidorm, ha sido un acierto encontrarme con Jesús, el de Zumárraga, que trabajó en la misma empresa en que lo hizo mi padre, y que me ha hecho mejor propuesta de camino que el que yo pensaba hacer.

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