viernes, 17 de mayo de 2013

Etapa 34 (212) Cala Forn-Platja Torn

Etapa 34 (212) 01 de julio de 2009, miércoles.
Cala Forn (l’Ametlla de Mar)-Almadrava-Vandellós-Platja del Torn (Hospitalet de l’Infant).

Despertar en el Horno
Me he librado de la lluvia y he dormido bien. No me levanto a orinar en toda la noche. Me despierto hacia las seis y no me levanto hasta las 6:20 h. Saco una foto con cielo rojo y blanco, junto al saliente del norte, pero no me sale bien y no la puedo añadir al reportaje. Antes de las 6:30 h ya estoy en el agua, nadando, haciendo la plancha y esperando a que aparezca el sol. Es la primera vez que lo espero para verlo salir estando yo dentro del agua y, ¡de repente, aparece como una pequeña burbuja naranja, vista con mis ojos a ras de agua. Ha sido una experiencia preciosa y no salgo del agua hasta que el sol se asoma por completo. Estoy tan absorto mirándolo que me olvido de ir por la cámara para plasmarlo. Será una experiencia personal que no puedo compartir salvo expresándola por escrito. Las imágenes han quedado grabadas en mi retina y han sido sólo para mí. Hoy es el día en que más tiempo he estado dentro del agua a hora tan temprana. Salgo a la arena, voy a la ducha y me lavo con jabón, me aclaro y paseo por la orilla recorriéndola de cabo a rabo, sin temor a que nadie me vea, puesto que estoy solo en la playa. Hago mis ritos y bailo mis danzas ancestrales, aunque hoy levanto brazos uno adelante y el otro atrás, como en tai-chi. La última vez, también lo hice. Ya seco y tonificado mi cuerpo, me visto y como ya había recogido todo previamente, salgo siguiendo las señales del camí de ronda.

 Castell de Sant Jordi
Un paseo que será muy placentero hasta llegar al Castell de Sant Jordi d’Alfama. Veo que sale una familia de daneses que se acaban de despertar, pero no sé si vienen de dormir en la playa o en el castillo. Les hago el gesto de dormir y asienten y les señalo con el dedo pulgar hacia arriba y el puño cerrado de la mano derecha.  Si el pulgar hubiese mirado hacia abajo, habría significado un deseo de muerte al estilo de los romanos; pero mi signo significa aprobación y no censura.

Saco dos fotos, la primera con el sol detrás del castell y la segunda, alejándome de él y con casi toda la dimensión de la cala Sant Jordi que, a estas horas, está vacía.

Buscando desayuno. Rte. Llorca en La Almadrava
Pronto llego al puerto de Alfama, que están reconstruyendo para que sea deportivo. Será para que se gaste sus dineritos la gente acaudalada. En Calafat me meto por paseo marítimo, puesto que la obra del puerto de Alfama me ha obligado a meterme casi hasta la carretera. Un chico me dice el lugar de acceso al camino y más tarde, en una urbanización, un hombre que porta césped cortado para echarlo en un contenedor, me dice que ya me he pasado el bar para desayunar y que ya no tengo otro hasta llegar a la Almadrava. Cuando llego allí, lo único que veo abierto es el hotel. El restaurante se llama Llorca. Desayuno dentro, aunque hace calor, porque en la terraza el sol ya empieza a calentar. Me sacan un zumo de naranja natural, riquísimo, al que no echo azúcar porque no lo necesita, panes tostados con tomate, sal y aceite, un croissant y descafeinado con leche. Los 6 € los pago con tarjeta, que parece que es como no pagar. Parece que lo paga Visa. Pongo tarde a cargar el móvil. Hago una deposición consistente, retiro el móvil y me voy. Se ha cargado lo suficiente como para que pueda recibir una llamada de Alex, el mexicano del libro-forum.

Central nuclear de Vandellós
Desde el paseo marítimo de la Almadrava, donde hay casitas encaladas en blanco, saco foto de la central de Vandellós. Desde aquí, hasta después de pasada la central productora de energía nuclear, huele auténticamente a mierda. La primera nave está cerrada y sólo funciona la de ciclo combinado de uranio y carbón (me lo dice el camarero del Templo del Sol, donde luego comeré y donde escribo). Supongo que la gente del lugar estará acostumbrada a este mal olor, pero a mí, que acabo de llegar, me resulta muy desagradable. Salgo a paseo marítimo y, a lo lejos, veo que viene por la orilla alguien al que me propongo abordar. Cojo la bajada del paseo a la playa y me voy directo hacia la orilla. Me dice que puedo continuar por la playa hasta la escollera, pero que de allí no puedo seguir, ni salir porque está la valla de la central nuclear de Vandellós II. Me recomienda que salga por un camino hacia la carretera y que encontraré otro camino paralelo a playa que va entre la carretera y la central. Luego resultará que el camino que sigo está entre la central y las vías del tren Tarragona-Alicante. Esta información de este hombre creo que me ha ayudado y, aunque al fondo veo a una persona, hago caso de lo que me dice. Este comunicante, comparativamente anda menos que yo, pero no se queja, porque hace 30 años que le dio un patatús al corazón y ahora funciona con él al 40 %. Anda todos los días y la energía nuclear no le perjudica, en todo caso, le da más energía, me dice. Salgo por camino que aparece y desaparece y llego a la estación del ferrocarril de Vandellós, que parece obsoleta. Dentro de unos días, pasaré en tren por aquí. Haré un recorrido desde Salou hasta l’Ampolla, con parada al regreso en l’Hospitalet de l’Infant. Salgo a carretera pero, en seguida, una bifurcación me lleva a otra carretera que me lleva a camino, en el que una señal pone: Espai d’interés natural. Me paso del cartel indicador y que se dirige hacia atrás y yo sigo adelante; hasta que llego a un lugar privado en que, dos perros asomados a terraza me ladran. Llamo y nadie me responde y al volver es cuando lo veo todo más claro. Paso un puente por debajo de las vías del tren y llego a otra escollera a la que me asomo y compruebo que tiene una playa magnífica con la arena más fina que recuerdo, muy similar a la de Santa Comba, al otro lado de San Xurxo, teniendo en medio al cabo Prior en la parroquia de Covas (cercanas todas ellas a Ferrol). No hay nadie en la playa, lo que me hace pensar que la central nuclear no la hace recomendable pero yo, sin saber nada de la contaminación que pueda o no tener, disfruto en ella como un enano. No me resisto a darme un par de baños y no me importa que, al pasar, me vean desnudo desde el tren. Después de tumbarme sobre manto de arena tan fina, me visto y me voy por lugar agreste, por rocas ascendentes y descendentes, entre las vías del tren y la costa. Al final de esta playa se ve que los usuarios de esta playa, que no sabré cómo se llama, no destacan por su pulcritud. Lo constataré a lo largo del camino.

La playita de José de Mora del Ebro
A veces el camino resulta peligroso, porque han puesto fijaciones metálicas para que no caigan piedras a la vía. Esto obliga a caminar con mil ojos en el suelo. El camino aparece y desaparece. A lo lejos, veo una playa con muy buena pinta, ¿podría ser la del Torn? Espero no habérmela pasado, pues tengo muy buenas referencias de ella. La que veo es una playa pequeña con una isla que unida a la arena es península y que continúa muy extensa hacia el norte. Pero, previamente veo una más pequeñita con jóvenes textiles en las rocas y un nudista, José, en la playa. De momento, el camino inexistente me obliga a ir pisando la red metálica que Renfe, Adif, Fomento, o quien sea, ha puesto para evitar que caigan piedras a las vías del tren. A veces resulta peligroso pero, después del paso que hice por el acantilado de la Mesa de Roldán, cerca de Carboneras, el pasado 2008, esto resulta “coser y cantar”.

Pasa un tren; pasarán unos cuantos a lo largo del día. Llego donde los chicos con bañador, bajando con suficiente destreza el peñascal, y les pregunto por la playa del Torn, pero no saben darme una respuesta. Bajo a la playa que, desde arriba, me había parecido de arena, y compruebo que es de piedrecillas. El nudista José, que se ha bañado en el ínterin, me da la imagen de Juan-Irwing, el nudista de Hendaia del que hablé ayer con el asturiano Jorge. Sería curioso que me encontrara aquí al nudista hendayés. Hablo con José, que está feliz desnudo en su playa preferida, se ve que es bastante solitario y, por esa razón, la prefiera a la del Torn que, me asegura, es la siguiente. Esta información es un alivio a mis dudas y ya sé que en esta playita intermedia estaré poco rato. Además José está muy preocupado en buscar cositas redondeadas; desde una especie de óvalos con una espiral grabada que pueden ser tapas de algún caracol, hasta piedrecillas y cristales. Tanta curva, me hace atreverme a decirle, sin conocerle, “estás buscando tu parte femenina”. Me cuenta que hay una mujer en la otra playa que recoge todo lo que le ofrece el mar y la acción de su erosión en los objetos: piedras, conchas, vidrios… Lo importante sería el objeto que uno tiene “in mente”, para realizarlo con los elementos que la naturaleza le ofrece y la imaginación y el concepto de lo estético que cada uno tenga. Nos damos protector solar, cada uno el suyo, cada uno en su propio cuerpo. Le hablo de mi camino y José opina que sí es una aventura, que soy un aventurero y se sorprende que, a mi edad, cuando me debería llegar la época de asentamiento, yo me dedique a hacer este viaje. Lo de aventurero lo repetirá varias veces; tiene el convencimiento de que lo soy. José vive en Mora del Ebro, en una curva del río más arriba de Tortosa. Para entendernos le pregunto “¿Si tú meas en el Ebro, tu meada pasará por Tortosa?” y me afirma que así es, que la curva del Ebro de que me habla está entre Mora y Tortosa. Seguimos hablando de curvas, símbolo de lo femenino. José me dice que se va a ir a las dos de la playa y le propongo que, al marchar, me acerque en su coche al camping del Templo del Sol. Él está dispuesto pero, me lo pienso mejor y veo que no tiene sentido, puesto que ya me ha dicho que hay un buen camino entre la playa en que estamos y la del Torn. Los tres chavales han desaparecido pero, al poco rato aparecen con un cuarto. Tres llevan gran calzón, pero uno lleva bañador de piscina mínimo; me da la impresión de que se habría desnudado de no estar con ellos. De pronto, emerge en nuestro ámbito de costa, entre rocas, un submarinista con fusil, que ha perdido una aleta. No se atreve a volver a nado y nos pregunta por camino entre rocas. José, al verlo sin calzado, le recomienda volver por el mar, pero él está empeñado en retroceder por tierra. No le recomienda el túnel que pasa por debajo de la vía, porque ha de profundizar un metro; le hace caso y camina por plataforma de cemento lateral y luego seguirá por las rocas que van junto a las vías. Me doy el último baño con pena de marcharme porque estoy a gusto en lugar tan tranquilo aunque alguien, cual Neptuno con su tridente, salga del mar con un fusil amenazante. Lástima que la playa no sea de arenita fina, como la que he dejado hace un rato. Igual que yo le he comentado a José al llegar a cerca de su parte femenina, él también me advierte que si lo que pretendo es ligar con él, que no es gay y, añade, que también le ha tocado bregar con alguno que pretendía algo más. Lleva un aro marrón sujetahuevos y se lo pone por razones estéticas, ya que tiene un testículo que se esconde dentro y, con el aro y el testículo al exterior, se siente más seguro. Le cuento mi experiencia con Bosco en Valdoviños; el aro del gallego era metálico y lo utilizaba como sustituto del calzoncillo. Bosco me lo dejó probar y me pareció como llevar un estorbo más. También le cuento lo de su yerno y lo que le dijo su consuegra. Para darle confianza y que no piense que quiero ligar con él, también le cuento la peripecia de mi vasectomía que, creo, es una historia bastante divertida ¡como para desanimar al dudoso! José prefiere que le vean con el aro, aunque choque a la vista, que sin testículo. Está encargado del mantenimiento de un tramo de carretera que, aunque pertenece a una empresa privada, es una subcontrata de Fomento. Su obligación es tanto mantener el firme de la calzada, como desperfectos de los protectores, los quitamiedos, cuando se produce cualquier accidente… y para cualquier otro asunto relacionado que le llamen. Ha trabajado en construcción, en hostelería y no tiene ni idea dónde acabará jubilándose. A última hora llega otro nudista que viene desnudo del Torn y se va al lugar donde José me ha dicho que hay una pequeña playita, justo para una o dos personas que, el temporal del pasado año se llevó. Antes de marcharme, me acerco a verla y constato que está bastante aceptable y, al nuevo usuario también le gusta; es de la misma opinión que José. Habría espacio para dejar el equipaje y cabrían hasta tres personas y con una buena entrada para refrescarse en el mar. En un momento en que hablando he mirado a José a los ojos, de un color café con leche, me ha parecido un hombre sincero y me da la sensación de haber desaprovechado una oportunidad para una amistad duradera, pero no sé si por la forma en que le he entrado o porque las experiencias que ha tenido en esa playa, le hacen estar a la defensiva, el caso es que no ha prosperado y no sabremos más el uno del otro. Cuando vuelva al Torn dentro de unos días, no me asomaré para ver si está en esta su playa favorita. Me parece que teníamos muchas cosas en común y él se ha refugiado en sus conchitas, piedritas y cristalitos. El viaje se lo he contado muy por encima, pero ni le enseño mis notas, ni mis dibujos. Le he hablado de Ismael, de Bosco y de alguna cosa más. Tras visitar el espacio reducido que ahora ocupa el nuevo nudista, me despido de José, “¡hasta que la vida nos vuelva a reencontrar!” y me voy por el camino que me ha asegurado que es bueno.

Con José hablo de los Fiel y su comunidad del Arco Iris
Cuando José me ha mencionado el Templo del Sol, a mí me ha venido a la mente la comuna de los Fiel, dos hermanos de Donostia; recuerdo sus nombres: Carlos y Emilio, que perdí de vista después del colegio y sólo veo de ciento en viento a su hermana Pili, que trabajó en La Casa de las Labores, con mis amigas Gertru, Conchi y Yolanda, de la que ya os hablé cuando me encontré con su hijo baloncetista en el Cabo de Gata. Como decía, al oír nombrar el Templo del Sol, se me ha encendido la comunidad del Arco Iris y, precisamente, José participó en una experiencia muy interesante con Emilio, de la que salió muy a gusto, aunque no participara de su filosofía de vida.

Un pequeño tramo menos peligroso que la Mesa de Roldán
Probablemente, porque voy más confiado al haberme asegurado José que es buen camino, no noto el peligro pero, ciertamente, paso por lugares peligrosos. Pienso que he perdido el camino y voy por gran roca inclinada hacia el mar. Luego me lo confirman algunos de los que me han visto aparecer sobre la roca desde la playa del Torn. El camino verdadero iba por detrás de la roca y entre ella y las vías del tren. Con dificultad, consigo bajar de la roca y ya estoy en la platja del Torn.

La platja del Torn con camping también nudista
Descargo las mochilas, me descalzo y me doy un baño reparador. Me relajo flotando en decúbito supino, sin hacer movimiento alguno. El mar me mece y yo me dejo mecer. El agua sigue estando limpia, transparente, y fresquita. La playa es magnífica pero sin arena fina; es de piedrecillas. ¡Lástima! En el istmo está el submarinista que había perdido su aleta y, según me dice, ha llegado mejor que yo. Me ha visto, y no le ha gustado nada el lugar por donde yo he bajado. Él mal, porque venía descalzo y yo mal, porque venía por camino equivocado. Una vez relajado, tras mi baño reparador, me seco y cojo las mochilas en dirección a las escaleras del fondo norte de la playa. Me paro a mitad de playa para darme mi segundo baño. El agua sigue estando genial y las piedrecitas no hacen daño. Aquí se baña mucha gente y su apariencia es variopinta. Hay sitio para todos sin estar apelotonados, todos a prudente distancia; parejas de todo tipo, niños con adultos. En la subida al camping, observo que suben y bajan vestidos y desnudos. Yo también les sigo pero, por si acaso, me pongo el pantalón. No será el Templo del Sol el primer camping nudista al que entro; ya lo hice el pasado verano de 2008, en el de El Portús (Murcia). No era necesario que me pusiera el pantalón, pues en el camping todo el mundo está desnudo, pero sí exigen estar vestido en el bar y en restaurante. Habría pasado mejor desnudo pues, con el pantalón, parece que voy de mirón.

Restaurante El Templo del Sol
El restaurante está vacío y elijo mesa para sentarme a comer. Primero he sacado alguna foto de esta zona y otra, entre árboles, de la playa con su islote o istmo del Torn ahora al extremo más alejado. Me siento en zona sombría pero evitando el aire y como: berenjena y longaniza por un precio módico de 10 €, pero no entra ni el vino con gaseosa, y como melón de postre, que sí entraba, pero añado extra: menta-poleo y un JB, que me ayuda a escribir todo esto que estoy escribiendo en mi diario.


Llama Alex del Libro-Forum
Mientras estoy esperando la comida, me llama de nuevo Alex, el mexicano, y le cuento donde estoy y le digo una mentira a medias: “estoy desnudo en la playa” (digo a medias, porque acabo de estar allí haciendo nudismo). Supongo que Alex estará haciendo algún servicio de vigilancia. Conocí a Alex en una ocasión en que se presentó en una sesión de libro-forum de la Biblioteca municipal de Irun; yo era el único hombre entre todas las mujeres y lo mimamos para que continuara; falló algún mes, pues su trabajo de vigilante le obligaba a cambiar de lugares y, aunque empezó el siguiente curso, también falló mucho y hace tiempo que ya no le veo. La última vez coincidí con él en el Centro Comercial Mendibil, donde estaba trabajando. En el libro-forum, donde continúo a pesar de seguir siendo el único varón, leemos sólo literatura escrita por mujeres. Nos vamos turnando en las presentaciones de autora y obra y yo presenté a Doris Lessing, después de recibir el premio Príncipe de Asturias, pero antes de que le dieran el Premio Novel, Carmen Martín Gaite y Ana María Matute, para lo cual me leí toda la obra de las autoras que pude encontrar.

Lo peor del Templo del Sol: Julio Iglesias
Durante todo el tiempo se oye la blandengue voz de Julio Iglesias; se ve que a alguien le gusta. Sólo tenemos un momento de respiro con otras voces, pero casi todo ha sido un monográfico del que fuera jugador del Real Madrid, si no recuerdo mal, y cantante emergente que nos representó en Eurovisión con su Gwendolin. Precisamente en el último albergue al que llegué en Bretaña el pasado verano de 2012, la recepcionista se llamaba Gwen y le canté “…tu nombre Gwendolin…” Pregunto al camarero por que llaman al camping naturista y no lo que es: nudista. Pregunta a su vez y nadie sabe darme la respuesta. Pago con tarjeta Visa 23,20 €, me guardan el vino y gaseosa sobrante, voy a orinar, coger agua del lavabo, y bajo a la playa desnudo. No se si bajar por escalera o por rampa; ya veré. El camarero me dice que en la playa de arena fina, en la que me he bañado, no se baña la gente porque el agua suele estar caliente. Supongo que dependerá de si está funcionando o no la central térmica. "Solía estar tan caliente que los mejillones crecían de forma descomunal", me añade. No sé si esto que me dice fue leyenda o realidad, pero los bañitos que me he dado en ella, con arena fina, buena entrada al mar y agua fresquita, han sido deliciosos.

De nuevo en la larga platja del Torn
Creo que el JB no me ha sentado demasiado bien y estoy toda la tarde con poco ánimo para dibujar. Salgo desnudo por la puerta principal, veo el indicador para mañana de Cala d’Oques (Cala de las Ocas) que también figura en mi lista como nudista y bajo por la misma rampa por la que he subido al comedor. Los paseantes ajenos al camping caminan por paseo paralelo y separado por red metálica. Llego al lugar donde están arreglando la ducha y me tumbo hacia media playa. Cerca está un chico leyendo con bubones en piernas y torso; salvo una vez que se baña, estará leyendo todo el rato. Más tarde llegará su compañero que había dejado allí su toalla extendida; este último ríe mucho. Estará desnudo hasta que llega un tercero y se pone el bañador; no sé si para bañarse, porque como yo me voy a dar un paseo por entre los pinos más cercanos a las vías del tren, no le veré en un rato. Me apetece pasear desnudo por el bosque entre pinos. Cuando regreso le veo con la toalla puesta como falda en el momento en que se van. Más lejos, una parejita charla con cariño y respeto. Cuando me baño y salgo del agua, caminando por la orilla para secarme, él se levanta para bañarse. Cuando está entrando en el agua, ella le grita: “te veo la cara” y, cuando regreso, yo le digo “tú le veías la cara, pero yo le veía el culo”. Le hace gracia, se levanta y se mete al agua para contárselo. Lo sé porque luego hemos estado hablando de mi viaje y lo han comentado. Me dice: “tu comentario me ha servido para el empujoncito final, si no, no me habría bañado” y parece que lo dice agradecida. Sin dibujar el Illot del Torn, que está a 1,6 km, pasa un hombre.

¿Dónde están las llaves?
Pasa un hombre que va preocupado. Al volver, le pregunto, y me responde: “he perdido las llaves del coche”. No se acuerda en qué sitio ha estado tumbado en la playa. Su referente era la zona de la ducha que estaban arreglando, de allí hacia el illot, pero es mucho tramo para revisar, habría que delimitar más el espacio. Rastrea y le ayudo entre arena y piedras, pero es en vano. Después de darme el último baño, me ofrezco a ir con él y mis mochilas a recepción del camping por si alguien, que las hubiera encontrado, las hubiese entregado allí. El hombre me dice que es muy despistado, “hay días en que no debería amanecer”. Hoy ha discutido con su mujer y, enfadado, se ha venido al Torn, que es gratis. Aquí ha intentado relajarse, pero no ha dejado de dar vueltas a la historia que ha propiciado la disputa. Tiene un negocio propio, pero que va mal y, si no encuentra las llaves, tendrá que pagar lo que le cobren para desbloquear el coche y poder marchar a casa. Piensa que su mujer ya se estará preocupando porque no llega. Subimos al Templo del Sol, pero al recepcionista no le han entregado llave alguna. Allí le dejo por si quiere llamar al seguro. Dice que está sin dinero, que ha comprobado que el coche está donde lo ha dejado al venir y que, por tanto, nadie le ha quitado las llaves para robárselo; por ese lado está tranquilo. Me agradece la colaboración y me voy a cenar.

Buffet para cenar en el Templo del Sol
No hay buffet todas las noches, pero ésta sí, tal como me han dicho a mediodía. Después de comer, ya he salido con la intención de cenar aquí y, el vino y gaseosa sobrante de la comida, me lo han guardado. Cojo mesa, me traen la bebida reservada y, sin mucha gana, recorro el buffet para hacer una cenita suave. Elijo un potpurrí de cositas y lo como a gusto, luego un trocito de conejo, una loncha de carne y un poco de coliflor rebozada. Para postre como dos peras al vino (primero una y luego me levanto por otra) que están muy sabrosas, un briñón y una tarrina de mouse de yogurt. Pago 15,50 €, también con Visa, como al mediodía. Llamo a Sara por teléfono para que, al menos, sepan dónde estoy (0,55 €) y vuelvo a la playa.

Un pescador y un árabe
Bajo por la rampa. En la orilla, pescando, hay un hombre con el que hablo de las playas de Castellón; pocas nudistas y muchas en pedregal. Le enseño mis dibujos y no reconoce Riberas de Cabanes, pero sí las platgetes de Belver y el corte por el paso de la vía verde, el antiguo ferrocarril. “Dibujas muy bien”, me dice. Elijo como lugar para dormir el chiringuito de playa, un poco más allá que el puesto del vigilante, al que no he visto en toda la tarde. Me acerco a un desnudo que está en la zona y me parece marroquí (pero sólo puedo afirmar que es árabe) y lo que me dice me intranquiliza: “¿te gusta chupar? Yo prefiero mujeres”. Lo que me hace pensar que no hace ascos a hombres, si la situación se presenta, y en la hipocresía de tantos musulmanes que aparentan y defienden ante su gente las “convicciones” que predica el Corán y, en privado, cuando los musulmanes no les ven, hacen otra bien distinta. No me parece que sea un hombre que esté muy en sus cabales y me voy ¡Con lo que a mí me gusta hablar a los marroquíes de su Marruecos!, al menos, del Marruecos que yo conocí. Sí me sorprende lo natural que está desnudo, habida cuenta de que es algo prohibido por su religión (que doy por supuesto que es la musulmana), que tanto suele pesar sobre ellos. Organizo mi cama y me voy a hablar con la hija del pescador de caña de la orilla que, con su otra hija, ha ido al camping, pues veo que el árabe se acerca y lo que menos quiero es que piense que estoy solo. La niña me dice: “qué guay, dormir bajo el cielo” y, cuando llega el padre, le explico por qué estoy hablando con ella. El árabe ya ha emigrado y me quedo más tranquilo.

Anochecer en la playa del Torn
Me doy masaje de Aloe-Vera y repelente contra los mosquitos, me acuesto y, antes de dormirme, veo cómo pasa de nuevo el árabe, se acerca y se va. Después, estando ya dormido, me despierta y me pregunta a ver si voy a dormir aquí; no entiendo la pregunta, pues ya ve que estoy durmiendo, y me añade: “ten cuidado con el tractor de limpieza”. Agradezco la información y se va. Ha pasado en poco rato de ser algo temible a ser mi protector. Me asomo por el otro lado del chiringuito y veo cómo se dirige hacia el norte. Mañana lo veré desde arriba del acantilado, antes de cala d’Oques, duchándose desnudo. La luna está a medias, en creciente y no veo la Osa Mayor. Pronto me noto sudoroso, en parte porque me he cerrado en el saco hasta la cabeza, para que los mosquitos no aterricen en mi cara, pero por otra, porque me noto en un proceso febril que me dejará empapado por dentro. Es por esa razón, por lo que no me intento guarecer cuando empieza a llover. No llueve en exceso, pero el aparato luminoso de rayos y relámpagos y el estruendo de los truenos, hace parecer una tormenta espectacular. Cuando estoy durmiendo, una chavalita se asoma y desaparece. El pescador sigue en la orilla, pero también acaba desapareciendo. Pero la noche es menos mala de lo que pudiera parecer. Esta tarde he encontrado una tapa con espiral de las que tanto atraen a buscadores. Sólo me levanto una vez a orinar de madrugada. También de madrugada, he visto la estrella fugaz más nítida y de larga trayectoria de mi vida.

Para recordar
Una playa del Torn como para no olvidar. Un bonito encuentro previo con José que me ha traído el recuerdo de Bosco. Una bonita experiencia en camping nudista, que resulta mejor que la que traía de El Portús. ¿Qué habrá hecho el que buscaba las llaves?

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