lunes, 6 de mayo de 2013

Etapa 26 (204) Benicarló-Benicarló

Etapa 26 (204) 23 de Junio de 2009, martes.
Benicarló-Benicarló.

Hoy el mapa no presenta ningún avance. Día empleado en logística y reflexión. Mañana saldré de la Comunidad Valenciana para entrar en Cataluña. Hoy, víspera de San Juan, sólo sacaré foto de la hoguera, preparada, pero sin prender. Quizás Benicarló no sea el lugar idóneo para hacer esta parada, no tiene playa nudista donde disfrutar un rato, pero para lo que yo dedico el día, quizás sea lo más adecuado. Otro día sin baño. Las dos noches pasadas en Denia, tuvieron otra finalidad ya que, aunque no avancé, no paré, retrocediendo, hasta hacer ida y vuelta a Alicante en ferrocarril de vía estrecha.

Despertar en Belmonte
A las cuatro me levanto a orinar; lo sé porque al salir al pasillo para pasar al retrete, suenan en el reloj de la iglesia las cuatro campanadas. Luego no me despierto hasta las 7:30 h, con la sensación placentera de haber dormido muy bien. Me levanto, cago cantidad y algo ligero, me ducho y lavo las tres prendas que llevaba ayer. Las pongo a secar en perchas colgadas del armario, en la confianza de que no goteen demasiado. He decidido quedarme otra noche más y dedicar el día a actualizar el diario, escribir postales, leer, borrar y mandar correo por Internet. Cuando estoy saliendo, encuentro a la mujer del recepcionista, que está haciendo las habitaciones, y le cuento mi programa. Me dice que por la tarde le pague a su marido la segunda noche y que me lleve la llave. Le digo que no es necesario que haga la cama, pues sólo usaré la sábana encimera.

Desayuno en el Mercado Central
Son las 8:45 h cuando salgo de Belmonte y sigo por Píus XII (de nefasta memoria) y entro en el Mercado municipal, en el momento en que, en la panadería pastelería, sacan a un cliente un gran trozo de bizcocho y café. Así que me dan ganas de desayunar allí, aunque sea de pie; no es el día peor para hacerlo sin sentarme, ya que no vengo cansado, no voy a hacer caminata y, además, no tengo que escribir aquí el diario. Pido descafeinado con leche en taza grande y, a pesar de que el bizcocho es lo que me ha atraído, pido una caña de crema y una empanada de cabello de ángel. Todo muy rico y, sobretodo, distinto a lo que suelo desayunar otros días. Pago 2,75 €.

En busca de la Biblioteca
Camino de la biblioteca, paso por el escaparate de una librería. Tomo nota del lugar para volver a comprar postales. Qué bien se anda sin mochila grande. La bibliotecaria, abre exactamente a las nueve en punto. Remarco la puntualidad. Pone en marcha los ordenadores y puedo disponer de una hora de Internet; hora que apuro. Dejaré el ordenador a las diez. Sólo me dedico al correo electrónico (kzgunea y Hotmail) y dejo el de pésame a Carlos Iglesias para el final. Contesto a Igone y a José Martin y Geli, agradeciendo su hospitalidad y recibo otro de Carmen (la de Benissa, con Zulema y Dieter), que me dice que ya leyó mis artículos del Diario Vasco y que se siente feliz de haberme conocido. A Carlos le recuerdo la primera vez que hablé con él por teléfono desde casa de Gurutz y que me dijo cómo a su padre se le había encaprichado comer cordero en la sierra. Es mi forma de darle el pésame, recordándole momentos bonitos que Carlos había pasado con su padre. También termino con las encuestas del Programa GAP, con sensación incierta, ya que no he podido abrir ninguno de los manuales para corregir los errores y mejorar mis conductas de consumo de energía. ¡A ver qué me dicen! Cuando consumo la hora, la bibliotecaria me orienta hacia kiosco para comprar postales. Tiene toda la razón, porque en la librería no las tienen. Cuando llego al kiosco, como las tienen al exterior y se ve que venden pocas, casi todas están polvorientas en su borde superior; tengo que hacer una selección añadida. Compro 40 y negocio el precio, pero sólo consigo dos de regalo y pago 14 €. Me queda poco dinero y voy a la Caja Rural, donde saco 200, con 0,40 € de comisión, para añadir a los gastos. Ya con postales y dinero, vuelvo a la biblioteca por Píus XII, rotonda de las farolas, Policía local pero, cuando llego, la puerta está tancada y debo dar la vuelta para entrar por la que he entrado antes. Al venir, he encargado un sitio, a las 13:30 h, para comer en el Club de Jubilados: lentejas y alitas de pollo. Enseño el dibujo de ayer, de Peñíscola, a la bibliotecaria, orino y me pongo a escribir el diario hasta las 12:45 h. La primera postal la dirijo a Montse y Josep, una pareja que conocí en mi viaje a Noruega, con la que tuve algún momento de conexión, nos escribimos alguna carta y poco más; esto ocurrió en 2004 y, ahora que voy a pasar por Tarragona, estaría bonito que nos volviéramos a ver un ratito. Llevo su teléfono y esta postal sería un preámbulo anunciador de mi próxima visita. Me pregunto “¿seguirán juntos y en Tarragona?, ¿se habrá jubilado ya Montse?”, recuerdo las ganas que tenía. También escribo dos postales más: a Sara, Vera, yernos y nietos.

El Club de jubilados
Como el menú ya está encargado: lentejas y alitas de pollo, por 8 €, me fijo más en lo extra. De primeras me sacan un rico platillo de aceitunas y una ensaladita. Las lentejas están muy ricas, con tocinito, magro y choricito y las alitas, son sólo muslitos (5) y no puedo terminar las patatas fritas; los muslitos están ricos y jugosos. Me explican que dejaron de traer las otras partes del ala porque todo el mundo prefería la de más tajada, es lo que me dice el toledano de hablar argentino. Yo le digo que, al contrario de la mayoría, a mí la que más me gusta es la parte central (la del cúbito y radio) y, bien fritita, la punta (cros-cros). Alguna de las chicas que trabajan con él son uruguayas o argentinas y él acaba de volver, tras pasar un mes de vacaciones por Sudamérica. Termino la comida con cuajada y cortado descafeinado de máquina. Después de pagar el precio estipulado, voy al retrete y aviso de que la cisterna pierde agua. La chica me dice que ya está avisado el fontanero. Cuando estoy saliendo, se sienta el segundo comensal.

Biblioteca. El funcionamiento de las hormonas y el amor
En la calle me encuentro con un matrimonio que viene de la playa, “demasiado viento”, me dicen, y me acompañan casi hasta Correos. Echo las tres postales que he escrito, y retorno buscando sombra, aunque me resulta casi imposible ya que a estas horas el sol se halla en el cénit. Entro de nuevo en la Biblioteca y me planteo la posibilidad de buscar luego, en Información, un mapa de la costa de Tarragona. La única mesa llena es la que yo he ocupado esta mañana. Ahora hay un grupo responsable de Motivación a la Lectura. Están barajando la posibilidad de elegir Crepúsculo como un libro motivante ya que, tras el éxito entre jovencitas y jovencitos, de la película, se podría conseguir que leyeran los cuatro libros. Cuando terminan la sesión, me permito intervenir y me aceptan. Pregunto el objetivo que persiguen; y me lo dicen: “El funcionamiento de las hormonas y el amor”. El resto del grupo se va y sólo se queda uno charlando con la bibliotecaria. Luego me entero de que ella, la que yo creía bibliotecaria, es una empleada y él es el bibliotecario. Cuando ella se va, me acerco a él y le digo cómo por la mañana ya he disfrutado de una hora de Internet pero que, ahora, como veo los ordenadores libres, si podría volver a hacer uso de alguno. Me dice que no hay inconveniente.
Más Internet y postales
He recibido un escueto agradecimiento de Carlos Iglesias y pongo e-mail a las próximas visitas: mis primos Santi y Maribel (que celebran sus bodas de oro y el 11:05.2013, nos han invitado a una comida en Altsasu), que viven en Igualada; mi amiga Luisa, en Barcelona; Mauri y Teresa, en Gironella; y a Lili Beuter y Pep, su marido, en Sant Antoni de Vilamajor. Luego escribo postales a familiares y a Carmen e Ignasi. Así, con las de la mañana, completo 12 de las cuarenta compradas y dos regaladas. Sólo me quedan treinta. Recojo todo y salgo a echarlas a Correos. Como ya sé el camino… Ya empiezo a familiarizarme con Benicarló. Paso por Información y lo único que consigo es un pequeño mapa del Delta del Ebro. Al menos aparecen tres de las primeras playas nudistas, coincidentes con mi lista. No tienen otra cosa. Un matrimonio francés, que vive en Benicarló, se interesa por el libro de Manuel Azaña, La velada en Benicarló. Voy a comprar recarga para el bolígrafo que me regalaron en la Academia General del Aire y que se me agotó. Es con esta carga (1,60 €), con la que estoy escribiendo ahora mi diario.

La Velada en Benicarló
De regreso en la Biblioteca Municipal, pido el libro de Manuel Azaña: La velada en Benicarló. Diálogo de la Guerra de España, editorial Castalia, Madrid 2005 (Catalogada FL 94 AZA) y la ojeo. Leo: “Un liberal radical” Dirigida por José Luis Gómez 1980-81. La consideran una justificación de su actuación como Presidente de la República española; piensa el prologuista que no necesitaba justificarse. Su pensamiento ya había quedado plasmado en otros libros. Cuando lo busqué en las bibliotecas públicas de Donostia y no lo encontré, fue años antes de 2005, miraré a ver si encuentro, a mi regreso, esta edición. Después de ojear páginas y ver escenas de la representación de José Luis Gómez, abandono definitivamente la biblioteca a las 19:30 h. El bibliotecario ha entrado a la reunión. Seguirán preparando el plan para incitar a niños y jóvenes a la lectura. Digo a una chica que está esperando, que le entregue el libro de Azaña y se lo deja junto al teclado del ordenador y me asegura que se lo dirá cuando salga de la reunión.

Paseo vespertino por la urbe
Veo que lo que ayer entendí Pintxo d'Or, es Pinche de Oro y ofrece menú por 9 €, pero me lo quitará de la cabeza el receptor del Belmonte, diciéndome que ofrece demasiada fritura, sanjacobos y empanados varios, que no me van. Me dispongo a dibujar alguna iglesia o similar, pero me doy cuenta de que aún no he visto la playa y, hacia el mar, me dirijo. Cuando llego, veo la hoguera ya preparada para esta noche de la víspera de San Juan. La playa es de piedras. “Se ve que el Ayuntamiento no se gasta tanto dinero como el de Peñíscola en traer arena”, me lo dicen dos aragoneses, cuyas mujeres están sentadas en el pretil. Allí encuentro otro diez céntimos para la hucha de mis nietos, que van al apartamento asignado en la mochilita.

Hostal Belmonte
Entro a interior, hacia la iglesia, pero me acuerdo que aún no he pagado la habitación y me voy hacia Belmonte. Me enrollo con un padre, José, orgulloso de sus hijos mayores, aunque el segundo es muy radical. Los hijos tienen veintitantos años, pero les vino de sorpresa otro que, ahora, tiene seis. Los hijos se dedican a la música de ahora, pero incorporan algo de melodía, y, al segundo, le gusta también pintar; pero lleva ya dos años en que se ha propuesto no pintar nada. Cree que volverá a retomar la pintura. La pensión es de la mujer y él colabora. Recepción es su despacho. Su dedicación es a mantenimiento y hace proyectos y, a veces, le toca enderezar entuertos, por fallos de otros que presumen de técnicos. En uno de los primeros pueblos de Tarragona, me dice, “tuve que corregir a toda velocidad, porque inauguraban una obra en la que no habían previsto ningún tipo de drenaje”. Comparte conmigo lo del paseo de la zona marítima de la Sierra de Irta. El error de la playa de Peñíscola que está alterando el ecosistema hasta Vinaròs. Le pago con Visa los 15 €, pues ayer le pagué los 15 de la primera noche. José me ha dicho que ha intentado arreglar el grifo de agua fría del lavabo, que perdía agua. Pero debe tener un problema que le hace perder presión y mañana tendrá que llamar al fontanero para que cambie el grifo. Me dice que cierre el de abajo para que no oiga el goteo durante la noche. Me orienta hacia un Wok y, preguntando, lo encuentro pero, después de entrar me doy cuenta de que apenas tengo ganas de cenar. Pido cerveza y cojo verduras para el wok pero, en vez de al wok, me parece que me lo hacen a la plancha y la salsa de ostras que le echan me parece más fuerte que el primer día que la probé. De segundo cojo un trozo de sepia y 7 gambas (Blancanieves y los 7 enanitos) que, cuando las pelo, se quedan en nada. Con el postre empiezo a encontrarme más apetente y como melón, melocotón en almíbar, macedonia, flan, un aro de manzana frita y dos de plátano frito (casi todo rebozo, el plátano apenas lo he vislumbrado). El té de jazmín me sienta muy bien y el chupito de licor de arroz, me asienta del todo. Son las 22:20 h y me acerco a ver la hoguera ardiendo.

Noche de hoguera de víspera de san Juan. Solsticio de Verano
La fiesta religiosa está basada en una anterior pagana y suponía una acción de gracias a la naturaleza por las cosechas que habían dado el esfuerzo y el sudor, unidos a  la tierra y a los planetas, como cantara el poeta Miguel Hernández. Los de Cáritas ofrecen bocadillos por un euro y número para una rifa de un jamón. El paseo del puerto es lo más bonito de Benicarló.

De lejos veo humo, pero proviene de alguna de las barbacoas. Subidos en un pretil hay espectadores expectantes. Son las 22:30 h y Agustín me dice: “la hora de encendido es a las doce”. Hago gesto de desánimo y me responde: “¿cuándo es san Juan?”. Como no estoy dispuesto a quedarme hasta tan tarde, ya que mañana me toca jornada larga hasta el delta, hablo un rato con Agustín de las tropelías que se están haciendo en la costa y coincide con José, el recepcionista del Belmonte. Dice: “las acciones de los técnicos y sus obras están alterando todo el ecosistema marítimo”. “A veces llega el mar y corrige las tropelías de los humanos”. Le comento mi queja y sugerencias depositadas en Información de Peñíscola y él me dice que no se les puede dejar sin acceso a las viviendas de la zona. Estoy de acuerdo, pero sí se les puede exigir prudencia a los conductores y cumplimiento de la velocidad máxima autorizada. Se sorprende cuando le digo que vi una moto de cuatro ruedas, antes de la torre colomera, pues lo tienen expresamente prohibido. Hubo alguien que puso un negocio de venta de estos artilugios motorizados y lo tuvo que cerrar. No me puede asegurar si era venta o alquiler. A él le gusta mucho esa zona de la Sierra de Irta, pero también suele ir en coche. Me voy de la costa y llego al hostal hacia las once. Recojo la ropa seca y veo que me han hecho la cama con la sabanita. Nada más meterme a la cama ya estoy dormido. El licor de arroz me ha sentado a las mil maravillas.

Un día sin avance pero provechoso
El día ha sido muy aprovechado para contactar con familiares y amigos por Internet, también mandando postales pues, cuando llegue a Tarragona, casi estaré a mitad de camino. Un acierto haberme hospedado en el hostal Belmonte, con un José muy interesante que colabora muy bien en el negocio de su mujer. Muy bien la acogida en la Biblioteca Municipal. La velada en Benicarló me ha parecido algo plomiza. Sólo un plantel de buenos actores puede dar viveza a lo que se cuenta.

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