martes, 28 de mayo de 2013

Etapa 45 (223) Montgat-Caldes d'Estrac

Etapa 45 (223) 12 de julio de 2009, domingo.
Montgat-El Masnou-Premiá de Mar-Vilassar de Mar-Mataró-Caldes d’Estrac.

Algo se me ha distorsionado esta noche que en toda lo jornada no saco ninguna foto. Sólo al finalizar el día sacaré una de las rocas que separan la playa de Caldes d'Estrac de La Musclera de Arenys de Mar. 

Un robo bonito
Por la cantidad, probablemente, haya que hablar de hurto. Avanzada la madrugada, me despierto. La playa ya ha quedado despejada y la luna está potente y luminosa. Tanto alumbra que me ha dejado al descubierto y mucho más vulnerable. Veo que mi mochilita Visa ha salido por arte de magia del interior de mi mochila grande. “¿Me la dejaría fuera, sin meter?”, dudo. Pero tengo claro que la guardé dentro y la cerré. Así que, al volverla a meter, me doy cuenta de que me falta el plástico donde iba dejando los mapas y otros documentos que me iban quedando obsoletos; también me falta el móvil y el monedero (al hacer más tarde el arqueo, veo que me faltan 10,20 €). No me quiero poner nervioso y tampoco quiero revisar qué otras cosas me pueden faltar, hasta que amanezca. Pero la intranquilidad y las dudas no me dejan dormir. Finalmente vence el sueño.

Despertar en Montgat
Me despierto a las seis, pero no me levanto hasta las 6:30 h. El amanecer no lo puedo ver porque el sol sale por encima de las casas de El Masnou. Estoy mirando al mar y, por el rabillo del ojo veo que alguien viene por el camino de El Masnou en dirección Montgat. Al llegar un poco antes de la altura en que estoy yo, veo que baja sigilosamente el pretil inclinado. Calculo dos segundos y me vuelvo. Es cuando él endereza y vuelve a subir al camino y veo que es un joven y tiene el aspecto de argelino o marroquí. ¿Con qué intención bajaba? Nunca lo sabré. Dos chicas por el paseo me saludan al pasar; les digo que me han robado el monedero. Me levanto y empiezo a revisar y reordenar. Todo el contenido de mi mochilita ha sido alterado; me hace pensar que lo han revisado por activa y por pasiva. Lo digo en plural, pero probablemente haya sido una única persona. Al mover la mochilita, me doy cuenta de que el móvil está en un hueco de las rocas y le hace cama el saquito en el que guardo el saco de dormir. Al menos, el móvil no se lo han llevado. Intento ponerlo en funcionamiento, pero no hay forma y ayer por la tarde todavía tenía batería. Pienso que se han llevado la tarjeta pero, sin el PIN y mi número secreto, creo que de poco les servirá. Pienso que el móvil no se lo han llevado porque es un modelo más cercano al zapatófono del Super Agente 86, que a los sofisticados de la era moderna. Ni siquiera hace fotos. Cuando cargue la batería en el bar de la estación de Renfe, veré que está completo. La visera la encuentro más arriba. Creo que se le ha caído al que se llevaba la mochilita. Y creo que, al volver a traerla, ha encontrado el monedero en la cremallera superior de la mochila grande.

Bañito mañanero, tras el hurto. Un ladrón honrado
Lo califico de robo, o hurto, bonito, porque no me han quitado más que el monedero con las pocas monedas que tenía. Cualquier otra cosa que se hubieran llevado me habría producido más dolor. Lo escribo por orden de importancia: el Moleskine con los dibujos, la máquina y rollos de fotos, las libretas-diario. Sólo han ido por el dinero y se han conformado con poco. Lo que estaba más a mano. Quiero creer que no lo han revuelto todo delante de mis narices, salvo que me hayan visto tan profundamente dormido que tuvieran certeza de que no me iba a despertar y descubrir al ladrón. Creo que se han llevado mi mochilita, la han mirado y remirado tranquilamente y me la han vuelto a traer. Si la llegan a dejar tirada en cualquier sitio, lo habría perdido todo. Por eso lo califico de robo bonito. Hago un agujero, cago un chorizo enorme, y lo tapo con la arena. Se lo irán comiendo los bichos para desayunar. Para festejar que no me han dejado en pelotas, me doy un baño, me seco al sol por la orilla. Es entonces cuando veo un lugar en el que habría estado más discreto; si ayer hubiera llegado a esta playa todavía con luz de día, habría elegido uno de esos dos sitios para dormir; pero ya es tarde para lamentos. Me visto y salgo por el paseo marítimo hacia El Masnou. Si el que cogió el monedero con los 10,20 € lee este diario, le agradeceré que, sin delatarse, me diga cómo lo hizo. Espero que diera buen uso al poco dinero y que disfrutara de una buena comida.

El Masnou ¡Qué movida! La Xertulina, desayuno en Renfe
Me refiero a la movida de tierras y arena. Compruebo que el tractor trabaja hasta los domingos. Un pescador se queja de la movida. “¡Han dejado el mar sin peces!”, dice. Opina que lo que están haciendo es para empeorar. Pregunto por un sitio para esmorzar y me orientan hacia la estación de Renfe. Pido bocadillo de salchichón con pan con tomate, descafeinado con leche y croissant. Pago 3,50 €. El croissant y el café están en oferta (1,90) y el bocata (1,60). El bar se llama La Xertulina. Ayer, como llegué tan tarde,  no cené ni pipas. Cargo el móvil y escribo el diario. Después de más de dos horas escribiendo, son las diez de la mañana. Llevaba mucho retraso, desde que llegué a El Velódromo, el viernes. Ahora, el plan que me propongo es, llamar a Lili Beuter y José María Fonts, unos amigos que viven en Sant Antoni Vilamajor, buscar la playa de Ponent, entre El Masnou y Premiá de Mar, comer en Vilassar de Mar, buscar albergue en Cabrera de Mar y mandar las postales que me faltan por escribir. ¡A ver cómo se cumple el programa!

Platja de Ponent
Se trata de la playa de Poniente. Cuando llego a ella, la playa ya ha comenzado, al sur. Con poca fe, por si acaso es al Sur donde está la zona nudista, retrocedo hasta el inicio. Confirmo que nadie practica nudismo y continúo por la orilla, hacia el Norte. La arena es gruesa y me crea dificultades al caminar y las olas me mojarán varias veces el bajo del pantalón, al pretender ir pisando por arena algo más firme. Veo a un hombre desnudo, pero continúo. Si no veo a nadie más, retrocederé; pero ya es una buena señal. Más adelante encuentro más gente en bolas, pero la playa ya se va estrechando mucho. El lugar lo puedo describir de la siguiente manera: el tren pasa muy próximo y sólo unas pequeñas piedras, de poca altura, separan la playa del paseo. Además, la estrechez de la playa, quizás hoy más reducida por el fuerte oleaje y la marea alta, que ya he mencionado. Como mucho hay tres líneas para que se pueda tumbar el personal a tomar el sol. El colmo es que la extensión longitudinal es también muy reducida. Tras la corta zona nudista, bien señalizada, me encuentro señal de zona de pescadores pero, para los textiles, la playa no tiene límites, más que los puramente geográficos y continúa tras los dos guetos. Podían haber puesto también zona de bikinis y zona de vestidos, con un subapartado  para musulmanes y alguna zona más.

Reducida platja nudista de Ponent. Ramonet y Colón
Un joven tapa y destapa su pene como si lo tuviera contento, pero es su forma natural, su posición natural, y lo debiera tener asumido; al taparlo con su mano, él se defiende, pero lo que hace es que los demás nos fijemos más en él. Llega Ramonet y le saluda. Llegan tres parejas y se colocan a mi derecha. Ciertamente hay poco sitio y nos debemos acoplar. Se ponen a hablar de un Camino de Santiago que no han podido hacer. Les digo que si tienen intención de hacerlo y les interesa, les puedo decir algo. Entonces es cuando empiezo a hablar con Ramonet, que es de A Coruña. Le hablo de la playa de las Catedrales, de los acantilados más altos del continente europeo en San Andrés de Teixido y mil cosas más. Me dice: “Cristóbal Colón era hijo de un aristócrata galego y de una judía conversa”. El maestro de la escuela les enseñaba que Colón había nacido en Portonovo, en la parroquia de San Salvador; razón por la que llamó así a lo primero que descubrió al llegar al nuevo continente. También les decía que, si les ponían la pregunta en un examen, debían de decir que Colón había nacido en Génova que, si no, les suspenderían. Yo le digo que otras teorías apuntan a que era hijo del príncipe de Viana y que, por esa razón, aunque no podía ser reconocido, es por que tuvo el apoyo de Isabel I. A Ramonet le gusta hablar y mostrar su sabiduría. Estaría todo el día aleccionando. Ha dado con alguien que sabe escuchar. Han llegado dos chicas y un chico, que se desnudan entre Ramonet y yo, y se interesan por mi viaje. A la que está más próxima a Ramonet, que lleva protección de esparadrapo o similar en los pezones, le enseño mis dibujos y le gustan mucho; también a los otros. Un matrimonio que está detrás, junto a las piedras, desde antes de llegar yo, se interesa por lo que ha oído y me pregunta.

Ramonet también me habla de su afición a los trenes eléctricos y, antes de marcharme me da la tarjeta de amigo del ferrocarril, para que la enseñe en Irun, donde también tengo amigo con la misma afición. Menciono a José Félix Colado, pero no lo conoce. Como ya ha dado la una, me visto y me voy a buscar un sitio para comer. Ramonet me recomienda La Ona, o Laona, pero me meto hacia el interior del pueblo, que está en fiestas. Hay feria de productos artesanos de todo tipo. Un chico me dice que dan paella por un euro.

Comiendo en café Santa de Premiá de Mar
Al final acabo comiendo en el Santa, ensaladilla rusa, callos y dos cervezas; pago 10,90 € y me voy. Después voy hacia la feria en busca de postre. Paso ante una pastelería pero está cerrada y, en la feria, compro un trozo de bizcocho con rodaja de naranja que me resultará algo pesado (2 €). Voy hacia Vilassar de Mar por el borde de la vía y, cuando llego a la desviación hacia Cabrera de Mar y, por la hora, decido que no voy al albergue porque está a 4 km hacia el interior. Prefiero ir hacia la playa del Fortí o del Bunker en Mataró.

Playa del Fortí en Mataró
Llego por interior y sólo saldré a playa en la anterior. Todas estas playas, desde la de San Sebastián, en Barcelona, hasta la Roca Grossa, en Calella, son de arena gruesa. Enseguida veo una cuadrilla de chicas y chicos. Uno calvo, o afeitado, que se baña a la vez que yo, va nadando hasta la boya y vuelve exhausto. Otro, rasta, esconde su lata de Coca-cola, en arena azotada por la ola. Cuando va a buscarla no la encuentra y le ayuda un grupo que va al rescate; finalmente la encuentra quien la había escondido. Hay algunos que parecen estar emparejados, pero no son nítidos los emparejamientos. Más tarde llega otro amigo, pero permanece aislado; más aislado cuando se va el calvo a la boya, pues es el que hablaba con él. Será el que se quede solo, cuando los otros se van. Las hormigas hacen recorridos por mi cuerpo y algún que otro insecto me pica en tres o cuatro ocasiones en los testículos. Se ve que no aprueba el nudismo y me reconviene. Cuadrillas de subsaharianos se bañan, pero no se desnudan. Dos asiáticos; uno de ellos, tras mucho remilgo, se quita el bañador para cambiarse, pero su compañero se va con toda la humedad encima. Mucha gente va y viene por la vía, lo mismo andando como en bici. Un chico que llega en bañador, se lo quita y se baña desnudo y toma el sol tal cual pero, más tarde, se vuelve a bañar, esta vez con bañador y, al salir se sienta, con él mojado, en las piedras del fondo. Un chico intenta ligar con otro sin acercarse; tendrá poco éxito y todo quedará en intento. Por los insectos y el trasiego que empieza a haber, decido marchar a dormir a otro lugar. No quiero coger miedo por lo acontecido esta última noche. En Mataró tomo una tónica, por la que pago 2 €. Pero escapo rápidamente del San Simón, por su música machacona.

Dirección Arenys de Mar, pero no llegaré
Hago mal en salir por carretera, pero tras pasar por debajo del ferrocarril, vuelvo a camino paralelo a la vía del tren por el lado del mar. En todas estas últimas costas han tenido que reforzar con muros de piedras el ferrocarril ya que, el mar, se ha mostrado en los últimos tiempos muy agresivo; de ahí la desaparición de muchas playas que han tenido que ser recuperadas a base de arena de otros lugares. La primera parada de tren por la que paso es la de Sant Andreu de Llavaneres. Pregunto a un ciclista y me dice que volveré a tener playa amplia de arena en Caldes d’Estrac. Luego paso por la costa de Sant Vicenç de Montalt y, nada más entrar en Caldes, decido comer un bocata en el Xabi que, con una cerveza, pago 5,50 €.

Buscando cama en Caldes d’Estrac
Ya entonado con la cena frugal, entro en la playa. Me atrae el puesto de vigilancia del socorrista pero, al llegar al final de la playa, que culmina en unas rocas que llegan hasta la carretera y que son horadadas por un túnel por el que pasa el tren, encuentro a un pescador, quien me dice que es fácil pasar a La Musclera, que es la siguiente playa nudista que estoy buscando. Pero el mar pega fuerte en la roca, está oscureciendo y no me atrevo a pasar. Además, me está gustando este recodo final de la playa  para dormir y así se lo digo al pescador. Él comparte mi decisión y me dice que, si me quedo allí él, dentro de un rato, va a ir a buscar a su mujer y me podrá obsequiar con una cerveza. Se va a cumplir lo que me ha dicho y yo me quedo vigilando su caña y su sombrilla. 
Cama en Caldes d’Estrac.
Pescador improvisado
¿Qué habría hecho si me llega a picar un pez? Probablemente nada, aunque, a lo mejor, habría intentado sacarlo. Como tal cosa no ha ocurrido, quedará en incógnita. Llega una expedición de jóvenes exploradores franceses con linternas que, al estar ocupada mi zona de cama, al fondo, y la punta con las cañas, sombrilla y demás bártulos del pescador, me da la sensación de que les hemos frustrado el plan exploratorio. Cuando regresa el pescador, viene sin su mujer, trae dos ballets para utilizarlos como madera para quemar. Prenderá fuego para protegerse del frío de la madrugada. Cuando me despierte por la mañana, veo que han quedado dos trozos sin quemar y uno quemado a medias. ¡Más basura que tendrán que quitar los limpiadores de la playa! Se oye una música que viene del último chiringuito pero, por lo alejada, no resulta molesta. Son los últimos ramalazos del fin de semana. Peor habría sido la música machacona del San Simón. La roca hace ángulo y yo, inicialmente me coloco en la pared Norte pero, veo que hay una depresión en la arena y decido colocarme junto a la pared Oeste. Cabe la posibilidad que, al subir la marea y superar una ola la cresta de arena inicial, el agua se deslice hacia dicha hondonada y forme un lago. Por la mañana veo que la ola ha superado la cresta moderadamente, pero no ha trascendido más y mi temor era infundado. Yo ya estoy en mi saco cuando llega otro grupo que se baña, no sé si con bañador o no, pues ya está oscuro, y lo único que distingo es que a uno le llaman Aitor. Los franceses también han desaparecido, tras acercarme a mi zona de sueño. Cuando me despierto y orino sin salir de mi saco, veo al pescador al que le ha picado un pececillo y está recogiendo el aparejo para marcharse. Para no despertarme, ni se despide de mí. Tenía que recuperar la confianza para volver a dormir en la playa y esta de Caldes me ha brindado esta segura oportunidad. Durante la noche, veo máquina de limpieza que se acerca, pero me vuelvo a dormir y hasta la mañana no compruebo que toda la playa está cribada. Casi ni me entero.

Lo mejor del día
Tras constatar el robo bonito de la noche, lo mejor ha sido esta recuperación de confianza y el rato de playa en Ponent, con Ramonet y en Fortí; me habría quedado en esta última playa de no ser por los insectos picones. De La Musclera ya disfrutaré mañana.

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