miércoles, 10 de abril de 2013

Etapa 08 (186) Cala Llisera-Calp

Etapa 08 (186) 05 de junio de 2009, viernes.
Cala Llisera-Cala del Albir-LÁlfas del Pi-Altea-L’Olla-Mascarat-Calp.

No será día en que disfrute de las playas, pero me llevo una gran y grata sorpresa en mi paseo por los acantilados de la Serra Gelada. Un paraje en Benidorm increíblemente bonito, que hace parecerse la ciudad, en su alejamiento, a visiones de New York .

Despertar en cala Llisera
Los mosquitos nocturnos continúan pululando por la mañana, así que a las 6:15 h me levanto a orinar y, lo más rápido que puedo, me vuelvo a meter en el saco. En vista de que los picoteadores no se van, decido vestirme sin darme el bañito matutino y, para las 6:30 h, ya estoy en marcha. No hay pescadores y, bordeando, me dirijo hacia la cala nudista Ti Ximo. Donde estaban los pescadores ayer, en el lado Norte de Llisera, encuentro a dos chicos despiertos sobre colchón; no tengo certeza, pero casi podría asegurar, que son marroquíes. Saludo, pero no contestan nada. He sacado una foto de cala Llisera desde arriba en la que se vislumbra un Benidorm gris, e instantáneas similares, según vaya ascendiendo por la Serra Gelada, se irán quedando plasmadas en mi retina y en el celuloide. Sigo hacia acantilado abrupto entre las dos playas, aunque menos abrupto que lo que me tocará ver después, de la Serra Gelada hacia el mar. En este primero, bajaba una escalera, hasta abajo del acantilado, que ahora ha quedado obsoleta. Para evitar accidentes, han construido un muro protector. Cuando llego a cala Ti Ximo está vacía y veo que la carretera de acceso comunica con otra que continúa por la costa.

Hacia allí me dirijo y recibo buenas sensaciones, porque me encuentro con una cadena para que no pasen coches, ya que es la entrada al Parque Natural de Serra Gelada. La carretera termina y continúa un camino ancho que se va volviendo más angosto, hasta que acaba sacándome a la carretera de arriba, que no tiene circulación, lo que me hace volver a soñar. Pero el sueño se acaba y la realidad se impone. De nuevo la carretera se acaba junto a tres paneles y un corte de acantilado impresionante, que será preludio de los que vienen a continuación. Está claro que ya no podré seguir costeando. Es imposible que haya camino por semejante cortada. Los paneles hablan de flora y fauna marina y se centran en tres ámbitos: La Serra Gelada (Sierra Helada)-Sud, la Illa Mitjana (Mediana) y el Castillo de los Piratas, que ya lo he fotografiado a lo lejos según venía hacia aquí.

El día está gris y yo estoy con Velvia-50 pero espero que salgan diapos interesantes. Cuando estoy en la torre del castillo de los Piratas, veo venir a un deportista corriendo despacio y, mientras bajo de la torre, el llega al final de la carretera, al mirador y, al volver, le pregunto. Es de los extranjeros que no saben nada, no quieren saber nada y tampoco ayudar. Ahora, sin bajar a camino, salgo por la carretera y, en una curva, veo que viene un hombre con aspecto de ayudador, pero se lamenta de no poderme ayudar; hubiera podido asegurar que es alguien de mi tierra, pero no me da pie a preguntar. Otra mujer corre a continuación y, luego, una chica castellano-leonesa, con correa de perro, al que no veo, que me dice que el camino para la Serra Gelada sale de la Cruz y que hay unos 8 km a Altea y que, está mal señalizado al principio, pero luego, muy bien. Sigo hasta nuevas cadenas y comprendo por qué no había circulación de vehículos, y vuelvo de nuevo al Loix. Pareciera que nunca fuera a salir de Nueva York.
Ascensión a la Cruz con Jesús
Un indicador dice “todas direcciones”, así que puedo demorar la decisión de ir a Altea por la carretera o por la Cruz. Poco después, veo de lejos a Jesús Katarain y, cuando llego donde él ya me he pasado la bifurcación. (Cuando escribo esta parte en Olas, lloro con desconsuelo). Me dejo guiar por Jesús hacia la Cruz, que es donde va todos los días (el sitio de Jesús está en la Cruz) y nos acompañamos en este tramo de calvario. Es de Ordizia y yo le digo que trabajé 24 años en Fundiciones del Estanda, que está en el pueblo limítrofe de Beasain (Ordizia y Beasain son colindantes, los separa o los une la CAF, Construcciones y Auxiliar de Ferrocarriles). Va con una vara que yo creo que es de palo, pero me explica que es de hierro rugoso, de las empleadas para cimentación en construcción y que él ha recubierto con cinta aislantes negra; así que es un palo de hierro muy pesado, como si fuera un cilicio añadido al calvario. Me pregunta por qué no llevo un palo y le explico las razones, aunque en alguna ocasión me habría venido bien para defenderme de perros, por ejemplo, llegando a Almograve, en Portugal, o a las puertas de Redondela, en Galicia; pero para andar por rocas y en bajadas abruptas, me perjudica más que ayuda. (Donde escribo, en Olas de Albir, han puesto música ¡Y se jodió la tranquilidad!). Este encuentro con Jesús Katarain será fructífero también porque me habla de su operación de próstata, de cómo hay un sistema de implante de semillas que se colocan entre el ano y los testículos. Que como particular le iba a costar entre dos y tres millones y al decir “toda la vida trabajando para que, al final, se lleven todos los ahorros los médicos”, le propuso una fórmula, un convenio con la Seguridad Social, y le salió gratis. Está muy contento y ha salido el comentario de la próstata por mi cena de dos docenas de pipas de calabaza de ayer noche. Me dice que una vez hizo el camino que yo pretendo hacer y comenta: “¡Una y no más!”. Para él fue muy dificultoso por las piedras sueltas del camino y por sus problemas de visión.

Jesús me va a acompañar un rato, después de llegar a la Cruz, porque hay una bifurcación de caminos y él sabe cuál es el bueno. “Después está bien señalado con rayas: amarilla y blanca” y, además, tengo la referencia del mar. Cuando le pregunto el nombre, retengo Jesús, pero del apellido no me suelo preocupar y no lo anoto, mas, en esta ocasión, hago una excepción, por tener relación con un hecho muy doloroso para los vascos. Jesús era tío de Yoyes. “Lo vivimos con mucho dolor”, me dice. Primero, cuando se metió en ETA, luego, por todo lo que molestó la Guardia Civil a la familia y, finalmente, cuando la propia organización se la cargó, aunque le habían dado garantías y se había podido incorporar a la vida civil con cierta normalidad. ¡Cuánto dolor! Le hablo de la película de Helena Taberna, directora de cine de mi pueblo. Él me dice que tiene algunas inexactitudes, pero que, en la base, refleja lo que ocurrió. Ha sido un encuentro magnífico en el momento y lugar adecuados. He sacado foto de Benidorm desde la Cruz y, más arriba desde un pequeño montículo conmemorativo hecho con piedras. Había pensado decir un monolito pero, en realidad, es un multilito. Cuando Jesús me pone en el buen camino, nos despedimos y él empieza su descenso de la Cruz; durante un rato he compartido su dolor, ¿le habré quitado un poco de peso de encima?

Comienza la Serra Gelada
El camino es duro, por las subidas y bajadas, por las piedras sueltas pero, las asomadas al acantilado son tan bellas, que lo compensan. Lo peor no es el camino, sino el no saber si las montañitas acantiladas son dos, tres, cuatro o muchas más. En uno de los ascensos por sendero angosto, encuentro una víbora, que está extendida en toda su largura; pienso que está muerta pero, lo más probable es que esté despertando de su largo letargo invernal, aunque ya se vaya acabando la primavera; así, extendida, recibe el máximo de rayos solares, un plus de calor que le vendrá bien para terminar su aletargamiento. Por si acaso, me aparto. Aunque ha sido un encuentro puntual y ya no volveré a ver ninguna víbora más por el camino, me obliga a estar ojo avizor.

Algunas ramitas de arbusto que encuentro en el camino, me hacen dudar. Un pesadito HMS SEGOVIA con ganas de hacerse famoso y pasar a la posteridad, no por haber hecho algo importante en esta vida, sino sólo ganándose notoriedad con sus brochazos de pintura roja, que voy viendo repetitivamente. Es muy probable que subir a las cimas de la Serra Gelada, con el peso adicional de la brocha y el bote de pintura roja, a HMS le haya producido el mismo desgaste o más que, a Edurne Pasaban, hacer un ocho mil. Así remeda a tanto famosete de televisión que, sin hacer nada bien, acaba viviendo del cuento. Otro resultado de la labor educativa de los medios de comunicación de masas.











El día sigue nublado. Estoy con Velvia-50. Durante este  tramo, seguiré sacando fotos del acantilado, algunos con el complemento de Illa Mitjana (Isla Mediana) que, dejo atrás.





También seguiré sacando fotos del alejamiento de Benidorm que, según me voy distanciando, me parece más bonito.
Las llamo Visión de Nueva York, remedando y como homenaje a Carmen Martín Gaite y sus cuadernos de collages. No sé si conseguiré el resultado apetecido. Faltándome todavía algún tramo por subir, se me acaba el rollo y, ahora, pongo Velvia-100; pienso que así, tendré alguna instantánea más correcta, pero es algo que no lo sabré hasta que las vea en Donostia. Acabada la última subida, veo ya, a lo lejos, carretera de montaña y decido abandonar el camino en zona que parece que estuvieran descubriendo alguna ruina ibera.

Bajo a carretera asfaltada y con gravilla gruesa y oigo voces. Un grupo de montañeros viene en dirección contraria a mí. Como yo ya he salido del camino y entre el mío y su sendero hay arbolado, ni les veo, ni me ven cuando pasan, sólo pasan sus voces, y no tengo ocasión de intercambiar comentarios, ni hacer preguntas.

En la cima de la carretera hay un conjunto de antenas, pero no tengo ni idea qué tipo de ondas captan. Paso una doble rejilla que cruza la carretera, parece que es una medida para que no pasen animales, y un depósito y, poco después, otros dos, me encuentro a dos chicos que, por su atuendo, parecen guardias civiles.

Se paran un poco más abajo y yo retrocedo para saludar y preguntarles. Me informan de lo que se ve por delante. Primero es la playa del Albir, al fondo, hacia el interior, L’Alfás del Pi y al fondo, en la costa, Altea. Me preguntan qué hago. Opinan que llevo mal calzado para montaña. Les respondo que es magnífico, que mis sandalias son de suela Vibran. Me vuelven a pasar mientras subo la cuesta y ellos aminoran la marcha para ir hablando conmigo desde la ventanilla del conductor, paran el sonido del motor y me hacen preguntas interesadas, sobre dónde como, duermo, etc. Cuando me pasan, veo que no son guardias civiles, sino empleados de la Generalitat Valenciana. Me recomiendan que pase rápido por la zona de antenas, que no me pare, que emiten radiaciones y producen dolor de cabeza. ¡Gracias!

El arranque del camino del propio Parque Natural, evitará que tenga que pasar cerca de las antenas. Cojo el nuevo camino por la izquierda, que está bastante bien señalizado, y que han alargado en zig-zag para que sea menos empinado de lo que era, aunque ahora haya que caminar algo más. Ahora es más amable para ascender y menos resbaladizo para el descenso. Bajando de esta zona, acabo el agua que me quedaba en el recipiente y he comido la rodaja de limón que había echado del gin-tonic de ayer tarde. Me he comido hasta la cáscara ¡Cuando hay necesidad!

Desayuno en Olas de Albir. Diego y Raúl
Por fin llego a un hotel restaurante con piscina. Entro por la puerta de arriba, y salgo por la principal, de abajo, pero todo el interior está cerrado a cal y canto. Son las 11:05 h y pone que lo abren a las once (no de hoy, os lo aseguro). Así que voy bajando hacia la playa de La Marina y a las 11:15 h estoy desayunando en Olas, de Albir. Aunque ayer no cené y hoy el desayuno se ha demorado (casi 21 horas sin meter al coleto más que unas pipas de calabaza), para que no me quite el apetito para la hora de comer que ya se aproxima, no pido más que una tostada con tomate, sal y aceite y un café con leche larguito; me sacan una copa con una capacidad algo mayor que una taza, y salgo con intención de salir a tomarlo a la terraza pero, en Olas, todas las mesas que están a la sombra están ocupadas. Hay dos sillas a la sombra, que están enfrentadas, pero sin mesa ya que habían unido tres para hacer una mesa larga para un grupo grande que está a mi derecha. En una de las sillas vacías me siento yo y, sobre la otra, coloco el equipaje.
Según estoy sentado, al de la mesa de al lado, no recuerdo si Raúl o Diego, que la tiene a tope, le traen un café. Me levanto y, sin ánimo de echarlo, le pregunto si tiene para mucho rato. Me dice que, en cuanto se tome el café, se va y entro en conversación con él. Le digo que vengo de la Cruz y que me ha costado tres horas y cuarto. Muestra interés, porque él también lo quiere hacer. Lástima que se tenga que ir. Le enseño los dibujos. Cuando me traen la consumición pedida, me la ponen en su mesa. Llega Diego o Raúl y también se interesa por mi viaje. Tienen un magnífico aspecto y, si no se hubieran tenido que ir a trabajar, habríamos estado un gran rato de cháchara y a gusto. Se han ido y, cuando voy a pagar, me entero que ellos han pagado mi comanda. Como ya no tengo oportunidad de agradecerles personalmente, desde este blog: ¡Gracias amigos! ¡Que la vida os sonría! Les he dado mi nombre para que vean en Google algo de mi filosofía viajera. Su encuentro, además, me ha servido para fijar la situación de playas nudistas, aunque las que voy a ver más próximas, son playas para olvidar y no sé cómo es La Mina, porque tendría que retroceder al pie de la sierra que acabo de dejar. Trataré de comer en Altea, pues las siguientes playas nudistas están después de pasarla. Olvido coger agua, orino, doy las gracias, y abandono Olas a las dos de la tarde.

Hacia Altea. Estrellas cinematográficas.
Comida en El Chiringuito
Me dirijo hacia el fondo de la terraza, pero me meto en un comedor que no tiene salida, así que, como todavía no quiero comer, retrocedo y bajo a paseo marítimo. Por el lugar donde salgo, ya hay varias estrellas que se me han ido quedando atrás. Las primeras por las que paso, todas son de actrices y actores que conozco; creo que la última es Carmen Maura. Después llega la de la Academia de las Ciencias y las Artes Cinematográficas y, a continuación, estrellas de mayor tamaño.

No entiendo por qué Carmen Sevilla la tiene más grande. Ana Belén se puede leer escrito en el sentido del paseo, pero las primeras había que leerlas torciendo el cuello. De esta forma está mejor, más cómodo para leer. Quizás Ana Belén supuso un hito en la cinematografía hispana con Españolas en París. También leo: Armendáriz, Amparo Rivelles, Almodovar y tantos otros. ¿Algunos tendrán que ver con la tierra?, ¿Díaz Yanes? El suelo es de mármol o imitación (quizás alguna calcita) y el sol reverbera de tal forma que rebota y da un calor asfixiante. Como el viento me viene por detrás, con la velocidad de la marcha, parece que no hubiera viento. Es necesario pararse para sentirlo. Milagros va por delante, cargada con dos bolsas de compra. Me dice que ya estamos en Altea, cuando aún no hemos finalizado la playa de Albir. Cuando le hablo de mi caminada, me da la enhorabuena y me anima. Al llegar a destino, se despide de mí y me desea una buena continuación de viaje. Un poco más adelante, encuentro El Chiringuito, que me da buenas sensaciones y, como van a dar las 14:30 h me quedo, a pesar de no tener menú y tras asegurarme que cogen tarjeta Visa. En realidad, sí tienen menú, pero es de 30 € y que, con tres platos, postre, bebida (2 cervezas), alioli, tomate y pimientos riquísimo, me ha salido por 29,32 €. Me he quedado a gusto con lo que he comido. De primeras me han traído la sepia, después los mejillones al vapor y de la brocheta de cordero sólo he dejado dos trocitos, acabando toda la verdura asada; de postre, manzana asada. Cuando he empezado a comer el pantumaca con alioli y pimientos, me ha empezado a temblar la mano. Es la primera vez que me ocurre, ¿podría ser éste un síntoma de debilidad? Dentro de mi ámbito de acción, en el comedor, hay una pareja que me da la impresión de que puede ser vasca; la mujer es mucho más joven que él. En mi frontal, a la izquierda, tres jóvenes varones comen paella; pagará el de la camisa blanca. En la mesa de enfrente, también hay dos chicos comiendo con un hombre mayor; uno de los jóvenes pide menta poleo con coñac ¡habrá que probarlo!, pienso, pero nunca lo haré. Después, piden dos gin-tonics, de ginebra, claro, pero uno concreta, de Beefeater. Llega una pareja que ronda la cuarentena y el hombre tiene un volumen de voz muy alto. Al llegar dos vendedores del cupón de los ciegos, y le está comprando a uno, hace un comentario sobre la suerte y yo intervengo y le digo: “bastante suerte tienes con tener la mujer que tienes”. Mi comentario sólo se refiere a la apariencia, ya que de ella no tengo otro conocimiento y, además, habla muy bajito. A partir de mi comentario, él bajará la voz pero, pronto, se olvida y vuelve a elevarla, parece un altavoz. Me he levantado para salir a la calle y comprobar el precio del menú, que he olvidado y, como se van a marchar, aprovecho para hablarles de mi paseo. Se van deseándome suerte y con la esperanza de poder hacer ellos algo similar en el futuro. Antes he tratado de sacar una foto con el camarero rumano y una pancarta, al fondo que, desde donde yo estoy leo “qq ATOV qq”, aunque las “qq” podrían ser “99”, que traduzco a mi manera como “cucú ATOV cucú” y que me recuerda a mi madre cuando contaba que, para quitarme el chupete, había recurrido al truco de que se había caído y se lo había llevado el ratón. Ella contaba que yo decía: “atón, malo, atón” y movía mi mano en sentido de amenaza. Así, ATON tiene similitud con ATOV y lo de malo no está de más en este juego que me ha ofrecido esta propaganda del PP. A mi esta propaganda no me va a afectar, ya que va a ser la primera vez que, desde llegada la democracia, no voy a participar. Es la primera vez que unas votaciones me cogen en el camino y cuando me preocupé de hacerlo por correo, hice la solicitud pero no me llegó a tiempo para la fecha de mi salida de Irun. Me regalan una copita de mistela. El rumano me dice que en su idioma “atov” no quiere decir nada; yo lo quería saber por si había algún mensaje subliminar, y me añade que, en ruso, no lo sabe, ya que él era muy pequeño cuando cambió el régimen de Chaucescu y que no tuvo obligación, ni gusto, de aprenderlo. Habrá que esperar a que algún ruso me lo diga, ya que con la terminación “ov” (me viene a la mente el coctail Molotov), propia de ese idioma, podría querer decir algo. Que salga Chaucescu al hablar del PP, puede que tampoco sea gratuito. Él no va a votar a nadie, para no tener la responsabilidad de elegir a unos o a otros, a sabiendas de que todos lo van a hacer mal. Le digo que vote al que coincida más con su ideología, o al menos malo. Insiste en que no quiere responsabilidades y que la participación será muy pequeña, en relación con el número de votantes censados. Le digo que yo intenté el voto por correo, sin conseguirlo. Van a dar las 16:30 h, están recogiendo las mesas, el rumano me cuenta que ha servido un vino rosado especial, a un hombre que está al fondo de la barra, en una copa de cristal fino y, el solitario, ha preferido que se lo sirva en un vaso de cristal más tosco. Al recoger una mesa, retira también sin usar los vasos finos. Él, me dice, ha seguido el protocolo que le marca el jefe, pero respeta la opción que prefiere el cliente. Cuando le digo que, ante alguna duda, observo que recurre mucho a una chica, compañera de trabajo, me dice: “Es por el cambio de instrucciones ya que, hasta hace poco, cuando alguien pedía un vino especial, se le cobraba la botella, bebiera lo que bebiera; ahora, para propiciar el consumo de buen vino, cobran aproximadamente según lo que se beba de la botella. Voy al retrete y como la deposición en Olas ha sido copiosa y consistente, ahora dejaré sólo un choricín. Agradezco al rumano la conversación y la atención y me voy.

Camino de playas. Pequeños encuentros curiosos sin importancia
Salgo por el paseo marítimo. Unos jóvenes van a jugar un partido de futbol y se disponen a poner una cinta de plástico para marcar los límites en el suelo. Le digo al que parece responsable que no es correcto que utilicen productos que no son biodegradables. Me responde que, como el ayuntamiento de Altea no se gasta nada en los jóvenes… Recuerdo que, cuando teníamos que marcar un terreno en la playa, lo hacíamos con el talón y caminando de espaldas, tratando de que la línea fuera bastante recta pero, si salía algo torcida, tampoco importaba demasiado; no era lo fundamental para el juego. Siguiendo el paseo, la playa continúa siendo de piedras, y hay muy poca gente tomando el sol y prácticamente nadie nadando. Si llego a saber la mierda de playas que me venían a continuación, me habría dado un baño en alguno de los huecos por los que he pasado. Hoy será el único día, desde que llegué a la costa, que no me he bañado.

El agua que se ve en la orilla, está limpia, traslúcida, propia de las playas de cantos rodados. Saco una foto a unos árboles que se inclinan hacia tierra; indicadores del viento que suele soplar por estas latitudes. Otra foto será para un subsahariano que lava a un perro, con jabón, en una fuente pública, prevista para que beban agua personas. Como es hora de siesta y apenas pasea casi nadie, nadie, ni yo siquiera, le dice nada.

Mientras esta escena se desarrolla en el paseo, casi a la par, en la playa, una pareja acaricia sus cuerpos y busca sensaciones; él está tumbado sobre su toalla y ella se le ha echado encima. Si hubiera sido al revés tendría que prestar más atención, por si se trataba de una agresión, pero siendo así, y sabiendo que las mujeres no agreden, ni maltratan, eso sólo es cosa de los machos ibéricos, y no ibéricos, ni me preocupo.

También, en el paseo marítimo, aparecen árboles, con hoja de tipo aligustre, aunque también pudieran ser ficus, que están recortados en forma de cubos pero, como casi siempre sopla viento de Levante, es por ese lado por donde se presentan las ramas más peladas, sin apenas hojas. Pasa una extranjera con un vaso de café largo en la mano; va a mucha velocidad. Le digo que se tranquilice, yo que voy a todas partes acelerado, y no sé por qué lo hace, pero se queda parada y atrás. Pregunto a una chica que va a la playa con niños y me manda por el paseo ( no me manda a paseo). El malecón me habría llevado al mismo sitio. Un futuro delineante, que viene de hacer deporte, ahora va a estudiar, para examinarse y conseguir el título. Confía en que, para cuando acabe los estudios, la crisis también se haya terminado. 

Aunque el paro es coyuntural, pues en esta época normalmente siempre baja debido al incremento de la contratación en hostelería, este año se temía lo peor. Como soy muy malvado digo, “a pesar de los deseos del PP”, pero ni confirma, ni desmiente, y me sigo arriesgando en un país, el Valenciá, que es su feudo. Ahora voy ya por carretera; una chica madurita, de rojo bermellón, no sabe decirme qué es un edificio que veo en lo alto de una loma y que me parece singular. Me dice que es una casa.

Otra chica me recomienda que no baje a playa, ya que estamos en las proximidades de una desembocadura de un río que me obligará a volver a la carretera. Resultará ser el río Algar que, poco antes, se ha unido al Guadalest, ambos lugares que me traen buenos recuerdos de cuando los visité hace años. Guadalest con su población y rocas en el cresterío y Las Fuentes del Algar, con su fuente de muchos caños. Zona también de cultivo de jugosos nísperos de verano.

He sacado foto con patos. Me encuentro con un grupo, que me dice que siga por carretera hasta el hotel Villa Gadea, pero veo a dos chicos que van por camino más próximo a la playa y les pregunto para la nudista de l’Olla. Voy con ellos. Uno tiró su reloj porque le esclavizaba; en cambio, no hizo lo mismo con el móvil, y le hago ver la contradicción (“el móvil también da la hora y esclaviza más”, le digo). Le digo que yo, desde que me jubilé, necesito más el reloj que antes. Trabajando, me bastaba con entrar y salir a la hora. Se meten en una casa que está en la misma playa, a la vez que él recibe una llamada de móvil. Miro el mío, y también tengo mensaje de MoviStar, de ofertas que nunca me interesan y, como siempre, lo borro. Me pierdo de los muchachos y sigo adelante. Durante este paseo, he hablado con Camilo pero, ahora al escribirlo por la noche, no me viene la imagen de dónde ha sido, ni de qué he hablado con él.

Playas nudistas de canto rodado para olvidar:
l’Olla, La Solsida y Mascarat
Vienen dos hamaqueros, chica y chico; son de Altea, y me dicen dónde empieza la playa nudista. Es horrenda, de piedras, llena de posidonia que, cuando la ola golpea en el borde, hasta saltan trozos de sus negros filamentos.  En la foto vemos la isla de Olla (Illa d'Olla). Asoma el Peñón de Ifach.

No sé si por el efecto del disgusto o por qué otra razón, es que me pega el apretón y me vacío, tapando lo desperdiciado con la posidonia que, para algo tenía que servir, ya que aquí no sujeta arena, pues no la hay. Cuando estoy entrando en esta playa, sale un hombre que me dice que no hay nadie. Pregunto a un pescador, que no sabe nada y no me dice nada; no insisto. Cuando voy a pasar a la otra playa, puesto que en ésta no tengo intención de dormir sobre las algas, ya que es tan estrecha, que no queda espacio ni de cantos rodados, el pescador se va.

Me desnudo y dejo todo a buen recaudo y me voy a inspeccionar hacia la siguiente zona de la playa, para ver si es mejor que ésta. Voy inmerso en el agua hasta algo menos de la cintura y veo en el otro lado a un chico vestido que simula estar meando. Como ya veo que puedo pasar, retrocedo, cojo mis bártulos y vuelvo a hacer el camino iniciado. Meto la ropa en la mochila pequeña y la llevo hasta el siguiente tramo, donde hay otro un poco más difícil, y la deposito en sitio seguro; regreso a por la mochila grande y, cuando estoy llegando al sitio que se complica, veo que no solo uno, sino que serán tres hombres los que aparecen.
Antes de llegar al lugar donde he dejado la mochila pequeña, me resbalo en una piedra del fondo y casi caigo con la mochila al agua. Ya estoy en sitio seguro, y con todo mi equipaje, pero cuando llego a La Solsida, que es el nombre de esta nueva playa, los tres hombres han desaparecido. Esta playa es casi tan horrible como la anterior de L’Olla, aunque dispone de más espacio. Llego donde un pescador que sólo a ganado al mar dos pantxitos y, en vista del panorama, me visto y me voy. Voy con las piernas y los pies llenos de posidonia y, ya por carretera, llego al Puerto Deportivo de Campomanes y, enseguida, llego a La Barra, que es el nombre de la playa que me dice un hombre que está en el patio de su casa quitando hierbas malas a su poco lucida buganvilla. 

Mascarat.
Urbanización que incumple todas las normas
Llego a la playa de Barra Grande. Ya estoy en Mascarat y la urbanización se ha metido en la misma playa; aquí el respeto por la costa que es de todos brilla por su ausencia; se saltan a la torera leyes de costa pasadas y venideras. Es de piedras y, hasta las gruesas, son zarandeadas por olas que rompen con mucha fuerza. Se corre el riesgo de que, al entrar al agua, una ola y las piedras te destrocen los tobillos. ¡Que horror! Sigo hasta el final, por el borde del mar y un inglés me dice que por el borde se puede ir a Calpe. En esta confianza, sigo adelante, pero la urbanización también avanza hacia la costa y llego a un punto en que es imposible continuar. Me parece que por allí no puede haber ningún camino.



Desde el borde marino donde estoy, casi puedo tocar el agua de la piscina privada; ¡es increíble que esto pueda suceder en el siglo XXI! Cuando paso, una chica habla por su móvil y, cuando veo la imposibilidad de continuar y regreso, sigue hablando. Un hombre, en su dominio privado, parece alegrarse de que no pueda pasar. (Hoy, 10.04.2013 en que transcribo ésto al blog, leo en el DV que el PP está preparando una nueva Ley de Costas en la que la distancia de 100 se reduzca a 20 m. Vamos bien ¡Vota PP!). Retrocedo por arriba, y tres chavalitas no saben decirme si ascendiendo por la escalera saldré a carretera. Viven allí y no saben nada. Me voy desesperado de que sean tan lerdas. Bueno, en su defensa tengo que decir que no tengo ni idea de qué idioma hablan y mi inglés es muy malo.





Ya dentro del gran edificio, de donde no sé cómo salir, me acerco a un empleado de seguridad y me indica por dónde tengo la salida. Por donde yo pretendía seguir, me llevaba, precisamente, a la urbanización de la playa que, no sé si antes de estas construcciones, pudo ser nudista.
No sé quién puede ser capaz de ir a vivir a un lugar tan poco apetecible. El segurata es de Altea y me dice que el municipio no tiene ningún interés en regenerar estas playas y hacerlas más apetecibles para el turismo. A lo mejor es porque son muchos kilómetros de playa pedregosa y con tener limpia una parte, la más próxima al pueblo, le basta. Me costará mucho salir de Mascarat, ya que tengo que dar mucha vuelta para volver a la carretera general.

En este tramo, aprovecho para sacar foto de la garganta por donde pasa la carretera, en donde se aprecian bien el tramo que es para coches, y el más estrecho que es para el tren de vía estrecha por el que, dentro de unos días, pasaré en viaje de ida y vuelta. También se observa la anterior, que ha quedado obsoleta y con el túnel tapiado.

Desde la carretera saco foto de mi penúltima visión de Nueva York y, luego, el paisaje de montaña, hacia el mar y de la garganta entre los túneles, aunque la posición más bonita era la de abajo hacia arriba que ya he descrito. Las cumbres son majestuosas. Pasado el túnel, ya tendré la primera visión del Peñón de Ifach; bueno, la primera no puesto que, en una de las de primera hora de la tarde, con la illa d'Olla, ya asomaba.

Cuando veo el peñón, hago coincidir con un árbol, no sé si pino o abeto, en el que han plantado una bandera con Força Barça. La habrá puesto alguien para conmemorar sus tres victorias: copa, liga y champions; se ve que está muy nueva. En una recta de la carretera, veo la segunda víbora del día, en el arcén; está entera y parece viva ¿estará, como la de Serra Gelada, despertando de su letargo?, ¿esperando recibir más calor o asustada por algún vehículo? Al dar la curva, veo que sube un ciclista pedaleando por el arcén y le recomiendo que se salga un poco de él para que no pise con su rueda a la víbora y le muerda en una pierna. Como ya ha salido a la calzada para no pillarme a mí, ya tiene parte del trabajo hecho. ¿Verá
la víbora?


Calpe disminuye, ahora es Calp
Llego a la entrada Calpe-sur y quiero saber por donde puede estar la cala Cap Blanch, ya que no sé si está antes o después de Calp. Nadie me lo sabe decir. Orino junto a una barca, en un parque municipal y, en vista que nadie me sabe informar sobre Cap Blanch, empiezo a buscar pensión para pasar la noche. Me orientan hacia As de Oros y ha sido un gran acierto. Se entra de cliente y se sale de amigo. Es como si, jugando al tute, me hubiera tocado, no sólo el As de Oros, sino acompañado del tute de reyes o de caballos, estando yo de salida. Miguel, el dueño,  manda a Xiqui que me acompañe con la llave a la habitación. Es amplia, con la ventana protegida por malla para que los mosquitos no entren y así, abierta, se quedará toda la noche. Me ofrecen posibilidad de lavadora pero, para lavar la camiseta amarilla sólo, no me cuesta nada hacerlo a mano y tenderla de una percha del dintel de la ventana que, al dejarla abierta, se secará más fácil durante la noche. En la ducha me he centrado principalmente en piernas y pies, ya que los traía llenos de restos de posidonia seca; me dará mucho trabajo quitármela de encima pues está muy pegada; me doy cuenta de que también la llevo en los testículos y, cuando me estoy secando, aún me saldrá algún filamento negro de entre ellos. Toda la colección acumulada en el pasaje entre l’Olla y La Solsida y que, ahora, irá por el sumidero. Lo más dificultoso ha sido coger el punto de temperatura del agua pues, sin ponerla al tope del rojo, sale demasiado caliente y tengo que recular con el mando. Como siempre, acabaré con fría para regenerar músculos, nervios y flujo sanguíneo. Aunque la tarde ha sido nefasta en cuanto a disfrute de playas y mar y en l’Olla he deposicionado diarrea, no estoy preocupado y se puede decir que casi descansado. Que estoy bien, vamos. Dejo la mochila en el armario y bajo al bar con la pequeña. En circunstancias normales, si hubiera encontrado la cala Cap Blanch y me hubiera gustado para dormir, no habría cenado, puesto que he comido muy bien, tal vez demasiado, pero la diarrea, que no sé por qué ha podido ser producida, me invita a intentar comer, aunque no tengo mucho apetito.

Cena y últimas conversaciones en el As de Oros
Por la habitación pago 15 y por la cena 12 €. Lo pago con Visa. Lástima que no tienen un caldito, pues lo hubiera tomado con mucho gusto; me animo a spaghetti boloñesa, que están muy ricos y me habría bastado, pero, por completar la cena, elijo un filete de ternera a la plancha, que pido poco hecho, pero que sin ser culpa de ellos, sino de la calidad de la carne, me lo han sacado muy seco; era imposible sacarlo sangrante. Ha sido un error; habría sido mejor que hubiera terminado los spaghetti. Lo que está más rojo, lo mastico intentando sacar el jugo, pero se me forma en la boca una bola imposible de tragar; a ello contribuye mi falta de apetito. Como una natilla casera con galleta María y acompaño con menta-poleo; la primera taza sin y la segunda con azúcar. Escribo el diario en la mesa en que he cenado y de espalda a la televisión, y me entero parcialmente de conversaciones. En el comedor cenan un grupo de extranjeros que he visto al pasar, puesto que he entrado de la habitación por la puerta del restaurante. He preferido cenar en el bar. Al marcharse, pasan por el bar y salen agradeciendo a Miguel por la calidad de la cena; se van muy satisfechos. He visto a Miguel cuando les preparaba el postre: flan con helado, nata y sirope; tenía muy buen aspecto, pero hoy no habría sido capaz de pedirlo. Cosa rara en mí, con lo goloso que soy. El tema político, con los últimos mítines, está en el hambiente. Un cliente que está en la barra y que, sin razonar, quiere tener razón. El Secretario del Ayuntamiento que interviene porque ha salido el constructo de “a capella”; digo que se dice cuando alguien o un grupo canta sin acompañamiento musical. Por lo visto, y no oído, el Secretario ya lo había dicho antes y añade, “también se dice cuando se habla de viva voz, sin utilizar micrófonos, ni amplificadores”. Por lo visto, el hijo de Miguel ha pronunciado un discurso improvisado en el mitin que  hoy ha dado el PP en Calp y ha sido felicitado por lo bien que ha hablado. Mañana me dirá Miguel que está estudiando derecho y un instrumento musical, el trombón, y tanto él, Miguelito, como su hermana, están titulados en Inglés, por Cambridge. Me cuesta concentrarme en mi diario, por querer estar a él y a la conversación de los clientes y, como ya sabemos, los hombres no podemos hacer dos cosas a la vez. El cacareador, y poco razonador, habla de la realidad. Yo digo que no hay una realidad, que hay tantas como personas, que es relativa y que cada uno cree que la que él ve es la única realidad. Lo mismo se puede decir de la verdad. También menciono que la historia hay que mirarla con lupa, porque siempre la contaron y escribieron los vencedores; que no es lo mismo la historia que escribió el franquismo, que la de Tuñón de Lara, por poner un ejemplo de visión de una realidad con crítica histórica. Surge algún tema más. En un momento de la conversación, la mujer de Miguel me llama aparte para decirme lo poco razonable que es el de la barra y aprovecho para enseñarle mis dibujos del camino. Miguel me da las gracias por mis intervenciones y yo a él porque me hace sentir cómodo en su casa aunque, sospecho, hay gran discrepancia en nuestras ideologías. Me da la impresión que la ideología del hijo no es ajena a la del padre. Me voy a la cama y me cuesta coger el sueño, pero luego lo haré de tirón. Creo que no me levanto ni a orinar. A las 6:30 h me levanto, orino y me vuelvo a dormir.

Lo más destacado de la Jornada
Hoy ha sido un día muy completo. Entre lo positivo personal, el emotivo encuentro con Jesús Katarain y el Calvario a la Cruz de Benidorm; la corta charla e invitación a desayunar de Raúl y Diego, en Olas, de Albir; la recepción y buen trato de Miguel y su señora, en el As de Oros de Calp. En lo material, el magnífico paisaje de la Serra Gelada y las preciosas visiones que me ha propiciado de los acantilados y de Benidorm y la buena comida en El Chiringuito de Altea, hoy de capricho. Entre lo negativo, las malas playas nudistas que he visto entre Altea y Calp, la incomprensible urbanización de Mascarat y las dos víboras que he visto. Los buenos encuentros han eclipsado lo malo.

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