miércoles, 17 de abril de 2013

Etapa 12 (190) Denia-Denia

Etapa 12 (190) 09 de junio de 2009, martes.
Denia-(Alicante-tren/Urbanova-bus/Alicante-bus/Benidorm-tren)-Denia.

Hoy será un día especial en mi viaje, lo mismo que ocurrirá en Tarragona con Salou-La Ampolla-Salou. Será día de andar muy poco y, aunque lo planteo como Deni-Denia es porque salgo de allí en tren, llego a Alicante, cojo autobús a Urbanova, paso el día en la playa Saladar, regreso en bus a Alicante y de allí cojo tren a Benidorm y a Denia llego ya de noche. En todo el día no caminaré ni cuatro kilómetros. No hay mapa ilustrativo.

Despertar en el Mesón Patri
He dormido muy bien. A las 4:30, más o menos, me levanto a orinar y no me despierto hasta las 7:15 h. Me levanto, afeito, lavo y ajusto el equipaje. Dejo pipas, domicilios, sellos, etc. y cojo toalla, pareo, protector solar, un rollo Velvia y el agua que ayer me dio Rosa. La de Denia no debe ser buena para beber, sabe mal y no se la dan ni a los perros, me dicen. Bajo con la mochilita preparada y ya está Rosa en la barra, con una clienta de pelito corto. Rosa me quiere invitar a café, pero le digo que prefiero desayunar con algo de bollería. 

Tren de regreso a Alicante y no he acabado el viaje
En Denia desayuno en el Bar Florencio, que me coge de paso, descafeinado con leche y croissant por 2,20 € y voy a la estación de Feve. El taquillero se sorprende al ver mi tarjeta ONA, que es lo único que justifica que soy pensionista, ya que todavía no tengo los 65 años y me cobra 6,50 €, (diez céntimos por año) cuando el precio sin descuento habría sido 11 € la ida y vuelta.
















Me dice que los trenes de Susundegi dieron problemas al principio, por su sistema electrónico pero que, ahora, van bien. A veces, por haber sólo una vía, se acumula algún retraso. Un grupo de chavales, de un colegio privado, va a Benidorm de excursión; en realidad bajarán en la parada anterior de Terra Mítica, donde les esperan en autobús. Un chico esconde una bebida isotónica; Nico, Quique y Santi le ayudan a terminarla. Van cinco responsables adultas y hablo con alguna de ellas; son unos sesenta entre niños y niñas y sólo ha fallado uno; parecen bastante fáciles de manejar. El tren ha llegado puntual a Denia, pero ha salido con 5 minutos de retraso. Luego, en Teulada, tenemos que esperar un rato a que llegue el que viene de Benidorm, e irá acumulando más retraso. Subo de los primeros para poder coger ventana izquierda que me permita ver el mar. Dejo de escribir a las 9:20 h a la vista del Peñón de Ifach. Al inicio, el único que se ha sentado en mi grupo de 4 asientos, ha sido Carles, un chaval con síndrome de Down. “¿Llevaré un imán?”, me pregunto. Le saludo y le doy la mano, pero enseguida le llama Nico y le invita a que se siente en el único sitio libre que queda en su grupo. Hay otro niño, con su misma variación cromosómica, que no sé cómo se llama, ni pregunto. La profesora que se ha sentado a mi lado, me dice que Carles está perfectamente integrado en el grupo. Cuando sube una cuadrilla de jubilados, las profesoras se levantan y les dejan su sitio. Dos jubiladas que van a Benidorm y les he recomendado que cojan billete de ida y vuelta, se sientan enfrente. Sigue libre el asiento de mi lado y se vuelve a sentar la misma profesora; pero como escribo y no hablo, se busca otro asiento, con los suyos. En no sé qué parada, se monta un chico y ocupa el asiento de mi lado. Al inicio no hablamos, pero colabora conmigo para saber los nombres de Nico y sus amigos. Se trata de Ronald que, me dice, ha montado en Benissa y va a bajar en Garganes, antes de Altea, donde va a empezar a trabajar. Ha avisado a un amigo porque el tren se va a retrasando. Es la primera vez que monta, como las señoras, como yo. Veo una iglesia ortodoxa que está sin terminar, entre Calp y Altea. Hablo a Ronald de mi viaje y ya le gustaría poder hacer algo igual. “Igual es imposible”, le digo. Consigo que Nico me diga el nombre de su bebida: “Rodeo”, algo parecido a Red Bull. Cuando paso por allí no me acuerdo, pero luego me doy cuenta de que los túneles que estoy pasando son los de Mascarat. El paso de arriba es el del Tram, el trenecillo en el que vamos. Y, desde arriba, observo que la urbanización que está en la playa está parada y vacía en su interior, a la espera de ser demolida, como el hotel del Algarrobico, en el parque natural Cabo de Gata-Nijar. Al llegar a Benidorm, nos tenemos que bajar todos y cambiar a otro tren que está allí preparado para continuar a Alicante.

Tramo Benidorm-Alicante. Otra enferma de Crohn
Me he despistado; me tenía que haber puesto en el otro vagón para estar más cerca en el cambio. Cuando llego, tengo asiento en el lado que me conviene, pero de espalda. Enfrente van madre e hija “fueron a misa”, les digo; no entienden; yo creía que era algo universal, como el “dona, dona, catona”, una forma de reparto de roles en el juego. De pequeños, decíamos: “madre e hija, fueron a misa, se encontraron a un marqués, le dijeron, qué hora es; la una, las dos, las tres, las cuatro, las cinco, las seis, las siete, las ocho, con pan y bizcocho, libre, cazador, guardia y ladrón” y así se formaban dos grupos, los guardias y los ladrones.  Bueno, me ha servido para saber que el juego era más local de lo que creía. La madre es Loli y la hija Mai. María Dolores se alegra de que alguien le rebautizara así y ¡oh casualidades de la vida! Mai, como Alain, es una enferma de Crohn. Dos casos, en menos de diez días, de una enfermedad que era desconocida para mí. Estaba casada cuando se la diagnosticaron; no tenía hijos; se separó de su marido; fue fácil la separación, pero tuvo muchos momentos malos que le llevaron a la depresión. Iba para profesora de Universidad, de su pasión, la Historia; está especializada en el s. XVIII. Hablo de Macanaz, pero no menciono Usos amorosos…, sí a Guadalhorce. Ahora no tiene muchas ganas de esforzarse en recordar temas de Historia. Tiene días. Hoy tiene buen aspecto y se siente apoyada por su madre. Hasta el momento de llegar a Alicante, no me dice que rehizo su vida con otro hombre, se casó y, con muchas dificultades, pudo ser madre de dos hijos. Me llevo tal sorpresa, que ya no doy opción a que me hable de ellos. Parecía que se emocionaba cuando yo le hablaba con tanto entusiasmo de mis cuatro nietos. En la estación de Alicante me despido de Mai y Loli. ¡Salud!

Buscando autobús para Urbanova
Ya bajando la rambla y sin llegar a la explanada, un señor me indica que debo coger el autobús 27, en Oscar Pla. Primero debo ir hacia El Corte Inglés, de allí a la Estación de Autobuses y a Oscar Pla. Este es el plan. Cuando llego, por unos minutos, debo esperar una hora. Voy hacia otras paradas, donde llegan otros autobuses y un controlador del servicio me dice que la parada oficial está algo más abajo. Llego, veo el nº 27, leo Urbanova y me voy a pasear hasta que llegue la hora. Aprovecho para hacer la quiniela y echarla; pido los resultados de la última: ¡qué desastre!, ¡sólo tres aciertos! Tan desastre como que, en la comunidad en la que estoy, haya arrasado el PP. Me sigo preguntando, ¿qué significado tendrá “atov” en ruso? Confraternizo un rato con el dueño de la librería donde me han validado la quiniela y regreso por la misma calle a la parada de Oscar Pla. Cuando llego, tres mujeres charlan a la sombrita de un árbol y yo, que tampoco quiero sol, cierro el círculo y me incluyo en la conversación. Menos mal que en Autobuses he preguntado a otro, porque una señora me decía, juraba y perjuraba que el C-6, además de al Aeropuerto, también llevaba a Urbanova. En la parada, dos de las mujeres dicen que van a Urbanova sólo para comer y lo harán en El Capricho de Raquel. Tomo nota, aunque mi objetivo del día no es tanto comer, como disfrutar de la playa nudista del Saladar. Al subir al bus, una de ellas, se pone su chaqueta azul porque hace un frío que pela; se lo comento, y me responde que cada uno tiene su opción. Unos tienen frío y otros calor.

Visita a Raquel, de la Tahona de Fernando
Aunque luego las veré en El Capricho de Raquel, ellas se bajan en la parada anterior y yo continúo hasta la última. Pregunto, para asegurar, el lugar y la hora de salida de los autobuses de la tarde y calcularé con un margen, para luego coger el Tram que va a Benidorm, y no llegar demasiado tarde a Denia. Bajo y me acerco a la Tahona y me hace mucha ilusión que Raquel me recuerde, me dé la bienvenida y me pregunte cómo me va el viaje. Me dice que ella no da comidas, sólo tapas y algún bocadillo y cierra de 3 a 5 ½ de la tarde. Me despido de Raquel hasta la tarde y me dirijo hacia la playa Saladar.

Mañana nudista en playa Saladar
Esta vez me alejo menos hacia Elx que la primera vez. Lo que me preocupa es estar dentro de la zona nudista y, sobre todo, que la entrada al mar sea la mejor posible, sin rocas; como la roca que hay es plana y ocupa gran superficie, será difícil de evitar pero, al menos, no produce daño en los pies. Tras el primer baño, paseo por la orilla y me cruzo con un chico, con el que me volveré a encontrar al regreso. La escusa para entrar en conversación, viene dada porque el va andando por la arena seca y yo prefiero hacerlo por la húmeda. Suficiente para iniciar el intercambio. Nos salimos de la zona por el Sur pero, como no me quiero alejar mucho de mi ropa y mi mochilita, regresamos; pero él tampoco quiere alejarse demasiado de la suya. Se para. Parece que quiere estar solo. Le termino de contar lo que le estaba contando y nos despedimos. En el rato que estoy, no llegaré ni a sacar la toalla, pero lo que más me hace disfrutar es pisar por la arena, golpeando con mis pies a las olas que rompen en la orilla, una forma suave para no decir “pegándoles patadas”. ¡qué placer, qué delicia!, ¡se acabaron los cantos rodados! Estoy en la playa un rato más y, hacia las dos, voy en busca de El Capricho de Raquel.

El Capricho de Raquel. Paella para dos
En el camino, intento hablar por cabina con Arantza y Martín, pero el teléfono no admite monedas. Cerca del restaurante, dos chicas me ayudan a buscar otra cabina fuera del paseo y hablo con Martín (0,45 €). No se sorprende de que todavía esté en El Altet, y le explico mi jugada del día. Llego al Capricho de Gaudí, digo, de Raquel, que no estoy en Comillas. Veo a mi amiga de la chaqueta azul, elijo mesa y, mientras que me la preparan, me acerco a saludarla. Ella está comiendo dentro y yo comeré en la terraza. Su amiga está en el servicio. Han preferido dentro “por las moscas”, me dice. La oferta es paella para dos con un precio determinado. Como yo estoy solo y hoy me apetece arroz, intento comer un arroz caldoso con bogavante y negocio con la hija de la casa; precio y contenido. Finalmente quedaremos en ½ bogavante y algún eurillo más caro que media paella. Como me dicen que tardará unos veinte minutos, pido una bola de ensaladilla que me sacan con unos minipalitos, de los que como cuatro y dejo dos. Mientras, se han ido mis amigas y, al pasar, hemos charlado un poquito. No tengo inconveniente, porque la ensaladilla ni se me va a enfriar, ni se me va a calentar. La de la chaqueta azul parece que tampoco tiene ninguna prisa, pero su amiga no quiere que se le escape el autobús. Se dan cuenta de que tiene el esquema cambiado y van a tener que esperar ¾ de hora, pues no tienen bus hasta y cuarto. Finalmente, se van. Como la bola de ensaladilla y, cuando me traen el arroz, compruebo que está crudo y duro, al dente, como a ellos les gusta y a mí no, que es quien se lo va a comer, así que saco el bogavante para irlo comiendo y retorno el arroz caldoso a la cocina, para que se siga cocinando. En una paella, tiene poco remedio, pero el arroz caldoso permite esa opción. La pinza del bogavante la he dejado dentro de la paellera. Cuando todavía estoy con el rechupeteo de la cabeza, me lo vuelven a traer y espero a  terminar  el medio bogavante para empezar con el arroz y el resto de ingredientes. El trato de la hija me hace estar muy cómodo. El arroz está buenísimo y me hace recordar el que compartí con Ignasi en La Barceloneta, aunque aquel tenía más tropiezos de marisco y era aún más caldoso. Tomo tres copas de vino blanco de Villena, que también está muy rico, y que continúa rehabilitando al pueblo alicantino, como los amigos que encontré al pie del peñón de Ifach y que van borrando la mala imagen que traía desde Almograve. Completo la comida con una natilla y un té verde. Me cobran el pan, que ni he probado y pago con Visa 32,75 € (unos céntimos menos que en el Mena, ayer). Les digo que he comido muy a gusto y que ha sido gracias a la recomendación de las dos señoras que han salido antes. El hijo de la casa y la chica que me cobra, son los únicos que se han enterado de mi viaje. Me despido y vuelvo a la playa.

Tarde disfrutando desnudo en el Saladar
De nuevo en la playa, me acerco a un grupo de dos chicos y cuatro chicas que pertenecen a una asociación nudista. No hablo con ellos hasta el final. Me baño dos veces; el agua está buenísima; el viento amaina un poco y me doy un paseo por la duna. Un negrito merodea y pone más atención cuando el grupo de nudistas se fotografía haciendo sus numeritos y sus poses que, después, colgarán en la red social. Luego veré al negrito que montará conmigo en el mismo autobús. Ha llegado la hora. Recojo y me visto. Este rato si he estado tumbado sobre la toalla. Ya ha pasado la hora de las 17:30, pero Raquel no ha abierto su Tahona; doy una vuelta, pero ya sólo me queda media hora para mi autobús y decido tomar el gin-tonic en El Gamba. Cuando estoy disfrutándolo, aparece Raquel y le voy a saludar. Es entonces cuando me entero de su nombre y de la coincidencia con el del Capricho. Me dice que no fue su capricho, pues el nombre se lo impusieron; pero le gusta. Le enseño mis dibujos.



Me despido de Raquel. Nos damos un beso y me da su tarjeta. Vuelvo a El Gamba, termino el gin-tonic (4 €), y me voy hacia el autobús. Esta despedida ya será la definitiva, aunque ¿quién lo sabe? En la tarjeta ya no pone de Fernando, como en el frontal del establecimiento y sí el teléfono móvil de Raquel. Así que he hecho una fusión de la Tahona y el Capricho de Raquel.

Retorno a Benidorm
Llega el autobús, pero el chofer lo cierra y se va. Me quedo hablando con una pareja; él es vasco, e iremos charlando dentro del bus. El chófer me informa que ya no llegaré para coger el penúltimo tren. Le pago el billete que, sumado al de venida, suponen 3,30 €. Ya en Alicante, bajo y subo la calle Oscar Pla y, poco a poco, voy acercándome al castillo, hacia el Mercado Central y enseguida llego a la estación. Dos controladores del Tram me animan a que coja el que llega a Benidorm, aunque tenga que esperar allí al último de la tarde. Me dicen que allí tendré servicios y bar. Arranca puntual el tren y al pasar por el lugar junto al puerto, donde me bañé desnudo, veo que hay dos personas nadando. Compruebo el riesgo que corrí al pasar el túnel cuando buscaba la playa de la Albufereta. Aunque este riesgo no existía mientras el semáforo estaba en rojo. Es una lástima que el tren no se aproxime más al cabo de las Huertas. Mientras venía no tenía otro interés que escuchar a Loli y Mai, pero ahora echo en falta a Alain; ¿cuál habrá sido el dictamen de los médicos? Mi siguiente ocupación consistirá en descubrir la playa de Montíboli. Un señor muy sordo, me da alguna pista. Llegamos a la parada Finestrat, así que ya queda muy poco para Benidorm. En la playa de Finestrat era donde el PP hacía propaganda con altavoz y coche, cuando bajaba de la cala Torre Conill. ¡Qué buenos resultados han obtenido con sus medias verdades! Llega el tren a Benidorm y habré de esperar media hora hasta el siguiente y último para Denia. El bar está cerrado. Un hombre me dice que necesitaré 20 minutos para bajar a cualquiera de las dos playas, Levante o Poniente, Ponent o Llevant, así que no me dará tiempo, pero voy en esa dirección. Bajo hasta rotonda y saco foto de unos rascacielos, pero con esta luz de atardecer no sale nada presentable, y nos quedamos sin esta última visión de Nueva York. Vuelvo tranquilo a la estación y ya está puesto el tren.

Benidorm-Denia. Patricia, Francisco y Fernando
El tren que viene de Alicante llega bien y salimos puntuales hacia Denia. En los asientos de atrás, viajan Patricia, Francisco y Fernando. El niño se empezará a poner pesadito, corriendo un coche por los cristales, pero es normal, está cansado de tren y en algo se tiene que entretener después de tan largo viaje. Han hecho el mismo recorrido que yo: Denia-Alicante-Denia. Les hago que se fijen en el desfiladero y túneles de Mascarat y de la urbanización interrumpida de la playa. ¿La tirarán? Hablo de mi viaje y les cuanto alguna anécdota. Ellos llegaron de vacaciones hace cuatro días, y todavía se encuentran en fase de adaptación, al nuevo lugar y al horario. Vienen de Argentina. El Corralito les pilló, como a todos, perdieron de cuatro a uno, pero tuvieron suerte de hacer algunas inversiones acertadas, lo que les ha permitido viajar a España. Ha oscurecido y hemos llegado a Denia de noche. Ni nos hemos enterado y será el conductor quien nos dice que ya estamos en el destino. Sólo quedábamos los cuatro en el tren y hemos llegado con unos 5 minutos de retraso. Nos despedimos y voy rápido a la pensión.

Cena en el Patri y sobremesa con pelotazo y tres bellas damas
Me disculpo por haber llegado tan tarde y Rosa me da un beso y me dice que no me preocupe. Me hace una sopa de cebolla, donde ésta es evidente y una tostada con un queso, probablemente  mozzarella. La sopa está algo fuerte por el jerez seco que le ha echado, pero ella me dice que será por el "maggi"; está rica y la como con gusto. Quizás me la habría comido más a gusto si la cebolla hubiera estado más pochada. Los rollitos de lenguado con gambas y una salsita de queso están riquísimos. De postre, tarta de manzana caliente. Rosa me presenta a Grisel, que es la que cumple función de camarera y que es guapísima, con un gran parecido a Claudia Schifer o una Brigitte Bardot menos basta. Ceno en la misma mesa que ayer pero hoy me acompañan dos comensales italianos que, intuyo, en fase de conquista o reconquista; a veces, él le da besitos en la mano "¿para conseguir qué?", me pregunto. Pero los besitos no parecen ser bien aceptados. "¿estará así él pidiendo perdón por algo incorrecto que ha hecho?" Ella se muestra dura de pelar y me hace sentir incómodo. Cuando lo comento con otra de las amigas, Rossi, me dice: "¿Por qué no has venido a cenar con nosotras?" Ellas estaban cenando en el rincón, en el bar y acabo sentado allí con ellas. Me preparan un pelotazo de licor de higo, pero me lo temía más fuerte. Rossi me enseña cómo se pega fuerte sobre la mesa, sin quitar el tapón. Con el golpe, el licor se convierte en una especie de leche blancuzca y se bebe de trago. Yo prefiero saborearlo. Estaré un rato charlando con las tres mujeres y pienso en Alonso Quijano: "Nunca fuera caballero de damas tan bien servido..." Rosa, la jefa, me dice que mañana conoceré a su hija; Grisel, me comenta que si voy a ir a Baleares el próximo verano, me conviene coger el transbordador Denia-Ibiza. Me alarma al decirme que luego no podré hacer el recorrido isla a isla, pues hay un tema de competencias que no lo permite. Me dice que cada transbordador recibe clientes de distintos puntos del continente. Cuando vaya a Baleares me lo tendré que estudiar mejor. Durante un rato me quedaré sólo con Rossi, que es la que se encarga de hacer la guardia de vigilancia de noche. Lo hará hasta que llegue el camarero. Ha llegado un cliente y cada una cumple su papel. Mañana sabré por él que viene buscando trabajo. Rosa consulta por teléfono qué habitación asignarle. Le digo que no sé para qué consulta si luego le va a dar otra habitación, como ocurrió en mi caso. Me iba a dar la 2 y acabé en la 4. Me aclara que me dio la 4 porque es la que nadie quiere, por no tener aire acondicionado y yo le dije que no quería aire frío. Hoy, como la noche anterior, está en la barra un hombre, probablemente más joven que yo, pero mucho más cascado, quizás, alcoholizado y cuando se va, besa y es besado por las tres. Les digo: "Ya habéis finalizado la sesión de terapia" y ellas asienten. Como cada una de mis tres mujeres me ha abandonado para atender al nuevo cliente, decido irme a la cama y me despido de ellas hasta mañana. Subo a la habitación y, como me he llevado la llave, la cama está sin hacer. No me importa, ya que duermo desnudo con la sábana tapándome la tripa. Duermo muy bien. 

Un día atípico
Lo más curioso del día ha sido el encuentro con Mai, la enferma de Crohn. En menos de diez días dos. El paseo en el tren ha sido menos positivo de lo que pensaba, ya que eran pocos los puntos de interés por los que pasaba, para reconocer la costa pateada. Apenas he entrevisto Montíboli. La mejor la vista de Mascarat desde las alturas. La estancia en la playa nudista Saladar ha estado bien pero sin buenos encuentros. Recuperar a Raquel en su Tahona, ha sido bonito. Bien comido y tratado en El Capricho de Raquel. Bonito regreso con los argentinos y genial colofón del día con rica cena, pelotazo de licor de higos y rodeado de tres bellas damas.

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