viernes, 24 de mayo de 2013

Etapa 39 (217) Sant Salvador-Vilanova i la Geltrú

Etapa 39 (217) 06 de julio de 2009, lunes.
Sant Salvador (El Vendrell)-Segur de Calafell-Cunit-Vilanova i la Geltrú-(Igualada).

El tramo de hoy, también requiere explicación. Ninguna que dar hasta Vilanova i la Geltrú, ya que la hago con normalidad, aunque habría que decir que, nada más pasar Cunit, he entrado en la provincia de Barcelona. En Vilanova, llamo a mi primo Santi, me viene a buscar y me lleva en su coche a Igualada, donde vive toda su familia. Así que aunque duermo en Igualada, a efectos de viaje, mi andadura de hoy finaliza en Vilanova i la Geltrú, donde mis primos me volverán a dejar al día siguiente.

Despertar en Sant Salvador. Últimas horas en Tarragona
Me despiertan dos pescadores que pasan hablando camino de la orilla. Son las 6:15 h y doy por perdido el baño matutino. Orino, me visto y, con todo recogido, me voy del lugar, caminando descalzo por la orilla. Ninguno de los pescadores ha pescado nada en toda la noche. El sistema que usan es el de lanzar el aparejo y recoger el sedal lentamente. Uno de los pescadores se va enseguida; no sé si a casa o a seguir pescando en otra parte. Alguno de ellos me informa que he dormido en la platja de Sant Salvador y la encuentro en el mapa; me servirá para marcar el final de la etapa de ayer. Me acuerdo de mi amigo Salvador de Deltebre; él seguro que aquí, lanzando su rall, habría pescado algo. Aunque hay paseo marítimo, prefiero ir por la orilla y, cuando ésta se acaba al llegar al puerto de Segur de Calafell, salgo al paseo marítimo y compruebo que la ducha no tiene agua (sólo suelta dos gotinas).

Desayuno en Can Vicenç
Como no me puedo lavar los pies, me calzo las sandalias con la arena que no me puedo quitar y, enseguida, encuentro la cafetería Can Vicenç, donde desayuno pinca, trenza y descafeinado de sobre con leche. Cago copioso y consistente, mato una cucaracha estando en el retrete, la echo al inodoro y tiro la bomba para aprovechar el viaje a las cloacas del can Cerbero. No hay enchufe para afeitarme y me hago un lavado de gato. Me pregunto, “¿por qué se usa esta expresión para indicar un lavado superficial?” Los gatos se suelen lavar concienzudamente. Tras escribirlo, me vuelvo a preguntar, “¿tienen conciencia los gatos?” Los gatos se lamen y relamen hasta la saciedad.  Son las 9:15 h y ya falta poco para salir de la provincia de Tarragona. Cuando pase Cunit, ya entro en la de Barcelona. Será en menos de una hora, así que pienso en llamar a mi primo Santi. Lo primero que veo al salir de Can Vicenç es una cabina telefónica. Llamo y hablo con Maribel y ella no puede venir esta tarde pues tiene hora con el médico; quizás me haya dicho que tiene que quedarse con alguno de sus nietos porque una de sus hijas tiene médico. ¿Será Fátima? o ¿alguno de sus tres hijos venidos de Madagascar? Ya me lo aclarará esta tarde. “Te llamará Santi”, me dice. Me gasto 50 céntimos y sigo adelante.

Hacia Cunit. Entrando en la provincia de Barcelona
Aunque mi mapa me señala Cunit dentro de la provincia de Tarragona, el señor Antonio me dice que ya pertenece a Barcelona y me da una explicación: “precisamente los de Segur de Calafell están muy cabreado porque dicen que pagan más impuestos que los de Cunit por ser ya de la otra provincia”. Yo dudo de que el mapa esté mal, pero no tengo otro argumento para contradecirlo. Empiezan a aparecer playas artificiales, con falsos bloques horizontales en el mar, que acumulan arena y forman playas; sus istmos de arena dan a dos vertientes, esto es, a dos playas. Así las iré viendo hasta un poco antes de llegar a Vilanova i la Geltrú. Ofrece un esquema bastante aburrido, aunque alguno de los espigones de arena culmina en algún elemento redondo. Y no es nada conveniente para caminar por la arena. Si quiero ir por la orilla de las playas, debo cambiar de continuo de la arena húmeda del borde a la seca de cada istmo. El problema mayor está en la arena seca, por la que se camina mal.

Cuando se está acabando Cubelles, me encuentro con Emeterio, me da razón de dónde está Vilanova i la Geltrú; “son aquellas casas de pescadores que se ven al fondo”, me dice. Pienso que nunca las he visto porque, cuando llegue, de pescadores no tienen nada. Pero eso será después. Se van acabando las playas artificiales y, viendo el lugar en que estas playas están enclavadas, tengo la intuición de que alguna próxima será nudista. En una de estas primeras playas ya me ha parecido ver a algún nudista, pero no he querido ir a comprobar, porque me ha parecido una playa sin salida al mar y algo sucia. Quizás la salida al mar era a través de una especie de rejas contenedoras de mierda que no me han gustado nada. Llegando a la penúltima playa artificial, antes de las casas que me ha dicho Emeterio que eran de pescadores, ya veo a alguien desnudo y sospecho que los demás también lo están.

Playa nudista no oficial
Pasado el espigón veo a dos hombres que se enarenan y bañan; otro hombre por separado y otro más, toman el sol. El primero está con su mujer y opino, cuando me cruzo con ella, que el rincón donde se han puesto está muy sucio. Por el movimiento circular de la corriente, es donde se va acumulando toda la mierda, como una espumita oscura en la superficie. Pasado este espacio, el agua está muy limpia y, en cuanto llego, me desnudo y me doy un rico baño. Camino la playa de punta a cabo. Dos jóvenes adultos que son pareja desde hace años, Antonio y Paco, con los que hablo. La escusa para iniciar la conversación es una pequeña escultura en la arena orientada hacia el mar y que representa un pene erecto con sus gordos testículos que muy bien pudiera ser el cipote de Archidona. La subida de la marea ya se ha cargado el prepucio. El comentario de Antonio será: “ya se la está comiendo la mar”. En la primera parte, la más al Sur, se entra al agua por arena, pero luego llega un tramo de piedras y vuelve a aparecer fondo de arena. Mientras estoy allí, pasan varios trenes, a cuyos viajeros, que miran por la ventana, daremos espectáculo. A mi me pillarán unos paseando por la orilla, otros dentro del agua o saliendo de un lugar que queda oculto. ¡Me da lo mismo! Ya vestido, y antes de subir por camino que luego va paralelo a la vía, vuelvo a hablar con Antonio y Paco. El primero lleva años reivindicando que la playa sea declarada nudista oficial. Primero se opusieron a un proyecto de construcción de una urbanización en zona de protección especial y tuvieron éxito, pero todavía no han conseguido que ésta la limpien y la declaren nudista. Ellos llevan muchos años utilizándola como tal. Les digo que no es tan importante una declaración, como que la gente se desnude, para que una playa sea nudista. La costumbre es la que hace la ley. Les pregunto qué nombre le van a poner a la playa cuando lo consigan y me dicen que todavía no lo tienen pensado. La llamaré Sinenómine.  Me despido de ellos y les deseo éxito en el empeño; subo por los pedruscos y me calzo para ir por el camino junto a las vías del tren.

Hacia Vilanova i la Geltrú
Poco a poco, el camino se va aproximando a los raíles y me voy acercando a las casas que, teóricamente, me había dicho Emeterio que eran de pescadores o, al menos, así lo he entendido yo. Es una urbanización bastante moderna. De hecho, el camino que venía siendo público, pasa a ser privado al llegar a una verja infranqueable. No tengo problema para continuar el camino, pues lo hago por las rocas de un acantilado suave.


También por aquí se ve gente desnuda. Se trata de la parte más sur de la platja Sant Gervasi. No me animo a bajar a esta playa porque me acabo de bañar varias veces en la Sinenómine y quiero gestionar la forma de ir en autobús a Igualada, conseguir mapa de la costa de Barcelona y un posible albergue. Establezco un orden, condicionado por lo que me ha dicho Maribel y que iré desarrollando lógicamente. Así que, olvidando estas dos playas nudistas, que no están incluidas en mi lista de Internet, y que me han supuesto un regalo inesperado, bajo escaleras y me meto en el paseo marítimo.

Unas horas en Vilanova i la Geltrú
Continúo por el paseo marítimo. Me dicen que la oficina de información está al final de este paseo; así que voy observándolo con detenimiento para que no me la pase. Ni me doy cuenta de un trenecillo que está instalado, del que mañana me hablarán mis primos. Veo unas construcciones de piedra donde pienso que puede estar la oficina de turismo, pero no cumplen esa función; luego un torreón, que tampoco y, finalmente, llego a dos edificios gemelos con tejado peculiar, donde el de la derecha alberga la oficina de Información. Allí me dan un mapa local con el trazado del GR-92 que, aunque no lo seguiré, me servirá hasta Castelldefels; de lo que me enseñan, creo que es el mapa que más me conviene. Lástima que falta el inicio de la provincia y, así, no puedo confirmar si Cunit es de aquí o de allá, pero no pierdo demasiada información. El mapa empieza con Cubelles y están situadas las playas nudistas de mi lista. Cuando consiga el mapa que utilizaré para toda la costa barcelonesa, tampoco consigo ver clara la pertenencia de Cunit, por estar en la misma raya fronteriza. Le pregunto sobre el bus a Igualada y me asegura que no hay ninguno directo; tendría que ir a otro pueblo importante, quizás Vilafranca del Penedés, y allí hacer combinación. Me da horarios hasta ese pueblo y de regreso; pero no puedo conseguir los horarios de allí a Igualada. Le pido tijera para reducir el mapa a algo más manejable y también me dan plano de la ciudad, pues debo hacer tiempo para volver a llamar a Maribel, si no me llaman antes. La encargada me marca en el plano el lugar de la estación de autobuses, de la del tren, el ayuntamiento y la antigua Geltrú. Con esa información llego a la Rambla de la Pau, a la principal, y derivo a la derecha hacia la estación. No hay nadie que me informe sobre autobuses y pregunto en Renfe-Adif y me mandan a Información. Así que la información primera es la que vale. Aunque está siguiendo la misma calle, me cuesta encontrar el albergue juvenil. Hay tiendas, pero no encuentro el portal número 41, aunque, por la estructura de los pisos, se ve claramente que es una residencia compartimentada, de apartamentos o similares. Voy por la parte trasera y grito a dos chicos que reparan el balcón del último piso. Me dicen que la entrada y la recepción están por el otro lado. Ahora, con el dato, me fijo mejor y consigo encontrar un telefonillo, pero llamo y llamo, sin conseguir que me abran. Si hubiera entrado por el nº 39, el tema habría sido más sencillo, ya que recepción está allí. El recepcionista está al teléfono con un largo tema de una reserva y no me queda más remedio que esperar. También espera el chico con el que he hablado desde su balcón. Él quiere volver a las tres para resolver la avería y, como no abren hasta las cuatro, quiere solucionar cómo entrar. El receptor le da una tarjeta para que entre cuando quiera, pero el reparador le dice que ya tiene la de la habitación y le dice que pruebe para ver si le abre. Por fin me atiende. Me pide el carnet de alberguista, pero le digo que se cerciore de que tengo habitación y que me dé el precio. Me informa de que si hay habitación libre y que el precio es de 28 €. Me parece un precio excesivo; según voy más al norte, los precios son más caros. Me dice que son apartamentos con cocina, pero le digo que lo que yo necesito es sólo un espacio donde poder dormir. Agradezco la información y, en función de lo que me digan mis primos obraré en consecuencia; al menos ya sé dónde está el albergue y el precio que me va a costar en caso de que lo necesite. Maribel me ha dicho que mañana tienen todo el día libre para estar conmigo. Cuando ella me confirme, tomaré la decisión. Me voy del albergue. Encuentro una cabina telefónica, llamo, se me traga las dos monedas de 20 céntimos y, cuando consigo hablar con Santi, se me corta. Me enrabieto y voy a buscar otra cabina hacia la estación del tren. Cuando llego a una, están extrayendo las monedas acumuladas y debo esperar. En ese momento, me llama mi primo al móvil y concretamos el lugar en que me va a esperar, pues me va a venir a buscar a las cuatro de la tarde; será en la torreta del paseo marítimo.

A comer en la Geltrú. Can Cabanyes, comida con trampa
Una vez concretado el programa de la tarde y con el margen de las cuatro, me acerco al barrio que fue en su día la Geltrú y busco un sitio para comer. He visto por fuera el museo del ferrocarril y continúo hacia interior. Me acerco al Ayuntamiento, que no me despierta mayor interés y subo por calles que, por su antigüedad me dan la sensación de que ya estoy en la Geltrú.

En un primer piso veo anuncio de restaurante, Can Cabanyes, que oferta menú de 10 €. Tiene una entrada atractiva, como para animar a subir las escaleras y, al llegar arriba, lo primero que sorprende es su decoración clásica. Como no son más que las 13:30 h, no me queda más remedio que esperar. Voy al aseo y me traen el menú en catalán. La camarera me recuerda a una de las empleadas de Maturana, mi establecimiento favorito donde compro material y revelo mis fotografías, aunque esta es más esbelta, realzada por su atuendo negro y delantal amarillo. Es amable, correcta en el trato, en el servicio, en la orientación y en la traducción del catalá al castellá. El blanco que me sirve, me recuerda al blanco peleón de Savin, el que a veces utilizaba para cocinar, pero está fresquito y entra bien. Beberé la segunda copa a lo largo de la comida, que tendré que pagar aparte, al igual que la infusión. Como bien. Primero un revuelto de ajetes, gambas y setas, al que echan un polvo raro y negro que no acabo de captar a qué sabe. De segundo un risoto con Gorgonzola, que lo vuelve un poco fuerte y donde las espinacas a penas las cato. El arroz está suficientemente cocinado, me he evitado "al dente", al menos. Le pregunto si vió la película "Estómago", que tenía que ver con el Gorgonzola y le digo que la vea para que nunca se olvide de ese queso. Cuando estoy terminando, le digo el camino que estoy haciendo, que vengo andando desde Murcia y ver si me puede dar alguna información de las playas nudistas que tengo hacia el Norte. Las siguientes que tengo en mi lista son las de l'Home Mort y Els Balmins (mañana dormiré en esta última) y el Hombre muerto sería complementaria a la del Muerto de Almuñecar  y Los Muertos de Carboneras.

Me dice que es mejor que al salir le pregunte al cocinero y su ayudante que se conocen muy bien la zona. Con intención de hacerlo al salir, cuando el servicio del comedor, que ya se va animando, libere a cocinero y ayudante. Pago 15,30 € con Visa.  Estoy escribiendo el diario y a las 15:15 h me llama mi primo para decirme que ya está esperando en el torreón. Sin hablar de la decoración de trampantojo, y que me ha hecho poner comida con trampa en el título, por la trampa visual que supone el trampantojo, que es lo que más destaca en el comedor, recojo todo y voy a la cocina. El cocinero me saluda espectante, pero no me concreta en el mapa la posición de las playas nudistas. Al menos la Morisca ya la tengo localizada. Siento no poder quedarme más, pues mi primo me espera pero, sin prometer nada, me gustaría volver a comer mañana. Así nos despedimos pero, mañana, no podrá ser, porque mis primos me invitan a comer en otro restaurante que conocen más cercano a la playa.

Con mi primo Santi en coche hacia Igualada
Salgo de Can Cabanyes hacia la Rambla principal, preguntando dónde está el mar. Cuando estoy bajando, me vuelve a llamar Santi para decirme que me puede venir a buscar, pero creo que va a ser más complicado y voy a llegar en diez minutos al torreón. Nos encontramos en los jardines y nos damos un gran abrazo, tan grande como nos lo permiten mis dos mochilas. Buscamos el coche en el aparcamiento que él ya conoce, pues Vilanova es su playa, montamos y salimos hacia Igualada. Vamos a buena velocidad, se ve que le gusta pisar el acelerador, y es algo brusco, pero me transmite seguridad y hacemos un viaje placentero.

Parada en el camino. Marta
Paramos en casa de un amigo, excompañero de trabajo, al que reconstruyó algunas piezas de su moto que se le habían roto tras un accidente. Le llevó mucho trabajo, pero el resultado fue magnífico. Ha parado, porque le sorprende que no le haya dicho nada sobre el funcionamiento; teme que le esté dando problemas y no se atreva a decirlo. No es el caso, ya que la moto va perfectamente. Santi me presenta al amigo, a la mujer y al yerno, que se enzarzan en temas técnicos que no me atraen nada y con quien me enrollo y disfruto es con la nieta, Marta, una niña encantadora de unos ocho años. Marta es muy abierta, se interesa por mi camino y me pregunta. Al principio está sorprendida con mi viaje pero, poco a poco, vamos entrando en otros temas de su interés. Me cuenta su deseo de que le regalen un microscopio. Le digo que, si lo quiere conseguir, deberá mostrar las razones y para qué lo quiere usar; deberá demostrar su necesidad. Le encantan mis dibujos y, finalmente, le recito el "Todo pasa y todo queda..." de Antonio Machado. Lo más interesante es lo bien que expresa su gusto por lo hablado; es agradecida y como yo también lo soy, le digo que me lo he pasado bien hablando con ella. Me llevo un grato recuerdo de Marta. Me ha dado la impresión de que su padre ha estado atento y ha propiciado el que nos quedáramos solos hablando. A ratos se ha limitado, inteligentemente, a ser mero observador. Me ha parecido muy bonita esa actitud. Me encantaría haber servido para algo. Santi quiere llegar para recoger a Maribel de la acupuntura y se nos ha hecho algo tarde para conseguirlo. Luego tenía que quedarse con los hijos de Fátima porque ella tenía una reunión. Nos despedimos, cogemos el coche y nos vamos. Pasamos por la huerta de Santi. Demasiado trabajo para uno solo. Como unos melocotones pequeños, pero sabrosísimos. En casa comeré alguno más. Las nectarinas estaban menos sabrosas.

Igualada
Llegamos a su casa, en Igualada, y aparcamos en el sótano. Subimos a la laberíntica casa que casi ya no recordaba de la Semana Santa que pasé con ellos hace dos o tres años. Picoteamos aceitunas pero, sobre todo, bebo agua. Hoy no sé lo que me pasa, pero tengo la boca especialmente seca ¿Será el Gorgonzola? Bebo de su agua, con un sistema muy sofisticado de filtros, ¡insípida total! Me resultan terribles las continuas llamadas de móvil, que se incrementarán con la llegada de Maribel. ¡Me agobia! Esperamos a que llegue ella del médico. Cuando llega, nos besamos. Está como siempre, parece que no pasan los años. Me busca un bañador que a Santi le ha quedado pequeño, una camiseta y unas zapatillas y, ya con ese atuendo, prepara una colada exclusiva para mí, donde meto saco de dormir y hasta la esterilla. Lo pone a 30º y le da pena que la camiseta amarilla no vuelva a su ser. Es imposible, ya es el cuarto año que la uso. Está desteñida por las tiras de la mochila. Me dejan entrar en Internet y visito correo de hotmail y les enseño foto de mis nietos pequeños. No puedo entrar en KZgunea y lo intentaré mañana. He cagado, cortado las uñas y duchado. Santi se pasa tres pueblos cortando embutido y un riquísimo queso de Urbasa. La ensalada está riquísima también y como pescado. Me da pena dejar la menestra de verduras de la huerta de Santi. Como y termino la sopa que habían preparado para la visita de mi hermana y de mis primas, de las que me hablan en la conversación. Después de la cena, llamo a Vera, que estaba a punto de dormir, y le digo que estoy en casa de Santi y Maribel. Tienen tarifa plana. La gata merodea a mi alrededor, es la novedad lo que le atrae. De madrugada, la vecina llama porque la gata se les ha colado por la terraza y no deja entrar en casa a su hija. Tiene que ir por ella. Duermo muy bien en cama con la sabanita por la tripa y no me levanto a orinar hasta que oigo que Santi se está duchando porque tiene que ir a regar la huerta. Suerte que hay dos servicios en el piso. He dicho que me llamen a las 7:55 h para poder ver el encierro. He dormido con la ventana abierta.

Lo mejor del día
Lo mejor ha sido el encuentro con mis primos, la colada completa que me han hecho y la cena casera riquísima. Muy bonito el encuentro con Marta. Bien atendido y comido en Can Cabanyes y, por la mañana la magnífica playa nudista Sinenómine, antes de llegar a Vilanova y la Geltrú.

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