miércoles, 22 de mayo de 2013

Etapa 36 (214) La Pineda-Tarragona

Etapa 36 (214) 03 de julio de 2009, viernes.
La Pineda-(Salou-l’Ampolla-l’Hospitalet de l’Infant)-Platja del Torn-l’Hospitalet de l’Infant-(Salou-La Pineda)-Tarragona.

Esta es otra jornada en retroceso y avance que requiere explicación. Salgo de La Pineda en autobús hacia Salou. Me deja en la avenida principal y me voy andando a la estación de Renfe. Cojo billete de ida y vuelta y me voy en tren hasta l’Ampolla y, sin salir de la estación, ya que el objetivo era admirar los paisajes del recorrido desde la ventanilla del tren, cojo el tren de regreso hasta l’Hospitalet de l’Infant. Allí intento ir en bus hasta el camping El Templo del Sol, pero es complicado, hay muy pocos autobuses y no me coinciden con la hora, así que decido ir andando por la orilla del mar. Paso la jornada en la platja del Torn, como en el Templo del Sol, y disfruto de un tramo de la tarde de nuevo en la playa. Regreso andando a l’Hospitalet y vuelvo a coger el tren hasta Salou. Y, de Salou, de nuevo, bus a La Pineda; de donde continúo caminando a la capital de Tarragona, con el temor que siempre me produce entrar en las grandes ciudades.

Despertar en el Racó de La Pineda
Me espabilo antes de las seis pero aguanto sin levantarme hasta 6:15, orino, empiezo a recoger todo y ya estoy en el agua para las 6:30 h.  No cubre nada y, según me voy metiendo más adentro, cada vez cubre menos. Estoy más a gusto en el agua al retroceder. Llega un chico para ver nacer el sol y lo primero que ve nacer del mar es a un servidor. Luego una pareja que se hace fotos con el sol, que aún no ha cogido fuerza, en el horizonte. Yo me voy secando en la orilla con movimientos menos tribales que los que me gusta hacer. Me reprimo ante probables observadores. Otro hombre se asoma por el chiringuito y se vuelve a marchar. Había alguien entre las casamatas, pero ha desaparecido.

Autobús a la calle Barcelona
Me acabo de vestir y voy caminando hacia el autobús y, cuando estoy llegando a la parada, para un nº 4 que ha cogido a un pasajero, corro y le echo el alto antes de que prosiga. El conductor para de nuevo y subo; es sudamericano, le digo la vuelta a pie que estoy dando por la costa y me dice que baje en Barcelona, que es la calle en que tengo que desviarme para ir hacia la estación. Ya sé dónde está. Me fijé en el nombre ayer cuando hice aquel recorrido. “Al final del gran paseo”, le digo, y él asiente. En una de las paradas monta un grupo de africanas, con humor, van sonrientes y tienen cierta gracia. Algunas pájaras noctámbulas extranjeras, se sienten defraudadas porque han sacado billete de ida y vuelta y sólo sirve para volver en el día; hoy ya es el día siguiente, así que tendrán que pagar de nuevo. Se ve que no les han asesorado bien sobre la tarifa nocturna. A la que ha subido la primera, el conductor la llama “flaca”, cuando ve que intenta colarse dentro con el pitillo encendido y le obliga a retroceder y a que lo tire por la puerta. Ya se que “flaca” en Latinoamérica no tiene el significado de delgada, sino que es una expresión más cariñosa. A ella y a otras tres, que han subido con ella, les deja quedarse pues se bajan en la siguiente parada, pero les dice que se aparten de la puerta, para dejarme paso, pues él ya sabe que me tengo que bajar yo y voy con mochilas; el resto, ni siquiera han subido. El sudamericano está resultando un conductor autoritario que se hace respetar.

Bajo, agradezco al chofer y voy rápido a la estación para sacar billete y desayunar. Como el tren que viene de Tortosa viene con retraso, tengo tiempo para las dos cosas. El desayuno de Renfe consiste en descafeinado con leche y una palmera por 2,90 €. Aún tendré tiempo de fotografiar desde el andén la Torre Vella, que cumplía la función de vigía de piratas.

Tren de Salou a l’Ampolla y a l’Hospitalet de l’Infant
El tren va más rápido de lo que a mí me hubiera gustado. Habría preferido un poco más de parsimonia para degustar los paisajes conocidos, pero hay lo que hay. Consigo ver el Estany Salat, la illeta y muy poco de la playa del Torn y la pequeñita en la que estuve con José; paso por la playita solitaria de arena fina, que continúa vacía, cerca de Vandellós., el Castillo de Sant Jordi d’Alfama, la punta de l’Áliga y la playa (será al regreso cuando veré la isleta donde me subí para fotografiar el amanecer y no pude ver el sol). Nada más llegar a l’Ampolla, saco billete a l’Hospitalet de l’Infant. Con el que saque luego, los tres billetes me cuestan 7,50 €. El tren trae tanto retraso que resulta aburrida la espera. Un lector que lee El Jueves, que sale los viernes, y otro que lee un comic, se lo toman con naturalidad; el retraso debe ser bastante habitual. Pero una chica que debe testificar en un juicio está preocupada. Parece que llegando a la hora que nos han dicho, todavía le da margen para llegar a tiempo. El plan que me tracé ayer no se está cumpliendo, en primer lugar porque he cogido un tren anterior al previsto. Ahora, de regreso parcial, he podido coger el segundo así que, a pesar de los retrasos, voy mejor que lo programado.

De l’Hospitalet al Templo del Sol
Al llegar a l’Hospitalet de l’Infant, voy a Información y me dan horario de autobuses al Templo del Sol y, como para coger el próximo tengo que esperar hora y media, me voy andando por la playa. Del de la tarde me olvido, porque es muy tarde cuando pasa y quiero llegar a dormir al albergue de Tarragona. Al pasar por la playa de l’Arenal encuentro dos ojos de buey, que es como llama Álvaro a esas tapas redondas con espiral, y luego buscaré más en el Torn. Llego al Torn sin subir al Templo, pasando la platja d’Oques por las rocas. Esta playa, que está bien de arena, tiene pedruscos en la entrada, lo que la hace menos apetecible que la del Torn, aunque tenga la ducha en que ayer se jabonaba el árabe. Sigo por las rocas y me cuelo por la baranda de las escaleras y bajo a la orilla por el extremo más norte de la playa del Torn. Este inicio es de piedrilla fina y los pies se hunden. Saludo de lejos al limpiador de playa y luego le pregunto si aparecieron las llaves. Parece ser que no aparecieron.

Servicio completo en el camping nudista
Avanzo hacia el camino de acceso al camping y allí descargo mis mochilas y me tumbo. Me baño y aligero mi mochilita para poner dentro las tres prendas que pretendo lavar en el camping, y la visera. Cojo el pareo y me lo cuelgo por el cuello. Desnudo, entro en Privat y busco retrete y lavabos. Una mujer de limpieza me dice dónde está el retrete y allí cago. Elijo el lavabo más luminoso (con más luz solar) pero me doy cuenta que todos tienen luz artificial. Enchufo máquina de afeitar y me afeito, rebajando cejas y bigote. Lavo las cuatro prendas con agua demasiado caliente, pues el agua fría no mana; sólo un hilillo sin ninguna presión. Escurro lo más que puedo la ropa y me ducho con agua fría y, mojado, salgo desnudo al exterior, y bajo a mi sitio de la playa.

Mañanita en la paltja del Torn. Álvaro el riojano. Otro dibujo
Extiendo la ropa, para que se seque, en el puesto de vigía, que continúa sin vigilante y confundo a Álvaro con el padre de la niña que me dijo “que guay” cuando le dije que iba a dormir en la playa. Álvaro es riojano y está con sus hijos de 9 y 5 años. Disfrutan peleándose desnudos, como si fueran dos gladiadores greco-romanos. Me hacen recordar a mis dos nietos mayores, aunque el mayor es de más edad que Julen.

Me baño varias veces, dibujo el illot y el corte por donde pasa el tren y cojo más ojos de buey. También hablo de temas varios con el riojano. A su mujer, que estaba en paro, le ha salido un trabajo, ahora que estaban a punto de coger las vacaciones pero, como los tiempos no están como para despreciar una oferta laboral, ella se ha quedado sin vacaciones y él se ha venido solo con los niños. Tenían cogido el hotel en l’Hospitalet. Álvaro es un chaval muy majo que, de joven, tuvo experiencias que le podrían haber llevado por un mal camino irreversible; estuvo implicado en robos y algún amigo debió llegar hasta la cárcel; pero pudo recapacitar y asentarse. Es camionero y en la nueva empresa lleva poco tiempo. Estuvo 17 años en otra, pero su jefe era un prepotente y acabó harto y se fue y poco después quebró aquella empresa y se perdió una indemnización de 8 “kilos” (se refiere a millones, me supongo, de las antiguas pesetas). “Todo no puede ser”, me dice. Es Álvaro quien ha venido a mí, yo no lo he buscado, pero estoy muy a gusto en su compañía. Le enseño los dibujos y quiere que se los enseñe al hijo mayor. Álvaro es buen nadador y en una de sus entradas al mar, se va nadando hasta la boya. Me deja unas gafas sin correa y se me sujetan bien, permitiéndome ver algunos pececillos en los fondos submarinos. También le gusta la cala en la que estuve con José anteayer. Tiene una piragua que se la suele dejar a cualquiera de la playa que esté en el camping nudista, para que se la guarden y así no tener que andar trayendo y llevándola todos los días. Otros años han solido venir al camping. Convenció a su mujer para hacer nudismo en la playa de Caños de Meca. Le digo que los caños de agua desaparecieron, que ya sólo caen unos hilillos. Le comento lo que trabajaba el pirata para dar la apariencia de que no trabajaba. También conoce la playa de Vera, hacia Cuevas de Almanzora. También estuvo allí en un hotel. Ya han pagado el hotel de l’Hospitalet, pero sólo en bebidas, como extras, se han gastado 75 € más, y el vino que le ponían no era un vino nada extraordinario, ni siquiera un crianza riojano. Acaba de llegar su amigo mañico y hablamos en el agua. Los dos hijos de Álvaro, como ya he dicho, están desnudos; también el hijo del mañico, pero la hija, que ya anda por los 13 años, ahora se pone bikini. Los cuatro juegan con toda normalidad. Me despido de ellos y subo desnudo hacia el comedor.

De nuevo comiendo en el Templo del Sol
En la antesala, me pongo el pantalón. Como anteayer me subió mucho por el vino, hoy contengo el gasto. La cantidad de comida que ponen es excesiva. Empiezo con aceitunas y un Montilla. El arroz caldoso está muy bueno, pero han tenido la mala idea de añadirle una especie de nata que lo hace muy empalagoso y no puedo terminar. Los pescaditos fritos son irregulares y también excesivos. Como a gusto casi todas las rabas y el primer salmonete, pero el segundo está muy seco y los pescaditos fritos apenas tienen sabor y están sosísimos. Lo que más a gusto, y lo como casi como postre, es la ensalada. No entra el postre en el precio del menú y tomo menta poleo y me sale por el mismo precio que el buffet de anteayer por la noche (15,50 €). Pago, escribo y, sin volver a la playa, sigo hacia l’Hospitalet

De regreso a coger el tren en l’Hospitalet
Tampoco me animo a bajar a la cala d’Oques y busco por la orilla de l’Arenal, más ojos de buey. Llegando a un punto en que me parece que está cerca la carretera, salgo de la playa, con intención de intentar coger el tren de las 17:59 h y me doy prisa. Me acaban orientando bien y tengo la suerte de que viene el tren con algo de retraso. Un hombre, pienso que será valenciano, dice: “Zapatero es un hijo de puta”. No tengo ganas de replicarle. En su expresión veo algo de racional y mucho de visceral. Llega un tipo de tren diferente a los de la mañana y, como no hay taquilla y no pasa el revisor, este tramo me saldrá gratis. El único inconveniente es que no podré comparar el precio de la ida entera, con la vuelta partida.

Autobús a La Pineda
Cuando llego a Salou, justo delante de mis narices se me escapa el bus nº 47, pero no tardará mucho en llegar el nº 4. Voy hasta La Pineda con un subsahariano sin trabajo, que continúa hasta Tarragona. ¡Qué rasgos más marcados como para dibujar! Me bajo a la altura de la playa en que he dormido esta noche y saco foto a un gran árbol metálico.






Caminando hacia Tarragona
Sigo por el borde de la playa de La Pineda y, al ver que aquello no tiene continuidad, pregunto a unos señores. Me dicen que, al llegar a la última casa, que coja un camino que me llevará a carretera. No sin dudas, llego a la capital, con menos dificultades que a Castelló, pero con más que a Valencia. Pregunto a un conductor con el que coincido en una bifurcación dudosa y, con mucha amabilidad me orienta y me pregunta si no preciso nada más. Con el último empujoncito orientativo de una chica llego, por Eroski, a la plaça Imperial Tarraco y un chico me señala dónde está el albergue, al que se entra por detrás.

Albergue residencia Sant Jordi y paseo nocturno
Me buscan una fórmula para bajar el precio (21,60 €). En la habitación no hay cama, pero me la pondrán. Hace calor y abro la ventana para formar corriente que, al cerrar la puerta, desaparece. Me ducho con agua fría y salgo a recorrer las calles para cenar. Ceno un kebab (tipo giropita griego) algo fuerte, aunque sin salsa picante (4 €). Paso por el monumento a los Castellets y me siento para tomar un gin-tonic en un bar que no tiene tónica. Voy al Frankfurt Joe y la compro (1,50 €) y con ella vuelvo al Lizarran, donde me echan la ginebra (3,10 €). Es la primera vez que tomo un gin-tonic dividido, comprado en establecimientos vecinos y que, finalmente, me ha costado 4,60 €. En Lizarran un matrimonio intenta cenar, pero le dicen que todo se ha acabado. Les hacen huevos fritos. Ven mis dibujos y se despiden. Francisco es el marido y ella me recuerda, por su forma de decir las cosas, a mi concuñada Remedios que, aunque el vínculo se rompió con la separación, nos seguimos viendo con cariño. Escribo mientras bebo y me voy. Son ya las 23:30 h y, aunque hoy no he caminado mucho, estoy cansado; quizás porque ayer noche no dormí bien. He hecho cuentas, aprovechando que se completaba una página de gastos y me han cuadrado al céntimo. Llevo gastado en lo que va de viaje 1.384,03 € (781,73 con Visa y 602,30 en efectivo). Sigo siendo el contable que fui. Retrocedo a la plaza con edificio singular que es la Cámara de Comercio Industria y Navegación, y vuelvo a pasar por el monumento a los Castellets. Cuando he subido, una familia se fotografiaba, como sostenedores de base, para echar una mano y que no se cayera el castillo humano, pero lo hacen mirando a la cámara; les digo que tienen que mirar hacia el grupo y poner cara de esfuerzo. Como es normal, no me hacen ni caso.

De regreso en el albergue
Ya está el guarda de noche, pero la puerta está aún abierta en esta noche de inicio del fin de semana. Cuando llego ya tengo la cama puesta y extiendo la sabanita. La habitación está caliente, pero me apetece al inicio; luego me levanto y abro ventana y puerta para que se forme corriente, pero no se consigue que corra el aire. En la habitación no hay mosquitos. Intento dormir, pero se oyen muchos portazos y, hacia medianoche, me levanto a darme una ducha de agua fría. Me seco y vuelvo a acostar. Algo consigo dormir y descansar, después de pagar tanto por tan poco servicio y condiciones. Pongo a cargar el móvil.

Balance de un día atípico
No he conseguido, con el retorno a l’Ampolla en tren, el disfrute que había deseado. Habría preferido un tren más lento. Sí he disfrutado en la playa del Torn con el riojano Álvaro. No ha sido un acierto tomar un gin-tonic nocturno, aunque ha sido curiosa la forma de conseguirlo. Sigo pensando que, para el servicio que dan los albergues, el precio que se paga en verano es caro.

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