jueves, 9 de mayo de 2013

Etapa 28 (206) Sant Carles de la Rápita-Poble Nou del Delta

Etapa 28 (206) 25 de junio de 2009, jueves.
Sant Carles de la Rápita-Poble Nou del Delta-Playa del Trabucador-Poble Nou del Delta.

Amanecer nublado en Hotel Juanito
He dormido bien. Al tener cerrado el balcón, me he perdido el placer de oír el romper de las olas. Me levanto a las 6:30 h y he vuelto a hacer una deposición por la mañana (papeles al cubo) y, de nuevo, hacia las once, cuando voy a abandonar ya la habitación, después de haber desayunado en el pueblo y de hacer un dibujo de recuerdo. Después de comer, una llamada a móvil a mi hija Sara me hará cambiar radicalmente el programa de tarde y noche. Hoy, que dispongo de una magnífica posición para poder ver la salida del sol, amanece día nublado.







Me pongo a escribir, veo al sol entre nubes, y salgo al balcón para sacar una foto con el horizonte Norte y la pasarela que va entre el hotel y el mar en penumbra. Escribo hasta las nueve y organizo mis papeles para abordar la nueva provincia tarraconense: nueva lista de playas nudistas, nuevo mapa (que ahora serán dos: el provincial y el del Delta) y, mañana, ya necesitaré otra libreta-diario, puesto que esta segunda, que empezó en Piles, ya se está terminando. Estoy contento con la documentación que llevo y de cómo se van desarrollando las cosas: el teléfono de Montse que ya he conseguido, la llamada aclaratoria de Santi que me deja margen hasta Vilanova i la Geltrú. Me voy a duchar mientras enchufo el móvil que ayer olvidé poner a cargar.

Mañana en Sant Carles de la Rápita
Salgo a dar una vuelta por el pueblo. Desde el final de la primera playa hacia el norte, saco foto del hotel Juanito con su sobresaliente pasarela al mar. El desayuno lo hago en Moka que está frente a la Esglesia Nova. Lo que fue un edificio construido por Carlos III, con columnas de capitel de volutas griegas y que, al ser renovada para usos más actuales, a Patricia no le gusta nada. En Moka he desayunado por 2,40 € y me he puesto a dibujar la Esglesia Nova de Carlos III y que, ahora, puede haberse convertido en auditorio aunque, parece ser, no al gusto de muchos. Una señora que me ha acompañado durante un tramo, también me ha demostrado su desacuerdo con la nueva remodelación del edificio, que ya ni es palacio, ni es iglesia, ni es nada. “Se han gastado un dineral en esta chapuza, para nada”, dice. También otros dicen que no se saca partido al edificio.

Terminado el dibujo que, por la posición en que yo estoy, no he cogido bien la perspectiva, retorno al Juanito. Patricia ha sustituido a Marta, que es la que me atendió ayer tarde en recepción. Un señor que salsea en el ordenador de recepción me dice que me ha visto dibujando. Subo a la habitación, recojo todo, bajo y enseño mi dibujo. Ha sido a petición y lo hago en el momento de devolver las llaves.

Al salir, lo hago retrocediendo para pasar de nuevo por la pasarela, como lo hice ayer tarde y con la idea de plasmar en foto el primer impacto que me produjo el edificio  y la pasarela tan próximos al mar.
Hacia el Parc Natural del Delta de l’Ebre
Voy saliendo de Sant Carles por paseo marítimo, que es de sube y baja; llego al puerto, primero al deportivo y luego al pesquero y continúo por carretera, que me va llevando hacia el interior y alejándome de la costa, pero es que no quiero ir por entre medio de los arrozales. Ayer, a Poble Nou del Delta, me calcularon unos ocho kilómetros, pero yo creo que hay alguno más, a juzgar por lo que me costará llegar.

Saco foto de los primeros arrozales que veo en mi vida. Poco a poco, me iré acostumbrando a ellos. Dependiendo de en qué fase de crecimiento estén, se ve más o menos la tierra y las tonalidades variantes del verde también van cambiando según estén más o menos crecidos y van de un verde clarito a otro más intenso. En los vastos campos ya sembrados estas pequeñas diferencias en los tonos, convierten la llanada en un paisaje tranquilo de verde esperanza. Hay que tener en cuenta que, en todo el delta, la única montaña, por llamarle de alguna forma, tiene una altura de 4 metros. También me han contado que en la época en que el arroz ya está recogido el paisaje de tierras ocres es muy diferente; también varía cuando el arroz está maduro. Lo volveré a visitar en 2010, pero de nuevo en verano.

Un poco más adelante el cultivo que veo no se parece en nada a los ya conocidos. Un agricultor me dice que son plantas de cacahuete y saco una foto. Le pregunto si el agua con que anegan los arrozales es dulce o salada. “¡Del Ebro!”, me responde, asombrado por mi pregunta, “para eso son los canales”. Cuando veo un coche de frente y hace alguna señal, lumínica o sonora, me preocupo de mirar lo que pueda venir por detrás de mí.



Hay que tener en cuenta que voy por la calzada, muy cerca de canales de riego y la carretera es estrecha no tiene arcén. Este mirar y remirar será un acto reflejo a lo largo de estos 8 o 10 kilómetros que pueda tener hasta llegar a Poble Nou. Pasa un coche GMY. Saco foto de canales, unos muy limpios de maleza y otros muy floridos.












En un borde de arrozal, veo a un hombre quitándose los pantalones, poniéndose otros y unas botas adecuadas, para entrar en el fango. Le pregunto y me responde: “voy a arrancar las malas hierbas”. A continuación encuentro a otro hombre del agro que mira su plantación de arroz. Le pregunto si va a quitar las hierbas y me responde: “eso lo hace el yerbicida”.

Paso por la salida al mar del agua que viene de l'Encanyissada. Es un sistema complejo de plataformas y compuertas que salen al mar que casi es lago dels Alfacs, donde, al fondo, se ven las salinas a las que se accede por la Barra del Trabucador.

En el siguiente canal saco foto de un largo arriate de flores amarillas y naranjas que, como el arroz, se nutren del agua dulce del Ebro. “¿La mandarán algún día para Murcia?”, me pregunto, “¿para regar sus campos de golf?”. El paisaje es monótono pero, al ser diferente del que estoy acostumbrado, me resulta grato. Una garceta emprende el vuelo desde la zona más anegada de un arrozal.







Poble Nou del Delta
Llegando a Poble Nou del Delta, un hombre observa desde el puente a los peces. Al preguntarle por la plaça Jardí, me dice: “el pueblo es pequeño; no te perderás”. Llego al albergue y veo muchos niños. Parece una colonia infantil. Está completo. El encargado me dice que cree que encontraré plaza en Deltebre. Visto en el mapa, parece que Deltebre no está lejos, pero no es mi intención de viaje ir por el interior; lo que quiero es patear la costa, pero, una cosa es lo que yo deseo y otra lo que puedo hacer. Así que mañana no me quedará otra opción que recalar en Deltebre, de lo que nunca me arrepentiré. Me dice que vaya a una casa de turismo rural, donde me piden 25 €. Después de haber pagado ayer 40, este precio no sería descabellado, pero tengo que racionalizar el gasto y rechazo la oferta. Un niño desnudo, al entrar en otro, y una mujer muy maja me dice que está todo completo y que todos andan por un precio similar. Retorno al albergue, para pedir orientación y cambiar los planes. El encargado me dice que ni coches ni peatones podemos pasar de los límites de la reserva natural y que puedo dormir en l’Ahuet, que es el inicio de la barra del Trabucador; allí hay una plataforma de madera. “¿Me libraré de los mosquitos?”, le pregunto, y su respuesta es: “deberías llevar mosquitera”.

Terrasseta de Saur
Para terminar, le pido recomendación para comer y me dice: “come de tapas en Terrasseta de Saur”. Veo, al pasar, en otro restaurante, el anuncio de menú por 10 €, me olvido de Saur y entro, pero el aire acondicionado está tan fuerte que temo quedarme congelado o coger una pulmonía, así que salgo disparado hacia la Terrasseta. Allí no tienen menú y temo que me va a salir más caro. Como escalibada de antxoas, callos y dos cervezas Estrella. Pago 14,50 €. A la vez que yo, come la camarera. Un hombre que me habla en catalán espanta a la gata preñada y le entiendo poco de lo que me dice. Como el dibujo de la mañana ha quedado incompleto, termino los puntitos de la fachada derecha del Carlos III y lo doy por acabado. Escribo el diario y, cuando termino, hacia las 14:45 h me pongo en marcha para ir a dormir hacia el Trabucador. ¡A ver cómo se desarrolla la tarde! ¿Y los mosquitos?

El jardín de Ludivina y el nido de golondrina
Un hombre me orienta cómo salir a la otra carretera sin tener que retroceder hasta la bifurcación que he visto a la entrada del pueblo al llegar esta mañana. Cuando ya enfilo la carretera, me acuerdo de que no he llamado a mi hija Sara y esta noche, perdido en el Trabucador, no lo podré hacer. Pregunto a una señora, que está regando plantas en el exterior de su vivienda, si hay cabina telefónica en el pueblo. Me dice que sí hay una, pero ya que estoy allí, Ludivina me invita a visitar su jardín en el patio interior de su vivienda. Le digo que está precioso y, en particular, lo sanas que están las tres campánulas rojas de su hibiscus. Me cuenta Ludivina, que se quedó viuda hace cuatro años y, a su marido, le gustaba tener bonito su jardín y que la gente firmara en el libro de visitas. Yo escribo algo sobre memoria y olvido y digo que mientras ella siga cultivando el jardín, no se perderá el recuerdo de su marido. Hay calabazas y un arco de donde cuelgan; le nacen verdes pero, más tarde, amarillean por la parte superior.

También tiene, en el centro del patio, una gran araucaria, con piñas enormes, iris en flor, lirios sin flor y muchísimas plantas de especies diversas. Me despido de Ludivina dándole un beso de cariño y deseando que pueda seguir cultivando el jardín como si todavía estuviera vivo su marido y lo mantenga en el recuerdo. Al entrar en la casa, no me he dado cuenta, pero sobre el quicio de la puerta han anidado golondrinas y asoman sus cabecitas las crías, mientras los adultos han salido en busca de alimento. Ahora saco foto para el recuerdo.

Una llamada que me cambia todos los planes. Farmaciola
Entro en el pueblo en busca de cabina. Hablo con Sara, le cuento cómo estoy en Poble Nou del Delta, que el albergue está completo y que voy a dormir a la intemperie por el ala Sur del delta, hacia la barra del Trabucador. Le digo que hay tanto mosquito que me temo pueda morir acribillado a picotazos. Me dice un nombre de repelente (que ahora he olvidado) y que lo compre. Lo intentaré. Me dice que los niños mayores van a empezar un curso de natación y el día 10 se irán a Berdún (0,60 €). Tras la noticia de mis nietos y la recomendación de mi hija, voy a la Farmaciola, el único establecimiento en que puedo comprar el repelente de mosquitos; pero, la farmacéutica no está, y en un cartel pone que atiende de 7 a 8 de la tarde. No me apetece quedarme casi cuatro horas esperando a que abra. Unas mujeres que están pasando las vacaciones allí, me dicen que Laura, la farmacéutica, vive en una casa enfrente de Ca Pilar, que es la que esta mañana me ha dicho que tenía todo completo. Cuando estoy entre que entro y no entro en el Llar de Laura, aparece ella por la calle a preguntarme “¿qué quiero?”. Le explico y, a pesar de su horario, coge las llaves, me abre la farmaciola y, no teniendo el repelente que me ha recomendado Sara, me ofrece Aután y, como más eficaz de los dos que tiene, otro cuya marca he olvidado por 5,55 € y que va muy bien. Le digo lo que me ha pasado con el albergue y que voy a dormir al Trabucador como alternativa y con el repelente. Entonces Laura me ofrece habitación por 25 €. Era lo mismo que pedían en los otros agroturismos, y le digo que es mucho para mi plan de viaje. Me ofrece otra, con ducha fuera, por 20 € y acepto. En pocos minutos ha cambiado todo mi programa del día y de parte de mañana. Pero, cuando vamos al Llar de Laura, me da una con cama de matrimonio, dos literas y ducha en la habitación. Usaré la litera de abajo. Estoy en la casa nº 1. Con la mochila grande dejada en el cuarto y la pequeña completa, con la toalla, el agua y el repelente, me dirijo hacia la playa del Trabucador, a la que no podré llegar hasta su final, en parte, por la hora y lo lejos que está y, en parte, porque en la zona en que la barra se ensancha y que llaman Punta de la Barra, donde están las salinas, está prohibido el paso.

Barra y playa del Trabucador
Calculo que desde Poble Nou del Delta hasta la Punta de la Barra, hay aproximadamente los mismos kilómetros que a Sant Carles de la Rápita; con el añadido que tengo que volver a dormir al Llar de Laura. La primera parte de la carretera está sin asfaltar y los coches levantan polvo al pasar; luego voy por la izquierda y los coches son bastante prudentes. Veo cigüeñuelas; las había visto en la vía verde entre Isla Cristina y Ayamonte, en el parque natural de Vila Formosa (Algarve portugués) y en algún otro lugar de mi extenso paseo costero, también veo alguna garceta. Paso por la pequeña ermita de Nuestra Señora de la Cinta, que es la patrona de Tortosa, que pasado mañana veré descabezada o desaparecida en la montañita del delta.

Aparecen muchos letreros de Área privada de caca (ya que a alguna caça se le ha borrado la cedilla) que suena y huele mal. Además, con ese “privada”, no acabo de entender si han privado al lugar de caza o si sólo pueden cazar los privados privilegiados. Paso por una casa que penetra en terreno arrocero y, al fondo, se ven dos barracas, que no sé si las habrá construido Salvador, al que conoceré mañana en Deltebre. Un perro de caza sale a ladrarme, mientras otros tres están atados con el sistema de recorrido de larga distancia. ¡Ladran como condenados rabiosos! En una casa de enfrente, me ofrecen el perro de caza, que está en venta. “No lo quiero ni regalado”, les digo. Me cuesta una hora llegar a la playa a l’Aluet. Hago el cálculo que hasta Poble Nou habrá 5 km. Me podré distanciar por la barra del Trabucador otra hora más, calculando que entre la ida y la vuelta, haré unos 20 kilómetros. Me descalzo y voy caminando por la arena por la platja del Trabucador y no llegaré a ninguna señal, aunque cada vez se van viendo más cerca las Salinas de la Trinitat. Se ven coches que siguen barra adelante.

Los postes de electricidad se van metiendo en el agua, lo que hace pensar en un proceso en que el mar va comiendo terreno por aquí, ya que estos postes fueron construidos fuera del agua, y parece que se va ampliando la tierra por el otro lado, en el Port dels Alfacs. “¿Antes iban estos postes por el centro de la Barra?”, me pregunto, “¿ha sido la fuerza del mar o el viento, los que desplazan la arena hacia el interior?”. Al inicio de la playa, veo gente tumbada en la arena o jugando a pelota con pala. Una pareja se retira de la orilla hacia el coche; él está desnudo y pone mucho empeño en que no se le vea el chiflo al ponerse el pantalón.

Mucho más adelante, dos pescadores lanzan sus cañas al mar; mañana los veré en el Ebro y, finalmente, encuentro al único nudista tumbado de espalda. Cuando completo la hora de caminar y regreso, me lo encuentro igual que lo he dejado al pasar, pero tumbado más arriba, en la duna.

Me doy un baño un poco más adelante y, mientras me seco paseando, él levanta el vuelo y vestido, se va por encima de la duna. Recojo mis cosas y ya voy desnudo hasta l’Aluet, donde me doy el último baño y en previsión de lo que me pueda ofrecer el atardecer, me embadurno de repelente mosquitero. Una pareja hace como que folla, una vez ella arriba y luego él, pero es pura apariencia. Llega un chico que se posiciona algo más al norte; se lo piensa mucho y, al final, se desnuda. No sé si se acabará bañando o no, porque me visto y me voy. Ya en zona de La Tancada, pregunto a un pescador qué tipo de pescado pesca, “¿de río o de mar?”. Me responde: “una mezcla”. Y yo continúo: “tendrás que saber, para echarle más o menos sal” y se ríe.






El regreso se me hace más corto y no me sale el perro de caza a ladrar, ni los otros. Saco foto de las barracas desde una posición más cercana a la de la ida y parece que se confirma que el tejado es producto de la planta autóctona del delta: el borró. Tambien saco foto de pequeñas lagunillas que aparecen en lugares no cultivados.

Paso por un arrozal, que está algo calvo por la zona más próxima al camino y, cuando estoy llegando, emprenden el vuelo una bandada de patos, que no esperaban mi presencia. Entre nadar y correr, huyen como alma en pena, volando despavoridos y, me dan un pequeño susto, en el silencio vespertino.

Me acuerdo de mi padre, ¡cómo habría disfrutado al verlos! Y si hubiera tenido oportunidad de cazar alguno, habría disfrutado aún más. Se vuelven a parar más adelante entre otras plantas de arroz. Antes de volver a Poble Nou, saco foto de charcas, con flamencos y, al fondo, las salinas a las que no he podido llegar por la Barra del Trabucador.

Atardecer en Poble Nou del Delta.
Llar de Laura
Llego al Llar de Laura y me ducho. Cuando me siento a escribir, aparece Laura haciendo limpieza. “Siempre hay algo que hacer”, me dice y le enseño el dibujo que he hecho esta mañana en Sant Carles. Ya no me dará tiempo a hacer ninguno aquí y el que inicie pasado mañana en Deltebre, no pasará de intento. El tiempo se ha puesto amenazante de tormenta “¿será por esa razón por la que tengo dormitorio?”, me cuestiono.

Cena de nuevo en La Terrasseta de Saur
Cuando voy a cenar, empiezan a caer las primeras gotas. Pido berberechos, ensalada tropical y cerveza. Los berberechos son como si hubiera abierto una lata en casa y la amanida es como para dos. Me abren el parasol para que no me moje y, añadiendo otra cerveza, pagaré 13 €. Cuando he ido por la playa del Trabucador con el mar a la izquierda, me ha hecho recordar la costa portuguesa, pues toda la hice en esa posición. Vuelvo a pensar que, si iniciara de nuevo la recorrería comenzando en Portbou y finalizando en Irun. Un chaval quiere abrir el parasol de la mesa de al lado, pero ya es tarde, puesto que tanto mesa como sillas ya están muy mojadas. Hay varios comensales bajo techo y aún queda alguna mesa más bajo sombrilla libre, que se completará. Un matrimonio come de bocadillo y no lo pueden terminar. Vuelve la gata preñada. El que dice que le persigue la vuelve a echar fuera y ella reaparece. En la tele juegan Brasil y Sudáfrica pero, como se ve tan mal, con muchas rayas, no presto atención (mañana cuando desayune en playa Eucaliptus, sabré que Brasil ganó 1-0. Me lo dirá Enrique). Para pagar he ido hacia un grupo de parejitas jóvenes; una gordita parece con ganas de discutir.

Petardos en la noche
Salgo del restaurante y me acerco a la torre de la iglesia, donde unos chavalillos explotan petardos. Les digo: “es molesto y nada divertido”; pero a ellos les parece divertidísimo. Cuando les estoy dando explicaciones y ellos parecen bastante receptivos, llega un joven con vocación de “defensor del pueblo”, haciéndoles saber sus derechos, puesto que pueden tirar petardos hasta las 23:30 h. y que, si les dejan sus padres, yo no tengo nada que decir; que los niños son del pueblo y el de fuera que se aguante. No escucha mis razones y se pone grosero y yo pierdo mis papeles poniéndome a su altura y le digo: “ojalá te explote uno en el culo” y él me responde: “y si nos lo ponemos los dos, a lo mejor nos gusta”. Como veo que no voy a sacar nada en limpio con él, voy hacia el Llar de Laura… Pero reacciono y, me digo, “¿por qué ese aprendiz de adulto me va a fastidiar la conversación con los niños?” y regreso donde ellos. Todavía les quedan en la bolsa más de cien petardos. Les hablo de mi viaje, les enseño mis dibujos; conocen la Esglesia Nova de Sant Carles y la niña también opina que es muy feo el arreglo que han hecho; probablemente lo haya oído a sus mayores. Después, desde la cama, aún oiré explotar algunos petardos más pero, probablemente, para las once ya hayan terminado. A lo mejor es que estaba tan cansado, después de los 20 km de propina que he recorrido esta tarde, que para las once ya estaba dormido. Cinco de esos kilómetros los volveré a hacer mañana, hasta l’Aluet.

Durmiendo en el Llar de Laura
La ducha está muy buena y, para no tener que pasar la fregona, pongo los alerones de una cortina azul muy especial, pegados contra las baldosas. He elegido la toalla más blanca para secarme. Duermo en la litera de abajo, pero he debido de dar muchas vueltas, pues la sábana bajera se ha desajustado por los dos lados. Sólo me levanto a orinar una vez en toda la noche.

Resumen de la jornada
Lo más curioso ha sido el cambio de planes tras la llamada a Sara. La experiencia del delta y sus arrozales me está gustando y el temor a los mosquitos se va disipando, aunque tomo precauciones. Ha sido correcta la decisión de dormir en Llar de Laura, una vez de que me ha fallado el albergue. También ha sido bonito el paseo desnudo por la Barra del Trabucador.

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