jueves, 18 de abril de 2013

Etapa 14 (192) Oliva-Piles

Etapa 14 (192) 11 de junio de 2009, jueves.
Oliva (Camping Azul)-Piles (Albergue juvenil).

Como tengo intención de dormir hoy en el Albergue Juvenil de Piles, la etapa se presenta corta, con escaso recorrido. Unos seis kilómetros que haré sean más.

Amanecer con barco
Me despierto sobre las seis y media. De madrugada me he levantado una vez para orinar. La luna aún está casi llena, pero va menguando y, encima de mi cabeza, la Osa Mayor. A las 6:30 h, un barco de arrastre faena en mi radio de acción. Al fondo, en el horizonte, el cielo se está coloreando y ya se intuye por dónde va a salir el sol.






Quiero sacar foto del barco con el sol y me voy andando hacia Gandía. Espero. Y cuando voy a disparar, la máquina no me responde; insisto, pero la pantalla sigue sin dar señal. No me desespero. Saco la pila, la caliento con la mano, cerrando el puño, y con el aliento y, a la segunda o tercera intentona, lo consigo y saco una, y dos. Recojo el equipaje. El saco está húmedo, por el relente de la noche (diría mejor, de la madrugada) y, sobre la parte superior de la mochila, también hay gotas. Con todo mi equipo ya preparado, me dispongo a sacar otra foto de barco con sol, pero el astro rey ya esta demasiado elevado en su periplo celeste. Así que me meto bastante en el agua para que el barco me lo tape al máximo y disparo la tercera foto con el mismo tema. He sacado la foto metido en el agua hasta la cintura. ¡A ver lo que sale! Para mí supone un juego más en la jornada. Es un ejercicio que me motiva.

En marcha y buscando el Albergue Juvenil de Piles
Me baño después de la foto y cuando salgo y estoy paseando por la orilla para secarme, pasa un señor al que voy a saludar, pero al llegar a mi altura, mira muy digno hacia el frente y no saluda. Yo tampoco ¡también tengo mi dignidad! Lo normal, a esas horas de la mañana, en playa o en el campo, es saludarse entre los que se cruzan y más un solitario con otro. Sería una confirmación de que ver a alguien desnudo cohíbe o produce rechazo en otros. ¿Cuál de las dos sería la razón de la negación de saludo? A lo mejor, ninguna y simplemente era un maleducado. Otro hombre, que pasea con un perro, no tiene inconveniente en saludar; al perro ni le parece bien, ni le parece mal. No ocurrirá lo mismo al regreso, ya que, cuando nos crucemos, al verme con mochila, me gruñirá. El dueño vuelve a saludarme y le comento el diferente comportamiento del perro en los dos casos y ante la misma persona. Es francés y se cree que temo que el perro me haga algo. Como no tengo certeza de que el dueño se haya percatado de que soy el mismo al que ha saludado antes, no quiero enrollarme con él y sigo adelante. En muy poco espacio de tiempo, cruzaré dos salidas de río que llegan al mar. El último trae muy poca agua, así que sólo me mojaré una planta del pie y la otra y ya lo he pasado. Como es hora temprana, nadie toma el sol. Empiezan a aparecer las casas de Oliva y baja una mujer que no es oliveña, pero que lleva muchos años viviendo allí. Me dice que la playa en la que estoy es Aigua Blanca. Tomo nota para luego, ya que la siguiente nudista ya no la tendré hasta Gandía. Es lo que dice mi lista y me confirmarán en el albergue. Por la orilla corren, en la misma dirección que yo, solitarios y en familia, algunos limícolas. Al principio me ha sorprendido ver correlimos en solitario; luego he visto un grupo de cuatro, que ya me ha parecido más normal.

Instalado en el Albergue Juvenil de Piles
Dos mujeres me dicen: “aquel edificio blanco, es el Albergue Juvenil de Piles”. Cuando llego, me dicen que tengo cama para esta noche pero que, para mañana, está completo. Me retienen el carnet de alberguista y dejo 5 € en depósito, por la llave, que mañana me devolverán cuando la entregue. Contrato pensión completa aunque, en principio, no me van a poder incluir para el desayuno de hoy. Luego, me dirán que sí puedo desayunar, y me alegro, así mañana no tendré que esperar a la hora de los desayunos, las 8:30 h, y podré empezar a caminar más temprano. Todavía no acaba de comenzar el día y ya estoy adelantando programa para mañana. Me dicen que mañana pagaré los 18,40 € por la pensión completa, que se puede desglosar de la siguiente manera: Desayuno (2), comida (4,20), cena (4,20) y cama (8). Me parece un buen precio; habrá que esperar a la calidad del servicio para hacer una valoración definitiva. Me dan las normas, pero no las leo hasta que ya he cometido una infracción, la del apartado 5, que dice: “Para lavar la ropa utiliza los lavabos exteriores, nunca los aseos. Utiliza los tendederos para la ropa mojada, no tiendas la ropa en la habitación o en las ventanas.” Hay opción de coger sábanas pero, como llevo saco de dormir, no las cojo y así he podido abaratar mi estancia. No me he informado de cuál habría sido el coste adicional. Lo primero que hago es desayunar. La habitación asignada es la 116, que está prevista para tres personas y cojo la cama de la izquierda que me permite mirar hacia la ventana. Extiendo el saco sobre ella, para que se sepa que está ocupada, aunque casi me han asegurado que estaré solo, pero eso es algo que no se puede afirmar hasta última hora; además, de esa forma, el saco se va aireando y aliviando de la humedad nocturna. Guardo la mochila en el armario, me lavo los pies en la ducha y cago algo ligero, pero no totalmente descompuesto, probablemente debido al fresquete de la mañana, pero huele casi igual de mal que una diarrea. Como la distancia del grifo al lavabo es muy corta y no me permite introducir mi recipiente de agua, cojo agua en los grifos de abajo. 

Retrocedo a la playa nudista de Aigua Blanca
Salgo del albergue en la dirección que he venido. La referencia que me da un señor, que se desnuda con discreción en la misma playa de Piles, no me da confianza y prefiero ir a lo seguro, aunque tenga que andar más. Retrocedo todo lo andado esta mañana y algo más. Por el tiempo que he tardado, calculo que he caminado unos 12 km, 6 de ida y 6 de vuelta. El control de tiempo lo hago al regreso, algo más de una hora. Antes de llegar al Camping Azul, me dice un chico que, la zona nudista, está un poco antes de llegar a él; pero por allí no veo a nadie desnudo. En el primer tramo, antes de llegar al puerto de Oliva, voy hablando con dos mujeres, una de ellas, de Madrid. Les voy dando pistas para no aburrirse en la jubilación. Me lo agradecen y desean muy buen viaje. Voy con la mochilita pequeña Visa y, al llegar, me meto dentro del camping. Marta y Raúl ya se han ido; me lo confirman sus vecinos ingleses instalados enfrente que, ocupando toda la parcela, sólo tienen mesita y dos sillas en medio de ella.

Saco foto para el recuerdo del lugar donde mis amigos me invitaron a cenar, con mi agua y mis sandalias rodeadas de la sombra de los árboles del camping en la parcela nº 22. No tengo foto con los riojanos, pero ésta será un sustituto que me servirá de recordatorio, aunque habría preferido verlos personalmente. ¿Por qué ayer no se me ocurrió sacar una foto a la pareja? Cuando tenga su e-mail, les pediré las señas para mandarles la foto, que quedará como muestra de un lugar disponible. Retrocedo hacia Piles, saliéndome de la zona en que estuvimos los tres ayer en bolas, con Rouco, y de la zona donde he dormido esta noche. Al pasar cerca de un río, el primero después del camping, veo a un matrimonio extranjero tomando el sol, desnudos en sus hamacas; están de forma muy discreta. Para cuando vuelvo, ya han desaparecido. Pasado el río, veo a un hombre en la duna pero, por la posición, no sé si desnudo o no. Como no me interesa el lugar, pues no me gusta dar la sensación de ocultamiento, como si estuviéramos haciendo algo incorrecto e inconfesable. Yo, al menos, cuando hago nudismo, no tengo nada que esconder. Tras los baños y tomar el sol, inicio el regreso. Un chico llena de arena a su novia y, amenazante, le digo de lejos: “te vas a tener que comer tú solito la croqueta rebozada”. Se rebotan, más por el gesto, que por lo que han podido entender de lo que les he dicho. Me acerco, y les digo que era una broma y les vuelvo a transmitir el mensaje. Ahora, soltarán la carcajada.

Un rato en el albergue: comida, siesta, diario, ducha y contabilidad
Llego muy tarde a comer. Los monitores, ya han dado de comer a los niños con deficiencia que, la mayoría, dispone de silla de ruedas; ahora ellos comen solos; creo que han comentado que son once para once, un buen ratio. He contado algo de mi viaje a alguno de ellos, mientras desayunábamos. Como junto a matrimonio con niño, de Madrid, que están alojados por dos noches y que han venido aprovechando la fiesta del Corpus que se celebra en varias comunidades. Las tres croquetas del menú están algo saladas, pero los macarrones están buenos, con mucho queso, tomate y carne picada. De postre, plátano, que me vendrá bien; “K” y astringente. El niño pide agua y quiere que su padre le ponga en el suelo, pues está aprendiendo a dar los primeros pasos. Hago dos viajes por agua al grifito, del que no mana agua fría. Subo a lavar camiseta y calzoncillo; me ducho, seco y lavo la toalla. Tiendo la ropa sobre las lamas de la persiana y en las ventanas, pero sin que asome la ropa al exterior. La lectura de las normas la haré más tarde. Creo que el poco aire que las hace bambolear será suficiente para que se sequen en un plis plás. Cago un poquito. Me acuesto desnudo sobre el saco y me pongo el pareo sobre la tripa. El móvil se está cargando. Estaré echado poco más de media hora. Desenchufo el móvil y escribo. El primer cuaderno de viaje se acaba y considero que es un buen momento para hacer cuentas. He pagado con Visa 169,93 y en efectivo 320,50 haciendo un total de 490,43 € que descontado del dinero que traía, me coincide exactamente con el que me queda. Aunque fui un experto contable, ahora no siempre me cuadran las cuentas; siempre hay algún gasto que olvido apuntar pero, en esta primera ocasión, he cuadrado al céntimo y es algo que me congratula. No sé si el gasto de quinientos euros en dos semanas será un referente para el resto del viaje. Si son quinientos euros por provincia, acabaré gastando 3.000 y eso no es una buena noticia. Cuando me levanto de la siesta, he vuelto a cagar una mierdilla y me he ido a duchar. He coincidido en la ducha con uno de los estudiantes que disfrutan y aprenden a bogar en vela y otros deportes acuáticos. Hablamos mientras nos secamos, los dos en bolas, sin ningún azoro por su parte ¡Qué bien!

Al salir, coincido con uno de los responsables del grupo, le cuento la caminada que estoy haciendo y me ofrezco a contarlo a los jóvenes, si considera que puede serles útil y que tiene algún interés educativo, después de cenar. Me responde que hoy no cenará casi nadie. Bueno, ¡Yo ya me he ofrecido! En recepción está la chica que me ha orientado esta mañana y le digo que, como mañana no desayunaré, y me iré antes, prefiero pagarle hoy. Le pago con Visa. Tengo que acordarme mañana de recuperar los 5 € y el carnet, al devolver la llave. Cojo agua del grifo y me voy para la playa.

Dibujando en la playa de Piles. Insecto palo
Como ya he visto por la mañana el panorama de nudismo y esta es la cuarta vez que paso por el mismo lugar en pocas horas, no me alejo demasiado. Paso el primer grupo de kite-surf y, antes de llegar al segundo, me voy hacia la duna, pero sin salirme de la playa, me desnudo y me instalo allí. Antes de desnudarme, todavía en la orilla, un chico va al agua y le digo a su chica que le cuide, que no le deje ahogarse. Él me responde que es socorrista, que está el agua fría y que se va a tirar en carrera. Le digo que sea más prudente, evite la impresión brusca, y que vaya aclimatando el cuerpo a la frialdad del agua. Me dice: “aún no he comido”. Le respondo “¿sin comer?, te va a dar un pasmo por debilidad”. Finalmente, entrará al agua a toda velocidad, para epatar a su novia. Me voy a la duna y combino dibujos y baños. Siempre que voy al agua, procuro hacerlo cuando no hay gente por la orilla pero, si aparece alguno, tampoco me preocupo demasiado y vuelvo a mi duna. Me equivoco y me salto una cara, así que el primero es el segundo que dibujo y, el segundo, el primero. Éste lo oriento hacia el Norte y lo que yo pensaba que podría ser Ibiza (Raúl ayer creía que no), luego sabré que se trata de Cullera. Un chico, que acaba de bajar del cielo al mar, y ahora veo en la orilla con sus arneses, me dice que, en días muy muy claros, se logra ver bien la isla ibicenca. Lo que dibujo es un paisaje playero con dos kite-surfistas, y los barrotes que protegen la duna.

El segundo dibujo es de la misma playa pero orientada hacia la zona portuaria de Oliva con el Montgó y el Cap Sant Antoni que, para que me cupiera, lo he tenido que acortar. Es licencia del dibujante, pero es cierto que hace perder el encanto de la vocación marina del cabo en esa búsqueda y penetración en el mar. Como si fuese un pene erecto y fecundante. En alguna salida del baño, algún paseante hace comentarios en voz alta, o se oyen algunas risas, pero yo estoy despreocupado y  feliz. Preferiría estar con compañía pero, de vez en cuando, viene bien un rato de soledad.

Mientras estoy en la duna dibujando, me sobrevuela algo que aterriza en las hierbas medio secas de la duna y, por primera vez en mi vida, veo de cerca, en vivo y en directo, un insecto palo. La primera vez que oí hablar de ellos, fue el pasado verano entre Punta Umbría y Huelva donde, como conté, un aficionado a ellos, que los traía de Australia, estaba buscando las mejores hojas, de las muchas variedades de eucalipto que por allí había. Parece ser que eran estas hojas su manjar preferido. Camuflado entre las hierbas de color pajizo, cuesta trabajo localizarlo, pero saco una foto en  la que lo podéis ver bastante bien, aunque el camuflaje sea perfecto. No es verde, como la mantis religiosa pero, en más grande, tiene algunos rasgos similares. Lo dibujo, con antenas cortas y tres pares de patas, pero no puedo confirmar cuántas patas tiene. Ya se va pasando la tarde y, aunque todavía se está bien en la playa y el sol fuerte está siendo compensado por el airecillo, decido vestirme y volver. Cuando he venido, el aire me daba de frente y resultaba muy agradable para caminar. Ahora me temo que será más caluroso el regreso, pero el viento ha rolado, y tengo la suerte de volver a tenerlo de cara. ¡Qué bien!

Regreso al albergue y un paseo interior por Piles
Cuando llego al albergue, cojo la llave del cajoncillo de recepción y me pongo a escribir en la habitación. Confirmo el lugar donde está  Cullera mirando el nuevo mapa de Valencia, cuya costa la patearé en una semana. Podría haberlo hecho en menos tiempo, pero el avance de hoy ha sido mínimo y Valencia me frenará con el encuentro que tengo previsto con Elías, hijo de amigos y amigo de mis hijas, especialmente de Vera.

Salgo a dar una vuelta y llego a una rotonda en cuyo centro está enclavada una pequeña torre, que me dicen, es réplica en miniatura de la original. Y me pregunto: “¿tiene sentido poner una réplica teniendo el original en la zona? Me sirve como aliciente para buscarla, pero no la encuentro y regreso al albergue para cenar. Lo intentaré después. A la chica de recepción le digo que he visto muchas construcciones paradas y ella se alegra de ello; “con ellas se acabaría la tranquilidad de la playa de Piles”, me dice. La cena la hago con los madrileños. La alimentación del niño todavía se complementa con leche materna. Ceno crema de patata y calabacín, un filete de pescado, al vapor, con patata asada, vainas y mahonesa. De postre, una pera. Todo me sabe muy rico. Confío en que mi aparato digestivo se tranquilice. Me despido de los de Madrid y les digo que no demoren el hermanito. Pero ella responde que ya tiene 42 años.

Anochecer en Piles
Salgo al paseo marítimo y veo mucha gente en el agua hasta las rodillas. Están recogiendo pechinas, coquinas o txirlas, según sea el lugar de procedencia de cada cual. Tanto en Oliva como en Piles, las casitas que están vera mar veo que son de dos plantas, aunque haya alguna que sobrepasa esta altura; unas tienen acceso directo a la playa o a la duna pero la mayoría, al menos en Piles, dan al paseo marítimo. Parece que aquí lo han sabido hacer bien.

Me dirijo hacia la rotonda, que ya he visto antes y, ahora, busco la Torre de Piles. A un chaval en patinete, aunque ya está el día casi anochecido, después de que ya ha cenado, le pregunto por dónde ir a la Torre de Piles, la antigua, la verdadera. Me responde: “Llevo sólo un año viviendo en Piles, pero te puedo decir dónde están todos los bares” (¡¡!!). Me quedo asombrado con la respuesta. ¿Qué asociación mental le ha podido llevar a relacionar Torre con bares?, ¿ha podido pensar que tras mi búsqueda de torre había un deseo desesperado de emborracharme?, ¿O ha asociado Torre de Piles con Torres-5, Torres-10? La verdad es que ahí se habría equivocado, pues soy más de orujo que de coñac. Por fin llego a la auténtica Torre. Es bonita y están acondicionando el entorno con jardines, bancos y paseos alrededor, pero la obra debe ir a paso de tortuga, si es que no se ha quedado parada. Saco foto para el recuerdo, a sabiendas de que es muy difícil que, sin luz suficiente, pueda salir algo. Aunque se aprecia poco más que la silueta, la coloco para tentaros con la curiosidad de buscar otra instantánea que esté en mejores condiciones o que vayáis a verla en vivo y en directo. La torre ya está casi  en terrenos de Miramar, con ayuntamiento propio. Un pescador tiene unos pescaditos pequeños, pero está contento con lo poco que ha arrebatado al mar. Cuando le digo que estoy dando la vuelta a la península a pie, dice: “La Mare de Deu”. Vuelvo al albergue, orino y veo a un alberguista adulto que está lavando los bañadores de los niños; le recuerdo las normas y le digo que yo también he cometido el mismo error. Quizás aclarar, no sea lo mismo que lavar, pero me agradece la indicación. Ya en mi habitación, me tumbo sobre el saco y me pongo el pareo por encima. Cuando, de madrugada, me levante para orinar, me meto dentro del saco; ha refrescado y eso que he dejado cerrada la ventana corredera.

Un día de corto avance pero de más recorrido que el previsto
Si bien el avance en el mapa ha sido mínimo, probablemente no más de seis kilómetros, se puede calcular que he hecho más de veinte. Los seis primeros los hago cargado con mochilas, pero Piles-Azul, Azul-Piles, Piles-Dunas, Dunas-Piles, Piles-Torre y Torre-Piles, que pueden suponer 14 o 15 kilómetros, los he hecho sólo con la mochilita Visa, ligero de equipaje. Sin ser un día de grandes encuentros, los puntuales y el trato en el albergue, así como lo comido en el comedor, han alcanzado nota alta. Día tranquilo en playa y dos dibujos confirman mi buen estado, tras dos semanas caminando.

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