lunes, 27 de mayo de 2013

Etapa 41 (219) Els Balmins-Castelldefels

Etapa 41 (219) 08 de julio de 2009, miércoles.
Els Balmins (Sitges)-Playa Morisca-Garraf-Castelldefels.

Amanece en Els Balmins
Duermo menos de seis horas, puesto que para las seis ya estoy despierto, pero me hago el remolón hasta las 6:30 h. Veo bajar a un hombre por el paseo que viene del puerto y se mete en el retrete químico que, en ese momento, es la primera vez que lo veo en la playa. Me viene bien haberlo visto, porque a esa hora salgo desnudo del saco, meo y cago. A las siete, con todo recogido en la mochila, me meto en el agua y paseo por la orilla para secarme. Han venido limpiadores de playa con sus rastrillos y parece que su trabajo lo hacen a conciencia, aunque las colillas de los cigarros resultarán difíciles de quitar. El del extremo Norte necesita ayuda para poder sacar de la arena un plástico naranja acanalado, de los que ponen en vallas disuasorias para evitar el paso de personas; está demasiado enterrado. En esta playa no pasa la cribadora ni la alisadora, pero creo que este sistema es más eficaz. Con dos hombres jóvenes y dos rastrillos es suficiente. Llega el encargado de tumbar las tumbonas y me dice que ya está abierto el bar que está cerca de la entrada al cementerio. 

Hostal Bonanza. Desayuno
Me visto y asciendo por la zona en obras y que afecta a toda la parte que va del Cementerio a la costa. No me queda más remedio que cruzar esta zona polvorienta. Tal como está, Els Balmins mantiene su intimidad pero, cuando finalicen el paseo, ¿no perjudicará para la práctica del nudismo? Habrá que volver por allí algún día. O preguntar a mi amigo Jokin, que tiene amigos en Sitges. Desayuno descafeinado con leche y ensaimada y escribo. Pago 2,70 €.

Pregunto a tres chicos y me dicen que el GR-92 cruza el macizo de Garraf por el interior y me perdería cala Morisca, a la que podré acceder por Vallcarca. Tomo la decisión de ir, por tanto, por la carretera de la costa. Luego me arrepentiré por  peligrosa.





Escribo postal a mi prima Isabelita. Son las diez cuando dejo de escribir y bajo a Correos, para echarla y saco 100 € en Servired del Banco Sabadell, con 40 céntimos de comisión y, de nuevo, regreso a Els Balmins.

Nudismo en Els Balmins
En Turismo me han dado mapa de toda Cataluña y, en Garraf, recortaré la parte de Barcelona. La provincia aparece completa y dejo asomar Cunit (Tarragona) y Blanes (Girona); creo que lo he hecho bien. Creía que la costa de Barcelona era más corta. Creo que mañana me acercaré a la capital. Me gustaría, al menos, pasar Castelldefels, que ya no está lejos. Saco fotos de Sitges que en su zona de iglesia y cementerio me ha resultado muy grato y, tan atractivo, que luego lo dibujaré.  He sacado foto del lugar donde ayer vendía Ágata sus acuarelas.


Regreso a Els Balmins por el sitio donde inicialmente bajé ayer. Ya hay un chico bañándose, pero no puedo afirmar que esté desnudo, pues se hace el remolón para salir del agua. Cuando paso a la zona más amplia, donde la playa es más grande, ya veo una veintena de nudistas tomando posiciones, algunos en las hamacas que ha dejado preparadas el encargado al amanecer, otros con sus toallas sobre la arena.

De todos los que estamos, sólo dos chicos se quedarán con bañador. En otro grupo de adultos, el único que no se desnuda es el joven. Me doy dos buenos baños y me seco paseando; ni siquiera saco toalla ni pareo. Hago dibujo con la visión de la ciudad, pero me queda la iglesia algo inclinada y ya no la puedo enderezar. Paseo en los extremos y hablo con el socorrista. Le enseño el dibujo de Sitges. Los de limpieza no han conseguido sacar de la arena un gran trozo de plástico naranja. Parece que, quien lo puso, lo hizo para protección de los playeros. Hablo con dos italianos, pensando que uno de ellos era el que había puesto las tumbonas esta mañana.

Hacia el puerto de Sitges
Ya terminado el dibujo y saciado de baños, me visto y voy por el paseo que va hacia el puerto y por el que he visto movimiento esta mañana y vi ayer noche. Salgo por encima del puerto, lo veo y tengo dificultades para salir a la carretera. Un hombre me dice que pase por un pequeño túnel que pasa por debajo de las vías del tren. Será tan bajo que, a pesar de agacharme, no puedo evitar que mi mochila pegue en la techumbre del túnel. Parece que, al final, el túnel se vuelve más angosto y ya no me puedo agachar más, pero no pasa de ser una ilusión óptica y lo consigo atravesar. La carretera a la que salgo es estrecha, sin arcén, pero confío en que tenga poca circulación. Inicio de forma incorrecta por la derecha, para poder ver la costa y las vías del tren que, en la medida en que voy ascendiendo el puerto, cada vez irán quedando más alejadas y más abajo.

Carretera por el Massis de Garraf
La C-31 es una carretera pésima para caminar. Lo advierto para que nadie cometa el error que yo he cometido. La calzada no dispone de arcén; la posibilidad de protección del lado derecho es escasa, sólo se puede subir al pretil, cuando lo hay y es ancho, o tirarse acantilado abajo o a las vías del tren. ¡Qué miedo! Si voy por el lado izquierdo, el correcto, hay momentos que se va pegado a la pared y si se arrima un coche, tampoco hay escapatoria. Además está llena de curvas y la circulación de coches es densa, pero es que también circulan camiones, ya que estamos cerca de carga y descarga de cementera. En vista de lo cual, voy haciendo combinación de lado, unas veces por el lado derecho y otras por el izquierdo; no deseo perderme la visita a cala Morisca. Para otros caminantes que quieran visitar cala Morisca, habrá que enterarse si desde el GR-92 se puede acceder a ella. Anuncian el Parc de Garraf.

En el mar, empieza a aparecer un espigón con unos depósitos y luego veo la cementera. Al lugar lo llaman Vallcarca y no es un pueblo; sólo cementera y playa. Como mucho, es un pueblo fantasma. La idea de comer en Vallcarca y luego bajar a playa Morisca, se va al traste.

Cala Morisca
Desde arriba he visto la playa de Vallcarca, con poca gente, y luego, al ver Cala Morisca, que me confirma un chico al llegar, veo que tengo que cambiar de planes. En la parte de acceso, que está por la parte Norte, hay un bar en el que sólo ofrecen sándwiches y me dicen que en el chiringuito de la playa podré comer.

Bajo y pregunto y lo que ofrecen es comida cara y de plástico (incluida la ensalada). Atiende un chico extranjero, con el que no me entiendo bien y ya veo que no me va a ofrecer otra cosa para comer. Así que vuelvo a la orilla, me doy dos o tres baños, me seco paseando, la gente escasa que hay y el chico que ha llegado a la vez que yo no me ofertan juego comunicativo, así que me visto y me voy. El ascenso resulta más costoso que la bajada y las características de la carretera que voy a retomar, son poco animadoras, pero ¡valor! Desde arriba saco foto con punta Fenosa, donde se aprecia el embarcadero de la cementera.

A comer en Garraf
Cuanto antes acabe esta carretera, mejor. Siguen pasando trenes por la vía. Los camiones crecen en intensidad, pues me estoy acercando a una cantera que “acepta y escupe” camiones y más camiones y el polvo de cemento que despiden al pasar. Desde la cima empiezo a ver ya el puerto de Garraf, aunque una gran montaña me lo va tapando de un lado mientras va asomando del otro. Voy bajando al pueblo por un suelo de polvo de cemento que pasa por debajo de la vía del tren y sale al puerto. Pregunto a una señora que está en su balcón y me dice que, subiendo las escaleras, llego a una plaza y que allí encontraré un buen lugar para comer. Son las 14:45 h y el primero que encuentro es el Antonio, con un menú de 9 €. Así que entro, como vainas con patata y zanahoria, un pincho moruno (a pesar de cala Morisca), paraguayo y cortado descafeinado. Pago 10 €. Antonio está enfadado con mi camarera y ésta acaba llorando. El comedor ha estado animado, pero quizás no haya venido la gente suficiente como para satisfacer al dueño. He dejado a cargar el móvil. Hoy me ha llamado un 943 que no logro saber de quién puede ser. La camarera me deja tijeras y organizo los mapas. Guardo el de Tarragona y el de Girona e ilustro con las primeras etapas el de Barcelona. Escribo postal a Gureak, por el recuerdo que me ha traído el Garraf de cuando embolsábamos los kits del Sida, con su anagrama de círculo de pasos que van saliendo del rollo. “Surt el rollo”, creo que ponía, y no creo que el recuerdo haya afectado mi memoria. Como ya he pagado y escrito, me despido y salgo para echar la postal en Correos.

Hacia la playa de Garraf
Al salir del Antonio, me encuentro en la plaza con Paco, que está haciendo dos tramos del GR-92. Le he visto llegar al restaurante y me ha parecido que llevaba un perro. Lo que en realidad llevaba, colgando, era un par de botas pesadísimas, a las que tiene gran cariño. Ahora lleva sandalias similares a las mías. Lleva tienda y bastante más peso que yo, pero es joven y se lo puede permitir. También ha hecho mejor que yo en elegir el GR y se ha evitado mi carretera sin arcén. Le hablo de mi viaje y cada uno defendemos nuestra opción.

Nos despedimos y yo sigo al Norte, hacia la playa de Garraf que sorprende, por su hotel blanquiazul (más del Español que de la Real Sociedad) y sus casetas verdiblancas (que no son del Betis). Saco una foto hacia la zona Norte y otra a las casetas que están en la parte central de la playa.

Al llegar al final de la playa, subo por un camino que me lleva por encima de un túnel de las vías del tren. Desde allí saco la última foto con la playa, las casetas, el hotel, el pueblo, la montaña  y orientada hacia el Sur. Por ese camino llego a una curva de la carretera y, tras andar muy poquito por ella, gracias a que camino por el lado derecho, veo camino alternativo que baja y se dirige hacia el puerto de la Ginesta. Por allí bajo yo también y llego a un espacio extraño, en un puerto con agua entre rocas en la parte interior.

Platja de Castelldefels. Raquel y Alba
Saliendo del puerto de la Ginesta, llego a paseo marítimo y, enseguida, aparece una playa interminable que, pienso, puede ser la de Castelldefels. Lo que pasa  es que va cambiando de nombres, como veré mañana, cuando pase por la zona que corresponde a Gavá, a Viladecans y luego La Ricarda, que ya no sé a que población pertenece, pero que se aproxima al Prat de Llobregat. Pero ésas serán playas para la mañana de mañana. Parece ser que esta primera parte de paseo y de playa, todavía pertenece a Garraf. Empiezan las casas y continúo por el paseo marítimo y me encuentro con Raquel y su hija Alba. A Alba le gusta la natación y dibujar. Le encantaría ser profesora de natación. Le digo que tendrá que estudiar dos carreras, una de Educación Física y otra de Bellas Artes. Les gustan los dibujos que les enseño. Nos acompañamos hasta que llegan a la parada de Sant Boi (mañana coincidiré con más gente de esa población más al interior) y, al despedirnos, me quiere dar su número de teléfono, por si lo necesito. Le agradezco la intención, pero no se lo cojo. Le digo que, si hiciera falta, tengo amigos en Barcelona.

Un gin-tonic en el Miramar
Será el más caro de todo el camino, 7 €. Está en el paseo marítimo y la música es suave. Parecen brasileiros y me lo han servido en gran copa, en la que entra todo el botellín de tónica, no como el de ayer en vaso de plástico. Escribo 16 postales, que suman a las dos ya escritas a Isabelita y a Gureak. Me estoy quedando frío, así que saco el jersey para ponérmelo. Se me está poniendo dolor de cabeza. Para orinar, tengo que pedir llave en la barra y acceder a cabina para minusválidos. Cuando vuelvo y me dispongo a terminar el gin-tonic, me tomo la segunda AAS del viaje (no recuerdo dónde fue la primera). Como ya he pagado y terminado de escribir las postales, me voy del Miramar.

Noche en la playa de Castelldefels. Me birlan el mechero
Salgo para echar las postales, vuelvo a la playa, y elijo un gran toldo porque el cielo y sus nubarrones están amenazando lluvia. Es el toldo de un chiringuito, con suelo de madera, junto al lugar en que tienen recogidas las sillas, que me hacen de doble almohada y meto los tirantes bajo la esterilla. Como ya he orinado en el Miramar, ya no necesito hacerlo, tampoco me doy repelente contra mosquitos, ya que en la playa no los hay y me doy masaje de Aloe-Vera en los pies. Cuando estoy dormido, vienen dos chavalitas en bikini, pidiéndome un mechero. “Porfa, es mi cumpleaños y quiero fumar”, me dice una. Les recibo con ojos cerrados y muestra de disgusto, pero les digo que les dejo uno. Entonces me dicen: “vamos a mear y venimos”. Cuando regresan ya lo he localizado en bolsillo interior del bolsillo menor de la mochilita Visa y prometen devolvérmelo. Les digo, “ni se os ocurra despertarme otra vez. Me lo dejáis aquí al lado y ya lo recogeré mañana” Lo prometen, pero no cumplen. Me quedo sin mechero. Lo suelo llevar porque me lo dijeron, pero nunca lo he usado. Nunca me acuerdo que lo llevo y, si me piden fuego, siempre les digo que no tengo. Esta noche, al hacer la almohada, ha quedado incorporado el jersey de rayas, que no me ponía desde Cullera.

Lo más destacado del día
Sin dudarlo lo peor ha sido la decisión de recorrer el Massis de Garraf por carretera. Bien en playa Els Balmins y decepcionante cala Morisca, por la gente y por el servicio de comidas ofrecido. Compensado por una comida en el Antonio de Garraf con buena relación calidad-precio. Bonita conversación con Raquel y Alba. Caro gin-tonic y despertar poco grato para pedirme mechero. Mañana y pasado, se aproximan días de amistades.

No hay comentarios:

Publicar un comentario