lunes, 8 de abril de 2013

Etapa 07 (185) Benidorm-Cala Llisera

Etapa 07 (185) 04 de junio de 2009, jueves.
Benidorm-Cala Llisera.

Hoy, como no saldré hasta la tarde, la etapa será muy corta.




A la playa en coche. Opíparo desayuno
Ayer quité la colcha y, con la sábana sobre el estómago, he dormido suficiente y bien. No me levanto hasta las 7:30 h. Olvidé lavar camiseta y calzoncillo y lo hago ahora antes de dejar recogida casi toda la mochila. Me afeito, me ducho sin jabón y con agua templada que acabo con fría y me pongo a escribir el diario hasta casi las nueve. Bajo las dos fotocopias que ayer noche olvidé coger. Itziar está terminando de desayunar y me presenta a una pamplonica con la que está hablando. Enseguida baja Mertxe, que no encuentra el móvil. Después de remover Roma con Santiago, lo había dejado cargando. No es necesario hacer una llamada perdida, que era lo que pensábamos hacer. Desayuno dos zumos, con el embutido, queso, bacón frito con media barrita de pan tostado, en la otra media le pongo tomate. Luego paso a churros, plum-cake y café con leche. Todo me sabe muy rico. Ellos ya están esperando, con ropa de playa y Jesus me acompaña a la habitación. Dejaré mis pertenencias en la suya, pues debo dejar la mía libre. Yo hoy me sacrificaré. Al no poder estar desnudo en la playa, prefiero no bañarme y les acompañaré en la arena. Como ayer se me acabó de estropear la cremallera del pantalón, que ya es irrecuperable, hoy tendré que comprar otro. Habíamos pensado comprarlo al pasar con el coche por el centro, ahora que vamos a la playa, pero lo dejamos para la tarde. Lo compraré cuando me vaya del hotel. Olvidado el tema del pantalón, vamos directamente a la playa de Poniente que, según ellos, es la mejor.

Conversaciones en la playa de Poniente
Aparcamos el coche cerca de una cafetería que suele tener los servicios limpios que, a veces, utilizan si surge una emergencia. Bajamos las sillas de playa. Elegido el sitio, se sientan y se dan protector solar. Cuando yo me quite la camiseta, me protegeré también con su crema, pues la mía me la he dejado en la mochila. Casi todo el tiempo estoy de pie y cambiando del lado de Jesus al de Mertxe, para que no siempre me dé el sol en el mismo lado. Hablamos sin parar. Después de contarles cómo me fue durante la estancia en la Academia General del Aire, que era el objetivo de nuestro encuentro, pasamos a temas de religión y política que, aunque sabemos que discrepamos, siempre acabamos cayendo en el mismo error. Parece que disfrutamos recurriendo más a lo que nos separa que a lo que podamos tener en común y que nos une. A pesar de nuestras desavenencias y el temor a estropear el encuentro, al final, acabaremos con “buen rollito”. Ha vencido el cariño.  Ellos ya saben que pienso distinto, pero constato que Mertxe se esfuerza en tratar de entenderme y se preocupa de ver lo que ella considera positivo de mi forma de pensar. A Jesus le cuesta más. Los temas son difíciles de ordenar y se presentan fuera de contexto; sin zanjar unos, pasamos a otros y así es difícil llegar a un mínimo consenso. Pasamos de lo que nos une a lo que nos separa, con una facilidad asombrosa. Nadie quiere dañar, pero todos queremos tener razón. Diferenciar Iglesia de clero, de lo que Benedicto XVI, con lo que dice del preservativo, lo que se piensa mejor para África y lo que dicen los medios de comunicación. La manipulación y lo que magnifica la televisión. Mertxe está muy quejosa de la exigua paga de viudedad que le ha quedado; habla de porcentajes y yo creo que habría que hablar de incremento en base al coste de la vida. Jesus no comparte. Mertxe se queja de las ayudas a las familias numerosas y que las sudamericanas se lo lleven todo. Pasamos a hablar de hijos y de nietos, que es tema menos farragoso. Hacia la una, nos vamos de la playa. No me he desnudado, ni bañado; menos mal que la mañana se ha pasado llena de nubes (Cuando escribo a las 16:30, el cielo está despejado y, en la piscina del hotel, la gente se baña). Se han bañado en el mar Jesus e Itziar. Dicen que en el agua es donde mejor están, que es el medio donde mejor soslayan sus problemas para la deambulación derivados de la edad. Jesus tiene 76 años, Mertxe 74, e Itziar va a cumplir pronto 75. Yo, con 64, me siento un chavalín, al lado de ellos. Se les ha arrugado mucho la cara. Terminada nuestra estancia en la playa de Ponent, cogemos el coche y lo aparcamos en el hotel.

Comida y despedida
Sin pasar por la habitación, bajamos a comer con las cosas de la playa, entre 13:45 y 14:30 h. Ensalada, a la que añado alcachofas calientes; los callos con patatas fritas y un poco de pisto están riquísimos y me preparo una copa de la casa a mi gusto: melocotón en almíbar, flan, arroz con leche y canela. He comido muy bien y les agradezco todo. En el bar tomo otra menta-poleo. Les acompaño a sus habitaciones y cojo la mochila que había dejado preparada en la habitación del matrimonio. Ellos van a echar la siesta, les vuelvo a agradecer la invitación, me despido y vuelvo al bar, donde escribo en compañía de un gin-tonic (4,50 €) que, junto con el pantalón que luego compraré, serán los únicos gastos del día. Durante la despedida, Mertxe me ha animado a que le visite en su nueva casa de Donostia, e Itziar me dice que vaya un día a visitar a su hija Eva, que también vive en la capital guipuzcoana y a cuyo marido, Esteban, le agradaría conversar conmigo respecto al viaje y, me añade, suele ir mucho por Arantzazu. Me dice la forma de localizar su teléfono en la guía.

Escribiendo en el bar del Mont Park
Ya en el bar, entro en el retrete y cago. ¡Bien! Todo va en orden. Antes había preguntado el precio de una hora de Internet y 8,50 € me ha parecido muy caro. Aunque la tele molesta para escribir, no hay otro remedio y escribo. En la tele diferencian entre rayos y relámpagos; según ellos los rayos son los que se producen cuando la chispa eléctrica es atraída por la tierra y los relámpagos son el choque producido entre nubes cargadas de electricidad. Yo creía que rayo era cualquiera de los dos casos y relámpago se llamaba al resplandor y que ese resplandor se ve primero, por ser mayor la velocidad de la luz que le del sonido, y luego oíamos el trueno. Me pregunto, ¿el choque entre nubes, no produce rayo?, ¿no produce trueno? Al camarero no le gusta practicar nudismo en Torre Conill, pero sí en Ti Ximo. Está deseando que llegue su hora para ir a la siesta. Está que se cae de sueño. Los clientes del hotel se bañan y toman el sol en la piscina, pero ahora no hay nadie. Termino de escribir, me despido y me marcho.
Compro pantalón y
a buscar Ti Ximo, pero acabaré en Llisera
Salgo del hotel y bajo a la calle, pues allí, por la mañana, hemos visto que había dos bazares chinos. El primero lo dejo y voy al segundo, que es más pequeño, aunque tiene menos género. Veo fuera pantalones cortos, pero entro a preguntar. Me atiende un chico chino. Le enseño el tipo de tela que yo tengo y me dice que de esa clase no tiene, que lo que tiene es lo que veo fuera en el expositor. Si no encuentro, volveré. Voy al primero y me atiende una chica china. Me enseña unos similares a los del otro que pone 1-6€ y 2-10€. Le digo que solo necesito uno, y me responde 5€. Me parece bien, tanto el pantalón como el precio y pago los 5 € y tiro el viejo a la basura. Pido tijera para cortar la etiqueta y la chinita coge con una mano el pantalón, con la otra la etiqueta, da un tirón y dice “¡ya ta!”. Como el chiste, le debiera haber contestado “¡cómo que ya ta!”. Meto el pantalón corto en la cremallera naranja de la mochila y me encamino hacia Ti Ximo.

Pregunto un poco antes de la señal y compruebo que voy bien orientado. Llego al final del Rincón de Loix, donde, en altura sobre el acantilado, siguen construyendo rascacielos ¡es que no van a terminar nunca de construir!, ¡no hay suficientes edificios! Es increíble que la demanda en Benidorm siga creciendo. Una vez doblado el cabo, me asomo a la siguiente cala y ya veo gente desnuda, así que me abstengo de buscar Ti Ximo si aquí ya puedo hacer nudismo. Les pregunto a dos chicos que suben por las rocas con las aletas en la mano y me dicen que Ti Ximo es la siguiente.

Bajo a las rocas para sacar una panorámica de Benidorm que, cuanto más me voy alejando, más bonito me parece, pero que para vivir y moverme por sus calles, me parece angustiante. Continúo por un camino que pasa por encima de Llisera y, cuando llego a Ti Ximo, veo que es más pequeña, de piedras y con rocas más grandes en la entrada. Por lo menos, la primera, cala Llisera, tiene algo de arena. Me vuelvo. Llegan dos madres jóvenes con sus hijos; no sé sus nombres, pero la hija mayor, que aún no ha cumplido 4 años, se llama Julia; el niño que tiene 2 se llama Romeo. ¿Amantes de Shakespeare? La madre de Romeo baja algo insegura, así que ofrezco mi mano al niño y la acepta; bajo con él dos tramos más difíciles y la parte final la bajará de la mano de su madre.

Tarde-noche en Cala Llisera. Otro dibujo. Begoña y Manuel, iruneses
En la playa, la mayoría de los nudistas son extranjeros y los hispanos no se desnudan. Tres amigos que han bajado a la playa poco antes, se bañan con bañador. La playa va vaciándose. Un matrimonio llega y se pone cerca de mí.

Dibujo el lado derecho de la cala. Subo donde el socorrista para que me informe de la hora de la pleamar, pues estamos a punto de luna llena. Las últimas olas han llegado casi a una toalla; a los extranjeros de mi derecha se les moja una esquina. El socorrista no tiene ni idea, ni de las mareas, ni de casi nada; justamente se acaba de enterar del nombre de la playa. Estará hasta las 7 de la tarde, aunque dentro de poco el horario de vigilancia se ampliará hasta las 8. Las madres con niños también se van. Antes de irse, he hecho con los niños montañas-castillo con chorritos, como si estuviera con mis nietos. Ellas, ajenas al juego, están de palique consumista. Solo la madre de Julia se acercará un rato a la orilla con los niños. Nos quedamos solos en la playa la pareja de mi izquierda y yo. Él me parece extranjero y, al llegar, le he mencionado el plenilunio, cuando han empezado a subir las olas, pero parece que no se ha enterado, por eso deduzco que son extranjeros. Pero les pregunto de donde son y me dicen que de San Sebastián y yo les respondo que de Irun y resulta que viven en Irun, en el paseo de Colón. ¡Extranjeros auténticos! Son Manuel y Bego. Nos ponemos a charlar. Me dicen que ayer había una medusa en el lado izquierdo. Les veo galipote en los pies y me fijo en que yo también los tengo plagados. Pido al socorrista aceite o acetona, pero no tiene. Manuel me dice que se lo quita con la crema de protección solar. Veo que a él le cuesta quitar y, además, se vuelve a manchar. Ve flotando un trozo de plástico y piensa que es chapapote. Todas las hamacas ya están recogidas, apiladas y encadenadas. La chica que las controla se marcha a las seis de la tarde; pero hoy se ha ido mucho antes. Los iruneses me orientan hacia el lado izquierdo para dormir; en el derecho están los últimos altos edificios y pasa el caminito por el que he visto subir a los chicos de las aletas, no me conviene; tampoco el centro, aunque tiene arena, porque queda demasiado a la vista, aunque me tumbe al lado de la pila de hamacas.

Saco foto del lado norte de playa Llisera, donde se aprecia la isla de Benidorm. Se está empezando a cubrir el cielo de nubes y veo un sitio protegido con voladizo de rocas; si llueve, allí estaré bien. Los de Irun se van; un hombre merodea por el caminito y, cuando está por el rincón que lo oculta, cojo los bártulos y me meto en la especie de cueva. El sitio no es el ideal, ya que se trata de roca y está algo inclinada, pero está bien si quiero estar oculto y a cubierto. Lo peor serán los mosquitos que, a pesar de pelear con ellos durante la noche, me dejarán dolorida, al principio, y luego insensible, la punta de la nariz y el párpado inferior del ojo derecho. Por culpa de los mosquitos no me podré dormir hasta las diez de la noche. Los pescadores que estaban en la punta Llisera, se marchan; unos suben al caminito de su lado y otro pasan cerca de donde yo estoy. La luna está a punto de llenarse y ha salido por mi izquierda, y hará su paseo nocturno por el área de dominio de mi mirada, hacia New York que, desde aquí, es lo que me parece Benidorm. Lo peor de la noche será la postura. Para no estar tan inclinado, pongo la mochila a mis pies, un poco en alto. Y tan malo como la postura serán los mosquitos, que se protegen en la cueva. Al menos, en Cantarriján, tuve la opción de salir de la cueva a la playa; aquí tendría que bajar a otra roca más inclinada y humedecida por el mar. Antes de acostarme he comido dos docenas de pipas de calabaza. Al igual que los años anteriores, las dos uñas de los dedos próximos a los gordos de los pies, se me han empezado a poner negras (ahora están moradas) y se me caerán, ¡como siempre!

Balance de la jornada
El proyecto de contar a mis primos lo acaecido en la Academia, se ha cumplido. Ellos y el hotel me han tratado muy bien y el precio pagado ha sido una mañana sin baño. Estaba previsto. La tarde en cala Llisera ha estado bien, con la sorpresa de encontrarme con un matrimonio irunés. Complementa los encuentros de ayer con un alsasuarra y otro de Zumárraga, que trabajó en la misma empresa que lo hizo mi padre. Mañana será otro de Ordizia.

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