lunes, 6 de mayo de 2013

Etapa 27 (205) Benicarló-Sant Carles de la Rápita

Etapa 27 (205) 24 de junio de 2009, miércoles. San Juan.
Benicarló-Vinaròs-Les Cases d’Alcanar-Sant Carles de la Rápita.

Lo más interesante del día es que hoy saldré de Castelló y entraré en la provincia de Tarragona.

Últimos minutos en Benicarló
Me despierto de madrugada 02:30 h y me levanto a orinar. He tenido sueños, pero no los recuerdo y vuelvo a dormirme hasta las 7:30 h. Me levanto, cago con más consistencia que ayer y me ducho. Hoy consigo regular la temperatura del agua  mejor que ayer y la ducha será  con agua templadita. Recojo todo y para las ocho ya estoy en marcha. Tras devolver las llaves a José y desearle éxito con la educación de sus hijos, salgo agradecido del Belmonte y bajo por la peatonal al puerto.

Me acerco al pretil de ayer noche, me asomo a la playa, y la veo como si nunca hubiera habido allí hoguera alguna. Se ve que se han esmerado mucho los servicios de limpieza municipales. Un hombre me pregunta por el mercat y le digo que está a cuatro manzanas siguiendo por la peatonal. También le digo de dónde vengo y a dónde voy (volando voy, volando vengo, por el camino yo me entretengo). Sigo camino paralelo a la carretera y me encuentro con tres jóvenes que vienen de fiestas de Vinaròs y llegan con los pies destrozados. Me dicen que tardaré hora y media y aciertan, pero mi deseo era seguir por la costa y no podré conseguirlo; casi toda la primera parte será por carretera.
Caminando hacia Vinaròs
De primeras me meto por camino entre casas, pero acabo ante una puerta candada que me obliga a retroceder. Habré perdido unos diez minutos. Habría estado bien que hubieran puesto la señal de carretera cortada, o sin salida. Me han salido todos los perros habidos y por haber, tanto a la ida, como a la vuelta. Menos mal que "perro ladrador, poco mordedor". La playa de Mar Chica, que he pasado a buena marchica, sigue siendo de cantos rodados. Encuentro y vuelvo a perder la señal roja y blanca y, con muchas dudas, acabaré cogiendo un camino, gracias a una mujer inglesa que ha salido con dos perros a pasear, y me ha orientado por un caminito estrecho entre fincas, que me acabará sacando a la costa. Un hombre me dice que esta parte de la costa está peor que la de Tarragona, que los catalanes siempre han cuidado mejor los caminos de su litoral. La erosión del mar y la contención con espigones de piedras y muros frontales, para que no se lleve  las casas, me obliga a bajar a playa y subir por escalera protegida por más pedruscos. Cuando subo y voy por encima del acantilado, me pongo a pensar de qué forma más diferente veo la costa según sea el momento del día. Cuando el objetivo no es encontrar una playa para dormir, o para pasar un rato tranquilo y bañándome, me fijo más en las tierras y rocas rojizas o no, en la rompiente, o en cualquier otro elemento, con criterio estético, de belleza. En los otros momentos, lo que prima es el aspecto práctico y lo bello pasa a segundo término. A estas horas tempranas del día no tiene tanta importancia no encontrar una playa adecuada para el baño en bolas. Lo que ahora interesa es encontrar un sitio para desayunar. Paso por un lugar en que pronto será imposible pasar, ya que el mar se está cargando el acantilado y el camino está desapareciendo; ya sólo queda un pequeño bordecillo, que a veces aparece como roído. En otro espacio posterior, ya han echado pedruscos por el acantilado, para que el impacto del mar sea menos dañino, pero les falta arreglar el camino.

El accidente de Juan Carlos
Delante de mí, va Juan Carlos, que tiene la parte inferior de la pierna totalmente amoratada. Tuvo un accidente en una mina de carbón en León; un gran pedrusco le dio en la cabeza y le rompió el casco. “Al mirar hacia arriba, vi todo lo que se me venía encima y me tiré en plancha”, pero no pudo evitar encoger la pierna. A punto estuvieron de cortársela, pero con dos años de muletas, la medicina alternativa y gran tesón,  ha conseguido, salvarla y hacerla funcionar. A veces, aunque lo menos posible, tiene que recurrir a las muletas. Le quedó una pequeña pensión por incapacidad parcial pero, ahora, tiene trabajo fijo, una hija de 12 años y otro de 6 (no tengo certeza absoluta en las edades). El accidente le ocurrió teniendo la niña recién nacida. Me cuenta que el Hotel Magestic, tuvo que cambiar de nombre porque la cadena protestó y ahora se llama Hotel Vinaróz, intentó hacerse con una playa y privatizarla. Tuvo oposición en el pueblo porque es una playa suave e idónea para ir con niños. Está cerca de la plaza de Toros, donde el día 27 habrá corrida y toreará Palomo Linares, hijo. “Vinaròs está en fiestas”, me dice; pero ya lo sabía. Me despido de Juan Carlos agradecido por su información y deseándole recupere totalmente su pierna.

Vinaròs en fiestas. Pastelería Vives y castañuelas
Me acerco a Información, pero no abren hasta las once. No espero ahora, pero dependiendo de lo que tarde en desayunar y escribir, a lo mejor luego vuelvo. Me atrae dibujar la iglesia, pero no hay lugares para desayunar abiertos en su entorno, y desisto. Veo una pastelería con pasteles de almendra y naranja que me resultan muy atractivos a la vista y se me regodea el estómago; pero la Pastelería Vives es pequeñita y yo, con mis mochilas, casi la lleno; me acomodo como puedo. Pido descafeinado con leche, un croissant y el pastel mencionado, que resulta demasiado potente. Pago 3,35 €. Un señor habla de langostinos y sacamos a colación la langosta, el bogavante, el buey y el centollo y él menciona la castañuela. La castañuela es la que en San Pedro del Pinatar llamaban langostino y que podéis ver en este reportaje al pasar por la lonja de dicho pueblo, puesto que fotografié una pareja y que es el mismo animal que me tuvo mosca toda la noche que dormí en el restaurante La Barraca, de Portixol. Los coletazos que oía por la noche serían fácilmente asimilables a castañuelas; un nombre muy apropiado. El desayuno me ha sabido rico y no ha sido caro, me han gustado las sillas y no ha venido el grupo de cinco a desayunar, que me habría echado del local. Una pareja que desayuna en la barra, y la que hace los cafés y friega, serán los únicos que se enterarán del viaje que estoy haciendo. En mi diario tengo escrito: “Estoy muy emocionado ALLENDE” y no sé a qué cuento viene este Allende ¿Había algún chileno allí?, ¿tenía alguien de la pastelería ese apellido? ¿He leído algo sobre el aniversario de su muerte? La señora que hace cafés y friega, está continuamente Marc, por aquí, Marc, por allá y, finalmente, aparecerá el tal Marc fuera del obrador; es el oficial pastelero y, probablemente, hijo de la señora. Es muy guapo y tiene un aspecto distinguido con su traje de pastelero y su gorro. La señora le habla de los encargos, si ya está hecho uno u otro de las tartas, de los pasteles. Están en fiestas y en las casas hay mucha comida, pero nunca puede faltar un pastel de postre. A nadie le amarga un dulce. Lo más sorprendente es que esta mujer, que también confecciona cajas y bandejas, todos los pasteles los coge con la mano. Mi madre solía decir: “las manos del sacerdote son sagradas y las de la cocinera, consagradas”. Cojo agua, me despido y, como son las 10:45 h, salgo a dar una vuelta para dar margen a que abra Información.
Unas fotos de Vinaròs
He sacado foto de la fuente con Iglesia y me coloco en la puerta de Información para estar el primero y no perder tiempo. (Estoy escribiendo en el Sotavent en Las Cases d’Alcanar ya en la provincia de Tarragona). Llega muy puntual una chica y me busca un mapa de Tarragona capital y otro de toda Cataluña. Me resulta muy pequeño pero, a falta de otra cosa mejor, me servirá para el inicio de la provincia, aunque ya tengo del Delta. Saco una foto de un árbol, que podría ser un olivo bonito pero que, le han hecho tal poda artística que ahora parece cualquier cosa menos olivo. El escultor ha pretendido modelar una obra de arte pero, así como los que fuerzan a sus bonsáis a adquirir formas concretas y, mediante elementos exógenos, lo consiguen sin perder su natural arbóreo en miniatura, este ha pretendido hacer una escultura que ha hecho perder su natural al árbol. Lo ha desnaturalizado. Vamos, en definitiva, lo que quiero decir es que tal como veo a este olivo, me parece falso y me gustan más los naturales, aunque unos más que otros. Quizás he llegado a Vinaròs con la imagen todavía reciente del magnífico olivo centenario de Castelló.








Me estoy marchando de la ciudad y voy saliendo hacia la costa. Paso por un gran muro, una fortaleza que, por lo que veo de la torre de la iglesia, no sé si forma parte o no del mismo edificio. El muro es recio y así lo plasmo en la foto. Cuando he entrado en la iglesia, no me ha parecido nada interesante, pero el cristo de la entrada me ha hecho volver al pasado, retroceder a Alsasua, cuando íbamos de pequeños a besar el pie al Cristo crucificado. Veo cómo un hombre se acerca a hacer lo mismo (y, ahora que escribo, mayo 2013, veo la imagen recién restaurada por mi hija Vera del Cristo de la Paz y la Paciencia de la basílica de Santa María de Donostia-San Sebastián), acompañado de su mujer.

Cuando salgo de la iglesia voy a orinar a un retrete circular público con revestimiento cerámico en blanco y azul a cuadraditos. Para salir he tenido que apretar el botón rojo. Ya enfilando hacia el paseo marítimo. Frente al mar encuentro el grupo escolar San Sebastián, me parece un lugar privilegiado, donde pienso que a los niños les será difícil estudiar contemplando tanta belleza paisajística. Me resulta raro que dado su emplazamiento, todavía no lo hayan sustituido por un hotel o para construir pisos de lujo, habida cuenta de lo que está en boga la especulación del suelo.


La playa por la que paso es de arena, al menos en la parte más próxima al paseo. Sobre el río Cervol se ve un puente que, por su aspecto, se podría casi asegurar que es de Calatrava, pero se me olvida confirmar. Como ya he dicho, Vinaròs está en fiestas y en la última zona, antes de pasar el río Cervol, casi ya en su desembocadura, veo una noria y otros artilugios fiesteros, para producir emociones a niños, jóvenes y adultos. No sé si es una zona que mantiene alguno de esos elementos el resto del año o, una vez acabadas las fiestas, desaparecerá como parque de atracciones He pasado muy cerca de él, pero sin verlo; estas atracciones me atraen muy poco.

Últimas playas de Castelló
Cuando ya se ha acabado el paseo marítimo, veo en mapa que todavía me queda una playa nudista (me lo han confirmado en Información), aunque yo no tengo ninguna más en mi lista. Las playas que vienen tras pasar el río Cervol, están delimitadas por espigones. En una de las playas se celebra una carrera de natación; un señor me informa de que unos años hacen un recorrido y otros lo cambian. Después ya salgo a carretera que va muy próxima al acantilado. Un matrimonio que está de vacaciones me da claves para llegar a la playa nudista que está en la desembocadura del río Cenia. La carretera va perdiendo su carril verde y combino carretera con camino por el borde del acantilado. Llego a un lugar en que veo a un hombre desnudo, y luego a una pareja, pero no están en la playa nudista oficial. Es buena señal de respeto. Como no veo buen acceso, sigo adelante.

José María, conductor de ambulancias
Pregunto a un nudista por dónde se baja a la playa y me dice que siga más al Norte. Veo a otro más y me encuentro con José María encima del acantilado y vamos juntos a la playa oficial. En la primera parte hay media docena de textiles y retrocedemos hacia la zona vacía que hemos visto desde arriba. Llegamos, nos desnudamos, y me baño, mientras él se da una crema en spray. La entrada al agua es de cantos rodados, pero una vez dentro el fondo marino es de arena. Me seco al sol mientras charlo con José María. Me dice que él suele venir mucho por esta zona, pero que observa que los nudistas no hablan entre sí y, en todo caso, el método que emplean es el de “aquí te pillo, aquí te mato” sin dirigirse una palabra.

También me cuenta que un día llegó una pareja, aparentemente heterosexual, y le propusieron un trío; como él no aceptó, todo el tiempo que estuvo él allí, estuvieron haciendo juegos sexuales de todo tipo, para ver si caía en la trampa, pero él, dice, no cayó. José María estuvo mucho tiempo trabajando de autónomo y, los últimos años, de conductor de ambulancias. Como no le querían hacer fijo, le propusieron que se quedara en paro un tiempo para, luego, volverlo a coger pero, le ofrecieron trabajo en otra empresa; ahora, lleva a gente a diálisis y otros tratamientos, y aprovecha los tiempos libres para ir a la playa.

Está casado y tiene hijos; uno de ellos le acaba de hacer abuelo y disfruta de su nieto de 15 meses; "por ninguna razón, podría renunciar a él", me dice. Después él se baña y yo me doy el segundo, nos secamos, vestimos y salimos de la playa por donde hemos llegado y nos despedimos: “hasta que la vida nos haga encontrarnos de nuevo” y yo acabo con una broma: “¡que no sea en una ambulancia!” Se ríe; nos reímos y adiós. Él va a comer a Castelló y yo ya lo haré en la provincia de Tarragona.

Pasando de Castelló a Tarragona
A las 13:55 h entro en Cataluña. Salgo a carretera y me pasa un chico en bicicleta y cuando paso por la primera playa le veo que se va al agua con el rabo empalmado y se baña desnudo. ¿Habrá parado para ofertarlo?, como yo me acabo de bañar y va siendo hora de comer, sigo adelante y llego a un paseo marítimo inundado; para que escape el agua, han drenado de tal forma que los regueros entran en la playa. No logro enterarme de cuál puede ser el origen de la acumulación de agua.

Les Cases d’Alcanar. Sotavent
Alcanar está un poco hacia el interior, y es el primer pueblo de Cataluña. Observo en Les Cases menús de 20 y 22 € y llego a Sotavent, donde ofrecen uno de 10 que, con la menta poleo, serán 11 € y que pago en efectivo. Aunque en mi mapa de Castelló ya no está, mirando el del Delta, me parece que podré llegar hoy a Sant Carles de la Rápita, pero más difícil será que pueda llagar a Poble Nou del Delta, donde hay albergue juvenil. “¿Dónde dormiré esta noche?”, me pregunto. En el Sotavent elijo un entrante de mejillones, más de una docena, que preparo a mi aire, quitando las barbas adherentes y echando unas gotas de limón al que quiero. Luego una crema de marisco con picatostes muy rica, aunque los elementos que encuentro son muy flojos (barritas rosas y pulpo congelado), pero el sabor es excelente y los panes fritos están ricos y crujientes. Y, para segundo: lomo con patatas fritas y un pimiento verde que culmino rebañando el plato. “¡Ya sé que eso no se hace!” respondo a mi conciencia, que no se acaba de desacostumbrar a tantos años de obediencia absurda. Todo ha ido acompañado por media botella de tinto con gaseosa y, de postre, tiramisú con nata. Tras la menta poleo, pago. Tamara me dice que es chilena y, ahora, al escribir esta parte, se me aclara la duda de Allende en Vinaròs. Me emociono con el recuerdo de Salvador. Ella, en la barra, se siente incómoda con mi llanto. La sobrina de Fredy tiene problemas de lenguaje, pero consigo que me diga y entenderle el nombre: se llama Carla. Ha tenido dificultades pero, con mi insistencia y complicidad, lo ha conseguido decir entendible. Al salir, Tamara me presenta a su madre, también allendista y me recomienda leer Los zarpazos de… cuyo autor no recuerda. Confía en que Bachelet saque adelante al país y en volver a Chile algún día no muy lejano. Fredy está con su hijo, y hablo con ellos y un árabe. Los tres opinamos. Fredy ha tenido una vida muy variada y un hijo muy mayor para la edad que aparenta tener. El árabe se va cuando le hablamos de que su religión tiene excesivas prohibiciones que no dejan crecer. Fredy comparte mi idea sobre el cerdo, animal impuro, que ellos tienen prohibido comer; tenía algún fundamento en otros tiempos, por los problemas de conservación de la carne y la triquinosis, pero hoy en día, y menos en España, no tiene razón de ser. Le cuento lo que a Velal, un chaval bereber con el que colaboré para  reforzarle en castellano, le sorprendía cuando sus compañeros de curso, tras hacer deporte, se duchaban en bolas. Los árabes tienen la prohibición de mostrarse y verse desnudos. El nudismo está prohibido en los países árabes “¿cómo puede Joumana Haddad editar en Líbano una revista de arte que se llame Jasad (Cuerpo)?” (Mondadori no editará el libro, Yo maté a Sherezade, hasta 2011). Todos y en especial hombres y mujeres musulmanas debieran leerlo. Yo, sin nudismo, nunca podré ser musulmán, pero no sólo por eso; no podría pertenecer a ninguna religión; iría contra mis principios más definitorios. Velal no ha superado lo de ducharse desnudo junto a sus compañeros, pero si por razones de tener que comer fuera de casa, pues trabaja en la construcción y le toca salir de aquí para allá, si no hay otra cosa en el menú, lo come, aunque en casa no lo preparen. Después de la charla, Fredy se va con una señora, su madre quizás. Luego hablo con la rumana de la corrupción en su país. Me encuentro muy bien, muy receptivo. Veo enseguida, nada más abrir el mapa de Tarragona capital, Monestir de Poblet, que es el nombre de la calle donde viven Montse y Josep; está en la zona céntrica pero próxima a la carretera de circunvalación. Ya está localizado, por si voy a visitarles. También anoto, para tenerlo a mano, el teléfono de Montse. Lo he encontrado mirando en el listín telefónico que he pedido al hijo de Fredy que se ha quedado en la barra con la rumana. Cuando estoy sentado en el retrete, veo que sale por debajo de la puerta una enorme cucaracha. No la puedo pillar y aplastar, como hubiera sido mi deseo..

Hacia la platja de Maricel
Salgo a paseo, donde veo mucha oferta hotelera, más que clientes, me da la impresión. Cuando entro a Turismo son más de las seis de la tarde. Una chica me atiende muy bien y me da un plano de la provincia, con el que me manejaré, especialmente, cuando salga del delta por L’Ampolla; pero eso no ocurrirá hasta el 29 de junio. Me parece que con él me voy a arreglar bien. También me da otro que me sirve para el tramo de Les Cases d’Alcanar hasta Sant Carles de la Rápita. La información que me da parece correcta pero, a medida que avanzo, la iré transformando en base a lo que me dicen unos y otros, a las intuiciones y errores propios y ajenos, que harán de este tramo un recorrido variopinto. En primer lugar me ha dicho que, en cuanto llegue a un camping, debo salir a la carretera, hasta pasar la cementera. No le hago caso, sigo por el camping a la playa y, cuando ésta se acaba paso entre el mar y una urbanización y, por una calle entre chalets, salgo a la carretera.  

Ligue homosexual para camioneros a deseo de sexo
Ando un rato por arcén derecho y llego a una explanada donde suelen aparcar camiones. Pregunto a un hombre laringetomizado que, poniendo un dedo a su aparato fonador, me dice muy claramente: “No lo sé; si te digo algo te puedo equivocar”, como respuesta a mi pregunta. Le agradezco su sinceridad pues algunos, por no callar, te dan la información que desconocen. Veo a Javier y me acerco a él; está con su perro. Me dice: “puedes ir por el borde del mar, combinando rocas y playas, hasta Sant Carles”, aunque luego no será del todo cierto, porque hay una parte como de marisma y no sé acceder a ella. También me dice que pasaré por el camping de Los Alfaques (de tan triste memoria) y, para completar mi información, me dice: “estás en un parking de ligoteo para camioneros” Él está esperando a ver si para alguno y se le ofrece. Agradezco su información, que es útil para mi andadura, y le doy un beso de despedida, que es la máxima expresión de afecto que le quiero dar. Me pregunta: “¿a ti también te va?” y le respondo: “No, pero agradezco tu sinceridad” y él añade: “es que estás de muy buen ver” y agradezco también su cumplido. No todos los días se recibe un piropo que parece sincero. Desde la plataforma saco foto del lugar, sin Javier ni el perro, para que no queden vestigios del encuentro, pero si con el tinglado de la cementera, al fondo.

Caminando por carretera
Sigo por donde me ha indicado Javier y todo va bien hasta llegar a los tubos que van de la cementera hacia el cargadero del mar; aunque le había entendido que podía pasar entre ellos al otro lado, veo que están con reja metálica tupida e imposible de cruzar. Dos personas coinciden en decirme que el paso lo tengo que hacer por carretera. Pero hasta que no llego a los tubos no doy mi brazo a torcer y compruebo que es un doble enrejado el que me separa del otro lado. Si con uno no podía, con dos, menos. Asciendo por la playa hacia la cementera y la carretera, cojo por la pasarela de madera que va sobre la arena seca, de las que llevan a grifo o ducha y salgo a la calzada, paso por debajo de los tubos de la empresa fabricante de Cementos y allí comienza un laberinto de carreteras que me creará dudas para decidir cuál me conviene. Es el lugar idóneo para acabar entrando en la autopista pero, a pocos pasos veo un coche aparcado y un buen camino que va junto al mar; pareciera de pescadores, pero al que no puedo acceder ni por el Norte, ni por el Sur. Lo intento saltándome una cinta disuasoria, pero hay especies de marisma: cañas y juncos que, si forman parte de un humedal, no me inspiran confianza y no me arriesgo a morir en el fango. Vuelvo a carretera y, con mi destreza observadora y la intuición que me caracteriza, veo una pequeña salida entre vegetación y salto la valla protectora quitamiedos, que defiende a los coches pero que mata a tantos motoristas.

Alternando camino y rocas
Salgo al caminito que he visto y, de allí, al camino grande deseado. Más tarde, encuentro más coches aparcados y, una chica que está fuera de uno de ellos, me dice que no me puede ayudar ya que apenas conoce el lugar. Más adelante llego a camino que va bordeando chalets y consigo ir bien hasta que llego a zonas muy pobladas de palmito, pitas y otras plantas pinchosas que me crean dificultades, lo que hace que me decida a bajar a las rocas, que son bastante amables para caminar. Un pescador me dice: “casi te puedo asegurar que por ahí, llegas hasta Sant Carles”. Asciendo de nuevo al borde y bajo a rocas y playa. Me encuentro a tres hombres que se asoman a un balconcillo-mirador y tenemos una bonita conversación. Uno de ellos acaba de volver de hacer un recorrido por el GR catalán, en Gerona pero, aunque no lo hizo todo, sino tramos, me dice que encontraré dificultades porque alguno de los caminos se los ha comido el mar. Yo creo que si es un camino de esta categoría y que se usa, si el mar lo rompe, tendrán que poner alternativas o reconstruirlo. Creo que me ha dicho que es el GR-92. Me despido del trío y salgo por cantos rodados, que son malísimos para andar, y rocas magníficas y, veo que se quedan observando cómo ando por ellas. Supongo que se habrán dado cuenta de que no les he engañado cuando les digo que vengo andando desde Murcia. Se habrán quedado boquiabiertos viendo mi destreza. ¡Cómo se nota que no tengo abuela! Nunca la tuve. Sólo el abuelo Donato, hombre poco afectuoso que, lo más que nos daba, si podía, eran bastonazos. ¡Qué suerte tienen mis nietos de no tener un abuelo como aquél! Otro pescador me asegura que podré continuar por el litoral y, luego, una pescadora que hizo el recorrido hace unos días. Acaba de llegar, pero hoy lo ha hecho en coche. Cuando llego camino junto a chalet, recibo la llamada de mi primo Santi desde Igualada. Me dice que ya recibió mi e-mail y que le llame cuando llegue a Vilanova i la Geltrú. Le digo que le llamaré en cuanto entre en la provincia de Barcelona pero, justamente, acabo de comenzar la de Tarragona (aún me quedarían 12 días para llegar). “A lo mejor hay sitio en el albergue y podemos pasar allí un día tranquilo”, le digo. Me dice que no llegue antes del 2, pues entre el 30 de junio y el 2 de julio, estarán en Igualada mi hermana Sagrario y mis primas Ruper y Carmen. Ya con esos datos, voy atando cabos para las visitas que me quedan. Quizás éste sea el rasgo diferenciador del tramo de este año, las visitas a familiares y amigos. Si en los años anteriores, había un deseo de hacer nuevos amigos, en éste, se trata de conservar las amistades hechas y recuperar a familiares, más o menos, olvidados. (esto lo estoy escribiendo entre las 7 y las 8 de la mañana del día 25 en el Juanito de Sant Carles de la Rápita). Según me estoy despidiendo de mi primo Santi, noto que me empieza a caer agua, aunque no hay nubes de lluvia en el cielo. Protesto, me asomo al murete de la casa de al lado y veo un aspersor que, sin nadie cerca, ha empezado a regar; probablemente, estaría programado. No veo, o no hay nadie, o el responsable se ha escondido ante mi protesta para no dar la cara.

Una finlandesa rubia, joven y guapa
Continúo otro rato por camino, pero debo bajar de nuevo a rocas; noto que las piernas se van resistiendo de tanto ajetreo y coincido con la terraza de un bar que ocupa el espacio justo entre la costa y la carretera nacional vieja. Así que salto una madera blanca que cierra un pretil también blanco y, con cara de niño que no ha roto un plato en su vida, entro en la terraza. La persona más próxima y que ha visto toda la operación de abordaje es una finlandesa que bebe cerveza. Nos entendemos mal pero lo solucionamos a base de sonrisas. Le intento decir que no conozco Finlandia, pero sí Noruega, el cabo Norte y los samis. Ella interpreta que no sé dónde está Finlandia y me dibuja un mapa con las tres nórdicas: Noruega, Suecia y Finlandia. Yo me río; geografía ya sé. Ella se ríe. Nos reímos y, con esa sensación bobalicona de quien se quiere comunicar pero no tiene los instrumentos necesarios para hacerlo, me despido de ella. La finlandesa es rubia, joven y muy guapa.

Intentando quedarme en Los Alfaques
Salgo al otro lado del bar y voy poco rato por carretera. Aunque el cielo de nubes no parece amenazante, caen algunas gotas gordas. Me parece incomprensible. Vuelvo a la costa, pero es debido a que he llegado al camping de Los Alfaques. Este camping fue tristemente famoso porque un camión cisterna lleno de combustible se precipitó sobre los que acampaban y, al incendiarse, murieron muchos campistas abrasados. No recuerdo en qué año ocurrió la tragedia. Me hago a la idea de que, si el camping es atractivo para acampar, es porque tiene una buena playa y, con intención de verla, pregunto al recepcionista y me dice que puedo entrar y cenar a partir de las nueve de la noche. Cuando salgo al mar, veo que el plan no tiene sentido, ya que no hay playa y no podré dormir en los aledaños del camping. Dos pescadores, que parecen ser del camping, me dicen que hay arena; no voy a la zona Sur, pero en la zona Norte, la franja de arena es mínima, totalmente humedecida por la marea alta y prácticamente inexistente. Tengo que pesar en otra cosa para dormir.

Tramo final a Sant Carles de la Rápita
Salgo a la carretera en el mismo momento en que llegan dos jóvenes que dicen vienen de Amposta, unos 8 km al interior de San Carles. Me sorprende que vengan de tan lejos, porque los jóvenes son reacios a caminar, pero todo tiene su explicación; han venido en coche y ahora vuelven a él a coger las cañas para ir a pescar. Aclarado. Veo un GMX (con la X no intento buscar ninguna palabra). Siguen cayendo gotas pero sin continuidad y, sin darme cuenta ya estoy en Sant Carles. Las playas que se empiezan a ver son ya muy urbanas. Llegado a un paseo, pregunto a un señor mayor los kilómetros que hay hasta Poble Nou del Delta y me dice que 7 u 8. No tengo ánimo para seguir y menos a la hora del atardecer, cuando empezarán a sentirse a sus anchas los mosquitos, estoy cansado y son más de las ocho, la hora de las dudas. “¿Qué hago?”, me pregunto. Un edificio acapara todo el espacio costero; está claro que incumple la Ley de Costas pero, a saber cuándo fue construido. Para poder continuar por la costa y no tener que pasar por detrás de la casa, han hecho un camino flotante de madera, una pasarela que se sujeta por pivotes de cemento que surgen del agua desde el fondo marino. El paseo sobre el agua se convierte así en un elemento útil y bonito. (Cuando escribo esto al día siguiente, lo estoy viendo desde mi habitación, la nº 231, del Hotel Restaurante Juanito).

Una noche en el Juanito
Cuando paso por la fachada lateral, la Sur, del edificio leo: Restaurante Juanito. Está algo camuflado por la vegetación arbórea. Pero, cuando estoy pasando por la pasarela, me doy cuenta de que la estructura del edificio tiene todo el aspecto de ser un hotel o, al menos, de tener habitaciones. En vista de lo cual retrocedo y localizo la entrada. La recepcionista me dice que la habitación más barata que tiene cuesta 40 € más IVA. Cuando le digo que me parece caro para el plan de mi viaje, me dice que, al final del pueblo hay una residencia y se brinda a hacerme la gestión. Mientras ella busca el número de teléfono en una lista especial y en Internet, yo miro el listín de teléfonos. En Internet nos aclaran que es para colonias infantiles y como no damos con el teléfono, decido quedarme allí, sólo por una noche. Pago con Visa 42,80 € por la habitación y cuando cene, según lo que coma, pagaré la cena, que ascenderá a 17 €. Almuerzo, dinar, sopar y voy memorizando las tres comidas del día. La cena se dice sopar, aunque no cenes sopa. También me da un plano del delta mejor que el que me dieron en Benicarló, así que traslado las anotaciones del pequeño y las traslado al grande. Subrayo las tres playas nudistas: Platja del Trabucador, del Serrallo y de la Marquesa. También tiro el mapa de Cataluña, ya que tengo el de Tarragona, con el que me voy a bandear bien en los próximos días. Me dan la llave, me ducho, lavo la camiseta gris y la cuelgo en percha de plástico a secar en la terraza.

Sopar con Juanito. Zorionak
Bajo a cenar hacia las 21:15 h. Aunque no hubiese comido sopa, siempre  la cena será sopar. Elijo del menú: alcachofas con escarola y otros ingredientes en ensaladita ya aliñada; las alcachofas son de lata, pero llevan rabo y están muy ricas. Sopa de marisco con picatostes, de la que no dejo nada, y cuatro pescadillitas, tan pequeñas que ni siquiera llegan a cariocas; éstas ni se pueden morder la cola, como las de antaño. Las pescadillas se acompañan de calabacín en tempura, crujiente. De postre: crema catalana para celebrar la entrada en el país catalán. Para beber, tinto y gaseosa, como a mediodía. Observo a los clientes, la mayoría españoles. Hay un matrimonio francés y otros tres franceses a mi lado. No entro en el tema ni explico mi viaje. Pasa un señor bajito con pantalón y zapatos blancos al que un gallego saluda y felicita, lo que me hace intuir que es Juanito, el dueño, y acierto. Mis confidentes serán los dos camareros. Al volver, Juanito me saludará y le felicito yo también en el día de su santo: Zorionak. ¿Ha sido casualidad que el día de San Juan haya acabado en el Juanito? Más tarde se sienta a cenar con su señora y acabaré contándole mi camino. Está algo duro de oído y su mujer colabora para que entienda. La mujer de Juanito es catalana y acabaré hablando con él de A Coruña. Me dicen que me siente con ellos y les veré comer la fruta. Hablamos de mi viaje y de las tierras gallegas, pero me caigo de sueño y me despido de ellos. Pago la cena en recepción y, sin más preámbulos, subo a la habitación, quito la colcha y me meto en la cama. De madrugada, cuando me levanto a orinar, aparto la colchita de algodón.

Balance de un día fronterizo
Llegar a Vinaròs me ha costado más por hacerlo por interior. El desayuno ha estado bien y amena la estancia en Vives; la visita del pueblo ha sido curiosa, con atención a pocas cosas y bien atendido en Turismo. El paseo por el acantilado hasta llegar a Les Cases, se ha completado con baño y charla con José María, el conductor de ambulancia. Pasar el río Cenia y estar en Tarragona, también ha sido una satisfacción. Saliendo de Les Cases, ha sido informativa la conversación con Javier, que estaba allí con intención de ligar con algún camionero. La combinación de carretera y costa hasta Los Alfaques, tampoco ha sido muy brillante y, lo mejor, haber tomado la decisión de quedarme a cenar y dormir en Juanito y conocer a matrimonio tan peculiar.

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