lunes, 27 de mayo de 2013

Etapa 42 (220) Castelldefels-Barcelona

Etapa 42 (220) 09 de julio de 2009, jueves.
Castelldefels-El Prat de Llobregat-l’Hospitalet de Llobregat-Barcelona.

Amanecer en la platja de Castelldefels. Recordando a mis hermanas
Hace unos cuantos años, un 8 de junio, cumpleaños de mi hermana Sagrario, estando yo de vacaciones en Barcelona, en casa del que, al año siguiente, sería mi cuñado, así que podría precisar que fue en 1970, fui a buscar a mis hermanas que se hospedaban en un convento de Consejo de Ciento. Cuando llego allí, me dicen que se han ido a pasar el día a la playa de Castelldefels. Me informo de qué autobús debo coger y hacia allí me dirijo. En aquella época no había móviles, pero funcionaba la intuición y, siendo una playa tan inmensa, paseando por la arena, me las encontré. Habían sido invitadas a comer por un catalán del que mi madre había sido madrina de guerra, así que yo también me hice el invitadizo. Me quiero recordar algo de la comida y me viene imagen de conejo con caracoles (Conil amb cargols), pero no lo puedo asegurar con total certeza. Lo importante había sido el encuentro con Luchy y haber podido felicitar a Sagrario. Me levanto a las 6:15 h y orino. Un grupo de chicas y chicos sale de la playa y se sientan en el pretil. Hace fresco y no me apetece el baño. Recojo todo y compruebo que no me han devuelto el mechero. Lo considero mi regalo de cumpleaños.

Dirección al aeropuerto. Mañana con aviones
Me visto, cargo las mochilas y me marcho por la orilla. Saliendo de la playa de Castelldefels y antes de entrar en la de Gavá, veo a un chico tumbado discretamente desnudo. El único nudista que veré en todo el día. Aunque no hay nudistas, me entero de cuándo llego a la playa de Viladecans, que no me han recomendado para baño por estar contaminada, al ser próxima a la desembocadura del Llobregat. Comento a un ciclista a cerca de la contaminación  y me responde: “me baño todos los días aquí y nunca me ha pasado nada” Al paso por Gavá, veo y huelo un río pestilente, que se queda atascado por la playa sin poder salir al mar. Veo los nombres de las dos playas Viladecans y La Ricarda. Un hombre me orienta, mientras sigue detectando metales. En la playa hay diseminados unos trozos similares de un material que lo mismo puede ser goma, plástico, o un alga singular; son algo más que semicírculos, casi con forma de herradura, como si fuera la planta de un neumático con el reborde exterior rizado. Puede ser una carga perdida en el mar.

Al fondo, en medio del mar, veo una especie de islote y pregunto a un pescador. Me dice que es un gran buque en espera del práctico para que le acompañe a entrar a puerto. Empiezo a ver aviones que despegan del aeropuerto. Vuelan en dirección Castelldefels. Llego a un bar del club náutico del Prat y me dicen que no está abierto; me añaden que hay otro un poco más adelante en La Casita del Mar. No tienen ni bollería, ni magdalenas, ni galletas, así que pido patatas fritas. Tampoco me puede hacer tostada y pienso que es porque no tiene pan, pero lo que no tienen es tostadora. Pido bocata de queso, pero no tienen manchego, sólo uno en lonchas así que, el bocata de queso, se convertirá en uno de jamón serrano, untado con tomate y me regalan unas aceitunas. Pago 6,50 €, me lo como y me voy.

Rodeando el aeropuerto del Prat. Aviones y más aviones
Un ciclista me informa de lo que debo hacer para salir hacia el Prat de Llobregat. Paso por pasarela que rodea el aeropuerto, encajonada entre alambrada, como si de una zona militar se tratara y mi mayor diversión será sacar foto a algunos aviones. Algunas personas utilizan este espacio como pista deportiva, caminan, corren o van en bicicleta.

Los aviones que vienen de frente o del lateral, sobrevuelan mi cabeza antes de aterrizar en el Prat. Al llegar al pueblo, casi ya absorbido por la gran urbe de la capital, un hombre me desvía hacia la derecha y me dice que, en la segunda rotonda, baje al río.

Pienso en un paseo como en Valencia, en la antigua cuenca del Turia, pero ya veo que no ocurrirá semejante bicoca. Voy dejándolo de lado, hasta que decido bajar.

El cauce del Llobregat.
½ hora esperando a que amaine la lluvia
Es curiosa la forma de canalización. Se trata de dos muretes, más o menos verticales, con un fondo inclinado, de tal forma que la anchura del río va cambiando en función del caudal. Si crece, tiene espacio para hacerlo sin desbordarse. No sé lo que dirá la experiencia. Un padre y su hijo, van en bicicleta; la bici del niño ha ido dando mucho juego, pero ya se le está quedando pequeña. Otro señor de Sant Boi de Llobregat, se para bajo el puente porque acaba de empezar a lloviznar.

Ya he sacado foto del puente y se pueden observar las gotas de lluvia cayendo sobre el lecho líquido del Llobregat. Arrecia y me escondo con ellos bajo el puente. Estaremos más de media hora y tendré que subir y cruzar el río por ese puente si quiero enfilar hacia la Gran Vía. Por la tarde veré que su nombre completo es: Gran Vía de las Cortes Catalanas. El próximo verano tendré oportunidad de conocer las fuentes del Llobregat. ¡Qué maravilla!, ¡con qué fuerza mana el agua! Pronto llegan, algo más mojados, cuatro paseantes del mismo pueblo del señor, pero no se quedan apenas, porque prefieren ir a coger el autobús para Sant Boi.

Cuando la lluvia empieza a amainar, salgo del cauce del río, asciendo la pendiente y llego a la carretera que me irá acercando a Barcelona pero, al llegar a la Gasolinera Cepsa, vuelve a arreciar y me tengo que esperar más de una hora.

Una hora en Gasolinera Cepsa.
Cajera fumadora y otra chica sexi
Lo más característico del lugar son las visitas que me hace la cajera. ¡Qué triste es tener ese vicio en un lugar en que está prohibido fumar, no sólo por salubridad pública, sino también por razones de seguridad! En dos ocasiones lo hace y se acerca a la zona de los WC. También aterriza por allí otra chica con un traje corto calado y bragas de puntillas negras que, si no te fijas bien, parece que lleva el culete al aire. Sale con paraguas y pantaloncito corto vaquero y charlo un poco con ella. No puedo decir a qué se dedica, puesto que no me ofrece nada y lo único que puedo es hacer un comentario favorable, pues me quiere dejar un paraguas. “¡Ya lo devolverás!”, me dice. “¿cuándo?”, pienso. Orino, cojo agua y, en un momento en que la lluvia vuelve a descender, sigo adelante.

Buscando un sitio para comer. Jesús
Voy por carretera bastante mala y, aunque en la misma dirección, la Gran Vía todavía queda lejos. Pero me vuelvo a equivocar, porque por segunda vez vuelve a llover con más fuerza. Paro de nuevo bajo techo, pero ahora con carretera al lado en vez de río. Como la circulación es intensa, las ruedas de los coches me salpican bastante agua. Además entre las piedras que sujetan la carretera que va por arriba y es mi techo, se ve rebullir gente que, en lugar tan insalubre y oscuro, parece que tiene sus habitáculos ¡A qué extremos nos está llevando esta sociedad de consumo, tan injusta repartiendo la riqueza! Consigo salir del túnel y de la carretera y entrar en espacios de barrio periférico, pero el propio trazado de la zona, me vuelve a llevar a la misma. Para salir de nuevo, tengo que saltar una valla y por camino embarrado como en Jesús. Todavía estoy en l’Hospitalet de Llobregat. Me dan lentejas y callos con garbanzos, riquísimos ambos, nectarina, plátano y descafeinado por 10,50 €. Tengo charla con los del bar. Antonuio me dice que su mujer, Antonia Sánchez Vicente está en el camping Victoria, en Canet de Mar, con su hijo Jordi y sus nietos Alex, David y Joel. Antonio me ofrece tomate, que agradezco y rechazo pero que, luego pienso, podría haber llevado a casa de Luisa, habría sido un momento de ir más cargado. Me entretienen bastante, y no hay forma de escribir. Trato de no ser grosero y les doy datos de mi viaje y les cuento alguna anécdota. Son las 16:30 h y voy a buscar cabina telefónica para llamar a Luisa. Orino, cojo agua, que he bebido mientras escribía, y vuelvo a llenar y agradezco la comida rica y las atenciones. Localizo teléfono al final de la barriada y me coge Sergi. Me dice que llame a las diez, que entonces estará su madre, pero le hago ver mi necesidad de tener certezas y me asegura que, si no en casa de su madre, podré dormir en su apartamento. No necesito saber otra cosa. Le digo que estoy en l’Hospitalet y que entraré por la Gran Vía. Me calcula una hora (0,25 €). Se equivoca, pues será bastante más. Así, con el tema de dormir resuelto, vuelvo a pasar por el bar de tapas, Jesús, y les informo del resultado de mi gestión. Hoy dormiré en Barcelona en casa de amigos. Ahora sí, enseguida, salgo hacia la Gran Vía de las Cortes Catalanas que, todavía, no recibe otro nombre que Avenida de l’Hospitalet. Me encuentro con dos chicas que me dicen que primero debo llegar a la plaza de España.

Esperando al Tour de France
Aunque a Collioure no llegaré hasta el verano de 2010, mi verdadero Tour de France empezará el 8 de junio de 2012 en que pasaré de Irun a Hendaye y llegaré a Saint Brieuc, tras 66 días caminando. Las chicas cruzan la acera y yo voy con ellas y me despido porque se meten en un gran establecimiento comercial. Se les ve cansinas y desganadas, pero a mí me han ayudado y mostrado interés por mi viaje. Ya orientado, voy tranquilo hacia la plaza de España. Llego donde dos policías municipales, chica y chico, y les pregunto; será ella la que me responda: “primero, seguir Gran Vía, luego, Plaza de las Glorias, por debajo, salir a Avenida Meridiana y a 10 minutos, está el Clot”. Agradezco la información, pero aún me queda más de una hora de camino, ¡dónde se quedará lo que me ha dicho Sergi! Otra referencia que tendré, cuando enfile hacia Las Glorias, será la vista del Supositorio.

Llegando a la plaza de España, saco foto de la antigua Plaza de Toros, hoy cubierta y reconvertida en Centro Comercial. También hay un monumento singular. He llegado el primero, antes que los corredores ciclistas, no en vano voy con mi maillot amarillo; también he madrugado más y he empezado a caminar antes que ellos. ¡A eso se le llama jugar con ventaja! La primera noticia de que hoy el Tour de Francia entraba en Barcelona, la he tenido mientras desayunaba en La Casita del Mar y que me ha confirmado el ciclista paseante que me ha orientado hacia el lecho del Llobregat y que no parecía muy entusiasmado con el acontecimiento, pensando en el caos que se iba a producir en Barcelona.

Ya más cerca de Lluisa
A mí, me viene bien el Tour ya que, fuera de la concentración de gente de la plaza de España, que aún no ha llegado a su punto álgido, muchas calles, al estar cortadas, me permiten cruzarlas sin atender a los semáforos. Uno de mis juegos favoritos es pasar los pasos de cebra con el semáforo en rojo. Me permito cruzar el Paralelo por mitad de la avenida, en busca de la Gran Vía que había perdido en la gran rotonda.

De nuevo en la Gran Vía, los árboles tupidos de hojas, no me permiten ver el Supositorio pero, en realidad, es imposible verlo, ya que queda en un lateral; a la derecha de la plaza de las Glorias. No lo veré hasta que enfile la curva por debajo. Cuando llego, lo fotografío y un señor me dice en qué dirección, por la Meridiana, queda el mercado del Clot. Al cruzar un semáforo, veo a un hombre y a una mujer, que no sé si tienen algún vínculo afectivo o legal; él se despide y ella me acompaña hasta la plaça Mercat y me desea suerte en el viaje. Cuando toco el timbre, me responde al telefonillo Lluisa, que ya me está esperando. La escalera es algo cansina y más con las mochilas, pero ya llevo el cuerpo baqueteado y aguanto lo que me echen. Saludo y beso a Lluisa y Sergi, y descargo las mochilas. Pido ducha, por la camiseta sudada que llevo y la lavo, la tiendo y luego charlamos. Para cuando salgo del baño, Sergi ya ha bajado para comprar la cena.

Noche en casa de Lluisa
Aunque para mí siempre es y será Luisa. Nuestra amistad se remonta a mi viaje de novios, allá por 1971 ¡No ha llovido nada desde entonces! Tuvieron un hijo, que es de la edad de mi hija mayor, luego nosotros otra hija y más tarde ellos su hija y ahí nos plantamos ambas parejas. Pronto ellos se separaron y yo también, aunque más tarde, el año en que cumplíamos las bodas de plata. Nunca es tarde si la dicha es buena. Luisa mantiene buena relación con Nacho y con las mujeres que él va teniendo. Es un cielo de mujer.

La obra artística de Sergi Martínez
Sergi no nos acompañará en la cena, pues está preparando una exposición de pintura. Se trata de una retrospectiva y va recopilando de aquí y de allá, principalmente de los que ha regalado y han ido enmarcando su padre y su madre. También de los regalados a amigos; puede que también de alguno vendido. Ahora Sergi está sin chica y su madre dice que en sequía creadora. Me quiere mostrar un video, pero Luisa ya lo ha visto y, la música que ha puesto, le desagrada; así que lo veo a retazos, entrecortadamente. Tiene un arranque atractivo y Sergi me explica que pertenece a un proyecto de maqueta que se presentó a un concurso sin haber sido realizado, y gustó al jurado calificador. Se trata de la quema de una escultura con armazón metálico, embadurnada de distintas ceras y que se presenta paralelo a la proyección del vídeo en gran pantalla y lo que queda de la escultura tras la quema. Después de ver lo que veo del vídeo y de las explicaciones, Sergi se va.

Mi cena con Luisa
Después de tantos años, vuelvo a hablar por teléfono con Nacho, su exmarido. También suena el teléfono varias veces. Tiene un sonido estridente, pero ella ya está acostumbrada. Tiene que quedar con Anna, su hija, porque mañana verán por la tarde un espectáculo musical. Le hablo de Vera y la poca relación que tengo con Gari, pues Sara me necesita más con mis nietos mayores. Me enseña una foto que le mandó María Luisa con nuestros cuatro nietos. Yo ya la había visto pero me viene bien recordar. ¡Qué majos están! Le cuento anécdotas de mi viaje. Si quiero contar todo lo del Delta del Ebro, puedo estar toda la noche sin callar y nos vamos a preparar la cena. Ensalada para los dos y yo me hago una complementaria con el tomate que usan para restregar el pantumaca. Le hago saber la pena que me da que lo tiren a la basura tan alegremente, tras ser restregado. Con unos ajillos picados está de relamerse. El pantumaca lo hacemos en pan de Georgia, hecho en horno de leña. Tenemos muchos productos para ponerle encima: queso de hierbas, York, jamón, todo con aceitito rico y vinagre de Módena para la ensalada, aceitunas verdes gruesas (con un enorme hueso) y acompañado de rica cerveza. De postre melocotón y Mouse de yogurt natural azucarado. Todo muy rico. Tras la cena, vamos a la sala para seguir charlando, aunque Luisa ya suele estar acostada para esta hora, así que alargamos poco la conversación y cada uno a nuestra cama. Luisa me deja su cuarto por esta noche y pone el despertador a las 8:30 h. Mañana seguiremos contando.

Preparación del plan para mañana
He hablado del teléfono de Luisa con otros amigos, Carmen e Ignasi y hemos quedado a las 19:00 en el Velódromo, un establecimiento que acaban de reinaugurar. Era muy antiguo, lo habían cerrado y lo han resucitado, parece que con éxito. Está en la esquina Muntaner-Londres, relativamente cerca de su casa. Yo hubiera preferido pasar antes por su casa, donde dormiré, y dejar allí mis mochilas, pero Ignasi va a aprovechar para visitar a su madre, que hace días no la ve. Carmen irá derecha, porque no sale de trabajar hasta las seis. Hecho este plan de tarde, el resto de la jornada la dispongo con Luisa. Daremos un paseo hasta la Barceloneta, comeremos en un restaurante. Ella me ha invitado a cenar y a dormir, yo correspondo invitándole a comer. Luego pasearemos hasta la hora que ha quedado con Anna para ir a un teatro musical y yo iré hacia el Velódromo. En la encrucijada, nos despediremos hasta el próximo año. Salvo que nos veamos en el Festival de Cine de San Sebastián-Donostia Zinemaldia. Estoy cansado y me duermo enseguida.

Valoración de la jornada
Parece que no pero, a lo tonto, a lo tonto, hoy ya he hecho un buen avance; aunque la mañana ha sido muy playera, y con lluvia, el resto ha sido muy urbana, y soleada. Después de muchos días haciéndolo, hoy me he quedado sin baño. Tenía que habérmelo dado en Viladecans o en La Ricarda, pero iba con muchos prejuicios de agua contaminada y ni la opinión del ciclista que se baña siempre, ni el tiempo nublado, me han animado a hacerlo. Lo mejor del día, este reencuentro con Luisa y su talante acogedor. No es la primera vez que duermo en su casa. Ha estado bien recuperar a Sergi y ver algo de su obra pictórica y de creación.

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